¿Homofobia o demagogia?

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El día de ayer al impartir un clase de ética a un grupo de jóvenes de 8 grado, uno de ellos se refirió a una imagen que había puesto en pantalla con un expresión en contra del homosexual. Otro de sus compañeros le respondió y le dijo: «Y después te preguntas porque te acusan de homofóbico». Me hizo gracia, pero luego en mi oficina me puse a pensar ¿que sabe un chico de 14 años sobre ser homofóbico?

Y es que ese es el nombre que le dan a alguien que discrepa con la conducta homosexual. ¿Se es homofóbico por rechazar esa conducta? ¿Es homofobia o demagogia?

Bueno me gustaría mencionar que en el lenguaje de lo hipócritamente correcto, existen temas tabú que parecen ser intocables so pena de ser acusado de las peores vilezas. Es lo que se llama falacia ad hominem; esto es, cuando atacas a la persona en lugar de atacar el argumento que dio. Por ejemplo, si yo digo que estoy en contra de la homosexualidad porque es mala, me acusarán de “homófobo” y de “odiar a los homosexuales”. La acusación no sólo es una falacia, en tanto que no responde a un argumento con otro argumento sino con etiquetas; es también una estupidez. Es como si dices que estás en contra de la anorexia y te acusan de odio y discriminación hacia las anoréxicas.

Que rechaces la anorexia no quiere decir que rechaces a las anoréxicas, si rechazas la homosexualidad no por ello rechazas al homosexual, que estés en contra del pecado no quiere decir que estés en contra del pecador, que repudies la circunstancia no significa que  repudies a la persona que hay tras ella. Esto es tan elemental que hasta un niño lo entendería (¿o es que tú no puedes tener un amigo de derechas si eres de izquierdas? ¿dejas de saludar a tu cuñado madridista sólo porque tú seas del Barça?), por lo que confundir la circunstancia con la persona como si ambas fueran una misma cosa es de tener muy pocas luces o muy mala leche.

Algunos dicen que la homosexualidad es una enfermedad, otros que un vicio, los hay que la consideran un estilo de vida o una orientación sexual tan respetable como cualquier otra. La verdad que no me interesa establecer quién de todos ellos estará en lo cierto, pero de una cosa estoy completamente seguro: la homosexualidad es un pecado, algo que ofende a Dios. Y como cristiano que soy no puedo aceptarla ni dar mi visto bueno porque una cosa que está mal, porque esté socialmente aceptada por la mayoría de la gente, no deja de estar mal. No es homofobia sino pecadofobia lo que  impulsa a los auténticos cristianos a rechazar las prácticas sexuales de lesbianas y gays.

Pretender acusar de homofobia a los cristianos no deja de ser demagogia pura y dura. Si mañana la Asociación Nacional de Adúlteros quiere convencernos de que el adulterio es un respetable estilo de vida, que no cuente con nosotros, porque nuestros valores morales no son fijados por modas que van y vienen sino por Dios mismo. Y resulta cuanto menos curioso que los adalides de la tolerancia sean capaces de tolerar a todo el mundo menos a nosotros los cristianos, a quienes nos tachan de homófobos, medievales, trogloditas, etc, simplemente porque nos negamos a dar nuestro visto bueno a un pecado que resulta abominable a ojos de Dios.

Los grupos de presión homosexuales quieren convencer a la sociedad de que estar contra el gaymonio y lesbimonio es un acto de homofobia. Si yo considero que la unión de dos personas del mismo sexo no es un auténtico matrimonio me acusarán de vulnerar los derechos de gays y lesbianas. Si así fuera, no los discrimino más de lo que discriminamos a un polígamo cuando le decimos que la unión de un hombre con cuatro mujeres no es un auténtico matrimonio. O a un trío compuesto por dos mujeres y un hombre cuando les decimos que su relación, se pongan como se pongan, no es un auténtico matrimonio. Que lo suyo es otra cosa.

La auténtica marginación se la infligen los homosexuales a sí mismos. No hay más que ver el día del orgullo gay. En lugar de denunciar que en Irán ahorcan a los gays por el solo hecho de serlo, ellos se ponen las plumas y empiezan a hacer shows afeminados  por la calle. Se trata de un carnaval narcisista, un esperpento digno de la parada de los monstruos, un colectivo humano que con sus numeritos de circo no hace sino distanciarse cada vez más y más de la supuesta integración y normalidad que dice reivindicar, y que manda el mensaje al mundo -alto y claro- de lo que realmente es y quiere ser: un ridículo gueto muy alejado de la gente normal.

Lo siento pero así pienso…

Yo soy Napoleón Bonaparte…¿y que?

 

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Bueno este día simplemente quedé convencido de que lo que he venido anunciando y predicando por varios años, ya no es suposición sino práctica. La nueva tolerancia del mundo ya está en vigencia en este país hasta en lo núcleos más pequeños que uno pueda imaginar.

Y es que vamos dando paso agigantados con esto de la «sexualidad diversa» en este país de El Salvador y por sobre todo en las generaciones de jóvenes. Y es que los modelos que están influyendo son tristes. Por ejemplo viajemos al  País de Gales. Dos hombres casados y con hijos se divorcian de sus respectivas esposas e inician una relación gay. No contentos con esto se hacen una operación de cambio de sexo y pasan a ser lesbianas transexuales. Finalmente, y como guinda del pastel, se casan. Un segundo escenario que nos debemos acercar en Estados Unidos una chica se hace una operación de cambio de sexo pero decide conservar sus genitales femeninos. El transexual se casa con una mujer,  decide tener hijos por inseminación artificial y se convierte en el primerhombre embarazado de la historia. El feliz papá dio a luz tres niños y luego se separó. Y que de este otro, también en Estados Unidos. Un niño de 11 años viste con ropa de niña y responde a un nombre femenino. Es el hijo adoptivo de dos lesbianas. Ellas decidieron que sería una chica. El niño toma bloqueadores de hormonas que retrasan la pubertad y la familia recauda dinero para una operación de cambio de sexo. ¿Ahora porque la gente acepta esto y si uno dice algo se le van encima como si fuera un criminal?

Bueno lo quiero ilustrar de esta forma. Supongase que yo digo que soy Napoleón Bonaparte inmediatamente me pondrán una camisa de fuerza. Y que tal si digo que soy Bill Gates y voy al banco y digo  que quiero retirar mil millones de mi cuenta; creo que inmediatamente llamarán a la policía ¿o no? Dirán que estoy desquiciado y que algo me pasa mentalmente. Ahora  ¿Qué  diferencia hay de un loco a un transexual? Bueno,  el segundo tiene un grupo de presión que lo defiende… El primero no. Simplemente.

Sin embargo he llegado a la conclusión que hay un desajuste psicológico en  las personas que desean cambiar de sexo.  Es decir, padecen un grave desequilibrio mental pero éste no se resuelve con una transformación de genitales sino con ayuda psiquiátrica y espiritual. No está nada bien seguir la corriente a alguien que dice que es Napoleón. Tampoco a un varón que quiere ser mujer o al revés.

Creo que está de terapia  los que creen que una operación de cambio de sexo es algo auténtico, porque si tú eres un hombre por mucho que te pongas seno  de silicona, te hormones y te hagas una vaginoplastia, vas a seguir siendo un hombre porque tienes un cromosoma XY que no se puede cambiar ni con toda la cirugía plástica del mundo.

Creo que necesitan seria terapia los progresistas  que defienden que este tipo de situaciones son normales, buenas y deseables. Al enfermo le animamos a incrementar su delirio, a la locura le llamamos estilo de vida y al ciudadano cuerdo que se atrave a decir que todo esto es una barbaridad se le acusa de homófobo y de nazi. ¡por Dios! Esta sociedad apesta. Creo que esta pobre gente está gravemente perturbada y necesita nuestra ayuda; no que incentivemos su paranoia. La civilización occidental se está yendo por el retrete. ¿Qué demencia  colectiva se está adueñando del mundo como para que vea normal monstruosidades tales? Estamos desafiando a Dios y lo pagaremos muy caro. A propósito ¿Y la iglesia que es columna y baluarte de la verdad? ¿Dónde anda? Haciendo plata y jugando a la iglesia…lamentablemente.

¿Y si Jesús fuera el entrenador del Barca?

 

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Para los cristianos el domingo es un día especial, el día del Señor, una fiesta. Pero para la mayoría de la gente el domingo es el día del fútbol, sobre todo en América Latina. Y hablando del deporte rey, un club  ha sobresalido de forma especial en las últimas campañas y es el FC Barcelona. Es innegable que en las últimas temporadas el Barça ha conquistado muchos títulos, ha ganado muchos partidos, ha cosechado grandes éxitos. No comento todo esto porque yo sea del Barça ni muchísimo menos , pero no cabe la menor duda de que el Barça ha sido uno de los grande  dominadores del fútbol europeo los últimos años.

Cuando analizamos los éxitos de este club o de otro siempre sale a flotar la pregunta ¿Quién es la clave del éxito, el entrenador o los jugadores? ¿ Los equipos como el Barça  ganan porque tiene una plantilla conformada por una gran constelación de estrellas o porque ha tenido un magnífico entrenador como Josep Guardiola? ¿De quién es el mérito? ¿Un 60% de los jugadores y un 40% del entrenador? ¿Un 50%-50%? ¿Un 90%-10%? Bueno muchos no concuerdan con la respuesta. Sin embargo aquí se me viene a la mente una pregunta extraña.¿Qué hubiera pasado si Jesucristo en lugar de haber sido un carpintero hace miles de años hubiera sido  un entrenador de fútbol en nuestros días y finalmente hubiese acabado entrenando al conjunto catalán?

Indudablemente que Jesucristo-entrenador tendría una filosofía deportiva completamente diferente. Por ejemplo creo que Jesús le pediría al presidente del Barça que vendiera todas las estrellas (Luis Suárez, Carles Puyol, Gerard Piqué, Xavi Hernández, Andrés Iniesta,Leo Messi, Neymar, etc.) y en su lugar haría extraños fichajes: este gordo que se queda sin aliento a los cinco minutos para subir y bajar la banda, aquel jugador de balonmano para la defensa, ese chaparro que mide 1,50m de portero, aquel delantero de primera colegial que  será el goleador del equipo y el fichaje estrella será ese paralítico que ahora mismo ni siquiera camina porque está en silla de ruedas.

Ahora, posiblemente el presidente del Barça pensaría que Jesús es un loco o peor; un infiltrado del Real Madrid para sabotear el equipo desde dentro. Pero aún así, incluso con unos jugadores tan lamentables, el Barça ganaría los títulos igualmente… ¿Porqué? Simplemente porque ahí estaría actuando el poder de Dios. Y cuando esto ocurriera ya nadie se preguntaría lo que ahora nos preguntamos: “¿gana el equipo porque los jugadores son muy buenos o porque el entrenador es muy bueno?” Ya nadie tendría dudas… Habría total unanimidad por parte de prensa y aficionados al afirmar que el entrenador es el único responsable de todos los éxitos.

Bueno es un pensamiento muy refrescante para mí. Ya que , ésta es la forma de actuar que tiene Dios. Cuando Jesús vino al mundo no se rodeó de los más sabios, los más valientes, los que mejor conocían las Escrituras, sino que eligió a Pablo, un asesino; Pedro, un cobarde que le negó por tres veces; Judas Iscariote, un traidor; Mateo, un traidor a su país; María Magdalena, una adúltera; Tomás, un incrédulo y en definitiva unos apóstoles que no eran sino rudos pescadores. Antes Yahveh eligió a Abraham, un anciano;Moisés, un líder sin facilidad de palabra; David, un pastorcillo; Salomón, un jovencillo inexperto cuando subió al trono;  Josué y Gedeón, unos militares patéticos.

Dos cosas debemos aprender de todo esto. Primera: Dios no quiere superhéroes. No busca a Superman ni a Batman sino a gente normal y corriente, con sus pecados y defectos, gente como tú o como yo. Dios busca gente que se reconozca pecadora y que esté dispuesta a dar a su vida un giro de 180º y seguirle y aceptar a Jesús como su Señor y Salvador. Y  segunda, voy usar esta muletilla que he visto por allí, Dios no llama a los capacitados sino que capacita a los llamados. Así que si somos creyente y anhelamos firmemente servir a Dios, Él te va a capacitar con las cualidades y dones necesarios. No importa cuáles sean tus limitaciones. Puedes lograr cosas increíbles cuando el Señor está de tu lado. Y sería del Barca…al estilo de Jesús…

Los evangélicos salvadoreños y su «santo» III parte

romero

  • Cuarto la denuncia del suceso de la canonización

¿Qué pasó con la religión de Jeroboam? ¿Se la pasó por alto Dios? Al contrario esto fue denunciado por el Señor. De hecho, el Señor anunció que Su Palabra debía obedecerse, y lo hizo por medio de tres episodios dramáticos que siguieron.

Primero, Dios usó la reprensión pública.

Jeroboam fue a Bet-el a los quince días del mes octavo para observar el día de fiesta que él había concebido. Desobedeciendo descarada y arrogantemente, subió al nuevo altar para quemar incienso sobre este (12.33). Para sorpresa suya, de la multitud salió un varón de Dios, un tosco profeta  de Judá, con una aseveración de juicio en sus labios. Con una solemnidad que hizo callar a los que estaban reunidos y que produjo un silencio sepulcral en los que estaban a cargo, el profeta dirigió un dedo acusador hacia el altar y anunció la condenación de éste de parte de Dios: Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemarán huesos de hombres (13.2). El altar de Jeroboam sería el lugar donde los huesos de los falsos profetas que ofrecían sacrificios sobre él, serían quemados un día. Josías fue mencionado por nombre en esta profecía. Por lo tanto, llamamos a esta una «profecía de nombre», esto es, una profecía en la cual se anuncia el nombre concreto de un hombre concreto, en cuyo reinado el altar sería profanado. Esta profecía se cumplió trescientos años después, durante el reinado del buen rey Josías (2o Reyes 23.20). El profeta dio una señal, diciendo: «Esta es la señal de que Jehová ha hablado: he aquí que el altar se quebrará, y la ceniza que sobre él está se derramará» (13.3). La profecía tenía su propio sello de autenticidad. En seguida se daría prueba de ella. Jeroboam levantó su mano y dijo a los que le rodeaban: « ¡Prendedle!». La mano que extendió «se le secó» (13.4), como testimonio de que e profeta era enviado por Dios, de que había hablado la verdad, y de que Jeroboam estaba siendo reprendido por Dios. De inmediato, el altar se partió en pedazos, y las cenizas se derramaron. Golpeado por el poder paralizante del juicio de Dios, Jeroboam rogó que se le sanara la mano.

Es obvio que necesitamos hoy este tipo de reprensión profética, hombres y mujeres de Dios que no sean cordiales y sensibles a “otras religiones”  sino que al contrario puedan declarar lo que Dios siente en su corazón cuando hacemos esta mescolanza eclesiástica y vendemos nuestra identidad en aras de lo popular y atractivo.

Es obvio que Dios muestra su maravillosa misericordia ya que el profeta pidió a Este que restaurara la mano y el brazo del rey. Su petición fue concedida (13.6). Dios siempre ha sido un Dios que da una segunda oportunidad. Jeroboam estaba siendo invitado por las circunstancias a arrepentirse. En un momento de «casi conversión», Jeroboam pidió al profeta que viniera a su palacio a recibir comida y refrigerio. El profeta respondió que no le estaba permitido comer con nadie en la ciudad y que se le había mandado volver a casa por un camino diferente del que usó para venir. He aquí una rara joya: ¡un profeta que declina la invitación a comer con un rey! Sin duda, Jeroboam pensó acerca de su desobediencia, pero sus tendencias hacia una justa resolución debieron de ser efímeras. La reprensión del profeta fue solamente la primera denuncia del pecado religioso de Jeroboam.

Segundo, Dios uso la reprensión judicial.

Otra clase de denuncia se produjo más tarde  ese día. El profeta de Judá fue engañado por un profeta mayor. Infringió el mandato divino que se le dio, comió con el anciano profeta, y fue muerto por un león (13.23–26).Un error aparentemente pequeño llegó a ser la causa de su muerte. Fue hallado muerto sobre al camino junto a un asno y un león que lo mató. Por su acción se anunciaba una verdad: La Palabra de Dios debe acatarse. Ni siquiera a un profeta se le eximirá de obedecer la voluntad de Dios. Dios pone en términos indiscutibles que Él espera que Sus directrices se lleven a cabo. La muerte del profeta fue una «lección ejemplarizante sobre las consecuencias de la desobediencia», y lo fue para Jeroboam así como para todos los  demás. No tenemos indicio de cómo afectó a Jeroboam el hecho de que el profeta fuera muerto.

En realidad no me impresiona que los que escriban sean teólogos evangélicos reconocidos de organizaciones ecuménicas, ni me impresiona que sean los grandes teólogos del Vaticano, ni siquiera líderes evangélicos populares de este país, inclusive ni siquiera presidentes obsesionado con nombrar calles y aeropuertos con su nombre. Si este profeta que empezó bien, desobedeció el mandato de Dios y Dios no le pasó por alto su obediencia, así lo hará con aquellos que no obedecemos la Palabra de Dios y aceptamos otra autoridad que no sea la del Dios único.

Tercero, uso el juicio histórico

Una tercera denuncia se produjo. Jeroboam tenía un hijo (14.1–20). Si bien Elí, un hombre justo, tuvo hijos impíos (1º Samuel 2.11–17); Jeroboam, un padre inicuo, tuvo un hijo piadoso. El nombre de este era Abías. Un día este muchacho enfermó gravemente. Jeroboam y su esposa no sabían si viviría o moriría. Estaban enfermos de aflicción. En la desesperación, Jeroboam pidió a su mujer que se disfrazara y fuera a Ahías, un profeta que Jeroboam aborrecía, a preguntarle acerca del destino de su hijo enfermo. Ella se disfrazó y fue al profeta, tomando diez panes, algunas tortas y una vasija de miel. Ahías vivía en Silo y, como era de edad avanzada, estaba ciego. Cuando la mujer de Jeroboam se acercaba, a Ahías se le dijo por revelación quién era la que venía y qué debía decirle. Dijo: «Entra, mujer de Jeroboam. ¿Por qué te finges otra? He aquí yo soy enviado a ti con revelación dura» (14.6). Temblando, ella entró con timidez y se le dijo que el niño moriría tan pronto ella volviera a casa. La muerte del niño no era una expresión de juicio. La expresión de juicio se dio más adelante. Su muerte sería un acto de misericordia: … porque de los de Jeroboam, sólo él será sepultado, por cuanto se ha hallado en él alguna cosa buena delante de Jehová Dios de Israel, en la casa de Jeroboam (14.13).

John C. Whitcomb escribió: ¡La forma como Dios honraba a este muchacho era permitiéndole morir de una enfermedad y ser sepultado en una tumba! […[1]]

Tan horrible era el juicio que esperaba a la familia real (1º Reyes 14.10–11) que evitarlo por medio de morir en el lecho, ¡sería una gran bendición! A la mujer de Jeroboam también se le dijo que Dios levantaría un rey que destruiría la casa de Jeroboam, y que todos los varones de su casa morirían de modo violento. Esta fue la expresión de juicio de Dios sobre Jeroboam. Ahías terminó su anuncio mencionando la primera profecía relacionada con el cautiverio en Asiria (14.15–16).

Así que no es tan liviano el confundir y guiar a un pueblo de Dios a una confusión por un pecado religioso. Creo que esta advertencia debería ser muy tomada en cuenta para todos aquellos evangélicos devotos de lo que sucede hoy en El Salvador.

Recuerde que  Jeroboam había iniciado a su pueblo en un curso de pecado, del cual jamás se arrepentirían, así que Dios declaró durante el reinado del primer rey que la nación sería destruida un día por su pecado. Jehová sacudirá a Israel al modo que la caña se agita en las aguas; y él arrancará a Israel de esta buena tierra que había dado a sus padres, y los esparcirá más allá del Éufrates, por cuanto han hecho sus imágenes de Asera, enojando a Jehová. Y él entregará a Israel por los pecados de Jeroboam, el cual pecó, y ha hecho pecar a Israel (14.15–16). A la mujer, por causa de su complicidad con Jeroboam en el mal, se le dieron instrucciones precisas relacionadas con el momento de la muerte del niño. Y tú levántate y vete a tu casa; y al poner tu pie en la ciudad, morirá el niño. Y todo Israel lo endechará, y le enterrarán; porque de los de Jeroboam, sólo él será sepultado, por cuanto se ha hallado en él alguna cosa buena delante de Jehová Dios de Israel, en la casa de Jeroboam. Y Jehová levantará para sí un rey sobre Israel, el cual destruirá la casa de Jeroboam en este día; y lo hará ahora mismo (14.12–14). ¿Se imagina usted qué estaba pasando por la cabeza de esta mujer? Ella sabía que al llegar a su casa su hijo moriría. No hay duda de que trató de idear alguna manera de llegar a casa y salvar la vida de su hijo. No había manera que pudiera encontrarse. Su mente debió de haber estado dando vueltas con pensamientos confusos acerca de lo que podía hacer. Al final, ella se fue deambulando a casa, a hacer frente al inevitable juicio de Dios.

Sus juicios son seguros y firmes; nadie puede hacerlos a un lado, ni siquiera una madre. Al llegar a casa, su hijo murió. ¿Cuán más claramente podía haber hablado Dios? Tres veces se había anunciado Su juicio sobre el pecado de Jeroboam. ¿Entendió Jeroboam lo que se le estaba diciendo y se arrepintió? No lo entendió. Siguió en sus caminos pecaminosos.

 Un último mensaje de condenación se nos da en relación con el pecado de Jeroboam: la muerte de Jeroboam. Dios espera que escuchemos Sus advertencias. Al final, nuestra oportunidad de servirle o de arrepentirnos de nuestra desobediencia, pasa. El Espíritu Santo nos lleva tras bastidores y nos muestra lo que sucedió cuando Jeroboam murió: «… Jehová lo hirió y murió» (2o Crónicas 13.20b). No fue que sencillamente murió de muerte natural. Su reinado de veintidós años llegó a su fin cuando Dios puso Su mano de juicio sobre él y provocó su muerte. Su reinado terminó del mismo modo que había comenzado: en desobediencia a Dios. Jeroboam nunca se arrepintió. Se pasó su vida induciendo a su pueblo a recibir, creer y vivir el error, no la verdad de Dios.

Ojo, mucho ojo todos los que promueven el error, lo inducen o lo incitan es obvio que son candidatos al juicio de Dios.

¿Hay aplicación para nosotros en estos eventos?  No hay duda de ello. ¡Estas narrativas divinas declaran que «Dios exige obediencia»! ¿Quién podría estudiar a Jeroboam y su enfoque de Dios y de la vida, en el cual buscó solamente su propio favor, y no convencerse de que la desobediencia no paga?

Jeroboam hace que uno recuerde las palabras de nuestro Señor que se recogen en Mateo 7.22–23: Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

Señores y señoras ¡La religión no es suficiente! Jeroboam tenía una religión, pero era la religión incorrecta. Si tener una religión fuera suficiente para agradar a Dios, Jeroboam podía haber recibido la aprobación de Dios. Dios no desea que usted tenga una religión; Él desea que usted tenga Su religión. Esta es la lección que Jeroboam jamás aprendió. Él vivió su vida como rey, siendo un pecador religioso. Usted dirá: «Me pregunto por qué Jeroboam no se arrepintió. Fue reprendido públicamente por su pecado. El profeta que le advirtió murió debido a que desobedeció a Dios. El hijo de Jeroboam  murió. A Jeroboam se le dijo que todos los demás varones de su casa morirían de modo violento por causa de su pecado. Fue reprendido por Abías, el rey del sur, por su pecado antes del conflicto civil que tuvieron (2o Crónicas 13.4–12); y a pesar de todo lo anterior, jamás se arrepintió. Jamás recibió de corazón la reprensión de Dios. “Eso es sorprendente».

Deténgase y piense. ¿Es más sorprendente esto que lo que vemos hoy?

Dios ha puntualizado en el Nuevo Testamento cómo hemos de vivir delante de Él y cómo adorarle; a pesar de esto, se han establecido numerosas religiones y ritos y prácticas, no encontrándose ninguna de ellas en el Nuevo Testamento. Dios nos dijo que nosotros hemos de venir a Él por la fe (Juan 8.24), el arrepentimiento (Lucas 13.3), la confesión de Jesús (Romanos 10.10) y el bautismo en Cristo (Romanos 6.3); sin embargo, hay Jeroboams modernos que han concebido sus propios planes para venir a Dios. No obstante, el hombre ha reestructurado la religión de Dios para adaptarla a sus propios gustos y disgustos. ¿Qué pasó con la obediencia humilde? ¿Aprenderemos la necesidad de la obediencia, o llegaremos a serlos Jeroboams del siglo XXI?  Como cristianos genuinos se nos urge a no participar de altares ajenos, cuando entenderemos que la religión del hombre es rechazada por Dios y debe ser rechazada por los hombres. ¿Aprenderan eso los evangélicos devotos de “San Romero”?

[1] John C. Whitcomb, A History of Israel (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1971), 362

Los evangélicos salvadoreños y su «santo» II parte

romero

  • Segundo, Describamos el suceso de la Canonización

Según la tradición católica hay cinco pasos en el proceso oficial de la causa de los santos, una vez transcurridos cinco años desde la muerte del candidato o candidata:

Postulación: se presenta y da a conocer la intención de elevar a la santidad a esa persona, y se recaban datos biográficos y testimonios.

La persona es declarada «sierva de Dios».

La persona es declarada «venerable».

Beatificación: la persona es declarada «beata» si se prueba la existencia de un milagro debido a su intervención.

Canonización: la persona es declarada «santa» cuando puede atribuírsele un segundo milagro.[1]

Observe la descripción de este proceso. Una vez más lanzó la pregunta ¿los evangélicos que admiran tanto a Romero, aceptan esto?

Ahora bien siguiendo con el paralelo de Jeroboam debemos entender que antes de responder a la pregunta, tal vez sea útil para nosotros dividir el pecado en dos categorías mayores: pecados morales y pecados religiosos. Esto lo hago con propósitos didácticos porque es evidente que la Biblia no hace tal distinción en pasaje alguno. Solo estamos tratando de hacerla aquí para definir con claridad el pecado del cual fue culpable Jeroboam. Los pecados morales son aquellos que se consideran malos porque hacen daño a otros o nos hacen daño a nosotros. Observe bien no son dañinos porque sean prohibidos; son prohibidos porque son dañinos. Dios como Padre amoroso que Él es, ha procurado  lo que mejor nos conviene al prohibirnos actitudes y acciones que dañan y estropean la mente y la conciencia, el cuerpo y la personalidad. Basta con hacer uso de nuestra limitada razón, para llegar a la conclusión de que todo lo que daña o corrompe a un ser humano, debe considerarse pecado.

Sin embargo los pecados religiosos son aquellos pecados que se consideran malos porque infringen claros mandamientos de Dios. Son dañinos porque son prohibidos; no son prohibidos porque sean dañinos. Dios es soberano, y Él nos dice que Él ha de ser adorado, servido y representado. Puede que no siempre dé las razones fundamentales para Sus mandamientos, pero requiere que los obedezcamos. Por ejemplo, en Levítico 10 dijo a Nadab y Abiú qué clase de fuego debían usar para la adoración en el tabernáculo. Ellos conocían Su ley, pero no la tomaron en cuenta, la menospreciaron y la desecharon. No acatar Sus instrucciones les produjo resultados desastrosos. Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová (Levítico 10.1–2). Nadab y Abiú no eran culpables de homicidio, ni de robo, ni de chisme, pecados que corrientemente se consideran pecados morales. Sencillamente hicieron caso omiso de Sus mandamientos. No tomaron en cuenta Sus directrices. Rechazaron Sus requerimientos. Cometieron pecado religioso, no pecado moral. «¿Qué tenía de malo usar un fuego diferente del que  Dios?», podría decir alguien. «Después de todo, no hizo daño a nadie. Fue una iniciativa inocente, un cambio de ritmo, un nuevo estilo». Las acciones de ellos fueron más allá de las cuestiones de opinión. Cometieron el pecado de rechazar la voluntad de Dios. Fueron desobedientes. Tomaron el lugar de Dios. Con sus acciones dijeron: «Nosotros tomaremos las decisiones sobre cómo adorar a Dios». La diferencia, entonces, entre un pecado religioso y un pecado moral, es evidente. La razón fundamental de no hacer daño a otros ni a nosotros, es lo que está detrás de la prohibición del pecado moral, mientras que la razón fundamental que está detrás de evitar el pecado religioso es que a Dios debe respetársele y obedecérsele. El grave error de Jeroboam fue religioso, no moral. Él no mató personas inocentes como hizo Manases (2o Reyes 21.16); no cometió el adulterio de David (2o Samuel 11.1–5); y no incumplió promesas del modo que Saúl hizo (1º Samuel 15.17– 22). No obstante, rechazó la ley de Moisés; escribió sus propias leyes religiosas e indujo al pueblo a obedecerlas.

Una vez más se plantea la pregunta ¿El canonizar a un hombre y darle un altar que sólo le pertenece a Dios, es un pecado religioso y por lo tanto condenable ante los hijos de Dios? ¿Es similar a lo que hizo Jeroboam al establecer una desviación de la adoración del único verdadero Dios?

  • Tercero, El desarrollo del suceso de la Canonización

La primera etapa: Siervo de Dios

El obispo diocesano y el postulador de la causa solicitan iniciar el proceso de canonización y presentan a la Santa Sede un informe sobre la vida y las virtudes de la persona de que se trate. En todo caso, se considera requisito necesario que haya muerto perteneciendo a uno de los dos ritos admitidos por la Iglesia católica: el oriental o el occidental. La Santa Sede, por medio de la Congregación para las Causas de los Santos, examina el informe y dicta un decreto diciendo que nada impide iniciar la causa (decreto «Nihil obstat»). Este Decreto es la respuesta oficial de la Santa Sede a las autoridades diocesanas que han pedido iniciar el proceso canónico. Obtenido el «Nihil obstat», el obispo diocesano dicta el Decreto de introducción de la causa del ahora Siervo de Dios[2].

La segunda etapa: Venerable

Con el título de Venerable se reconoce que un fallecido vivió y practicó las virtudes cristianas en grado heroico, es decir, de forma excepcional y ejemplar. Esta declaración la hace el cardenal correspondiente a la zona geográfica donde vivió esa persona, en la catedral más importante de esa zona.

La tercera etapa: Beato

Es reconocido mediante el proceso de beatificación. Además de las virtudes heroicas, se requiere un milagro obtenido a través de la intercesión del siervo de Dios verificado después de su muerte. El milagro no es requerido si la persona ha sido reconocida como mártir. Los beatos son venerados públicamente por la iglesia local (en España, por la provincia correspondiente). La beatificación la hace el papa o un cardenal en su nombre, generalmente en la Basílica de San Pedro o en la Plaza de san Pedro del Vaticano.

La cuarta etapa: Santo

Con la canonización, al beato le corresponde el título de santo. Para llegar a esto, hace falta otro milagro, ocurrido después de su beatificación. Al igual que ocurre en el proceso de beatificación, el martirio no requiere habitualmente un milagro. Esta canonización la hace el papa en la basílica de San Pedro o en la plaza de San Pedro del Vaticano. En el caso del papa Juan Pablo II, las canonizaciones las realizaba en el país de origen del beato a canonizar durante sus viajes pontificios por el mundo.

Mediante la canonización se concede el culto público en la Iglesia católica. Se le asigna un día de fiesta y se le pueden dedicar iglesias y santuarios.[3]

Volviendo al texto en discusión debemos entender que poco después de ascender al trono, Jeroboam hizo alarde de la advertencia que se le había hecho y se lanzó precipitadamente en la desobediencia religiosa. Lo primero que hizo, fue instituir nuevos centros de adoración en Bet-el y Dan. Betel se encontraba a menos de doce kilómetros de Jerusalén, en la parte sur de Israel, y Dan estaba en el extremo norte de Palestina. … y dijo al pueblo: Bastante habéis subido a Jerusalén; […] Y puso uno en Bet-el, y el otro en Dan (12.28–29). Cuando el reino se dividió, el reino del sur conservó a Jerusalén, el lugar escriturario de adoración. El pueblo de Dios debía ir a Jerusalén a adorar, tres veces al año (Éxodo 23.17).

Así, Jeroboam tuvo que hacerse una pregunta: «¿Qué haré con la gente que vaya a Jerusalén a adorar? Si van a Jerusalén a adorar, puede que quieran quedarse. Yo podría perder mi reino». ¿Cómo manejaría él esta situación? ¿Animaría a la gente a ir a Jerusalén, obedeciendo de este modo a Dios, o haría nula la ley de Dios y organizaría un nuevo sistema de adoración que no exigiera a la gente ir a Jerusalén? Era una decisión importante. Toda una nación esperaba su orientación. Para tomar l decisión correcta iban a ser necesarias la integridad, la convicción y la valentía.

En completa desobediencia a Dios, Jeroboam estableció nuevos centros de adoración con la excusa de que para ir a Jerusalén a adorar a Dios, había que hacer un largo e inconveniente viaje. Jeroboam fue aún más allá y estableció nuevos objetos de adoración: becerros de oro. Y habiendo tenido consejo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: … he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto (12.28). Esta clase de acción era inconcebible para un fiel adorador de Jehová. Jeroboam e Israel debían haber conocido el error de tal táctica, por lo sucedido al pie del monte Sinaí cuando Aarón condujo al pueblo en la fabricación y la adoración de un becerro de oro (Éxodo 32.1–6). Antes que Moisés pudiera bajar del monte Sinaí con los Diez

Mandamientos, Israel ya había infringido varios de estos.

¿Estaremos los evangélicos siguiendo esos becerros de oro con esto de la canonización?

Tal vez Jeroboam deseaba que estos becerros fueran símbolos visibles de la adoración a Jehová, y no un sustituto de esta adoración. Tal como algunos argumentan con el hecho de que no se adora sino que se venera a un “santo. Pero en la práctica no  es así.  Se termina en idolatría.

Sin embargo con respecto a Jeroboam, aúnn si esto era lo que él deseaba, la hechura de tales becerros estaba claramente desautorizada y constituía una violación del segundo de los Diez Mandamientos. Jeroboam no había terminado con sus innovaciones. Tenía ante sí un problema relacionado con el altar. Desde los tiempos de Noé, Abraham y Moisés, estaba arraigada en los israelitas la necesidad de ofrecer sacrificios a Dios. Israel iba a insistir en ofrecer sacrificios a Dios. Si Jeroboam erigía nuevos centros de adoración, pero los equipaba con altares nuevos para los sacrificios, esto no satisfaría a su pueblo en Israel; ellos todavía insistirían en ir a Jerusalén a ofrecer sus sacrificios. Otra complicación relacionada con su problema era que Dios había especificado a Jerusalén como el lugar de los sacrificios para todo Israel. Establecer nuevos altares sería equivalente a desobedecer directamente a Dios. Jeroboam tenía ante sí un dilema: ¿Debía él establecer nuevos altares y desobedecer a Dios, o debía rehusar el establecimiento de nuevos altares y correr el riesgo de perder a su pueblo a Judá cuando fueran a Jerusalén a hacer sacrificios? ¿Qué hizo? Eligió establecer nuevos altares.

Me parece muy curioso que una de las descripciones que la ICR hace sobre la aprobación de su santo es que se le autoriza a “construir altares”.  ¿Y eso nos alegra a los evangélicos? Mmm…que peligroso…

Al seguir con la historia de Jeroboam, más adelante se ve que sus nuevos centros de adoración están acabados: tienen todo lo que Jerusalén tenía, incluso nuevos altares. « [Subió al] altar que él había hecho en Betel…» (12.33). Había ido demasiado lejos con su nueva religión, como para devolverse; estableció nuevos altares sin importarle cuál era la voluntad de Dios. Un pecado había llevado a otro.

Por otro lado, Jeroboam estableció una nueva orden de sacerdotes. «Hizo también casas sobre los lugares altos, e hizo sacerdotes de entre el pueblo, que no eran de los hijos de Leví» (12.31). Dios había ordenado que solamente los levitas de la casa de Amram pudieran oficiar como sacerdotes (2o Crónicas 13.10). Jeroboam tendría problemas para obtener sacerdotes verdaderos para servir en los nuevos centros de adoración. ¿Por qué habrían de hacer tal cosa? Si respetaban la Palabra de Dios, no se atreverían a hacerlo, horrorizados por la idea de suscribirse a tan flagrante error (2o Crónicas 13.9). Jeroboam, por lo tanto, estableció su propia clase  de sacerdotes, hombres tomados de las once tribus que cumplirían el mandato del rey sin importarles cuán pecaminoso fuera. Quizás aquí sale sobrando hablar de todo el “clero católico” pero no se puede obviar el paralelo.

Por otro lado Jeroboam, instituyó una nueva fiesta anual y cambió el calendario religioso. Sacrificó, pues, sobre el altar que él había hecho en Bet-el, a los quince días del mes octavo, el mes que él había inventado de su propio corazón; e hizo fiesta a los hijos de Israel, y subió al altar para quemar incienso (12.33). La ley de Moisés apartaba el mes sétimo como una parte importante del año religioso: el primer día era la fiesta de las Trompetas (Levítico 23.23–25), el día décimo era el día de la Expiación (Levítico 23.27), y desde el décimo quinto hasta el vigésimo segundo día era la fiesta de los Tabernáculos (Levítico 23.33–36). Jeroboam sencillamente trasladó hacia adelante el calendario religioso por espacio de un mes, lo trasladó al día décimo quinto del mes octavo. La Biblia dice que este era el mes «que él había inventado de su propio corazón» (12.33).

Observe la declaración bíblica “él había inventado de su propio corazón”. ¿Las fiestas que se declaran a los “santos” nacen en el corazón de Dio o “son inventos del propio corazón”? Usted creyente evangélico tiene que ver la repuesta en la Palabra de Dios. ¿Para qué necesitamos un día para “un santo” si lo que hace es desviarnos del Santo de Santos.

Observe que como resultado de todas estas alteraciones y cambios de fecha se obtuvo la religión de Jeroboam, no la de Dios. Jeroboam no andaba procurando hacer la voluntad de Dios, sino los pensamientos de su propio corazón. Había fracasado totalmente como líder de la nación. Había de ser un representante de Dios, que guiara al pueblo a hacer la voluntad de Dios, pero se había convertido en un semidiós que estaba guiando al pueblo a hacer su propia voluntad. Satanás en realidad no trata de destruir totalmente la religión; él procura persuadir a los hombres a que acepten las religiones sustitutas de los hombres a cambio de la religión de Dios. Jeroboam era agradable, en apariencia razonable, y evidentemente práctico. Solo había un problema con lo que estaba haciendo: ¡estaba sustituyendo la voluntad de Dios con la suya!  Y me temo que hoy está pasando exactamente lo mismo. O de lo contrario como se puede evaluar la  ceremonia solemne de la canonización, en donde el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos presenta la causa de la canonización ante el papa quien, al final del rito, pronuncia la siguiente fórmula en latín:

Ad honorem Sanctae et Individuae Trinitatis, ad exaltationem Fidei Catholicae et Christianae Religionis augmentum, auctoritate Domini nostri Iesu Christi, Beatorum Apostolorum Petri et Pauli, ac Nostra: matura deligeratione praehabita, et divina ope saepius implorata, ac de Venerabilium Fratrum Nostrorum Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalium, Patriarcharum, Archiepiscoporum et Episcoporum, in Urbe exsistentium, consilio, Beatum (Beata) N.N. Sanctum (Sancta) esse decernimus et definimus, ac Sanctorum Catalogo adscribimus: statuentes eum in universa Ecclesia inter Sanctos pia devotione recoli debere. In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen.

En honor a la Santísima Trinidad, para exaltación de la fe católica y crecimiento de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocando muchas veces la ayuda divina y oído el parecer de numerosos hermanos en el episcopado, declaramos y definimos santo(a) al (a la) beato(a) N.N. y lo (la) inscribimos en el Catálogo de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sea devotamente honrado(a) entre los santos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén[4].

[1]Saraiva Martins, José (29 de septiembre de 2005). «El rostro de la Iglesia se renueva en la continuidad». Congregación para las causas de los santos – Libr. Editrice Vaticana.

[2] Benedicto XIV (1840). Typis societatis Belgicæ de propagandis bonis libris, ed. Benedicti papæ XIV Doctrina de servorum Dei beatificatione et beatorum canonizatione in synopsim redactam ab Emm. de Azevedo S.J.. Bruselas.

[3] Ibíd

[4]Benedicto XIV (1840). Typis societatis Belgicæ de propagandis bonis libris, ed. Benedicti papæ XIV Doctrina de servorum Dei beatificatione et beatorum canonizatione in synopsim redactam ab Emm. de Azevedo S.J.. Bruselas.

Los evangélicos salvadoreños y su «santo» I parte

romero

 

Bueno, una vez más nos vemos bombardeados por la propaganda católica sobre la canonización de Romero. Me imagino que para la cosmovisión católica es un gran suceso. Se imaginan que orgullo. ¡El primer santo salvadoreño! Bueno ni modo si el catolicismo se quiere embarcar en un nuevo proceso de santificación no me da problema. Pero lo que sí me da problema  es que evangélicos se unan a esa celebración escribiendo hartos panegíricos alabando al “santo salvadoreño” y uniéndose a esa alegría. He leído desde teólogos conocidos hasta líderes evangélicos dándonos a conocer lo grande que era este “mártir de la fe”.

Indudablemente escribir sobre este tópico no siguiendo la tendencia de las personas puede atraer complicaciones. Sin embargo creo que es necesario reflexionar sobre este asunto sin lentes populares, liberales o emocionales o ecumenales (si es que existe esta palabra). La pregunta que planteo es ¿Los evangélicos que celebran la canonización de Romero lo hacen porque quieren ser solidarios, porque tienen raíces revolucionarias o porque creen que los católicos y los evangélicos debemos unirnos alrededor de una figura con convicciones religiosas? ¿Estamos tan necesitados de aceptación por parte de las otras religiones? ¿Es suficiente la admiración de una persona que muere por su creencia para obviar los principios bíblicos?

La historia da testimonio de que a menudo un solo hombre determina el curso de los asuntos de la humanidad, para bien o para mal, para familias, para ciudades y para naciones. Es injusto, dirá usted, no se le debería dar tanta influencia a una sola persona. A todo ser humano debería dársele la libertad de determinar su propio destino, sin interferencia de los demás. Usted tiene razón; así fue como Dios nos creó. No obstante, los hombres y las naciones sobre todo en asunto de religión ceden pasiva e inconscientemente a las tendencias, estilos de vida y decisiones que les imponen otros en el poder religioso, sin escudriñar diligentemente la Palabra de Dios y sin tomar sus propias decisiones. En consecuencia, a menudo se convierten en títeres manejados por las cuerdas de sus líderes eclesiales, por su pasividad. El sendero de la menor resistencia da como resultado ríos torcidos y pueblos desobedientes. Nos entregamos voluntariamente a la esclavitud de los deseos de otros al no hacer uso legítimo del libre albedrío que Dios nos dio. Así que aquí me planteo la pregunta ¿Por qué un evangélico se debe alegrar de tener un santo? ¿Cuántos han analizado que es un santo en la iglesia Católica  Romana?

  • Primero Definamos el suceso de Canonización

La canonización es el acto mediante el cual la Iglesia católica, tanto en su rito oriental como en el occidental, declara como santo a una persona fallecida. Este proceso comprende la inclusión de dicha persona en el canon, la lista de santos reconocidos, así como el permiso para rendir culto público y universal a esa persona, a la cual se le asigna una fiesta litúrgica, se le dedican iglesias, capillas o altares, y se reconoce su poder de intercesión ante Dios.[1]  En los primeros tiempos del Cristianismo, los individuos eran reconocidos como santos sin requerimientos o procesos formales. El proceso comenzó a regularizarse y tomar forma en la Edad Media.  Tanto la Iglesia católica como la ortodoxa poseen sus formas y mecanismos de canonización.  En el caso del catolicismo, el reconocimiento de la santidad se efectúa después de un proceso de investigación exhaustiva de la vida de la persona implicada.

Existen dos vías para llegar a la declaración de canonización:

La vía de las virtudes heroicas

La vía del martirio

En el proceso de canonización se establece la duda procesal de si el candidato a santo ha vivido las virtudes cristianas en grado heroico, o si ha sufrido martirio por causa de la fe.

Además, para llegar a la canonización se requiere de la realización confirmada de dos milagros (uno solo en el caso del mártir).[2] La canonización se lleva a cabo mediante una solemne declaración papal de que una persona está, con toda certeza, contemplando la visión de Dios.  El nombre de la persona se inscribe en la lista de los santos de la Iglesia y a la persona en cuestión se la «eleva a los altares», es decir, se le asigna un día de fiesta para la veneración litúrgica por parte de la Iglesia católica[3].

El tiempo transcurrido entre la muerte y la canonización de los santos ha sido sumamente variable: desde siglos —tal el caso de san Pedro Damián, canonizado 756 años tras su muerte—, hasta menos de un año. Entre estos últimos casos, pueden citarse los ejemplos de san Antonio de Padua, canonizado 352 días después de su deceso, y de san Pedro de Verona, cuyo proceso de canonización tuvo una duración de tan solo 337 días[4].

Hagamos una pausa por un momento aquí…Si esto es el proceso de canonización, los evangélicos que celebran hoy al “santo salvadoreño” ¿aprueban que se le eleven altares? ¿Aceptan que Romero ya hizo un milagro o dos? ¿En dónde sustentan su base bíblica para creer semejante cosa?

Ahora bien es mi intención mencionar que este problema ya tiene una historia similar en el AT.  El pueblo de Israel debió de felicitarse al elegir a Jeroboam como rey de ellos. Después de todo, poseía todas las cualidades que un hombre necesitaba para ser un buen rey: talento, carisma, confianza y habilidades naturales de liderazgo. ¡No se podía haber escogido a alguien mejor para el nuevo reino! Con el joven Jeroboam, el futuro de ellos era luminoso y prometedor. Por lo menos, esto es lo que creían. No se daban cuenta que Jeroboam, el elegido de quien se enorgullecían, los haría andar por un sendero del cual el reino jamás se recuperaría. Jeroboam reinaría durante veintidós años (931 al 910 a. C.)  Pero fueron años fatales para Israel.  En lugar del brillante éxito que todo mundo anticipaba que él sería, Jeroboam fue un fracaso hecho y derecho. Lo único por lo que se le recuerda es que condujo a su nación al pecado. En este sentido, fue el héroe del diablo. Fue una contradicción, un oxímoron. Fue un pecador religioso.

Si estudia la historia, se dará cuenta que el pecado fue que debido a su carismática personalidad desvió al pueblo de Dios a una verdadera y única adoración.

¿No estará pasando lo mismo hoy con Romero? ¿No estarán los evangélicos admiradores de este mártir llevando al pueblo que lo sigue a un pecado religioso?

Quiero que entienda que por lo general, si alguien es religioso, no se le considera pecador; y si es pecador, no se le considera religioso. Jeroboam, no obstante, era ambas cosas, y esto era lo que hacía su vida tan detestable delante de Dios. Son veinticinco veces que se dice de Jeroboam que él pecó e hizo pecar a Israel. ¡Es un epitafio horrible con el cual describir la vida de alguien! Para ser más precisos, ¿En qué consistió su pecado? ¿Qué fue exactamente lo que hizo Jeroboam? ¿Por qué fue él un fracaso tan completo?

[1] Leonardi, C.; Riccardi, A.; Zarri, G., eds. (2000). Diccionario de los Santos. España: San Pablo. ISBN 84-285-2257-X.

[2] Ibíd.

[3] Franciscan Fathers. «Historical Sketch of Canonization» (en inglés).

[4] Ibíd

La diferencia entre «experiencia espiritual» y «vivencia espiritual» II parte

zarza ardiente

  • Primero, el factor del IMPULSO.

¿Qué nos impulsa seguir a Dios? ¿Qué me impulsa a adorarlo? O para verlo de otra forma que me detiene para adorarlo como el desea que lo adore. Este factor del impulso quiero que lo enfoquemos en lo que entorpece como lo que favorece. Veamos primero lo que entorpece el impulso de la adoración. En el pasaje hay varias evidencias.  La normalidad de la vida entorpece la adoración a Dios. “Apacentando” en la RV60 es la frase con la que inicia la narración. La NTV comienza el texto con “cierto día”.  Durante décadas en Madián, no tenemos ningún registro  de que Dios le hubiera hablado a Moisés, ni siquiera una vez. Sin embargo, el  día que iba a romper el silencio amaneció como cualquier otro día el desierto. Nadie le advirtió  a Moisés de que iba a haber un cambio dramático en la vida rutinaria y monótona de pastor. No hubo insinuaciones, ni premoniciones, ni señales especiales que lo alertaran  del hecho que el propio Dios rompería el silencio aquel día  y de que esa vida cambiaría para siempre. Fue simplemente un día común  y ordinario con las ovejas, y el cambio diario de pastizal. Nada más ni nada menos, ninguna otra cosa. Sólo un día más en la oficina del desierto, bajo la sombra del monte Horeb. El sol salió, las ovejas pastaron  y Moisés marcó su día 14,600 como pastor asistente de Jetro. Esa es la forma en que Dios trabaja. Sin siquiera una insinuación, una advertencia, él le habla a personas comunes y corrientes en días comunes y corrientes. La normalidad de la vida me quita la capacidad de asombrarme con la Presencia de Dios.

Por otro lado no sólo la normalidad impide una adoración a Dios, sino también la actividad de la vida entorpece el impulso de mi adoración a Dios. “las ovejas de su suegro”. Es obvio que todos hemos sido llamados a una actividad particular en la vida. Pero esa actividad realmente puede o acercarnos a Dios o alejarnos de Dios. Observe que la misión de Moisés no era que fuera el administrador de las cosas de su suegro. Sin embargo después de 3 años se había adaptado a vivir para la actividad de otro hombre. ¿Quién es nuestro patrón? ¿Qué es lo que quiere Dios de mí? O mi actividad es para el hombre (y eso lo incluye a usted mismo) o es para Dios. Si lo que hago simplemente es para vivir y subsistir, entonces la actividad de mi vida tendrá que ser transformada por Dios. Observe que es más fácil trabajar para el hombre que para Dios. Moisés se había acostumbrado ya a cuidar lo que no era suyo, y su suegro era su jefe. Así que la actividad de la vida me quita la capacidad de apasionarme con la Persona de Dios. El hecho de que su autoridad y rendimiento de cuentas era a la persona de su suegro, denota que Moisés había enterrado su responsabilidad ante Dios.

No sólo la normalidad de la vida, la actividad de la vida, sino que también la dificultad de la vida entorpece el impulso de mi adoración con Dios. La Reina Valera dice “llevó las ovejas a través del desierto” y la NTV lo pone así: “Llevó el rebaño al corazón del desierto. “El corazón del desierto” ni siquiera en la periferia sino en el mismo centro del desierto. Nuestra experiencia muchas veces es parecida, nuestra vida es difícil pero no de cualquier dificultad, simplemente sentimos que hemos nacido para  estar en “el corazón del desierto”. ¿Por qué pareciera que hay personas que tiene mayor “mala suerte” que otras? ¿Existe la “mala suerte” o la buena suerte en la experiencia de la vida? Es obvio que la Biblia dice que Dios es el que determina mi destino. Siempre habrá un propósito detrás de lo que me pasa. La dificultad de la vida me quita la capacidad de sostenerme en la Promesa de Dios.

Aparte de los tres elementos anteriores hay un cuarto elemento que entorpece mi adoración a Dios. El cuarto elemento que entorpece de la adoración a Dios es la espiritualidad de la vida. “Y llegó hasta Horeb, monte de Dios”… Aunque Moisés se había criado en el palacio como hijo de la hija de Faraón (2:10), había adoptado la anonimidad de un pastor común trabajando para Jetro, su suegro.  Las palabras “corazón  del desierto” sugieren que Moisés llevó al rebaño más allá del lugar donde solían apacentar. “y vino a Horeb, monte de Dios” (v. 1b).  La palabra hebrea Horeb significa “lugar desolado” o “ruina.”  Sinaí y Horeb son nombres diferentes para el mismo monte.  “Cuando se distinguen, el monte mismo es Sinaí y el desierto que lo rodea lleva la más amplia designación de Horeb.  También se identifica como “el monte de Dios” (Éxodo 3:1; 4:27; 18:5; 24:13) y “el monte del Señor” o “el monte de Yahvé” (Números 10:33).  Aunque su ubicación es incierta, es posible que sea un monte llamado Jebel Musa (el monte de Moisés) en el sur del Sinaí.[1] Es interesante que esta sea la primera aparición del monte Horeb. Todavía no se había asociado con una revelación de parte de Dios. Sin embargo se anticipa que será el  monte de Dios. Aquí vemos que hay por lo menos dos metáforas de la vida que Dios quiere que experimentemos y de hecho es el mismo Moisés el que las está viviendo. La primera metáfora es el nombre “Horeb”. Ya mencioné anteriormente que se traduce como desolado o ruina. En ese sentido mi espiritualidad es una tendencia a que si se manifiesta sólo en lo que yo quiero, siento o experimento tendré una ruina o desolación espiritual. Ese es el problema de una espiritualidad religiosa. Es la espiritualidad de fachada. Sin embargo la segunda metáfora es el “monte de Dios”. La realidad de la fama de Horeb estriba en que Dios se manifestó allí y su gloria se vio por todas partes, porque lo más importante no es una espiritualidad de fachada sino una espiritualidad de fuerza y vigor espiritual.  La espiritualidad de la vida me quita la capacidad de involucrarme en el plan de Dios.

Hemos visto lo que ENTORPECE EL IMPULSO. El impulso de mi adoración a Dios se entorpece por medio de la normalidad de la vida. Esta normalidad me quita  mi capacidad de asombrarme con la presencia de Dios. En segundo lugar está la actividad de la vida, ésta me quita la capacidad de apasionarme con Dios. En tercer lugar la dificultad de la vida, la cual me entorpece el sostenerme en las Promesas de Dios y finalmente la espiritualidad de la vida la cual me quita la capacidad de involucrarme en el Plan de Dios.

Ahora quiero que veamos lo que FAVORECE EL IMPULSO DE LA ADORACIÓN.

Observe que los que Dios usa es una zarza que arde pero no se consume. ¿Qué significa esta ilustración?

Creo que el texto muestra en primer lugar nos habla de expresión soberana. Observe la expresión “se le apareció”. La forma verbal del hebreo es muy interesante. Es la modalidad Niphal, de un verbo imperfecto. Implica que se debe traducir de una manera causativa o reflexiva. La mejor traducción sería “se planificó (por el imperfecto) que se le hiciese aparecer (Niphal)”. Esto implica que toda  manifestación de Dios en nuestra vida no es porque nosotros lo causemos o por nuestras voluntades sobre la voluntad de Dios. En pocas palabras no causamos las “experiencias de adoración” simplemente Dios las determina en su soberana voluntad. En segundo lugar nos habla de dimensión sobrehumana Tres elementos incluye esta dimensión sobrehumana que enriquece nuestra adoración a Dios. El primer elemento es comunicación de la dimensión. “El ángel de Jehová” esta ya es una manifestación conocida y entendida desde la revelación de Dios. Nosotros adoramos sobrehumanamente porque tenemos indicaciones que vienen de Dios y su Palabra. No puede haber una adoración a Dios si no procede de la revelación autorizada de Dios en su Palabra, es allí de donde procede el elemento comunicativo. El segundo elemento  es el connotativo de la dimensión. Es lo que va con lo que se comunica, el instrumento que se usa. En este caso Dios uso el fuego. Ese fue el elemento de Dios. Dios siempre usó el fuego como un elemento que comunica algo. La adoración a Dios no se queda sólo con la “experiencia connotativa” es decir con lo que acompaña lo que Dios quiere comunicarme. Para muchas personas es más importante sentir el fuego que entender el significado del fuego teológicamente hablando. La tercera dimensión es el elemento denotativo. Es simplemente la realidad del instrumento de Dios. Por eso usa una zarza vieja, seca que será la denotación del poder de Dios. He aquí la tensión, muchos les encanta la connotación de la experiencia y otros magnifican la denotación de la experiencia cuando en realidad lo importante es la comunicación de esa experiencia. No era importante tanto la zarza e incluso el fuego como que el mismísimo Ángel de Dios era el que había decidido aparecer en la manifestación a Moisés.  La revelación de Dios es lo más importante en la adoración a Dios. Eso significa que Dios  llama la atención. Notemos que a Moisés no le llamó la atención la zarza en sí, pues en aquella región había cientos de zarzas no era muy significativo que debido al calor extremo del desierto y a otros factores se prendieran fuego, entrando en combustión, lo que llamó la atención de Moisés era que la zarza ardía pero no se consumía.

Finalmente la participación  humana. Si te consideras zarza, es que puedas arder, pero sin consumirte para que la forma de vida que lleves en El Espíritu llame atención. Hay muchos cristianos que quizás como zarza llevan mucho tiempo sin arder.  Pero también hay otros que arden y se consumen, lo que necesitamos son zarzas que ardan y no se consuman. Es decir tenemos cristianos que perdieron su pasión, hay otros cuya pasión es sostenida por todo menos que Dios, y finalmente necesitamos a personas que ardan y su ardor sea de Dios y ningún otro aditivo espiritual. Muchos no tienen la presencia de Dios en su vida y mucho menos viven una plenitud espiritual como para arder. Hasta que un día les prende la chispa del Espíritu Santo  y entran a encenderse, pero al  venir distintas situaciones sobre la vida, ese fuego mengua o lo que es peor, consume su devoción por él. El gran Pablo le dijo a Timoteo: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego de Dios que está en ti por la imposición de mis manos”  (2 Timoteo 1:6). Seguramente que el joven Timoteo recibió este consejo como de parte del mismo Señor y comenzó a encenderse nuevamente. Pablo cuando notó que le estaba pasando esto, le dio estas palabras. Dios estaba en ella. Dios está buscando a los que son como Moisés en  este tiempo para prepararnos a guiar a su pueblo a salir del Egipto en que están esclavizados bajo su mundanalidad y prepararlos para el último gran éxodo que se vivirá en la historia de la humanidad, el arrebatamiento de la iglesia. La forma en que este Moisés será llamado es a través de zarzas ardientes, verdaderas creyentes que llevan la presencia de Dios en sus vidas y arden con el fuego del Espíritu Santo.

Sin embargo hemos perdido esa dimensión sobrehumana y esa  condición de humildad humana. Ya que en nuestra época, la religión ha sido capturada por la mentalidad del turista. Se piensa que la religión es como la visita que realizamos a un sitio atractivo cuando tenemos el suficiente tiempo libre para hacerlo. Para algunos es una excursión semanal a la iglesia; para otros, visitas ocasionales a cultos especiales. Algunos, con una inclinación hacia el entretenimiento religioso y la diversión sagrada, planifican sus vidas alrededor de eventos especiales tales como los retiros espirituales, concentraciones y conferencias. Acudimos para ver a una nueva personalidad, para escuchar una verdad nueva, para tener una experiencia y de esa manera expandir nuestras vidas que de lo contrario son bastante monótonas. La vida religiosa se define como lo último y lo más novedoso: Zen, curaciones milagrosas, potencial humano, parapsicología, vida exitosa, coreografía en el coro y presbiterio, Armagedón. Lo probamos todo— hasta que aparece algo nuevo. Yo no sé cómo ha sido para los pastores de otras culturas y en siglos anteriores, pero estoy bastante seguro de que para un pastor en la cultura occidental en los albores del siglo veintiuno y en América Latina, el aspecto del mundo que hace que la tarea de llevar a los cristianos por la senda de la fe sea muy difícil es lo que Gore Vidal ha analizado como «la pasión actual por lo inmediato y lo fortuito.» Todo el mundo anda a las corridas. Las personas que lidero en oración, entre las que aconsejo, visito, oro, predico y enseño, desean atajos. Sólo desean que las ayude a completar el formulario que les dará crédito instantáneo (en la eternidad). Están impacientes por ver los resultados. Han adoptado el estilo de vida de un turista y sólo quieren los puntos más destacados. Pero un pastor no es un guía de turismo. Yo no tengo ningún interés en contar historias religiosas apócrifas en y alrededor de lugares dudosamente identificados como sagrados. La vida cristiana no puede madurar bajo tales condiciones y en semejantes maneras.

  • Segundo, el factor del IMPACTO.

Debemos recordar que cuando ardas en El Señor sin consumirte y las personas te vean, no se te acercará cualquiera, sino la persona a la cual  Dios haya preparado para tal efecto. De la versión de las Américas dice: “Me acercaré ahora para ver esta maravilla” (vrs. 3). Los Moisés de hoy mirarán y dirán: ¡Qué maravilla! A pesar de los problemas aún glorifica a Dios; aunque aún esté en medio de un desierto  así, alaba a Dios. Hace tanto que se convirtió, pero aún conserva el fuego del principio. Me acercaré  a su vida para ver cuál es el secreto. Lo cierto es que si eres verdadera zarza y comienzas arder en amor, arder en fe, arder en pasión por el mensaje y ese ardor lejos apagarse va en aumento, seré instrumento divino para encender otras zarzas que están apagadas.

  • Tercero, el factor de la INSTRUCCIÓN.

Primero es una  adoración promueve la intimidad.

La instrucción lleva cuatro elementos importantes cuando tenemos una adoración a Dios. Cuando  estuvo ante la zarza, Dios le ordenó: “No te acerques más. Quítate las sandalias, porque está pisando tierra santa (5). ¡Un momento ¡ ¿No estamos hablando  de  matorrales en el desierto? Ya no, porque el Shekinah  resplandeciente, la  Gloria de Dios había llegado.

Segundo es una adoración que fortalece la humildad.

¿Por qué le dijo  Dios a Moisés  que se quitara las sandalias? ¿Qué diferencia  hacía un centímetro y medio de suela? Es que cuando uno se encuentra en la presencia de Dios, hasta centímetro y medio de suela es demasiada altura. Usted debe bajarse tanto como pueda; eso es humildad.

Tercero, es una adoración que enriquece la

Por otro lado Moisés tuvo una nueva visión. Primero vio su Presencia. (Yo soy). Segundo vio Su Programa (El Dios de tus padres). Y tercero vio su Persona (He visto). Finalmente le mostró su Promesa (he descendido para librarlos). Ahora no debemos pensar que todo será fácil o automático. Dios nunca nos pide que pretendamos que el pasado nunca existió. Moisés tuvo una nueva visión  de la presencia y de su plan y eso fue espectacular. Pero no estaba tan seguro  respecto a la persona de Dios. Lo efectos prolongados de lo que le sucedió  a Moisés  cuando intentó actuar como libertador empezaron a aflorar. La instrucción que Moisés también aprendió  se basa en cuatro principios eternos.

Lo primero que aprendió es que nuestra mayor necesidad no es la confianza en nosotros mismos, sino en Dios.

 La segunda cosa que recibió como instrucción en esta experiencia de la zarza es que Dios usa incluso las malas experiencias a fin de prepararnos para el servicio futuro. Las cosas  que Él permitió  que salieran mal en mi pasado  son las que quiere usar para hacer que yo sea mejor en el futuro.

Tercero, Dios quiere hacer algo con lo que usted ya tiene, antes de darle algo nuevo. Algunas personas dicen: “Dios ¿que harás por mí mañana? Y Dios les dice, como le dijo a Moisés: “¿Qué tiene en tu mano hoy? Permíteme hacer algo con lo que ya te ha dado, y entonces podrá mostrarte cosas grandiosas y poderosas.”

Cuarto, obedecer a Dios lo lleva a usted a una nueva imagen de sí mismo. Sin importar cuánto lo hayan rechazado, si usted sigue a Dios en obediencia, Él puede compensar  todas las pérdidas y hasta más. Tenemos un gran ejemplo en Moisés.

[1] http://www.lectionary.org/EXEG-Spanish/OT/SOT02-Exod/Exodo.03.-1-15.htm

La diferencia entre «experiencia espiritual» y «Vivencia espiritual»

zarza ardiente

Éxodo 3:1-6

 Estos días he estado aprendiendo sobre el hecho de cómo Dios le gusta mostrarse y como a nosotros nos gusta que se muestre. Y esto especialmente cuando hablamos de vida espiritual y de buscar su presencia. Una frase que últimamente me ha martillado  es ¿cuál es la diferencia entre “experiencia espiritual” y “vivencia espiritual”? Por ejemplo es muy común escuchar “tengamos una experiencia de adoración”. Frase que considero que es desviación  de “adoremos a Dios”. En realidad es la diferencia entre cultivar algo que tiene sentido para una persona y actuar en respuesta a lo que tiene sentido para Dios. En la “experiencia de adoración”, la persona ve algo que la entusiasma y comienza a rodearlo con envolturas espirituales. La persona experimenta algo en el ámbito de la dependencia, ansiedad, amor, pérdida o gozo y se establece una conexión con lo supremo. La “experiencia de adoración” se convierte en un movimiento que parte de lo que yo veo o experimento o escucho y culmina en oración o celebración o discusión en un marco espiritual. Sin embargo los sentimientos individuales falsifican la palabra de Dios. En cambio el pueblo de Dios con formación bíblica no usa el término “adoración” como la descripción de una experiencia, como sería en el caso de “yo puedo tener una experiencia de adoración con Dios en el campo de fútbol”. Lo que eso significa es: “Yo puedo tener sentimientos religiosos que me traen a la memoria cosas buenas, asombrosas y hermosas en casi cualquier lugar”. Lo cual es bastante cierto. Lo único malo de esta declaración es su ignorancia: el pensar que dicha experiencia constituye lo que Dios le llama adoración. El uso bíblico es muy diferente. Habla de adoración como una respuesta a la palabra de Dios en el contexto de la comunidad del pueblo de Dios. La adoración en las fuentes bíblicas y en la historia de la adoración no es algo que la persona experimenta, sino que es algo que hacemos, sin tener en cuenta cómo nos sentimos al respecto o si siquiera sentimos algo. La experiencia se desarrolla a partir de la adoración y no al revés. El día en el que recibió su llamado profético, Isaías vio, escuchó y sintió mientras que estaba adorando en el templo. Sin embargo, él no acudió allí para tener una “experiencia angelical”. Hacemos lo que tenemos ganas cuando tenemos ganas. Entretanto, proseguimos con nuestra vida común y corriente. Los sentimientos llevan la batuta: el pánico, el terror, el deseo, el entusiasmo. Por ejemplo la “experiencia de adoración” en el relato de Elías y los profetas de Baal. Para los sacerdotes el culto a Baal ofrecía esa “experiencia” de adoración, y  en aquel entonces en Canaán y hoy día en nuestras iglesias de América Latina, una amplia gama de “experiencias de adoración” se dan por doquier. Pero debemos entender que la adoración a Jehová está definida y formada por la palabra clara y fidedigna de Dios. Nada depende de los sentimientos o el estado del tiempo. Todo está determinado  por las Escrituras y Jesús. Nadie hace lo que él o ella tienen ganas de hacer. Dios ha revelado quién es y exige obediencia. La adoración es el acto de prestar atención a esa revelación y obedecerla. Debemos vivir no según nuestros sentimientos por Dios sino por los hechos de Dios. Me niego a creer en mis depresiones; escojo creer en Dios. Si me fracturo la pierna, eso no me hace ser menos. Mi esposa y mis hijos no me repudian. De la misma manera, cuando se fractura mi fe o se lastiman mis sentimientos, Dios no me abandona ni me rechaza. Y este es el caso en particular de Moisés cuando él se enfrenta con la zarza ardiente. ¿Es la zarza ardiente para Moisés adoración o una experiencia de adoración? Es un momento en             que debe enfrentar sobre sus sentimientos sobre Dios o los hechos de Dios. Eso es lo que vamos a tratar de definir y aclarar en esta oportunidad. Recuerde que mis sentimientos son importantes para muchas cosas. Son esenciales y valiosos. Me mantienen consciente de gran parte de lo que es real y verdadero. Pero no me dicen casi nada acerca de Dios y mi relación con él. Mi seguridad proviene de quién es Dios, no de cómo me siento. El discipulado es la decisión de vivir de acuerdo a lo que sé acerca de Dios, no de acuerdo a cómo me siento con respecto a él, o a mí, o a mis semejantes. «Como rodean las colinas a Jerusalén, así rodea el Señor a su pueblo.» La imagen que anuncia la existencia fiable, inmutable, innegable y segura del pueblo de Dios proviene de la geología, y no de la psicología.

Dice la Palabra: “3 Cierto día Moisés se encontraba apacentando el rebaño de su suegro, Jetro, [a] quien era sacerdote de Madián. Llevó el rebaño al corazón del desierto y llegó al Sinaí, [b] el monte de Dios. 2 Allí el ángel del Señor se le apareció en un fuego ardiente, en medio de una zarza. Moisés se quedó mirando lleno de asombro porque aunque la zarza estaba envuelta en llamas, no se consumía. 3 «Esto es increíble —se dijo a sí mismo—. ¿Por qué esa zarza no se consume? Tengo que ir a verla de cerca». 4 Cuando el Señor vio que Moisés se acercaba para observar mejor, Dios lo llamó desde el medio de la zarza: —¡Moisés! ¡Moisés!—Aquí estoy —respondió él. 5 —No te acerques más —le advirtió el Señor—. Quítate las sandalias, porque estás pisando tierra santa. 6 Yo soy el Dios de tu padre,[c] el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.

Observemos que la aparición de Dios es inesperada y por medio inesperados.  Hay varios elementos importantes en relación a una visión de zarza ardiente. ¿Qué es adoración? ¿Qué factores implican tener una adoración a Dios?

Hechos 16:6-15: La Ilíada al revés

Caballo-de-Troya

 En Hechos hay un famoso pasaje donde se nos cuenta cómo Pablo, durante su segundo viaje misionero, recibió en Troas la visión de un varón macedonio que le rogaba: “pasa a Macedonia y ayúdanos” (Hch 16,9). El pasaje tiene cierta importancia, porque marca la decisión de Pablo de cruzar la estrecha franja de mar que separaba la provincia romana de Asia (la actual Turquía) y Europa. La evangelización de Europa se habría decidido en ese momento. Pablo se embarcó hacia Neápolis, y en la cercana Filipos alcanzó para el Mesías a los primeros creyentes europeos. No deja de ser importante el lugar donde estaba Pablo al recibir la visión: en Troas, un puerto de mar. Troas era en realidad el nombre genérico de la región. El puerto se había llamado originalmente Alejandría, en honor a Alejandro Magno. Para distinguirlo de la famosa Alejandría de Egipto, el puerto era conocido como “Alejandría de Troas”, y al final simplemente “Troas”. A poca distancia del puerto de Troas estaba la ciudad que había sido la capital del reino de Troas en los tiempos heroicos, en el siglo XIII antes de Cristo. La ciudad era llamada Ilión por los griegos. Había dado nombre a la obra más célebre de la literatura griega: la Ilíada de Homero. Su otro nombre era Troya, la orgullosa capital de Troas. Los versos de Homero sobre “la sagrada Ilión” eran leídos en los templos griegos, en las escuelas, y proporcionaban el trasfondo a múltiples leyendas y fábulas. Homero era la biblia de los paganos. En cierto modo, parecería que Lucas nos está relatando una especie de movimiento inverso en la historia de las religiones. Porque la historia de Troya es también la historia de los comienzos balbucientes de la expansión griega. Una expansión que solamente mucho después de los héroes de Homero habría alcanzado su culminación. Alejandro Magno había conquistado Asia, Persia, Babilonia, Egipto y sus tropas habían llegado hasta la India. La religión y la cultura griegas se habían extendido por todos los nuevos reinos helenistas. Los judíos habían experimentado en propia carne la imposición de la religión griega, hasta el punto de que el templo de Jerusalén había sido profanado por los paganos dos siglos antes de Pablo. Y ahora un judío, Pablo, pasa por Troas para llevar una nueva religión a Grecia y a toda Europa. ¿Estamos ante una repetición de lo mismo de siempre: las religiones y las culturas expandiéndose, imponiéndose a otras, que quedan marginadas y anuladas? Las cosas no son tan sencillas. Los Hechos nos relatan el modo en que las buenas noticias sobre el Mesías Jesús y sobre el reinado de Dios comenzaron a extenderse desde Jerusalén hasta la capital misma del imperio, hasta Roma (Hch 28,31). Ciertamente, lo que estaba en juego era un reinado, el reinado de Dios. Y este reinado no era fácilmente compatible con el reinado del emperador, como los mismos oyentes de Pablo en seguida observaban. El reinado de Dios por medio de Jesús es un desafío a la soberanía de los emperadores romanos (Hch 17,6-7). Cuando Pablo, tras cruzar el Egeo, llega a Filipos, se encuentra con una ciudad que era colonia romana (Hch 16,12), regida directamente por el derecho de Roma, con unos ciudadanos orgullosos de sus privilegios. La palabra “evangelio” se usaba en el mundo antiguo para referirse al anuncio de la llegada del emperador a una ciudad. Pero Pablo no anuncia a los filipenses la llegada de su emperador romano. Les anuncia la llegada del reinado de Dios, mediante la obra de Jesús, el Mesías. De nuevo dos soberanías están frente a frente, como antiguamente estuvieron los aqueos y los troyanos. Sin embargo, este desafío no se va a decidir mediante las armas. Los relatos de Homero nos cuentan el detalle de los combates heroicos, cómo las lanzas de los aqueos y los troyanos penetran no sólo los escudos y las corazas, sino también la piel, los ojos y los cráneos de los enemigos. Con todo detalle, Homero nos indica claramente de qué se trata la guerra. Aunque en la guerra puede haber respeto, honor, y momentos ocasionales de piedad, esa no es la regla general. La guerra trata de otra cosa: de orgullo, de ambición, de odio, de codicia y de muerte. Los buenos pretextos de ambos bandos no ocultan la verdad. La guerra trata de la muerte. Del ruido que hacen los muertos al caer sobre tierra. De los guerreros que se comportan como animales salvajes destrozando a gritos a sus presas. De los derrotados implorando piedad para solamente recibir el golpe final. De los cuerpos que se hacen más deseables a los buitres que a las esposas (Ilíada IX, 162). De los campos empapados de sangre. Del destino efímero de los mortales. El reinado de Dios se extiende de otra manera. No destruye, sino que llega para ayudar a los macedonios. No llega para exterminar a los varones derrotados, ni para esclavizar a las mujeres y a los niños. A diferencia de lo sucedido en Troya, los varones macedonios pueden pedir ayuda a Pablo, porque del evangelio no reciben malas noticias, sino verdaderas bendiciones. El reinado no llega destruyendo cuerpos, sino mediante la obra de Dios, que abre los corazones para que las personas puedan recibir la palabra. Y llega también cambiando las cosas, subvirtiendo el orden del imperio, trastocándolo todo. Porque en realidad quien recibe por vez primera el evangelio en Europa no es un varón macedonio, sino una mujer extranjera. La primera convertida de Europa no es una europea, sino Lidia, una mujer inmigrante, que venía de Tiatira, del Asia, para trabajar en el negocio de la púrpura (Hch 16,14). En la Ilíada, las mujeres son botín para los conquistadores, sometidas a las decisiones de los varones. En el evangelio, las mujeres son sujetos que aceptan la fe, y toman decisiones que Pablo mismo tiene que aceptar (Hch 16,15). Además, la transformación que trae el evangelio no comienza en la acrópolis, en el centro de las ciudades, allí donde el templo y el palacio real, edificados uno junto al otro (como en nuestro reino de España), deciden la vida de los ciudadanos. El evangelio llega a la periferia. A diferencia de lo que contaban las leyendas sobre los últimos días Troya, los misioneros cristianos no necesitan los engaños de Ulises ni de la fuerza brutal de los guerreros para traspasar las murallas ni para conquistar el último reducto de la acrópolis. La primera conversión de Europa sucede “fuera de la puerta” (Hch 16,13), es decir, fuera de las murallas. El reinado de Dios comienza en la periferia de la ciudad. Dios no actúa con los criterios del mundo. Allí donde el reinado de Dios llega, otras soberanías palidecen. Lidia reconoce a un nuevo Señor (Hch 116,15), que ya no es el emperador, a quien se llamaba con ese nombre (kyrios). Hay una nueva soberanía, la del reinado de Dios. Pero esta soberanía no trae nuevas estructuras de dominación. Pablo no somete a Lidia, sino que se convierte en su hermano. Ella no era propiamente judía, sino solamente simpatizante del judaísmo, tal como indica la expresión “adorar a Dios” (Hch 16,14). Pero ahora ella hospeda y come con Pablo y sus acompa- ñantes. No se trata de una situación pasajera, como cuando Aquiles hospeda a Príamo durante una noche, para después seguir la lucha a muerte (Ilíada XXIV, 486-691). Lo que aparecen ahora son vínculos permanentes. Lidia y los misioneros son hermanos. Unas nuevas relaciones sociales están surgiendo en Filipos. Los enemigos de los misioneros lo dicen claramente: “alborotan nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos” (Hch 16,20-21). El evangelio que Pablo llevaba era algo distinto de toda imposición cultural o religiosa. Algo que todavía hoy nuestro mundo necesita urgentemente, como el varón macedonio de la visión de Pablo. Todavía hoy, en nuestro mundo, los campos de batalla se empapan de sangre, y la ambición parece gobernarlo todo. Pero todavía hoy Dios sigue tocando corazones, porque busca personas que acepten su reinado para iniciar, desde los márgenes de nuestras ciudades, un nuevo mundo que ningún imperio podrá destruir.