Sìgueme tù: Pastores del camino VII parte

I.                    ¿Cuáles son las condiciones de seguir a Jesús?

Las podemos ver en dos dimensiones, una son internas y otras externas. Empecemos por las internas.

A.     Condiciones externa (21:15-17)

Este pasaje demuestra que Pedro no podía seguir a Jesús plenamente hasta que resolviera su negación y ordenara su mundo interior otra vez con la voz de Jesús. Sus fracasos necesitaban ser restaurados. Y por eso Dios lo restaura y lo pone otra vez a trabajar en la misión original. Dios no nos mandara a hacer su obra hasta que resolvamos lo que nos está afectando por dentro. Ya sea pecado, fracaso u otra cosa, Dios tendrá que sanar primero eso antes de darnos mayores mandamientos.

B.      Condiciones internas (21:18)

Mi renuncia comienza  al escuchar la clara voluntad de Dios. Jesús usa la expresión “amén, amén”. La pregunta es porque la usa y por que la usa dos veces. Es decir usa la fórmula enfática. Esta palabra está muy mal usada en nuestro contexto eclesial de hoy. Una de las fórmulas religiosas más familiares y utilizadas con mayor frecuencia, “amén”, aparece tanto en los escritos antiguos cristianos como en los musulmanes. Esta palabra hace trece apariciones en la Biblia hebrea, y 119 en el Nuevo Testamento. Para los hebreos, la palabra significa “así sea”, expresando asentimiento o acuerdo, y significando también verdad. Así, un erudito hebreo que terminaba un discurso o sermón con un “amén” aseguraba a su audiencia que sus afirmaciones eran absolutamente viables. La palabra se originó en Egipto alrededor del año 2.500 a.C. Para los egipcios, Amón significaba “el oculto”, y era el nombre de su principal deidad, que en cierto tiempo fue adorada en todo el Próximo Oriente. Igual que culturas posteriores invocaban a su dios principal con la exclamación “¡Por Júpiter!”, los egipcios apelaban a su deidad, diciendo: “¡Por Amón!”. Fueron los hebreos quienes adoptaron la palabra, le dieron un nuevo significado y la transmitieron a los cristianos. (http://www.buzoncatolico.es/vidadefe/curiosidadessobrelascreencias/amenorigendelapalabra.html) Es obvio que Jesús al usar esta palabra dos veces le está diciendo a Pedro  que lo que le va a decir es real, solemne y urgente. Jesús con esta introducción hace dos evaluaciones de Pedro. La primera tiene que ver “cuando era joven” y lo que hacía en su juventud. O sea que Jesús está hablando de su autosuficiencia y de su independencia, cuando Pedro se podía movilizar. Jesús lo sabía muy claramente. La segunda tiene que ver  con la etapa “ya seas viejo”. El perderá su independencia para hacerse muy vulnerable y dependiente. Es obvio que quien lo “ciñe” (expresión para describir vestirse) debe ser alguien de confianza, pues no cualquiera lo desnuda y lo viste a uno. Una de las cosas interesantes es que este mismo que lo “ciñe” es el mismo que lo “va a llevar a donde no quiere”. Por otro lado Juan explica que esto último tenía que ver con la forma en que Pedro iba a morir. Ahora la expresión “allos” para otro es muy interesante. Los griegos tenían dos palabras para la expresión otro. La primera es “jeteros” y la segunda “allos”. “Jeteros” se usa para otro de diferente naturaleza y “allos” se utiliza para otro de la misma naturaleza. En este caso lo que implica es que el que lo ciñe y lo lleva a donde no quiere, es alguien de la misma naturaleza de Pedro. Es obvio que no tiene que ver con el hecho de que sea hombre y hombre, sino que la implicación puede sugerir que es otro cristiano o por lo menos alguien de confianza de Pedro. En ese sentido Jesús le está anticipando que al que le ha pedido ayuda y lo tiene en la intimidad es el que lo va a llevar a la muerte. Es decir Jesús le anticipa a Pedro una traición en su vida. Por otro lado la explicación que da Juan sobre la muerte de Pedro implica que en el tiempo de la escritura de este evangelio, Pedro ya había muerto. Por otro lado ¿qué es extender sus manos? Algunos sugieren que es una alusión a morir crucificado, yo sugiero que se trata nada más de una forma de pedir ayuda a otra persona.  Por eso Jesús le dice “sígueme”, porque él nunca lo va a entregar ni traicionar. El término para “llevar” es “phero” que significa llevar una carga, tener paciencia con algo. Este “otro” tiene a Pedro como una carga.

II.                  ¿Cuáles son distracciones de seguir a Jesús?

Pedro había recibido una información muy delicada y trascendental. Ahora pierde inmediatamente dicha perspectiva. ¿Cuál es la razón? Es obvio que quizás Pedro entendió literalmente que siguiera a Jesús. Y comenzó a caminar detrás de él, quizás pensó que Jesús iba a desaparecer. En ese caminar  Pedro no ve para adelante sino que ve para atrás. Allí empiezan las distracciones. ¿Qué pierde de vista Pedro?

A.     Pedro pierde su visión

Dice el pasaje  “volviéndose…el vio que les seguía Juan”. Inmediatamente que quitamos la mirada de Jesús  pasan varias cosas. Primero retrocedemos porque vemos para atrás. Segundo nos desubicamos porque vemos a las personas y genera más que seguridades en nuestra vida, dudas y preguntas.

B.      Pedro pierde su  misión

Pedro está comisionado a seguir a Jesús, ese es su máximo llamamiento. Está llamado a apacentar, pastorear las ovejas y los corderos. Es decir a alimentar, nutrir, conducir a las ovejas y no a curiosear sobre las ovejas. La curiosidad y el involucrarse  en la vida de otras personas hacen que muchos pastores pierdan de vista a lo que son llamados hacer. Pedro pierde de vista la misión pastoral y la misión eclesial. Juan no es una oveja  sino que también es pastor y no ha sido llamado a Juan sino a la iglesia. No debemos perder de vista el espíritu de nuestra visión y nuestra misión.

C.      Pedro pierde el enfoque

¿Qué lo desconcentró de Jesús y lo concentró en Juan? Bueno me imagino que varias cosas.

1.      La experiencia relacional

Es decir las personas o las relaciones con amigos. Pedro y Juan eran colegas, amigos compañeros íntimos de Jesús. Podía opinar sobre la vida de Juan porque eran compañeros. Sólo faltaba Jacob para que estuviera el trío maravilla. Me imagino que Pedro estaba preocupado por Juan. Pero no debía inmiscuirse en la vida de Juan

2.      La experiencia ministerial

En la resurrección Pedro y Juan habían sido juntos los que recibieron esa gran noticia. Es obvio que Juan no se sentía incluido aquí en este momento. Pedro quiere que Juan sea partícipe de su experiencia. Pero lo que Pedro no ha entendido es que de ahora en adelante el seguir a Jesús será personal y no en grupo.

3.      La experiencia vocacional

Debemos comprender que Pedro tiene un llamamiento personal y Juan otro. El no está llamado a tratar de discernir  el llamado de otro colega sino sólo su propia vocación. Lo que es aún mucho más grave  es que por estar pendiente de lo que Dios va a hacer en Juan está olvidando lo que le ha dicho que va hacer en Pedro.

4.      La experiencia escritural

Pedro pierde de vista lo que se le ha revelado para entrar en lo que no se le ha revelado ni Dios está interesado en revelarle. El estar tratando de preguntar cosas secretar de Dios nos aleja muchas veces de lo que ya nos dijo.

Estas son unas de las causas más comunes que nos hacen perder el enfoque de nuestro ministerio. Las relaciones, el ministerio en sí, las crisis vocacionales o llamamiento y finalmente el alejarnos de la autoridad de la Escritura para estar en cosas que no son de la Palabra.

III.                ¿Cómo recuperamos la senda de seguir a Jesús?

Ahora bien, Jesús responde de una manera quizás fuerte a Pedro. Pero es en esa respuesta que encontramos la terapia de Dios para que Pedro se reenfoque.

 A.     Jesús reafirma a Pedro con su Palabra

Es decir Jesús le responde inmediatamente, no lo deja en el error. La expresión: “Jesús le dijo” es enfática, nos indica que si El Señor nos mira que nos estamos desviando de nuestra misión, enviará su Palabra para exhortarnos y reafirmarnos en el ministerio.

B.      Jesús reubica a Pedro con su Señorío

“Si quiero”. Esta expresión implica que Dios quiere y hace. La palabra “quiero” se  puede traducir como celo, deseo y anhelo fuerte. Es decir Jesús tiene interés diferente en Juan, así que Pedro  no se debe meter en ese interés de Cristo.

C.      Jesús reprende a Pedro con su Severidad

En realidad la expresión ¿qué a ti? Es una expresión que  realmente dice: ¡que te importa a ti!  Jesús le dice severamente que en vez de estar pensando en cómo Juan lo va a seguir, se debe enfocar en como él deberá seguirlo.

D. Jesús redarguye a la comunidad  con su Mensaje

Al final del pasaje, hay un detalle más que Juan aclara. Este tiene que ver con la desmitificación de Juan, de que por alguna razón la gente creyó que sería inmortal. Dice el texto: “Por eso este dicho se propagó entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría”. Aquí se nos introduce en la hermandad cristiana emergente. El término hermanos se utiliza aquí en un sentido diferente del que tiene en 2:12; 7:3, 5, 10 (e incluso algo diferente de su connotación en 20:17); véase sobre estos pasajes. Aquí se refiere a los miembros de la iglesia emergente del NT. Constituían una familia cristiana, y como tal se consideraban como hermanos. Cf. Hechos 1:16; 2:29, 37; 6:3; 7:2; 9:30, etc. Estos “hermanos” interpretaron mal las palabras de Jesús respecto a Juan. También enfatizaron lo que Jesús no había enfatizado. En la observación de Jesús a Pedro lo importante era la orden positiva: “, sígueme”. El resto (“Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?”) era secundario. Claro que era una reprensión necesaria, pero su  intención era apartar la mente de Pedro de la curiosidad para centrarla en su llamamiento. ¡Después de todo, ese llamamiento era el punto importante! ¡Los hermanos, sin embargo, pusieron en primer lugar lo que había sido secundario, y además lo interpretaron mal! Si bien el versículo 23 subsistiría aunque Juan hubiera ya muerto, sin embargo, es cierto que es más inteligible si se toma como escrito durante la vida de Juan. Después de la muerte de Juan la necesidad práctica de informar del malentendido por parte de la iglesia respecto a la palabra del Maestro acerca del discípulo amado  probablemente hubiera desaparecido. El error se habría corregido por el hecho mismo de la salida del apóstol del escenario de la tierra. Con Juan todavía vivo se debe corregir el error, a fin de que los creyentes puedan de nuevo enfatizar lo que debe ser enfatizado, y no vean tambalearse su fe cuando Juan muera. Por ello leemos: Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? ¿Se pueden imaginar todo lo que ocasiono el hecho de que Pedro se desubicara de su llamamiento? Muchos empezaron a enseñar mitos sobre Juan. Todos estos mitos los debió aclarar Juan narrando lo que verdaderamente ocurrió aquel día. ¡Qué peligroso es meternos a escudriñar lo que no debemos, y aún más peligroso es perder el “sígueme” por estar viendo el sigue de otro.

Bueno este pasaje nos plantea la necesidad de ser pastores enfocados en América Latina. Nos habla de cómo Dios muchas veces nos tendrá que redargüir para afrontar el reto de la pastoral a esta generación emergente. Debe ser un reto oír a Jesús y seguirlo personalmente, y no estar insistiendo en otras cosas que no nos competen. Espero que como pastores podamos entender la tremenda importancia del llamado: ¿Qué a ti? ¡Sígueme tú!

 

 

 

 

 

Sìgueme tù: Pastores del camino VI parte

Una de las cosas que no me había percatado es  que la sencilla palabra “sígueme” en griego tiene unas connotaciones de mucha profundidad. Así que antes de entrar a medio bosquejar este texto    (Lo  cual siempre lo hago por fines didácticos y para la gente que lee estos artículos, puedan enseñar el contenido más fácilmente) quiero que analicemos gramaticalmente esta frase “sígueme”. La  palabra es “akolutheo”, viene de la raíz “keleuthos” que significa camino. Pero la definición va más allá de esta exégesis.  Hay varias palabras cuya raíz es la misma y están asociadas con el concepto antes mencionado. Obviamente el término es un imperativo presente de indicativo lo que implica que el seguir a Jesús no es opcional sino autoritativo y continuo. Es un estilo de vida. Por otro lado en este texto Jesús repite dos veces el mandamiento. Sin embargo la expresión “akolutheo” tiene una raíz  que es “keleuo” que significa ordenar, mandar, empujar, impulsar excitar, poner en movimiento. De esta misma raíz procede otra que es “keleuthos” y  que se usa con “akolouthos” que se traduce: amigo, compañero de viaje, que va por el mismo camino. Encontré también que en Grecia  había un grupo que se les llamaba los “akoluotos” y que constituían  una clase privilegiada de esclavos  que se desempeñaban como acompañantes de sus amos donde quiera que ellos fueran o viajaban. ¿Entonces qué implicaciones teológicas tiene esta palabra? Primero  el término implica movimiento, impulso. Segundo  El término implica compañía íntima con otra persona. Tercero, también da la idea  de ir por un camino  que es trazado por otra persona que ya lo conoce y de la cual dependo para caminar. Cuarto tiene la connotación de un mandamiento y de ir por un camino bajo la orden o mandato de otro y finalmente culturalmente se asociaba con una clase de esclavos privilegiados en la casa de un amo, que eran como sus amigos de confianza con quienes siempre viajaba.  Ahora en este sentido como se aplica al pasaje en mención (21:22) el análisis anterior. Se aplica de varias maneras. Y aquí quiero comenzar a usar un bosquejo para que nos ayude a entender mejor el mensaje. Y lo haré por medio de preguntas.

  1. I.                    ¿Qué significa seguir a Jesús?

El uso akoluthes es exclusivo en la literatura joanina, Mateo no usan el término cuando hablan de seguir.  Ellos no definen el seguir como un caminar una senda sino como un someterse y escuchar a alguien.  Así que veamos como lo define el término de Juan.

  1. A.     Seguir a Jesús es algo dinámico

Es acción, no es estático, sino que hay un progreso, un avance que es medible y visible. Es un llamado a no a recibir sino a salir a caminar.

  1. B.      Seguir a Jesús habla de  relación

La idea del término  es de ir acompañado de alguien en estrecha confianza y armonía y lenguaje. Es parecido al término usado en Génesis con respecto a Enoc que se le describe como que “caminó con Dios”. No se puede caminar con Jesús sin desarrollar intimidad con El.

  1. C.      Seguir a Jesús habla de dirección

El término no permite el concepto de caminar al azar, pues la compañía de alguien experto en ese caminar nos lleva hacia una dirección, porque somos guiados por alguien que ya conoce el camino.

  1. D.     Seguir a Jesús  habla de sumisión

El texto habla también  de autoridad y motivación. La idea es que el caminar  es el sometimiento  al designio de otro  mayor que conoce el camino. En este sentido Jesús no solamente conocer el camino sin que el mismo es el Camino.

  1. E.      Seguir a Jesús habla de distinción

La palabra nos habla que siempre somos esclavos pero un tipo de esclavo que es muy especial, ya que acompañamos en todo lugar y en todo momento a nuestro amo Jesús y le servimos siempre.

Es obvio que la invitación de Jesús a Pedro aquí es la tercera o cuarta invitación a seguirle. Sin embargo en las otras dos antes de estas dos, los narradores Mateo y Marcos (Mateo 4:19 y Marcos 1:17) usan una frase totalmente diferente a la que Juan usa para “sígueme”. Las dos primeras fueron más intelectuales y emocionales  que de convicción, (de hecho las palabras en griego son diferentes a las de Juan). Hasta aquí las luces etimológicas de esta palabra ahora pasemos a otro punto.

 

Sìgueme tù: Pastores del camino V parte

En cuanto a la estructura de la iglesia: 1. Replantear la estructura de la autoridad: debemos pasar de la estructura centralizada hacia una descentralizada.  2. Reformular el ministerio pastoral del modelo generacional hacia el intergeneracional. 3. Fortalecer la red de relaciones intereclesiales. 4. Pasar de la estructura industrial y análoga hacia la transformativa y digital y adhocrática  5. Fortalecer el núcleo local: debemos procurar que el centro de reunión de la gente no quede dentro de la iglesia durante el domingo, sino que se extienda hacia la localidad de pertenencia, y que los creyentes de la misma comunidad puedan compartir en el lugar mismo de la vida cotidiana.  6. Incluir en forma activa a los laicos en la estructura de la autoridad: hacer efectivo el potencial de los laicos en las distintas esferas de la vida eclesial, es decir, tomar a los laicos como elementos esenciales en el ministerio pastoral.  En cuanto a la liturgia y la predicación, debemos considerar los siguientes elementos para la renovación del ministerio pastoral. El cambio y el giro deben ser: 1. Desde la predicación temática (y entendiendo a veces no temática como tema, sino como de pastores “temáticos” o sea desquiciados con temas absurdos y de sabor H2O,  hacia la predicación expositiva.   2. Desde la predicación proclamativa y dogmática hacia la narrativa y por sobre todo participativa y reflexiva.  3. Desde la predicación análoga basada en la lengua descriptiva hacia la lengua audio-visual y digital.  4. Repensar la fórmula litúrgica: desde la liturgia solemne hacia la liturgia festiva. Es decir, recuperar la festividad del culto.  Debemos ser alegres como latinos que somos. No debemos confundir lúgubre con solemne. 5. El ministerio pastoral es una tarea divina que nuestro Dios nos encomendó, de manera que debemos llevarlo adelante con seriedad y cumplirlo cabal y eficazmente. 6. Es una tarea que no puede estar limitada al capricho o idea nuestra, sino que debe responder siempre a la voluntad de Dios, el gran Pastor. El ministerio pastoral, constituido debidamente, existe por la propia intención y designio de Dios. El ministerio de Jesús nos ha inspirado en nuestros ministerios, de tal manera que Jesús ha extendido su ministerio a través del tiempo y según la necesidad humana. Jesús mismo intentó proveer los medios por los cuales su enseñanza y su estilo de vida pueden ser propagados continua y vibrantemente en las vidas de las generaciones subsiguientes. Jesús, al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor (Mateo 9-36). El ministerio de Jesús siempre estuvo a la altura de la vida de la gente. Jesús no ignoró la necesidad, la debilidad y la angustia de las multitudes, sino que las reflejó en su ministerio.   7. Si queremos responder al modelo pastoral de Jesús, no podemos eludir la situación agobiante y cambiante de nuestra gente hoy. El ministerio pastoral debe estar a la altura de sus necesidades e inquietudes. Debemos procurar responder satisfactoriamente a la gente por la cual Jesús dio su vida. Sin embargo, esto no debería significar el sacrificio de la autenticidad evangélica a costa de la efectividad, sino que deberemos buscar primeramente el modelo ministerial de Jesús. Entonces, las demás cosas (la efectividad, el resultado pragmático, y tal vez la prosperidad) vendrán por añadidura a nuestro ministerio pastoral.

 

 

Ahora quiero pasar a un análisis exegético de Juan 21:22.Aquí intento mencionar el hecho de que Dios necesita enfocarnos como lo hizo con Pedro. A veces es tan fácil no ser pastores enfocados.  Es el momento cuando Jesús le dice a Pedro que le siga  y que deje el plan de la vida de Juan en sus manos, este pasaje tiene tremendas implicaciones sobre el hecho de que muchas veces nos concentramos  en lo que no sabemos ni Dios nos ha revelado  y dejamos por un lado lo que Dios ya nos reveló.  ¡Y eso es lo más importante! Pero, ¿cómo puede uno desenfocarse tanto? ¿Cómo se pudo perder Pedro en la sencillez de un simple mandamiento como “sígueme”? Y terminar interesado en el plan de otro y olvidarse de su propio plan.  Lo que este pasaje me mostró es tan pertinente no sólo para mi propia vida, sino para los miles de siervos y siervas de Dios que se han desenfocado de lo que realmente Dios les  ha llamado a hacer. De hecho no sólo es para siervos y siervas sino para todo el creyente en general que fue llamado a seguir a Jesús. En nuestro contexto mucho se habla de discipulado, de seguir a Cristo. Pero, ¿en realidad a que se refiere seguir a Jesús? Pues no se trata, por lo menos en este pasaje,  con una clase, con un estudio o grupo “pámpano” (así llamábamos a nuestros grupos de discipulado en mi época). Hoy se les llama desde redes, grupos familiares, kairos, kairos plus (que es como kairos de viejos), etc. Lo curioso es que en el NT no había nombres de grupos que identificaran a los cristianos. Sólo simplemente seguidores del Camino (tanto como medio y como fundador Jesús, que es el Camino). Bueno sin embargo me imagino que la necesidad del hombre moderno de identificarse grupalmente, lo hace ponerse nombres. Así que tenemos todo tipo de nombres de grupos en nuestras iglesias.

Sìgueme tù: Pastores del camino IV parte

En primer lugar, la gente hará presión a favor de la des-institucionalización y des-denominalización de la iglesia. A la gente ya no le interesa la denominación o la iglesia como institución, sino que la entiende como una comunidad de fe y de vida. A ellos, la denominación o institución se le presenta como algo obsoleto que ha perdido toda vigencia práctica en la actualidad. La estructura rígida y jerarquizada aparece como una organización opresora. Hay expectativas diferentes sobre la iglesia. Más que una mera denominación o una organización, esperan que ella sea una comunidad más fluida donde pueden compartir libremente sus sentimientos, sus aflicciones y sus luchas en la vida. La iglesia es considerada como una comunidad emocional y afectiva. Por eso es que podemos seguir siendo bautistas u otra cultura eclesial, pero necesitamos hacer de esa cultura más bíblica y espontánea.  En segundo lugar, la gente exigirá la transformación del estilo y el concepto de la liturgia cristiana. Se les requerirá a los pastores que tomen nuevas maneras de desarrollar el culto y hacer la misión cristiana, hasta ahora basada fundamentalmente en el paradigma del sistema análogo.  Un paradigma análogo es el que es lineal y que permite variaciones en medio de un esquema que no se rompe. Debemos empezar a pensar en una forma más flexible de nuestros sistemas análogos eclesiales. Así que este es un tiempo  para aquellos que se propongan sobrevivir, para los líderes y pastores que estén  dispuestos a introducir cambios drásticos. Es un tiempo en el que Dios está tratando que cualquier iglesia (sobre todo histórica)  afronte la imperiosa necesidad de replantearse sus objetivos y renovar sus estructuras. Muchas estructuras denominacionales e iglesias institucionales  están más allá de toda salvación (es mi temor, pero Dios siempre es tan creativo que me puede cerrar la boca): son dinosaurios organizativos. Estas estructuras e iglesias, tan poco adaptables, desaparecerán entre nuestros días, no demasiado lejano, de estas primeras décadas de este nuevo siglo.  Iglesias  con nombres de reputación denominacional, históricas y megaiglesias, iglesias con millares y famosas ofertas ministeriales;  con activos de millones  e incluso centenares de miles de empleados; organizaciones eclesiásticas  con reputaciones envidiables en Wall Street y posiciones aparentemente inexpugnables en sus “mercados evangélicos”…, pues bien, todas ellas corren grave peligro. Los años 1955–1980 significaron para muchas de esas iglesias un crecimiento lineal casi ininterrumpido en un medio equilibrado. Durante tal período, la adaptación tenía una fórmula relativamente simple. Los líderes parecían sagaces, en verdad solían ser sagaces…, siempre y cuando se limitaran a hacer “más de lo mismo”. Desde aquellos días, esa estrategia rectilínea ha llegado a convertirse en un cianotipo para el desastre eclesial.  La razón es muy sencilla: en vez de seguir siendo rutinario y previsible, el medio cristiano se hace cada vez más revolucionario, acelerador e inestable. En semejantes circunstancias, todas las organizaciones cristianas e iglesias  resultan sobremanera vulnerables ante las fuerzas o presiones externas. Y los pastores  deben aprender a lidiar con esas fuerzas no lineales, es decir, situaciones en donde un pequeño impulso puede acarrear vastos resultados y viceversa. Por consiguiente, la iglesia  adaptable necesita un tipo nuevo de dirección y liderazgo, requiere “pastores  adaptables”, provistos de un equipaje completo de dotes nuevas, no lineales. En lugar de construir edificios permanentes, los líderes  adaptables actuales tienen que des–construir sus iglesias para hacer óptima la maniobrabilidad. No necesitan ser expertos en burocracia, sino en coordinación de la       ad hocracia (Más adelante dedicaré un artículo a este concepto que me parece muy pertinente hoy en las iglesias históricas). Deben adaptarse, sin demora, a las presiones inmediatas y, no obstante, pensar en términos de misiones, valores y metas  asequibles a largo plazo. Mientras que en el pasado muchos pastores conseguían tener éxito imitando la estrategia o el modelo organizativo de otra iglesia de éxito, hoy los líderes se ven obligados a inventar, no copias: pues no hay estrategias infalibles ni modelos para imitar. Sobre todo, el pastorado  adaptable de nuestros días debe estar presto a la acción radical, deseoso de pensar más allá de lo imaginable para concebir nuevos productos y procedimientos, programas y propósitos, antes de que la crisis haga inevitable el cambio drástico. Muchos líderes y pastores  practican todavía los cultos y programas  habituales, pese a haber sido prevenidos contra una conmoción inminente. Es un tiempo de mucha seriedad y compromiso. En tercer lugar, los laicos de hoy demandarán la igualdad de derechos y responsabilidades en los quehaceres de la iglesia y en el ministerio pastoral. Esto es lo que yo llamo la destronación del especialista y la muerte del protagonismo heroico eclesial.   En cuarto lugar, la gente solicitará una autoridad caracterizada por la espiritualidad y no aceptará más la autoridad organizativa. Es decir, ya no reconocerá simplemente la autoridad impuesta por la organización. Ni por los “gurús” que han levantado su imperio evangélico. Hoy la gente quiere ver vivencia de esos “gurús” evangélicos. Habrá un rechazo hacia la autoridad institucionalizada, y una preferencia por la autoridad auténtica y espontánea. En quinto lugar, la gente exigirá que los pastores y la iglesia consideren seriamente las necesidades que emanan de la realidad Y de las vivencias de la gente sentada domingos a domingo en nuestras congregaciones. Es decir  “de los gustos de los laicos” quienes experimentan cambios muy fuertes en sus vidas cada día. En sexto lugar, los laicos esperarán de sus pastores la recuperación de la espiritualidad en el ministerio pastoral. Es decir, requerirá la predicación más espiritualizada que la predicación política.  Que la arenga motivacional, y que la plataforma promocional de sus propias visiones y “construcciones imperiales” que vienen directamente del corazón de Dios, cuando se sabe que es una extensión de los propios egos de los “ungidos de Dios” de hoy. En séptimo lugar, la gente exigirá la adhocratización de la función y del cargo eclesiástico. Note que no hablo de democratización, sino de adhocratización de la función y el cargo eclesiástico. En toda forma organizacional tanto secular y por ende en la eclesiástica ha girado en torno al modelo Burocrático-Mecánico. Este modelo se basa  en una estructura vertical, con una cultura rígida y que plantea trabajos rutinarios. Configura organizaciones muy normadas y, por lo tanto, extremadamente formales. Por lo general, auspicia la competencia como forma de trabajo entre áreas y personas. Casi siempre es autocrática. Sin embargo hay un nuevo concepto (aunque no tan nuevo pues ya se está usando a nivel secular en organizaciones de éxito. Alvi Toffler lo puso de modo para ser más exactos)  por lo menos pionero en nuestras organizaciones pero que tiene mayor respaldo bíblico que el anterior. Es lo que se puede llamar modelo Adhocrático-Orgánico. Este entiende que la iglesia en sí no es una organización sino un organismo y que aunque se pueden usar algunas pautas organizacionales, estas no anulan el aspecto orgánico de la iglesia. Este modelo se fundamenta en una estructura horizontal, con una cultura que se adapta a las situaciones. Plantea un trato, directo e informal, que se basa en la colaboración entre el personal, sus necesidades y talentos. En la medida de lo posible, usa metodologías  democráticas. Así que los  que dirigen  hoy las iglesias  tienen estos dos modelos extremos como insumos para la construcción de las estructuras de los entes que ministran y administran, con todas las connotaciones que de la aplicación de una o de la otra se derivan. La cultura organizacional estará signada totalmente con la elección de un modelo o del otro. Sin embargo, como en casi todo en la administración, puede ser que no se esté ante una situación que permita hacer una distinción clara y total. Es probable que, en la práctica, aparezcan mezclas de ambos modelos en la realidad eclesial. En estos casos, es el pastor o el liderazgo  el total responsable, ya sea por brindar las pautas para que la organización se configure de dicha manera o de llevar a cabo los cambios pertinentes que derivarán en el desarrollo de una organización a la medida de los retos previstos. Para mí criterio el modelo Adhocrático permite una transformación organizacional porque su definición encaja perfectamente con la concepción de las personas como ventaja competitiva y está de acuerdo con el sacerdocio universal de los creyentes y el reto de utilizar sus talentos para la construcción del reino de Dios. . Creo que debemos estudiar este modelo más detenidamente más adelante, pues apenas estoy dando mis primeros pasos en la investigación del modelo adhocrático de la iglesia.   ¿Ahora, viendo y reflexionando sus posibles demandas y expectativas. ¿Qué podemos hacer? ¿En qué debemos cambiar en nuestra metodología pastoral  para América Latina en este siglo? Quiero hacer algunas sugerencias y propuestas.

Sìgueme tù: Pastores del camino III parte

En primer lugar, nuestro modelo pastoral se basa principal y esencialmente en el paradigma moderno. Es decir muchas iglesias históricas siguen pensando como en el siglo XX, sin darse cuenta de que hay un tremendo abismo entre ambos siglos. El siglo XX es totalmente diferente al siglo XXI en muchas y diversas maneras.  En segundo lugar, nuestro modelo es denominacional e institucional.  Muchos siguen insistiendo en el aspecto de mejorar la denominación para hacer mejores creyentes denominacionales. Lo que no hemos entendido es que la denominación es simplemente una coyuntura  de misión, servicio y fraternidad. Jamás es el fin en sí misma. Siempre la identidad denominacional debe estar al servicio de la misión bíblica, pero nunca la misión al servicio de la identidad denominacional; lo cual daría  paso a todo tipo de cautiverio ideológico. Sin embargo hoy más nunca es preciso ajustar el perfil denominacional  a lo prescrito por las Sagradas Escrituras, tanto en lo que se refiere a ortodoxia y ortografía. El punto es no es ser mejores bautistas, luteranos, centroamericanos, presbiterianos, sino ser sobre todo ¡mejores protagonistas del bendito Reino de Dios aquí  y ahora! En tercer lugar, tenemos que revisar nuestra manera de formar los pastores y obreros, es decir, el contenido de la educación teológica y pastoral. Creo que nuestra educación teológica se dirige principalmente a formar los pensadores y profesores de la teología, pero no a los pastores. Y esto lo experimenté en mi educación a nivel de Seminario Teológico. Tanto los perfiles curriculares como los contenidos y lo que es más triste los docentes de la Institución casi ni uno eran pastores. El resultado un montón de cabezones didactas pero desvinculados de la iglesia local y por sobre todo del ministerio pastoral. Creo que la iglesia local debe incluir en sus programas de educación la formación y desarrollo de los dones pastorales. En cuarto lugar, la crisis tiene que ver con nuestra manera de predicar. Nuestra predicación refleja la herencia de la modernidad, siendo una predicación retórica, dogmática y descriptiva sin énfasis en la narración de la vida cotidiana. Los temas que se presentan en nuestros púlpitos latinoamericanos son tan vagos y vanos. Mi padre que es un consumado bautista, una vez dijo algo interesante ante la predicación de un pastor graduado de seminario. El dijo: “esta predicación es H20” ¿Cómo así le pregunté? “Es decir”,  dijo mi padre con su mirada picaresca, es insípida, inodora e incolora. ¡Excelente evaluación de alguien que no ha ido a un Seminario! Pero así es. La gente ya está cansada de tantas cantaletas e historias ridículas sin pertinencia contextual. En quinto lugar, la liturgia es auditiva, no produce la participación de los concurrentes en el desarrollo del culto y los convierte en espectadores pasivos. En este sentido, creo que es necesario que nosotros podamos revisar, investigar, reflexionar y analizar el desarrollo del culto en las iglesias pentecostales y carismáticas que, en muchas ocasiones, difiere del nuestro. Estamos en una época de grandes transformaciones e incertidumbre. Estamos en una crisis. Pareciera que nuestro modelo ministerial ya ha perdido la relevancia y no está al alcance de las expectativas de la gente. Pareciera que no hemos respondido adecuada y eficazmente a las necesidades y los deseos de la gente del siglo XXI en nuestra iglesia. Pareciera que nosotros, los pastores, estamos ignorando o pasando por alto lo que la gente quiere de sus pastores y de la misión cristiana. Creo que para enfrentar y superar la crisis de nuestro modelo pastoral, la primera cosa que debemos hacer es preguntarnos qué es lo que quiere y espera la gente de nosotros, los pastores, y de nuestro ministerio pastoral en estos tiempos de cambio y de crisis.  Por ejemplo ¿qué lugar ocupan los laicos en el ministerio pastoral en la iglesia cristiana? ¿Quiénes son los laicos? ¿Existe esa dicotomía en nuestras iglesias? (Aunque no estoy de acuerdo con esa división y la biblia no lo muestra,  lo usaré con fines de comunicación y pedagógicos en este artículo para que la audiencia que lee lo entienda y no perdamos el hilo de la reflexión) ¿Qué pedirían ellos que hagan sus pastores? El siglo XVIII puede ser denominado como el siglo del redescubrimiento y recuperación del valor e identidad civil o popular en la historia humana. Desde este siglo, la labor y la participación de los denominados laicos fueron adquiriendo importancia en los quehaceres de la iglesia. El movimiento laico se cimienta en el sacerdocio universal de todos los creyentes de Martín Lutero, en la Reforma, su raíz teológica. Históricamente, la Reforma dio el toque e impulso para el inicio del movimiento laico moderno. El movimiento laico se expandió tanto que, hoy en día, es un factor indispensable e infaltable en la labor pastoral y misionera en la iglesia. De ahí, el movimiento laico puede ser considerado como la expresión de la democratización de la iglesia. En el siglo XXI, la importancia de los laicos no puede ser ignorada puesto que el futuro del ministerio pastoral y la misión de la iglesia dependerán, en gran medida, de cómo desarrollar, efectivizar y utilizar el potencial de los laicos en nuestra iglesia. Carl F. George, el conocido investigador estadounidense del modelo de la iglesia del futuro, nos habla de dos tareas esenciales que el ministerio pastoral debe enfrentar: en primer lugar, el autor se refiere a la tarea de maximización de la inclusión de la labor del laico en la labor pastoral. En segundo lugar, está la exploración y el desarrollo de la espiritualidad de los laicos. Creo que el éxito del ministerio pastoral para la gente del siglo XXI dependerá de cómo el pastor pueda incluir activamente a los laicos en su labor pastoral. Ahora, ¿Que es lo que espera la gente de su pastor y de la iglesia? ¿Cuáles son los cambios que debemos introducir en nuestro modelo pastoral?

Sìgueme tù: Pastores del camino II parte

 En quinto lugar, la persona del siglo XXI es buscadora de la felicidad y la libertad. Con el fracaso de los grandes ideales modernos, hoy en día la gente no se compromete con los proyectos históricos, es decir ha llegado el tiempo del fin de la cultura del compromiso y del sacrificio. La gente busca estar bien consigo misma y con los demás, pero no en base a convicciones ideológicas. Para él o ella estar bien significa tiempo libre y cada vez más capacidad de consumo, lo cual es el requisito para la felicidad. Sin embargo, la liberad implicaría connotaciones diferentes de las de la modernidad. No se trata de la libertad personal, social y política, sino que se traduciría en la permisividad subjetiva en la que el único criterio de valor es la felicidad individual. La felicidad que consiste en satisfacción material y palpable: dinero, salud, fama, placeres y poder, ya sea material o espiritual, llega a ser la aspiración más completa del humano. Ser libre para ser feliz es la clave de la vida para el hombre y la mujer del siglo XXI. En este sentido, para ellos, la religión es uno de los productos a consumir para llegar a la felicidad deseada. Sin lugar a dudas, no existe el ministerio pastoral sin la persona a quien dirigirse. El ministerio pastoral no puede permanecer intacto e inmóvil ante el cambio de las actitudes humanas. El hombre y la mujer actual están cambiando, son diferentes. Entonces, el ministerio pastoral también debe cambiar.  De eso hablare en la siguiente entrada. Hemos hablado de las transformaciones sufridas por la sociedad y las actitudes humanas que influyen e impactan en el planteamiento de los modelos pastorales. El cambio trae crisis, y el ministerio pastoral no es la excepción. La crisis tiene doble cara: una es el peligro que se presenta y la otra es la oportunidad que engendra el mismo peligro. La crisis nos hace ver y reflexionar sobre nosotros mismos y nos desafía hacia la renovación y reforma de la fórmula tradicional, clásica e institucional, a la que estamos aferrados fuertemente, y hace cuestionar la relevancia de las mismas. Ahora ¿cómo estamos?, ¿cómo la estamos pasando? Muchos de nosotros podremos haber asistido a cultos de iglesias protestantes históricas (comúnmente conocidas como protestantes, de la Reforma) en alguna  zona céntrica de  cualquier ciudad. Lo característico es que sea  un templo de construcción sólida de tipo medieval y de gran tamaño. Por lo general los cultos del día domingo uno puede percibir  muy poca gente y muchas  sillas  vacías.  Usted puede observar que la mayoría de los asistentes son de una  generación mayor. Y uno puede a veces percibir que el clima está tan oprimido que casi se  queda asfixiado. Muchas veces no hay  alegría de la fiesta con Dios (y creo que el culto debe ser un encuentro feliz con nuestro Dios). Algunas iglesias  de este tipo tienen  casi 100 años de vida. Ahora es curioso escuchar que muchos pastores  pueden explicar este fenómeno en sus iglesias antes descritas con historias de éxito antiguas con múltiples excusas o justificaciones. Para muestra de esto es la forma en cómo un pastor explicó después de un culto como este diciendo: Sabe usted, anteriormente (hace 25 años) el templo se llenaba… pero ahora es  difícil que ese fenómeno se repitiera. ¡La resignación! Por otro parte leí lo que un pastor relataba con referencia a una iglesia de corte Pentecostal: El otro día asistí al culto de una iglesia pentecostal en una  zona céntrica de mi país. Estaba prevista la apertura del culto a las 11 horas de la mañana. Llegué a las 10 horas y el templo ya estaba lleno. La gente cantaba y alababa al Señor con mucha alegría. Había muchos jóvenes que participaban activamente en el desarrollo del culto. El clima era tan entusiasta que me quedé enganchado también. El pastor, después del culto, me contó que anteriormente la iglesia tenía poca membresía (apenas 10 años atrás), sin embargo, ahora estaba llena y se estaba esperando que crezca tanto que, en pocos meses el lugar quedaría chico. ¡La esperanza! Eso es lo que estamos percibiendo en nuestras iglesias, por un lado resignación y por otro lado ilusión. En 1990, David Stoll publicó su libro titulado, «¿Se vuelve protestante América Latina?» En su obra, el autor analiza el fenómeno del crecimiento de las iglesias protestantes en el continente latinoamericano identificado tradicionalmente como católico romano. Mi pregunta es, ¿No sería más adecuado y correcto utilizar el término pentecostal o carismático en lugar de protestante? Es cierto que hay un crecimiento notable de las iglesias evangélicas en América Latina, sin embargo, este fenómeno se debe a la expansión de las iglesias pentecostales o carismáticas y no a las iglesias históricas de la tradición de la Reforma. Entonces, ¿Qué pasa con las iglesias históricas de esta tradición? ¿Cómo está su crecimiento en la época de auge protestante en América Latina? ¿Cómo puedo yo como pastor ofrecer una renovación a una iglesia de este corte histórico? Creo que ese será mi reto y el reto de muchos pastores en esta nueva década.   El panorama que se espera en el futuro para las iglesias históricas no es muy alentador, pero tampoco creo que sea definitivo.  En muchas iglesias podemos observar una merma de la membresía, a excepción de algunas iglesias (Sin embargo, no pienso que el número de la membresía sea el criterio esencial para medir la fidelidad evangélica, pero también creo que es un factor importante para que la iglesia sea la fuerza influyente e importante para la transformación de nuestra sociedad.). Contamos con un número reducido de jóvenes en nuestras congregaciones. Hay pocos candidatos a ser pastores y obreros para el ministerio pastoral. Muchas iglesias sufren la crisis financiera que obliga a cerrar los servicios y las acciones sociales que mantuvieron durante varias décadas. Hasta hace poco, los servicios sociales eran considerados como exclusividad de las iglesias protestantes de la tradición de la Reforma, mientras que las iglesias pentecostales y carismáticas eran consideradas como ahistóricas y asociales. Hoy en día, el panorama ha cambiado. Las iglesia pentecostales, con su crecimiento numérico, comenzaron a expandir sus áreas de actividades eclesiásticas. Consiguientemente, se presentan ahora como una fuerza nueva para el servicio social y la reforma de la sociedad. Es indudable que hay una tendencia creciente de las iglesias pentecostales y carismáticas en América Latina, mientras que puede observarse la tendencia decreciente o merma de las iglesias históricas. Parece que la crisis que enfrenta la misión y el ministerio pastoral de la iglesia cristiana ante los desafíos del siglo XXI se hubiera dado solamente en las iglesias históricas. ¿Por qué? ¿Porque las iglesias históricas no pudieron aprovechar la tendencia creciente de las iglesias evangélicas de América Latina, mientras que las iglesias pentecostales y carismáticas lo hicieron? ¿Qué podemos hacer como iglesias históricas para dinamizar nuestras iglesias sin imitar otro modelo (es decir sin hacernos pentecostales) y revitalizar nuestra obra en esta segunda década del siglo XXI? Bueno lo que  quisiera es analizar en forma breve y sintética, los posibles ingredientes del estilo pastoral de las iglesias históricas, que probablemente sean causas o motivos de tal fenómeno.

Sìgueme tù: Pastores del camino

El mundo ha experimentado permanentemente cambios profundos durante los siglos de historia humana. Sin embargo, no hay duda que el cambio más dramático y acelerado fue durante el siglo XX. Es cierto que esta modificación afectó en gran medida la vida humana y, por lo tanto, modeló la misión cristiana en el mundo. Ahora, ya estamos en el siglo XXI. No obstante, el comienzo de este siglo nos da una sensación diferente que otros siglos por las expectativas acerca de las transformaciones que podrían cambiar nuestra vida en una forma inesperada e inimaginable. Muchos estudiosos de la cultura vaticinan que el siglo XXI estará signado por el cambio y la incertidumbre y que la vida humana tomará un rumbo muy distinto al que estamos acostumbrados. Ante esta situación tan inestable,  a mí me surgen (y creo que a muchos) surgen algunas preguntas: ¿Podrá el ministerio pastoral de la iglesia cristiana mantener sus pautas y modelos tradicionales? A pesar de que el siglo XXI nos cambia la vida, ¿la gente de nuestra iglesia permanecerá igual? ¿Que esperará la gente de sus pastores? Recientemente Dios nos llevó a mi familia y a mí a tomar un ministerio en una iglesia Bautista de 43 años de existencia. Es decir nuevamente estoy en el campo de la iglesia tradicional e institucional. Así que ahora llevo el reto de cómo congeniar todo lo que Dios me ha estado enseñando con la habilidad de revitalizar una iglesia Bautista de 43 años de edad. Así que las siguientes reflexiones tienen que ver con el modelo pastoral que se nos está planteando para esta nueva década del siglo XXI. ¿Qué tipo de pastores necesita la iglesia de América Latina en esta nueva década? Trataré de establecer principios exegéticos devocionales del llamado de Pedro a pastorear en el capítulo 21 del evangelio de Juan  pero también quiero mencionar aspectos  teológicos pastorales y contemporáneos de esa misma porción de la Escritura.  Lo primero que debemos ver es ¿Cómo entender al hombre y a la mujer  del siglo XXI desde la perspectiva pastoral? La humanidad siempre se caracterizó por su interés en el futuro. No obstante en la actualidad, este interés se incrementa en una escala realmente acelerada y magnificada. Todo el mundo está interesado por conocer que es lo que va a pasar. Este fenómeno expresa la incertidumbre reinante en la humanidad sobre el futuro. Predecir el porvenir es una tarea sumamente complicada y difícil hasta diría que es imposible, pero es indispensable porque el cambio que se experimentará en el futuro impactará directamente en la transformación del estilo de la vida humana y en la concepción acerca de la vida misma, consecuentemente, en la misión y el ministerio de la iglesia cristiana en el mundo. Pareciera que el ministerio pastoral ha perdido el rumbo ante una situación tan cambiante e impredecible. La misión y el ministerio pastoral deben encarar los desafíos de esta época. No podemos seguir siendo indiferentes e ignorantes, refugiándonos en la tradición y la burocracia denominacional. Con el fin de encarar los desafíos y proponer cambios viables, debemos partir hablando, en forma breve y esquemática, de las tendencias y las características de los hombres y mujeres del siglo XXI a quienes se dirige la misión  pastoral.  El siglo XXI, (denominado como época posmoderna) estaría caracterizado, en primer lugar, por la desconfianza hacia lo establecido. Hoy en día, a la gente ya no le importa la tradición ni la costumbre que exigía la sociedad. En los tiempos presentes, los jóvenes no persiguen el mismo patrón clásico que sus padres les han impuesto. Ellos,  son carentes de referentes sin compromiso con los ideales. Sin referentes, el hombre y la mujer actual buscan la diversidad, la diferencia, la emancipación individual y la exploración del propio estilo de vida a su manera. La vida sin referentes se convierte en la actitud indiferente o insensible ante el proyecto histórico, que se traduce en total descompromiso social y político. A él o a ella, ya no le interesa el mundo sino su mundo y nada más. La persona sin referentes es el hombre o la mujer de la cultura “light”, donde prevalece la levedad de ser. Si aplicamos la pupila observando nos encontramos con que en él se dan los siguientes ingredientes: pensamiento débil, convicciones sin firmeza, asepsia en sus compromisos, indiferencia sui generis hecha de curiosidad y relativismo a la vez. Por otra parte su ideología es el pragmatismo, su norma de conducta, la vigencia social, lo que se lleva, lo que está de moda su ética se fundamenta en la estadística, sustituta de la conciencia su moral, repleta de neutralidad, falta de compromiso y subjetividad, queda reglada a la intimidad, sin atreverse a salir en público. A ellos la iglesia se está dirigiendo con el mensaje de compromiso cristiano.  En segundo lugar, el hombre del siglo XXI se caracteriza por su amor a la velocidad. Es un ser instantáneo y espontáneo. Todo se hace en un instante. Es la cultura “fase”. La cultura “fase” es representada por la proliferación de “fast-food” en nuestra sociedad. Parece que la “fast-food” ya no es la exclusividad de los jóvenes sino de toda la población sin importar la edad. Las relaciones que existían entre la comida y la persona que la prepara y que la consume han quedado en la nostalgia del pasado. El concepto de la temporalidad se ha deteriorado. Ya no existe la temporalidad que permitía establecer la relación intensificada e individualizada entre la gente y la cosa. La cultura “fase” ha copado nuestra vida y nuestras costumbres. Otro aspecto de la cultura “fast” se manifiesta en la actitud del zapping desde el control remoto. El hombre del siglo XXI no es paciente. Él espera un resultado instantáneo que satisfaga su expectativa ya. Todo el mundo quiere ver algo concreto palpitando en sus manos en el momento. El hombre y la mujer del siglo XXI son amantes de la velocidad e instantaneidad.  En tercer lugar, el ser humano del siglo XXI se informa digitalmente. La televisión, y las redes sociales de la Internet ( o la Internet misma)  se convierte en un alimento intelectual. Lo visual juega el papel esencial y fundamental en la percepción de los jóvenes. Para el hombre y la mujer de este siglo, el conocimiento ya no se da por escrito ni por el discurso. Se aprende por vía audiovisual. Hay que ver y sentir para saber. En este sentido, la televisión y la computadora  juegan un rol importante en la preparación intelectual de las personas del siglo XXI, especialmente de los jóvenes. La televisión ofrece la posibilidad de aproximarse a los conocimientos sin mucho esfuerzo. No obstante, el hombre y la mujer del siglo XXI no saben qué hacer con ese conocimiento y las experiencias sensoriales adquiridas. La información es llana e incoherente sin provocar ninguna transformación en la vida individual y social del sujeto.} En cuarto lugar, el ser humano del siglo XXI es anti estructural. Muestra un fuerte rechazo hacia lo jerárquico y lo estructurado, puesto que lo considera opresivo. No se identifica con las organizaciones existentes que demandan la fuerte adhesión y el vínculo. El hombre y la mujer del siglo XXI se caracterizan por la búsqueda de la relación fluida y emocional. Por lo tanto, no adquiere importancia la organización tradicional, sino que las comunidades emocionales aparecen como entidades alternativas. En el ámbito eclesial, los creyentes no dan mucha relevancia a las denominaciones de modo que se podría decir que el cristianismo manifiesta su metamorfismo de denominalismo a  posmodenominalismo. El lazo que une a la gente no es la fidelidad a la denominación sino el sentimiento y la visión que comparte dentro de la comunidad. En este sentido la gente no se queda en una iglesia Bautista porque es Bautista, sino por el sentido de amor y pertenencia que encuentra en la comunidad de hermanos (Lo mismo se aplicaría a lo pentecostal, luterano, centroamericano, etc.)

Sofonías: El profeta negro II parte

Sofonías, entonces, empezó a recorrer las calles de la ciudad, gritando a viva voz los mensajes que recibía de Dios.  El primero, consistió en un anuncio general: Dios está molesto con el pueblo, y piensa mandar un castigo tan grande que va a morir no sólo la gente, sino también los peces, las aves y los animales. Y explica la razón: el país se halla contaminado con extrañas religiones, que invitan a adorar a dioses cananeos (como Baal y Asherá), asirios (como Shemesh e Ishtar), amonitas (como Milkom), mientras al verdadero Dios, Yahvé, nadie lo busca. Algunos ni siquiera practican una religión. ¿Cómo puede sobrevivir un país así? (Sofonías 1,2-7).  Sus palabras cayeron como un rayo en las calles de Jerusalén, y causaron honda impresión entre sus habitantes. Hacía años que nadie les hablaba así, tan crudamente. Pero Sofonías recién estaba empezando.  Poco después, Dios le reveló los nombres de los responsables de la debacle (Sofonías 1,8-16). Y tuvo que ir a denunciarlos.  Primero se dirigió al palacio del rey, donde habló contra las autoridades, los jefes y los funcionarios, que se vestían con ropa importada, artículos de lujo y perfumes finos mientras la población del país pasaba hambre (v.8). Después fue al Templo y acusó a los sacerdotes de predicar una religión ritualista en vez de ocuparse de la inmoralidad y el fraude de la gente (v.9). Luego enfiló hacia el mercado, y reprochó a los comerciantes, mercaderes y banqueros el haber puesto su confianza en el dinero y en las ganancias (v.10-11). Por último se dirigió a la plaza, y dedicó duras palabras a la gente de vida cómoda y tranquila, que piensa que creer en Dios es perder tiempo, porque éste “no hace ni bien ni mal; lo único que mueve al mundo es la riqueza” (v.12-13).  Al día de castigo que se avecinaban, Sofonías lo llamó “el día de Yahvé”. Dijo que sería un día de angustia y de aflicción, de aprieto y de amarguras, de destrucción y tinieblas, de gritos y oscuridad (v.14-16). Un panorama verdaderamente aterrador. Cuando la noticia llegó al palacio, donde el rey niño Josías jugaba despreocupadamente, los funcionarios más sensatos se atemorizaron. Comprendieron que Sofonías tenía razón. Graves problemas internos y externos amenazaban el país, mientras ellos vivían holgadamente. Hordas de pueblos bárbaros, llamados los escitas, merodeaban por los alrededores, y amenazaban entrar y saquear la ciudad. El pillaje y la violencia se habían apoderado de los barrios. Grandes zonas estaban fuera de control, y el descontento reinaba en todas partes. Pensando que todavía estaban a tiempo de reaccionar, los regentes empezaron a tomar medidas políticas más justas. Y sobre todo, sabiendo que Dios estaba hablando por medio del nuevo profeta, decidieron encauzar al pequeño rey en la nueva línea religiosa del predicador negro.
Poco a poco, fueron intentando relegar los dioses extranjeros y los cultos paganos, aunque sin demasiado éxito, ya que eran muy fuertes en el país, y contaban con el apoyo de vastos sectores de la población.  Los meses fueron pasando, y todo el país se había percatado  ya del nuevo profeta de Yahvé, aparecido en Jerusalén. Se lo veía predicar por las calles y los barrios altos de la ciudad, mientras la gente se arremolinaba para oír sus fogosas prédicas. A veces, para hacer reaccionar al auditorio empleaba palabras muy duras. A los ministros del rey, por ejemplo, los llamaba “leones rugientes”; a los jueces, “lobos rapaces”; a los demás profetas, “fanfarrones y traidores”; a los sacerdotes, “corruptos y violadores” (3,1-5). Pero nadie se atrevía a censurarlo, porque sabían que tenía razón. Todos eran responsables del desgaste social y el deterioro en el que estaba sumido el país.  Sofonías anunció también castigos para las naciones vecinas de Israel: Filistea, Amón, Moab, Asiria y… Cush. ¡Ay! Cuánto le habrá dolido al profeta este último anuncio. Tener que proclamar la destrucción de su madre patria, de donde procedían sus antepasados y en donde tendría parientes, familia, amigos. Pero para Sofonías, Dios no tenía privilegios a la hora de hacer justicia con los malvados. También los cushitas tendrían que pagar su perversión.  Las profecías de Sofonías no fueron anunciadas todas juntas. Estuvo predicando por espacio de diez años, entre el 640 y el 630 a.C.  Durante todo este tiempo enseñó a la gente los atributos de la verdadera devoción a Jehová. Les dijo que ésta no consiste en practicar un culto exterior, sino en acompañar la fe con la justicia social. Pero les advirtió que el culto a los dioses extranjeros no los iba a ayudar. Porque éstos no exigían a sus devotos un cambio interior. En cambio Yahvé sí pedía a sus seguidores el compromiso con los demás.  Los años fueron pasando. El niño rey creció, se hizo adolescente y estuvo en condiciones de gobernar por su cuenta. Entonces se le despertaron las ansias de un cambio, inspirado por la nueva educación recibida gracias a las ideas religiosas y a los valores sociales enseñados por Sofonías.  Y alrededor del año 628 a.C, cuando el rey cumplió los 20 años, tomó por fin la decisión de emprender la reforma religiosa que tanto hacía falta. Derribó los templos de los dioses paganos, expulsó a sus sacerdotes, quemó las imágenes de la diosa Asherá, destruyó los lugares de adivinación, desterró la magia, clausuró las casas de prostitución sagrada, demolió el sitió donde se quemaban niños, y encomendó al Sumo Sacerdote de Jerusalén que retirara del Templo todos los objetos de culto de los divinidades extranjeras (2 Reyes 22,4-7). El pueblo entero, transformado ya por el profeta, apoyó la decisión del rey.  Las palabras de Sofonías habían comenzado a dar sus frutos.  Hacia el año 630 a.C., Sofonías sintió que su misión estaba cumplida. Podía sentirse orgulloso, porque su esfuerzo y sus fatigas no habían sido en vano. Y una mañana lo vieron aparecer, en la plaza de la ciudad, para pronunciar su última profecía.  Esta vez era un mensaje nuevo, de esperanza. Dios le había revelado que no iba a destruir la ciudad, porque ésta había sido capaz de convertirse de corazón. El antiguo pueblo, orgulloso y perverso, había dado lugar a otro humilde, santo, virtuoso. Todos ahora tenían la oportunidad de volver a Dios y mejorar su vida (3,9-12). Invitó, pues, a la gente a cantar de alegría y a lanzar gritos de fiesta. Ya no había porqué asustarse. Dios había vuelto a ser el salvador de la ciudad.   Poco después, en el año 622 a.C., mientras los sacerdotes reparaban el Templo de Jerusalén, descubrieron por casualidad un importante libro escondido. Como nadie sabía de qué se trataba, el rey ordenó que se consultara a algún profeta de Jerusalén. Pero no buscaron a Sofonías, sino que consultaron a una profetisa de la ciudad, llamada Julda. ¿Qué pasó con Sofonías? Probablemente para entonces había muerto.  La reforma religiosa del rey Josías, si bien no pudo completarse debido a su muerte prematura, fue enormemente importante en la historia de Israel. Y en memoria de ella, Josías es considerado el rey más grande y santo que jamás haya subido al trono de Jerusalén.  Pero aquella reforma fue posible gracias a la predicación de Sofonías, profeta a quien Dios envió en uno de los momentos más dramáticos de la historia judía. Combatió la idolatría cultual, las injusticias sociales, el materialismo, la despreocupación religiosa, los abusos de autoridad, la invasión de la moda extranjera, y la perversión de los jueces.  Su prédica fue tan fantástica que logró hacer reaccionar no sólo a la clase dirigente, sino también a la gente capitalina, siempre reacia a cualquier cambio. Esto lo convirtió en un genio profético, y en uno de los profetas que más ha influido en la marcha de la historia de Israel.  Sin embargo, le ha tocado en suerte un curioso destino. Hoy nadie lo conoce. Su nombre ha quedado relegado al olvido. El Nuevo Testamento nunca lo cita. Los Santos Padres no lo estudiaron, y ni siquiera lo mencionan. En las enseñanzas desde el púlpito domingo a domingo  prácticamente no se lee. Y casi nadie ha ojeado su libro en la Biblia.  Pero el hijo del Negro sigue invitándonos a hacer lo que él hizo: creer que la sociedad puede cambiar; creer que un mundo nuevo es posible; creer que, aunque llevemos décadas “de tinieblas” en la sociedad, en la política, o en la Iglesia, si uno se anima a hablar, a no tener miedo, a contagiar entusiasmo y a vivir lo nuevo que recibe de Dios, las reformas aparecerán. Aunque uno después desaparezca. Gracias Sofonías.

Para terminar les dejo este video, quizás podrá desentonar con la belleza y el carácter de Sofonías pero expresa mucho de lo que la gente de color siente.

 

Sofonías: El profeta negro

Hace algunos años una de las cosas que he visto en el recorrer de mi ministerio es la actitud racista que tienen muchos hermanos y hermanas en Cristo. Algunos pensaran que me estoy refiriendo a los Estados Unidos o a Sud África, pero no me refiero a América Latina, y en especial a la iglesia de Centroamérica Recuerdo que durante mi pastorado en una iglesia urbana de Guatemala, mi esposa de nacionalidad salvadoreña tiene mucha atracción por la ropa típica guatemalteca. Un día decidió comprarse un precioso vestido típico e ir a la iglesia con el. No se imaginan el escándalo de muchas hermanas, por que el  hecho de que una “ladina” (o citadina) se atreviera a rebajarse a usar un vestido de una “india”. He descubierto mucha preferencia por el color de la piel entre los evangélicos. Cuando un niño recién nacido es blanquito, la gente dice: “hay que lindo el niño, que chelito es (chelito es la expresión salvadoreña para blanquito) que bonito! Pero si el niño es de color morena, nadie dice nada. Incluso algunos piensan que Adán era blanco, ¿pero quién dice eso? La Biblia ni siquiera insinúa el color de Adán, y para serle sincero si era de barro distaba mucho de ser blanco. (¿y que si el barro era negro como el Gautajiagua, un pueblo de Morazán, en  El Salvador). Lo curios es que los creyentes muchas veces piensan que los personajes bíblicos todos son de la raza blanca. Les digo que resulta  extraño  incluso imaginar a un profeta negro caminando por las calles de Jerusalén, predicando mensajes de parte de Dios, pidiendo a los israelitas que se conviertan a Yahvé, y amenazando con duros castigos en caso contrario. Pero fue así. ¿Y saben? se llamaba Sofonías, y es uno de los profetas fundamentales de la historia de Israel, ya que fue el gran promotor de la reforma religiosa más grande jamás llevada a cabo por el pueblo judío. Reforma que estableció las bases de la unidad nacional, que configuró toda la religión judía posterior, y que influyó hasta en la creación y formación de la Biblia. ¡Ningún otro profeta pudo conseguir tanto!  Sus anuncios y predicciones nos han llegado gracias a un librito (más bien un folleto) de apenas 53 versículos, que lleva su nombre, y que se encuentra en el Antiguo Testamento. Sofonías había nacido en Jerusalén, capital del país, alrededor del año 660 a.C. La Biblia lo presenta como “hijo de Cushí, hijo de Guedalías, hijo de Amarías, hijo de Ezequías” (Sofonías 1,1). Semejante cantidad de antepasados es un detalle sorprendente. De otros profetas ni siquiera sabemos el nombre del padre; en cambio de Sofonías conocemos hasta el tatarabuelo. Esto lo convierte en el profeta con genealogía más extensa de toda la Biblia.  ¿Por qué el libro hace tanto alarde de su parentela? Porque su familia guardaba un extraño secreto. En efecto, el padre de Sofonías se llamaba Cushí, es decir, era oriundo de Cush. Y en la Biblia, Cush es el nombre de Etiopía, país del África, situado al sureste de Egipto. Como sus habitantes eran de raza negra, se usaba la palabra “cush” (que en hebreo significa negro, oscuro) para referirse al país; y “cushita” para sus habitantes. Incluso el nombre actual de Cush, que es Etiopía, significa “cara quemada” (del griego aitho = quemar y ops = cara).  La abuela paterna de Sofonías (es decir, la esposa de Guedalías) parece haber sido africana. De ahí que su padre, el “cushita”, también lo fuera. Pero no era algo insólito. Desde tiempos antiguos, grupos de cushitas (o etíopes) se habían instalado entre los judíos, y convivían con ellos. Incluso la esposa de Moisés parece haber sido cushita (Números  12,1). También el rey David tenía soldados cushitas en su ejército (2 Samuel  18,21). Y la Biblia menciona por los menos dos cushitas más, contemporáneos de Sofonías (Jeremías 36,14; 38,7).  El color tan oscuro de su piel llamaba la atención a los israelitas. Esto se ve en un famoso discurso, pronunciado por Jeremías contra los pecadores de Jerusalén, donde les dice: “¿Puede un cushita cambiar su piel? ¿Puede un leopardo quitarse las manchas? Pues tampoco ustedes, acostumbrados a obrar mal, pueden hacer el bien” (Jeremías 13,23).  Sin embargo, es admirable el respeto con el que la Biblia habla de ellos. Los presenta como miembros de una nación grande y rica (Job 28,19), comercialmente desarrollada (Isaías 45,14), orgullosos de su nacionalidad (Salmo 87,4), buenos guerreros (Ezequías 38,5), bravos jinetes (Jeremías 46,9), amados por Dios (Salmo 68,32) y respetados por Él (Ezequiel 29,10).  Pero a la hora de presentarse, Sofonías se vio en problemas. Todo buen judío solía citar a su padre como signo de pertenencia a una familia tradicional, distinguida. Y Sofonías no podía aparecer simplemente como “el hijo del Negro”. Su ascendencia extranjera podía despertar sospechas, y él tenía que predicar a la nación israelita; tenía que hablar en nombre Yahvé. Entonces, para evitar suspicacias, decidió agregar a su árbol genealógico tres abuelos más, todos con nombres judíos, y portadores del nombre de Yahvé: Guedalías (= Yahvé es grande), Amarías (= Yahvé me ha hablado) y Ezequías (= Yahvé es fuerte).  De este modo, si el nombre de su padre despertaba alguna suspicacia, sus otros abuelos disipaban toda duda y lo mostraban vinculado a familias entregadas a Jehová. Además, el cuarto nombre de la serie era Ezequías. Y éste había sido uno de los reyes más grandes de Jerusalén. Al leer, pues este currículo, los lectores se preguntaban: ¿era su tatarabuelo el gran rey Ezequías, o era sólo alguien que se llamaba igual? El libro no lo aclara. Quizás a propósito, para crear un halo de intriga y de grandeza alrededor de su persona.  Pero de lo que no queda ninguna duda, es de que Sofonías era un auténtico judío, descendiente de fervientes devotos seguidores de Jehová, buen conocedor de la religión judía, y espiritualmente capacitado para predicar las profecías que Dios estaba a punto de revelar.  Debió de haber sido alrededor del año 640 a.C. cuando el joven Sofonías comenzó su carrera profética. Tenía 20 años, y cosas graves estaban sucediendo en su país. Acababa de morir el rey de Jerusalén, Amón, asesinado por su propia guardia real. En su lugar reinaba su hijo Josías, de apenas 8 años. Como era menor de edad, gobernaba en realidad un Consejo, formado por familiares, ministros y tutores.  Pero eso no era lo más grave. Desde hacía más de cincuenta años el país atravesaba por una época de postración, conocida como “la época de las tinieblas”, debido a los dos reyes anteriores.  El primero, Manasés, había gobernado el país por 55 años. Durante ese tiempo introdujo en Judá toda clase de religiones y cultos paganos: construyó altares a los dioses cananeos, practicó la invocación a los muertos, la adivinación, el espiritismo y la hechicería, implantó la prostitución sagrada, y llegó a quemar a su propio hijo en honor del dios amonita Milkom (2 Reyes 21,3-8). Hasta en el Templo de Jerusalén se adoraban estas divinidades, mientras nadie se acordaba de Yahvé.  A la corrupción religiosa le siguió la injusticia social: ricos que se apropiaban de las tierras de los pobres, comerciantes fraudulentos, jueces sobornados, dirigentes inmorales. Fue tal la corrupción, que la Biblia presenta a Manasés como el peor de todos los reyes de Jerusalén (2 Reyes 21,11). Algunos profetas levantaron su voz para denunciar sus abusos, pero el rey hizo matar a todos, “inundando Jerusalén de punta a punta con ríos de sangre inocente” (2 Reyes 21,16).  Lo sucedió su hijo Amón, tan malvado como su padre. Sólo alcanzó a reinar dos años, antes de que los oficiales de la corte lo mataran. Cuando subió al trono Josías, estaba claro que el país necesitaba una profunda reforma, en todos los aspectos: político, social, económico, religioso. Y Dios llamó al joven Sofonías para que se encargara de impulsarla. Sofonías debió de haber sentido un escalofrío ante el pedido divino. Todos los que habían hablado antes que él, habían sido asesinados. Pero luego pensó que su nombre (Sofonías significa “Dios me protege”) era una señal de que Dios estaba a su lado y lo cuidaría, de modo que aceptó la invitación divina.  Su palabra rompió 60 años de silencio profético. Desde la muerte de Isaías, más de medio siglo antes, ningún otro profeta había vuelto a hablar en Jerusalén.

Pastores del futuro II

Una tercera cosa que dice este pasaje tiene que ver con los REQUISITOS DEL MINISTERIO PASTORAL. Note que el texto nos hace ver a lo menos dos requisitos.

  1. El primer requisito es tener un corazón teocéntrico. (Aspecto Motivacional)

 Cuando me refiero a geocéntrico me refiero al hecho de que Dios es nuestro modelo pastoral. Debemos observar que el pasaje dice “según mi corazón”. En el texto hebreo lleva una preposición con mi o de acuerdo al corazón mío”. El término “leb” para corazón, también se puede traducir como vida interna, mente, voluntad, entendimiento. Hay otros usos que me parecen significativos para el uso de “leb”. El término también puede ser usado como inclinación, resolución y determinación.                                     (http://www.blueletterbible.org/lang/lexicon/lexicon.cfm?Strongs=H3820&t=KJV).¿Qué implicaciones tiene este concepto en cuanto a la vida interna y motivacional de un pastor al hacer la obra? Dios necesita hombres y mujeres de Dios que se parezcan a El. Esta empeñado a que nosotros hagamos la obra pastoral como el la ha hecho. Es decir nuestro modelo a copiar para tener éxito en el ministerio pastoral no son Rick Warren ni Marcos Witt, ni mucho menos Guillermo Maldonado. No podemos entrar en el ministerio pastoral siguiendo los modelos humanos. Los pastores deben motivar a otros a involucrarse en el pastorado cuando ellos miren el  carácter y semejanza con Dios. Así ellos serán tocados por el llamamiento de Dios para obrar pastoralmente en la comunidad eclesial. Hoy hay tanto “modelos de éxito” que pensamos que es lo que debemos imitar, pero al único que debemos imitar es a Dios, porque el quiere que seamos como El. Uno de mis recuerdos bastantes raros de mis estudios en SETECA (Seminario Teológico Centroamericano) era un profesor que teníamos en los ministerios pastorales. Era un hombre muy dotado en la enseñanza y en la administración. Un buen porcentaje de la comunidad de estudiantes lo admiraban mucho. El se vestía de una manera impecable, era extraordinariamente disciplinado y muy directivo (¿impositivo?). El a diestra y siniestra nos hablaba de su vocación pastoral, de lo mucho que pasaba en oración, intercediendo, etc. Un día nos mostró que ya tenía cayos en las rodillas de tanto doblar sus rodillas. En fin, era un superhéroe pastoral. Como por aquellos días no habían muchos modelos pastorales (ni en estos días tampoco) entre el claustro de maestros del SETECA, era quizás la única referencia que teníamos para aspirar a un modelo pastoral. En mi primer año de estudios tuve la oportunidad de ser asignado a su iglesia. Fue un año bastante difícil, tanto de adaptación a los estudios como al modelo de este pastor. Al siguiente año decidí salirme de la iglesia pues no encajaba en un modelo “tan pastoral-dictatorial” El lo tomó como un desprecio a su excelente rol pastoral. Debido a esto hizo muchos intentos por expulsarme del Seminario. Cuando asistíamos a sus clases siempre nos maltrataba abusando de su autoridad por medio de dinámicas bochornosas y que hacían llorar a muchos de mis compañeros y compañeras. Pero el seguía insistiendo que era un pastor de pastores. Siempre se hizo seguir de algunos estudiantes, de tal manera que ellos pudieran ser sus discípulos y aprendieran el arte perdido del buen pastor. Lo curioso del caso es que todos aquellos que por alguna razón lo abandonaban, eran víctima de sus desprecios pedagógicos. Cuando estábamos por graduarnos el hizo (no sé cómo) que dos de sus “discípulos” de alguna manera se graduaran con “honores”. Todos los de la promoción conocíamos quienes se iban a graduar con honores y quienes no. Mi novia (ahora mi esposa) era parte de esa promoción a ella le faltaban unas pocas centésimas para graduarse con honores. Cuando llevaron las evaluaciones al grupo de maestros responsables de asignar los reconocimientos, este “pastor” se opuso rotundamente a que mi esposa se le aproximara la nota, y por otro lado promovió a sus dos discípulos que les faltaba muchos más que a mi esposa para que se graduaran con honores. En mi caso, yo había llegado a la puntuación de honores y el no podía hacer nada. ¡Eso creía yo! Llegó el día de la graduación, y el era el maestro de ceremonias. El se encargaba de decir públicamente quién se graduaba con honores y quién no. Cuando tocó el turno de llamarme a la palestra, el sólo dijo mi nombre y omitió totalmente decir que yo me graduaba con honores. De no ser por el Rector que se dio cuenta y se paró y obligó a explicar a la audiencia el olvido, el hubiera quedado impune. (Aunque para serles honestos, me valía si lo decía o no. Nunca me ha preocupado eso).  Bueno, he allí una de las historias clandestinas de mis años de formación pastoral. Porque digo esto, no puedo negar que era un hombre muy capaz, listo, disciplinado y admirado pero a mi criterio no era “según el corazón de Dios”. Nuestro modelo es Dios, es verlo a El como es Justo, equitativo, y perfecto. Cuesta pero ese el perfil que necesitamos llenar. El apóstol Pedro repite la misma idea en  1 Pedro 5:2 “Apacentad la grey de Dios”. En el texto original está la preposición “kata” que se traduce “de acuerdo a” o “según”.Esto es la misma idea de Jeremías. Nuestro ministerio pastoral debe reflejar el carácter de Dios. Pastoreamos para parecernos a Dios y no a la congregación. No debemos dejar imponer otro modelo que no sea el que Dios ha dado.

B. El segundo requisito es una práctica Laoscéntrica. (Aspecto relacional)

El pasaje continúa diciendo “que os”. Este pronombre tiene que ver con la gente. Es obvio que no podemos solamente hablar desde la perspectiva del NT con relación a la iglesia. En el contexto de Jeremías se habla del pueblo de Israel, en el contexto del Nuevo Testamento se habla de la iglesia. La palabra “laos” es la palabra más amplia para hablar de la gente sin distinción.  Laos, de donde está tomado el nombre de Laico, significa en griego pueblo. Es muy usado en el Antiguo Testamento para designar al “Pueblo de Dios”. En la versión de los Setenta sobre todo, el término recibe este sentido exclusivamente religioso. En el Nuevo Testamento se encuentra algunas veces- la palabra laos para designar sencillamente el pueblo o la turba. Mas también aquí pronto prevaleció el sentido religioso, significando pueblo de Dios o pueblo elegido, como puede verse en los escritos de los Apóstoles: “Simón nos ha dicho de qué modo Dios por primera vez visitó a los gentiles para consagrarse de ellos un pueblo (laos) a su nombre”. “Pero vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo (laos) adquirido… Vosotros, que en un tiempo no erais pueblo (laos), ahora sois pueblo (laos) de Dios: no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis conseguido misericordia”. En los textos citados laos se contrapone claramente a gentiles. Laós significa, por tanto, en el lenguaje apostólico, pueblo elegido, o sea los fieles, que también reciben el nombre de hermanos, santos, cristianos, etc. ¿Que quiero decir con esto? Que el pasaje está diciendo es la gente el objetivo y la meta de la práctica pastoral. Es importante de una vez por todas que entendamos que no ministramos edificios, programas o dinero o recursos. No somos llamados a pastorear cosas, somos llamados a pastorear al pueblo de Dios. Muchos “pastores” son famosos no por su habilidad de hacer crecer a la gente sino porque hacen crecer sus cuentas bancarias, hacen crecer su imagen y hacen crecer sus edificaciones. No estamos llamados a eso si queremos ser pastores según Dios. Es la gente y nada más que la gente.

  1. B.    El tercer requisito es una prioridad pastocéntrica. (Aspecto Misional)

Cuando me refiero a “pastocéntrica” no me refiero a “pastorcéntrica”. Me refiero a que la labor tiene girar alrededor del pasto y las implicaciones que tiene para la oveja. Note que la palabra es “apacienten”, en realidad la misma palabra se usa para pastorear. Esta palabra “pastorear o apacentar” que implicaciones tienen en cuanto a nuestra misión como pastores. Es decir para ponerla en términos más claros ¿Qué es lo que va a evaluar Dios a los pastores cuando nos llame a rendir cuentas? ¿Qué es el centro de nuestro llamado? ¿Cuál es la esencia misional del pastor? Bueno la palabra pastorear es la que define nuestro máximo llamado. Pero, ¿Qué es pastorear? Algunos piensan que pastorear tiene que ver con un vocabulario pastoral específico. Otros creen que pastorear tiene que ver con una imagen específica. Un rostro sereno, casi enojado, reverente ropa sobria (si es corbata y saco mejor). No cuenta chistes, no sigue al Barca, etc. Otros piensan que pastorear es abrazar y usar diminutivos con la congregación. Finalmente otros creen que pastorear es ir a visitar a los hermanos, ser autorizado para dar Santa Cena, y bautizar. Bueno, los perfiles son infinitos. Pero note la palabra “pastorear” ¿que significa su etimología en castellano? Indudablemente el término pastorear  tiene que ver con el “pasto” y el término apacentar tiene que ver con la palabra “paciencia”. Eso significa que una de las más grandes funciones del pastor es llevar a la oveja a buenos pastos. Esto tiene implicaciones nutricionales. Esto es tomar a la oveja donde hay buen comida y dejarla que coma. El segundo término tiene que ver con que la oveja (apacentar) como tranquila y sin ningún problema. Esto tiene implicaciones emocionales y espirituales. Eso significa entonces que la gran propuesta del Pastor es alimentar y velar por un ambiente saludable y seguro para que la oveja pueda comer. Muchos pastores descuidan estos dos elementos trascendentales, y se diluyen en miles de cosas pero no alimentan y apacientan a sus ovejas. Dios, según este texto en Jeremías quiere que sus pastores alimenten y desarrollen un ambiente seguro en Jerusalén ante la amenaza de Babilonia. El tiempo para apacienten es un qal perfecto, y una vez más ya es un hecho real. Es decir estos pastores podrán dar de comer a sus ovejas. Note la relación entre un corazón como el de Dios y la capacidad de alimentar. Nosotros nos alimentamos del Pastor de Pastores y luego nosotros alimentamos a nuestras ovejas. Eso implica que lo que predicamos es un resultado de  nuestra experiencia con Dios.

Una cuarta cosa que dice este pasaje tiene que ver con LOS RECURSOS DEL PASTOR. El texto añade dos palabras importantes: “con ciencia y con inteligencia”.  La palabra ciencia en hebreo se refiere a temor de Dios, a discernimiento pero también a opinión y a criterio espiritual. No tiene que ver con saber homilética o haber sacado cursos sobre sicología pastoral o tener una maestría en Divinidades. Se refiere a que traza y maneja bien el criterio y la opinión de Dios. Es alguien que puede enseñar con mucha precisión el consejo de Dios. Entonces significa que un gran recurso que tiene el pastor es la Palabra de Dios. Pienso que es bueno poder conocer técnicas, griego y hebreo (de hecho yo lo uso mucho) pero lo más importante no es saber citar a los eruditos de mi tiempo o las opiniones más famosos del medio, sino poder trazar la Palabra de Dios con precisión. La segunda palabra “inteligencia” es la palabra hebrea “sakal” que se refiere a actuar sabiamente, con prudencia, de entendimiento superior. Esta palabra es la que se usa para describir que Daniel fue superior a los de su época. Esto habla de excelencia, de poder aplicar los criterios de Dios al diario vivir. Su segundo gran recurso no es solo la Palabra de Dios sino su práctica en Dios. Es necesario ver que la inteligencia tiene que ver con la práctica. Que tanto practico lo que predico. La autoridad no viene sólo de exponer la Palabra sino también de vivirla.  Dios le promete entonces a Israel que le dará pastores que usan la palabra de Dios pero que también no son corruptos. Y eso lo está prometiendo para nuestra época y ¡Gloria a Dios por eso!

Así que en efecto, el  texto dice: “voy a levantar hombres y mujeres que experimentarán la realidad espiritual del corazón de Dios como un Dios Esposo. Esa revelación fluirá  como un río en el interior de esos pastores, y ellos vivirán en el poder de esa revelación; entonces alimentarán a la Iglesia desde ahí. Hoy en día Dios está levantando hombres y mujeres conforme a su corazón, como David y El los entregará como regalo a la Iglesia que se ha apartado para ganarla otra vez a una entrega sincera. Vea y escuche cuidadosamente para poder ver el día de su cumplimiento. El Señor también prometió dar a la iglesia del final de los tiempos  pastores conforme a su corazón: hombres y mujeres, viejos y jóvenes, que darán expresión a esta realidad de un Dios Esposo  para su pueblo. Sucederá pronto. Si es que no está sucediendo ya. El declaró que levantaría siervos que darían estas buenas nuevas al pueblo de Dios  que sigue haciendo concesiones. Y hablarán con una revelación profunda e innegable, y alimentarán al pueblo con el conocimiento del corazón de Dios. Su mandato será  el de equipar  al pueblo de Dios para que entienda lo que significa estar casado con Dios.  Cuando Jeremías profetizó que Dios iba levantar pastores conforme a su corazón, era aproximadamente  el año 600 a. C. El Señor tomó prestada una frase que El mismo había dado a un joven guitarrista de las laderas de Belén unos cuatrocientos años antes. Dios habló a Samuel diciendo que David era un hombre conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13:14). David fue llamado así por Dios no por el profeta. Samuel entregó la correspondencia, pero el mensaje fue del mismo Señor, y decía: “el corazón de este muchacho es como el mío. Lo voy a usar en gran manera. Aproximadamente cuatrocientos años después, Dios dio eco a su declaración anterior sobre David al decirle al profeta Jeremías: “Levantaré personas en los últimos tiempos como David, personas que también sean pastores conforme a mi corazón. Esto será cumplido en las vidas de multitudes de pastores en todas las naciones de la tierra. Para nosotros significa que el corazón de David no estaba confinado solamente para él: más bien, él era una profecía viviente del Espíritu Santo  a los pastores de la generación en la que Cristo regresará. Esta realidad se expandirá más lejos  y más profundamente  al final de los  tiempos  que en cualquier otra época de la historia, porque El se revelará como Esposo. Los pastores  del final de los tiempos  tendrán el mismo carácter  del corazón de David, pero con un mayor entendimiento del Dios Esposo. Esto es lo que El Señor está haciendo  en este momento de la historia. El Espíritu Santo está levantando pastores para enseñar al pueblo de Dios a vivir conforme a su corazón. Ellos alimentarán a otros desde la realidad que han encontrado  a través de su propia búsqueda inflexible y personal de Dios. Ellos serán capaces de pastorear a otros solamente porque se han entregado a sí mismos al Gran Pastor. Algunos de estos pastores lo harán a través de predicaciones, otros a través de la adoración y cantos, otros por libros, otros por medio del discipulado personal, otros lo harán desde el contexto de sus negocios o trabajos. No existe duda:” ¡la iglesia de los últimos tiempos será una iglesia conforme al corazón de Dios”! Empecemos pues, y conectemos nuestro corazón al corazón de Dios con esta gran noticia .