«…dejándolo todo…»

Creo que muchas veces en la vida nos fijamos en cosas que no son tan importantes. La tendencia del ser humano es una inclinación  a ser visto, a que se fijen en él. Nos fijamos en el vestido de las personas, sus posesiones, donde viven y sacamos conclusiones, muchas veces erradas. ¿Qué le hace a usted que se fije en una persona? ¿Qué cosas le llaman la atención?

A Jesús también le llamaban la atención muchas cosas. De hecho muchas veces las situaciones que le llamaban la atención pasan desapercibidas de la gente importante. Mientras la sociedad de Jesús ponía su atención en los importantes, Jesús hacia todo lo contrario. El punto de atención de la inmensa mayoría es en cosas secundarias y triviales.

En Lucas 5:27-32 encontramos una historia sobre un hombre al cuál Jesús fijó su atención. Es el caso de Mateo el recaudador de impuestos. Una persona no muy grata en la sociedad de la cuál era miembro. En este pasaje podemos ver como Jesús se mueve. Hay tres movimientos de parte de Jesús. El primer movimiento es un movimiento de ubicación. (5:27-28). El segundo movimiento es un movimiento de inclinación (5:29-30) y el tercer movimiento es un movimiento de comprensión. El primer movimiento tiene que ver con la elección, el segundo movimiento tiene que ver con la decisión y el tercer movimiento tiene que ver con la aceptación.

En primer lugar veamos  un acto de conocimiento. (5:27-28)

Si usted es sincero, podrá decir que hay momentos en que  percibimos  como que Dios no sabe lo que está haciendo, que parece que no conoce nuestras situaciones desesperantes. Sin embargo si hay una cosa que he entendido es que Dios está más pendiente de nosotros de lo que nos imaginamos. Dios tiene conocimiento de todo lo que ocurre alrededor de nosotros. Si vemos este pasaje Jesús conocía mucho mejor a Mateo que cualquier otro. Observemos las áreas del conocimiento de Dios en la vida de Mateo.

La primera área que vemos es que Dios sabe cómo estás. Mateo se identificó a sí mismo como «Mateo» (Mt 9.9; vea Marcos 3.18); Lucas 5.27 le llama «Levi», un

«publicano» (KJV). El uso de dos nombres era tan común entonces que casi esperaríamos que todos en los Relatos del Evangelio tengan dos nombres. «Mateo» es el nombre alternativo para «Leví». En Mateo 10.3, se le designa como «el recaudador de impuestos» en la NASB. Jesús tomó decisiones sorprendentes cuando llamó a Sus discípulos. Mateo era un paria de la sociedad judía. Los publicanos (recaudadores de impuestos) eran conocidos por inflar sus comisiones y cooperar con Roma. Se les consideraba extorsionistas o incluso traidores por parte de la gente ordinaria. Los judíos generalmente despreciaban a los recaudadores de impuestos; Mateo solo habría tenido amigos entre los de su clase. Sin embargo, en la voluntad del Padre, el hecho se convirtió en un vivo ejemplo de cómo Jesús atrajo a toda clase de personas hacia Él. La cruz sería el catalizador que calentó los corazones de muchos y se convirtió en el poder de atracción (vea Juan 12.32)

En Mateo se encuentran las luchas que todo ser humano tiene. Vivimos de roles y apariencias. Mateo tiene tres rostros. Primero el que debe presentar como “Leví”.  Según el diccionario bíblico define el término como “el que une” O “el unido” otros lo traducen con el que “une a sus hermanos”. Y en realidad, su nombre no estaba de acuerdo a lo que realmente estaba haciendo con sus hermanos judíos sino que era contrario a su nombre. El segundo rostro es el de “recaudador de impuestos” En realidad ser publicano implicaba ya una vida de maldad y de robo y trinquete.  Leví era una persona no grata en su sociedad por sus condiciones éticas. El tercer rostro es el que Dios le da. Es el rostro que refleja su nombre “Mateo”. La traducción de Mateo  es “don de Dios”. Mateo es el rostro que Dios impone sobre los otros rostros. Dios quiere que vivamos de acuerdo a como el nos llama y no como nos llamamos y nos llaman. ¿Cómo crees que Dios te ve? ¿Leví, recaudador o Mateo?

Vivimos en un mundo de etiquetas, una vez que alguien te ha puesto una es difícil de quitártela. Pero Dios tiene la capacidad de transformar lo que somos en lo que el desea que seamos.

La segunda área es que Dios sabe dónde estás. Observe que el texto ubica el lugar donde Mateo está. Dios no se refiere a él en un lugar sagrado sino por el contrario en un lugar secular y lleno de corrupción. Es un lugar del gobierno, lleno de situaciones controversiales y cuestionadas. Es como si alguien dijera que Dios se está moviendo en la Asamblea Legislativa, con sus políticos. Nadie espera que Dios haga su movimiento en lugares donde nosotros creemos que Dios no tiene interés ni acceso. Mientras Jesús caminaba, se encontró con Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos (telonion); el cual era una «caseta de cobro». Según un autor la oficina de impuestos en Capernaum se encargaba de los peajes de las mercancías que cruzaban la frontera de la tetrarquía de Antipas, sea a través del lago desde Decápolis o a través del Jordán desde la tetrarquía de Felipe. Las casetas de cobro se habrían localizado en rutas muy transitadas para que funcionarios, como Mateo, tuvieran fácil acceso a la mercancía de los viajeros. Dado que Mateo era uno de los funcionarios de aduana, podía obligar a los comerciantes a detener sus viajes y abrir todos los paquetes.

En tercer lugar Dios sabe dónde podrías estar. Jesús utiliza una sola palabra para el cambio en la vida de Mateo. La expresión que Jesús usa es “sígueme”. El llamado a Levi fue simplemente Sígueme; así que dejó su trabajo de inmediato. Lucas 5.28 dice que Mateo «lo dejó todo» (ASV) al dejar su negocio para seguir a Jesús. Tuvo que haber conocido a Cristo y tenía una fe creciente; de lo contrario, no lo habría seguido tan fácilmente.

Esta expresión le da a Mateo una nueva visión de su vida. Ahora su enfoque sería una persona. Lo llevaría a una nueva dirección. Sería ir a donde Jesús iba y no otro lugar. Una nueva pasión. Era un llamado personal y una orden directa de parte de Jesús.

En segundo lugar tiene que ver con un acto de instrumento. (5:29)

Hay tres elementos básicos que Jesús quiere en nuestras vidas si vamos a ser sus instrumentos. El primero tiene que ver con radicalidad.  Jesús simplemente le dijo a Mateo: «Sígueme». Sin duda había oído hablar de Jesús por algún tiempo, y tal vez había presenciado Sus milagros y enseñanzas. Al igual que habían hecho Pedro, Andrés, Santiago y Juan antes que él (4.18–22), Mateo se levantó y le siguió. Lucas dijo que «dejándolo todo, se levantó y le siguió» (Lucas 5.28). En lugar de los tesoros terrenales que perecen (6.19–21), Jesús le ofreció tesoros en el cielo. Era una oferta que no podía rechazar, y no lo hizo. Mateo dejó su posición de poder, influencia y riqueza, y de acuerdo a las Escrituras, nunca miró atrás.  Y es que los pescadores podrían volver a su pesca, pero el recaudador de impuestos no podía volver a recaudar los derechos de aduana. De todos modos, su lucrativo puesto no tardaría en ocuparse. Y si trataba de conseguir otro trabajo, ¿quién querría contratar a un ex recaudador de impuestos? El segundo tiene que ver con totalidad. Observe la expresión “todo”. Para Mateo no hay compartimentos en su vida que quedan fuera del control de Jesús. Hay tantos creyentes que tienen su vida dividida en compartimientos. No le damos todo a Jesús.  El tercero tiene que ver con movilidad. El pasaje tiene dos verbos dinámicos. El primero tiene que ver con “se levantó”. Es una acción dinámica de movimiento. Es dejar de estar más atado a un realidad de la que Dios ya nos sacó. Y la otra tiene que ver con “le siguió”. Esta acción dinámica implica un nuevo caminar, de acompañamiento a Jesús y a su misión. El cuarto tiene que ver con responsabilidad. Lo que resulta maravilloso en cuanto a Leví es que la rendición de todo lo convirtió en el

“hombre más feliz del mundo”. ¡Estaba tan lleno de un profundo deleite interior que

inmediatamente ordenó una fiesta en honor de Aquel a quien consideraba su Benefactor! La fiesta se realizó en la propia casa de Leví. Reclinados a la mesa con Jesús, sus discípulos y Leví, había una buena cantidad de cobradores de impuestos y “otros”, personas tenidas en baja estima por los “mejores” ciudadanos, por tales notables (¿?) como, por ejemplo, los

fariseos y los escribas que pertenecían a la secta de ellos. No es difícil imaginar a Leví y a todos sus invitados reclinados sobre divanes, camillas, o reclinatorios en torno a mesas bajas; cada persona se recostaba sobre su brazo izquierdo, como era costumbre por lo menos durante las fiestas como la de este ocasión ( Juan. 13:23), y todos disfrutando la comida y la amistad. Podemos entender que Leví invitara con gusto a Jesús. No es extraño que no se dejara a un lado a los discípulos del Maestro, ¿pero por qué también recibió a aquellos “oscuros” personajes, los cobradores de impuestos y pecadores” (cf. v. 29 con v. 30; y véase además, Marcos 2:15)? ¿Baste decir que naturalmente invitaría a los cobradores de impuestos porque hasta este momento estas personas habían sido sus asociados, puesto que él también era un cobrador de impuestos? ¿Pero no podría ser la razón verdadera que Leví tenía un concepto tan elevado de Jesús, que había llegado a ser su Señor y Salvador, que quería que todos incluyendo, por supuesto a aquellos con quienes hasta este momento había estado en estrecha relación, conocieran, amaran y confiaran en este maravilloso Amigo que había descubierto, o más bien, que lo había descubierto a él?

En tercer lugar tiene que ver con un acto de entendimiento. (5:30-32)

Debemos entender que la vida de seguimiento de Jesús no siempre es de experiencias emotivas y positivas. Mateo en sus primeros pasos comprendería que el seguir a Jesús conlleva pagar una cuota de sufrimiento y dificultad. Observe la primera área que Mateo debió enfrentar. Fue el área de oposición. Compartir la comunión de mesa con estas personas era ofensivo para los escribas y los fariseos, y cuestionaron a los discípulos de Jesús acerca de la compañía de la que se hacía rodear. Les dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?

En su estricta interpretación de la ley mosaica, habían desarrollado varias salvaguardas o barreras para evitar que los judíos quebrantaran la ley. Las mismas se habían convertido en tradiciones que los fariseos hicieron iguales a la Ley misma. En algunos casos, se les consideraba como superiores a la Ley. Formaban conversos para observar estas tradiciones. Con respecto a tales prácticas, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros» (Mateo 23.15).26 Por ejemplo, Jesús encontró obvia la hipocresía de ellos en su compromiso con el diezmo (Mateo 23.23) y limpieza ritual (Marcos 7.1–5). Con sus acciones, anulaban el sentido de la Ley. La crítica de esta naturaleza fue dirigida contra los discípulos de Jesús (según Lucas) y aun contra Jesús mismo a través de los discípulos (según Mateo y Marcos). Esto no es una contradicción. Es fácil entender que tanto Jesús como sus discípulos eran objeto del disgusto de los fariseos. Véanse Mateo. 10:25; Lucas 6:40; 10:16.

La segunda área tiene que ver con la ilustración. Los escribas y fariseos veían a Mateo y a sus amigos como pecadores condenados, pero Jesús los veía como pacientes espiritualmente enfermos, que necesitaban la atención de un médico. Es más, había ilustrado esto cuando limpió al leproso y sanó al paralítico. El pecado es como una enfermedad: empieza de una manera pequeña y oculta, crece en secreto, nos quita nuestra fuerza, y si no se cura, mata. Es trágico cuando la enfermedad mata el cuerpo, pero es aún más trágico cuando el pecado condena a un alma al infierno. Los escribas y fariseos eran prestos para diagnosticar las necesidades de otros, pero eran ciegos a las suyas

propias, porque eran pecadores como cualquier otro. Parecían justos por fuera pero eran corruptos por dentro (Mateo 23:25-28). Tal vez no hayan sido hijos pródigos culpables de pecados de la carne, pero eran con certeza hermanos mayores, culpables de pecados del espíritu (Lucas 15:1l-32; 2 Corintios 7:1) Jesús usó una ilustración común de la vida cotidiana para enseñar la lección espiritual requerida. Las personas sanas no buscan médicos; los enfermos sí lo hacen. Jesús es el Gran Médico del alma. Los que se consideraban a sí mismos

espiritualmente sanos, como Sus críticos fariseos lo hacían en esta ocasión, no buscarían un médico que los curara de su enfermedad espiritual. Estaban ciegos a su propia pecaminosidad.

Dios está interesado en todas las dimensiones de mi vida, y está pendientes más que cualquier otro. Simplemente a veces no lo entendemos o no lo percibimos. Sin embargo debemos confiar que estamos en las manos del gran Médico que trae sanidad a nuestras almas.

«…¿que andan pensando?…»

¿Que andan pensando?

Pensar y pensar, lo hacemos constantemente, todos los días. Miles de ideas se cruzan en nuestra mente, tanto que los estudios científicos han determinado que podemos llegar a tener alrededor de unos 60.000 pensamientos al día. Si nos paramos un momento y reflexionamos sobre ellos, nos daremos cuenta de varias cosas: la mayoría se repiten, gran parte de ellos son negativos, y además muchos se refieren a hechos pasados. La cuestión es que lo queramos o no, tal y como dicen los expertos, estos influyen en nuestro estado emocional, en cómo nos sentimos, y al final pueden determinar nuestro comportamiento.

Hay diferentes fuentes de donde viene los pensamientos. Primero pueden venir de nosotros mismos. También pueden venir de nuestro entorno, otra esfera es que vienen del demonio y finalmente pueden venir de Dios.

Dependiendo de la fuente así son nuestras reacciones ante la realidad y la vida misma.

La mayoría de las veces controlamos los pensamientos y otras veces nos controlan a nosotros.

En Lucas 5:17-26 Jesús hace una observación a la audiencia que estaba a su alrededor, principalmente a los fariseos y los escribas de la ley relacionada con el pensamiento.

Ahora bien, Jesús volvió a Capemaum, posiblemente a la casa de Pedro, y la multitud se reunió de nuevo para verle sanar y escuchar sus enseñanzas. Pero esta vez se añadió un nuevo elemento: algunos de los líderes religiosos oficiales de Jerusalén estaban presentes para investigar las obras de Jesús. Tenían todo el derecho de hacerlo, ya que era responsabilidad de los ancianos prevenir que los falsos profetas hicieran descarriar al pueblo (Deuteronomio 13; 18:15-22). Habían interrogado a Juan el Bautista (Juan 1: 19-34) y ahora querían examinar a Jesús de Nazaret.

Pese al asombroso milagro que había realizado en Gadara, toda la ciudad le había pedido a Jesús que abandonara la región. Amablemente se subió en la barca y pasó al otro lado. Hay referencias similares a una «barca» y al cruce del «mar» en el  evangelio de Mateo (8.18, 23, 28), indicando que Jesús viajaba de ida y vuelta entre los pueblos que se encontraban cerca del mar. Jesús regresó del lado oriente del mar, que era predominantemente gentil, al lado oeste, que era principalmente judío. Con el tiempo, vino a su ciudad, es decir, Capernaum, en la costa noroeste del Mar de Galilea (vea el comentario sobre 4.13). En este momento, como antes, puede que haya habitado con Pedro y su familia (8.5, 14; Marcos 1.21, 29; 2.1).

En la narración que nos toca evaluar hoy en el vrs. 22 del capítulo 5 encontramos la siguiente expresión: “¿Qué caviláis en vuestros corazones? Mateo 9  pone la expresión de esta forma . “¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?

Pensar mal, pensar con murmuración, pensar con perspectiva equivocada es la realidad de l audiencia de Jesús en este momento de su ministerio.

Reconozco que mi tendencia es la mayoría de las veces a tener pensamientos de miedo, de derrota o de decepción. Me cuesta mucho asimilar las buenas noticias en mi propia experiencia.

¿Qué nos ocurre ante del desafío de Jesús de no pensar adecuadamente, como Dios desea que pensemos?

 En primer lugar pensar mal muchas veces nos hace perder oportunidades. (5:17)

En este versículo Lucas es el único que menciona un detalle. El dice “Y el poder del Señor estaba con él para sanar”. La traducción literal del texto podría ser: “La eficacia (poder) del Señor obraba en él para curarlos a ellos”. Es extraordinario que Dios estaba conectado en ese momento para obrar algún tipo de milagro en los fariseos  y doctores de la ley. Es una audiencia de élite. Es el claustro de los expertos en teología y pensamiento rabínico. Sin embargo ¿Por qué es que ninguno de ellos recibe el beneficio del poder de Jesús? Simplemente porque sus propios esquemas no permitían la acción de Dios. ¿Cuáles son alguna características del mal pensamiento que nos hace perder la oportunidad de recibir el pode de Jesús? Primero la cultura de pasivismo. Esta es la cultura de espectador y de asistente oyente a las cosa de Dios.  Observan que los fariseos y doctores de la ley el texto narra que “estaban sentados”. Simplemente llegaron con la actitud pasiva. Cuando solamente vivimos una cultura evangélica de espectador, simplemente estamos tan cómodos que creemos que nosotros somos el centro de la atención del momento eclesial.  . Los escribas estaban mirando junto con los discípulos y el resto de la multitud, sin embargo, no sentían ninguna necesidad real ni recibían bendiciones.  Ser espectador no te hace desarrollar una relación profunda con Dios. En segundo lugar elitismo. Estos hombres son el liderazgo de esa nación. Tienen acceso a la casa, están en primera línea, sus asientos están reservados, mientras la inmensa multitud lucha por escuchar a Jesús a estos les abundan privilegios espirituales y sin embargo se  pierden que el poder de Jesús obre en ellos. Es más Marcos agrega a la narración que “se juntaron muchos  de manera que  ya no cabían  ni aun a la puerta. Esto implica una tremenda necesidad afuera, pero adentro hay un gueto de liderazgo que sólo importan ellos. Ese elitismo es adicto a la representación, es adicto a la posición y es adicto  a la adulación. En tercer lugar vemos que el pasaje dice que “habían venido”. Esto tiene que ver con el eventualismo. El meollo del asunto no tiene que ver con que vengas al evento y hayas caminado mucho para lograr llegar, sino que la pregunta es que tan abierto estás en tu corazón. Puedes llegar al evento pero no tener ni un suceso transcendental en tu vida. Las iglesias están llenas de personas que “han venido”, pero que simplemente permanecen iguales con sus mismos problemas y no crecen espiritualmente. Estos asistentes por tener una actitud pasiva, exclusiva y participativa se perdieron de el poder de Jesús. Perdieron una gran oportunidad. Que como iglesias creemos eventos y vengan muchas gentes no quiere decir que el corazón de ellos esté  listo para que Jesús obre en ellos.

En segundo lugar pensar mal muchas veces  permite dificultad. (5:18-19)

Si observamos los hombres que llevaban al paralítico y el mismo paralítico tenían grandes dificultades para tener acceso a Jesús.

La primera dificultad tenía que ver con lo que andaban cargando.

El texto nos narra que aparecieron cuatro hombres. Muchos dicen que eran amigos, aunque el texto no lo menciona. Puede ser. Sin embargo uno puede notar aquí varias cargas. Primero están las cargas que aceptamos. Son las cargas admisibles. Ellos decidieron cargar al hombre y llevarlo a Jesús. ¿Qué los motivó? Pues quizás el amor por este hombre, la lástima o cualquier otra cosa no importa, lo que importa es que ellos decidieron hacer. Estas cargas son las cargas  admisibles. Las admitimos en nuestra vida, son parte de nuestra existencia. La segunda carga son las que se nos imponen. Son las cargas permisibles. Aunque es difícil andar cargando a un enfermo podría ser peor, podrías ser tu el que andan cargando. Este enfermo no dependía de su propia movilización, dependía del deseo y la voluntad de otros. Había perdido toda iniciativa, toda movilidad. La expresión que Lucas usa da a entender que se trata de un cuadripléjico. Sin ninguna movilidad. Pero también hay una tercera carga. Y la que nos descomponen. Estas son las cargas invisibles. Es curioso que cuando este hombre llega ante Jesús, le resta importancia a la parálisis y se enfoca más en el pecado del hombre. Esa era su carga invisible. Uno se pregunta ¿cómo puede pecar un hombre completamente inmovilizado? Lo que demuestra que el pecado no necesariamente es de acción sino de intención. Son las intenciones tan pecaminosas que aunque no las llevemos acabo nos afectan y separan de Dios. Estas eran las 3 cargas que andaban los protagonistas  de la narración.

La segunda dificultad estaba asociada con lo que estaban procurando.

Observemos que el pasaje nos dice  que ellos “procuraban”. La expresión tiene que ver con planear, anhelar, buscar y pensar. Este es el plan de ellos. Tienen una dirección, una visión y una misión. Todos en la vida hemos planeado cosas y nos procuramos cosas. Sin embargo habrá momentos en los cuales no lograremos  hacer lo que nos estamos proponiendo en el momento  y en las condiciones que nosotros queremos. Note que la búsqueda de ellos es genuina, pero de repente el plan debe cambiar y deberán improvisar y reajustarse a la situación si quieren lograr lo que desean. Ese cambio de visión y acción muchas veces simplemente nos hace sentirnos desubicados y frustrados porque no vamos en la dirección que procuramos.

La tercera dificultad estaba asociada con lo que estaban adaptando. Debemos observar que el cambio los llevó a un grado de  mayor de dificultad y riesgo. Esta adaptación siempre conlleva primero cambio. Nos trae cambios que no esperábamos. Observe que el cambio los llevó de la puerta al techo. Este cambio nos enfrentará con situaciones inesperadas  e inimaginables. Los cambios muchas veces pueden ser traumáticos. Así que adaptarse es cambiar. Pero también adaptarse no sólo implica cambiar sino que también implica esforzar. El problema es que tendrás que invertir más tus recursos y esfuerzos, porque Dios te ha llevado por el camino largo. Esa impresión de que en lugar de hacerse más fáciles las cosas se hacen más complicadas. Eso nos puede hacer pensar mal y ser cuestionados por Jesús. Pero también implica arriesgar. Si observamos los relatos de los otros evangelios ellos rompieron el techo y bajaron al enfermo por ese lugar. Esto es correr riesgos a ser cuestionados, ser acusados o demandados. Si te estás adaptando estás cambiando, esforzando y arriesgando.

En tercer lugar el pensar mal descubre la prioridad. (5: 20-21)

Una vez en la presencia de Jesús, el recibe una palabra de Dios. Pero observe que la palabra que Dios le da no es necesariamente la que el está esperando. Esta palabra de Jesús trae un ajuste de prioridades en la vida de todos los que están allí. El primer ajuste que Dios hace es entre lo primario y lo secundario. La mayoría de las personas siempre se van por las cosas secundarias sacrificando lo primario. Para este hombre lo primario era su parálisis pero para Jesús es lo primario su vida espiritual. Un segundo ajuste tiene que ver entre lo externo y lo interno. La gente piensa que Dios debe trabajar en lo visible, pero Dios está trabajando en lo invisible. Queremos que Dios nos haga un ajuste cosmético en lugar de un ajuste espiritual. También hay un tercer ajuste que tiene que ver entre lo interno y eterno. Jesús está mejorando su vida para la eternidad y no sólo para la externidad de la vida del paralítico. Solamente el y Cristo sabían cuáles eran sus pecados.

En cuarto lugar el pensar mal descubre nuestra realidad. (5:21-22)

Ahora entraremos en el pensamiento de los doctores y escribas una vez que escuchan a Jesús decir el perdón de pecados. ¿Cuál era la realidad de los fariseos y los escribas? La primera realidad de los fariseos y escribas es de hostilidad. Observe que están cuestionando. Hacen dos interrogantes. Una es una declaración de condena. Ya están condenando de blasfemia. Cuestionando su capacidad y cuestionando su deidad. Esa es la realidad de la élite religiosa. Los escribas estaban en lo cierto al creer que sería una blasfemia que alguien más que el Hijo de Dios hiciera las declaraciones que Jesús estaba haciendo. Jesús sin duda declaró la salvación del hombre para obligarlos a sacar conclusiones acerca de Él. Tenían razón en creer que solo Dios puede perdonar pecados. Este principio cuestiona la práctica de algunos líderes religiosos hoy que, después de recibir una confesión y asignar una penitencia, le anuncian al confesor: «¡Tus pecados son perdonados!». Los escribas entendían correctamente que Jesús estaba alegando no solo anunciar el perdón de Dios, sino también concederlo. Si Jesús podía sanar, entonces, asumiendo que la enfermedad y el pecado estaban vinculados, ¡seguramente podía perdonar pecados también! Si no podía perdonar pecados, entonces era culpable de blasfemia. «Blasfemia»  puede definirse como una detracción del poder y las prerrogativas de Dios. El término básicamente quiere decir «hablar mal de, o difamar a una persona», un uso común en griego clásico y ocasionalmente en el Nuevo Testamento. Podría incluir cualquiera o todos los siguientes: 1) atribuir cualquier cosa indigna a Dios, 2) negar algo digno a Dios, 3) reclamar para otro el poder o autoridad que pertenece exclusivamente a Dios. Haber alegado tener poder constituyó el pecado de Moisés en el desierto cuando golpeó la roca después de que Dios solo le había dicho que le hablara (Nm 20.8, 12). Se excedió a su autoridad. El acto mostró falta de respeto por la santidad de Dios. Respetar a Dios como «santo» incluye obedecer exactamente todos Sus mandamientos. El hecho de que Jesús alegara tener los poderes de Dios parecía una blasfemia para los escribas. No se equivocaban en su lógica, sino en su premisa básica de que Jesús no provenía de Dios ni era divino. Al profesar perdonar pecados, Jesús sestaba proclamándose a sí mismo como Dios o al menos afirmando tener autoridad divina. Deberían haber preguntado, «¿Puede ser este el portavoz de Dios?» o más allá de eso, «¿Puede ser este Dios?». Sus prejuicios les impidieron hacer cualquier pregunta. La ira de los escribas mostró que consideraban que el perdón era solo una prerrogativa divina y rechazaban cualquier pensamiento de que Jesús tuviera ese derecho. En su opinión, entonces, ¡tenía que estar terriblemente equivocado o ser terriblemente pecaminoso.

La segunda realidad es la de Jesús es de autoridad.  La realidad de Jesús es de enfrentar el pensamiento complejo con el pensamiento sencillo. Observe que la expresión que Jesús usa es “qué es más fácil.” Por un lado, era más fácil decir «Los pecados te son perdonados», porque no había manera de que los espectadores

confirmaran ni negaran la validez de la declaración. En contraste, decir «Levántate y anda», podría evaluarse fácilmente con la reacción del paralítico. Si el hombre no respondía, Jesús quedaría expuesto como un fraude. Por otro lado, ciertamente era más difícil decir: «Los pecados te son perdonados», porque ofrecer perdón es únicamente una prerrogativa divina. A un hombre podría habérsele dado el poder de curar a otros físicamente, sin embargo, no significaba que tenía derecho a pronunciar el perdón de pecados. Jesús, como el Hijo divino de Dios, deseaba que Sus críticos entendieran que para Él era tan fácil decir «Los pecados te son perdonados» como decir «Levántate y anda»; demostrando con ello que poseía el poder de sanar física y espiritualmente.  Dio una respuesta indirecta a sus preguntas de 2.9, diciendo: ¿Qué es más fácil…? La declaración demuestra Su autoridad más que cualquier otro texto. Jesús usó milagros en Su ministerio de la misma manera que Juan el apóstol lo hizo al registrarlos, como señales para causar una fe salvadora. Dio a entender que Sus milagros, incluso los pocos que fueron escritos para nosotros, son suficientes para redargüir, convencer y conducir a la salvación (Juan 20.30, 31). Jesús podía ver sus pensamientos tan fácilmente como podía ver sus pecados o arrepentimiento invisible. Podía realizar Su labor tanto en el ámbito de lo invisible como de lo visible. El hecho de que Él hablara verdad o blasfemia sería el dilema entre Él y ellos hasta que Su obra terrenal terminara. El evento en 2.6–12 fue evidentemente el comienzo de la oposición de ellos contra Jesús. La tercera realidad tiene que ver con potestad. El Señor había mostrado Su potestad sobre el mundo natural y el mundo espiritual, y aquí demostró Su autoridad en el mundo eterno (vea comentarios sobre 7.28, 29; 8.9). Sea desde el cielo o en la tierra, Él tenía la potestad de perdonar pecados. Esta autoridad se ajusta a la auto designación usada por Jesús, el Hijo del Hombre. En la profecía de Daniel 7.13, 14, el Anciano de días presentó al Hijo del Hombre con «dominio, gloria y reino». Como prueba de Su potestad para perdonar pecados, Jesús dijo al paralítico: «Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa». El hombre había sido llevado en su cama a Jesús (9.2) y le fue dicho que cargara su propia cama y volviera a casa. En los días de Jesús, la mayoría de las personas dormían sobre alfombras acojinadas en el suelo. Así, la colchoneta [NVI] sería una especie petate.

La cuarta realidad tiene que ver con emotividad. El versículo 12 muestra que cuando el paralítico se levantó en seguida por orden de Jesús, y tomando su lecho, salió delante de todos, ellos dijeron: Nunca hemos visto tal cosa. Tampoco la humanidad ha visto nada comparable en más de dos mil años desde entonces. Mateo 9.8 dice que estos testigos «se [maravillaron]»; Lucas 5.26 tiene «sobrecogidos de asombro». Los tres Evangelios Sinópticos mencionan que todos se asombraron, y glorificaron a Dios. En resumen, la palabra hablada de Dios es poderosa. Algo que era imposible fue posible por la palabra de Jesús, de manera que un hombre paralítico caminó a casa cargando su lecho después de que Jesús habló. A veces podemos tener grandes emociones pero estar en acto de incredulidad y negación de las cosas espirituales.

¿Qué anda pensando? ¿Qué le está haciendo perder ese pensamiento que tiene? El pensar mal tiene que ver con perder oportunidad, con producir dificultad, con reenfocar prioridad y finalmente descubre nuestra realidad.

«…le tocó…»

El autor Gary Chapman en su libro “Los cinco lenguajes del amor” habla de la importancia que el toque físico tiene en nuestras vidas. Él explica con mucha claridad cómo un abrazo, una palmada en la espalda, una caricia puede comunicarnos amor, afecto, aceptación y cuán necesario es esto en nuestras vidas.

También nos habla que el toque de una palabra puede ser una afirmación útil para que nosotros sigamos adelante y para que venzamos obstáculos. Y si esto hace el toque de una persona en nuestras vidas, y es tan necesario porque hay estudios que indican que cuando este toque físico, este toque de la palabra no está en nuestras vidas, nuestra espina dorsal emocionalmente se seca. Y somos personas con una personalidad disfuncional. Para que la personalidad funcione emocionalmente bien necesitamos este tipo de toques. Cuánto más el toque de Dios es necesario en nuestras vidas para cambiarnos y para transformarnos. Por qué razón? Porque Dios nos ha creado y como él nos ha creado él es el que nos sostiene. Él es el que nos sustenta, él es el que nos sujeta, pero también él es el que nos transforma.

Si usted busca la palabra tocar en una concordancia bíblica, descubrirá que en muchos casos involucra al Señor Jesús. A lo largo de los evangelios, las personas fueron sanadas de enfermedades, dolencias y discapacidades cuando el Señor las tocó. Pero su toque iba más allá de lo físico y alcanzaba sus necesidades espirituales.

Hoy en día, vemos con frecuencia la palabra tocar en el contexto de escándalo, indecoro o inmoralidad. Sin embargo, el ministerio requiere de manos que se extiendan para ayudar y servir mientras proclamamos la buena nueva de Cristo. Tocamos vidas no solo hablando a los demás del Señor Jesucristo, sino también demostrándoles amor y compasión genuinos.

La porción de Lucas 5: 12-15 nos narra una historia donde Dios toca a una persona. Y ese toque significó una tremenda experiencia para la vida del tocado. ¿Qué implicaciones tuvo ese toque? ¿Por qué razón Jesús lo tocó? Hay tres eventos alrededor del toque de Dios.

El primero tiene que ver con la motivación del  toque de Dios, el segundo tiene que ver con la ministración del toque de Dios y finalmente la manifestación del toque de Dios.

Veamos en primer lugar la motivación del toque de Dios. (5:12)

Hasta ahora el Señor ha mostrado su autoridad sobre la Palabra, los demonios, la enfermedad, pero ¿y sobre las que acarreaban inmundicia? Esas son más que una enfermedad. A estas personas se las consideraba bajo castigo divino. El encuentro de Jesús con un leproso nos dará la respuesta.  ¿Qué motivó al Leproso a buscar la sanidad? ¿Y que motivó a Jesús a responderle?

Una primera cosa que podemos observar tiene que ver con la soberanía de Jesús. Observe que el pasaje comienza diciendo “sucedió que estando él”.  En este momento Dios en su soberanía se hace presente en el lugar donde puede ser alcanzado por este leproso. ¿Qué es la soberanía de Dios? La soberanía de Dios es la enseñanza cristiana de que Dios es la autoridad suprema y todas las cosas están bajo su control.  Primero la soberanía está vinculada con suceso. La expresión “sucedió” en griego se puede traducir como aparecer en la historia. Todo lo que aparece en la historia grupal como personal, demuestra que Dios lo está permitiendo, controlándolo y llevándolo hacia un propósito de su gloria. Siempre que hablamos sobre la soberanía de Dios como doctrina nos queda la impresión de ser un discurso pesado, complejo, duro de digerir. Es, de hecho, un tema complejo para nuestras mentes, pero es en la vida diaria que notamos el impacto de esta doctrina. Soberanía tiene que ver con control, y nosotros adoramos tener el control. Cuando una persona sufre un violento ataque criminal, sea un asalto o un secuestro, la sensación de inseguridad se manifiesta en el sentimiento de ya no tener el control de lo que pasará cuando estemos en la calle. Perder el empleo implica en perder el control de los ingresos financieros, por lo que genera una infinidad de dudas e inseguridad personal. Estar postrado en una cama de hospital, padeciendo de una enfermedad terrible o incurable igualmente trae el sentimiento de impotencia exactamente por no tener el control sobre la salud. Pero la verdad es que no tener el control no es un problema en sí mismo, el sufrimiento está en querer tener este control y no poder. Sufrimos por desear tener el control que Dios tiene, por querer ser Dios y no poder. La ansiedad es la manifestación cotidiana de este sufrimiento. No es necesario una crisis grave o un trauma, sino que en los evento más normales de la vida, como alimentación y vestuario, es cuando manifestamos, de forma menos intensa pero constante, la mayor frustración humana: el hecho de no ser Dios. Ansiedad, entonces, es el deseo de querer tener todo bajo control sin poder hacerlo, pero aun así seguir intentando, a través de una fuerte inquietación, controlar la situación. Dios tiene el control; Él es soberano. El hace lo que a Él le place y determina si nosotros podemos hacer lo que hemos planeado. Esta es la esencia de la soberanía de Dios; su absoluta independencia para hacer lo que le satisface y su total control sobre las acciones de todas sus criaturas. Ninguna criatura, persona o imperio puede frustrar su voluntad o actuar fuera de sus límites. Segundo la soberanía está  vinculada con acceso. La frase que el texto establece es “que estando él”. Así como Dios controla los sucesos, y los lleva hacia una situación especial, debemos entender que muchas veces esos sucesos nos dan acceso a la presencia de Jesús. Lo que sucede no es un suceso histórico despojado de la presencia de Jesús. Dios ha prometido estar siempre con nosotros, pero a menudo no somos conscientes de su presencia constante en nuestras vidas. Es fácil involucrarse tanto en las exigencias de la vida diaria que no nos damos cuenta de Dios. Nos preguntamos cuándo -si es que alguna vez- podemos experimentar la emoción de encontrarnos con él de nuevo. La buena noticia es que Dios ama estar cerca de nosotros y quiere que lo conozcamos mejor. Si anhelas experimentar más de su presencia, puedes dar pasos que te lleven más cerca de Él, Invitándolo a dar a conocer su presencia más fuertemente en tu vida. Yo creo que no debemos temer si nuestros sucesos son traumáticos si aprendemos a reconocer que Dios está en ellos y va a actuar de una determinada manera. Tercero la soberanía de Dios está vinculada a proceso. Si observamos dice el pasaje que es un proceso de selección. “en una de la ciudades”. Había muchas ciudades, pero Jesús escoge la que pueda darle acceso al leproso. Dios tiene la capacidad de elegir el momento y el lugar y que proceso va a desarrollar para ejercer su toque.

Una segunda cosa que podemos ver además de la soberanía es la sintonía. Observe que el pasaje dice “se presentó un hombre.” Es decir estaba presente en el lugar indicado para que problema fuera solucionado. Está en el centro del mover de Dios y por eso alcanzará sanidad. No podemos recibir sanidad si no estás en el lugar correcto de Dios.

Una tercera motivación no sólo era la soberanía de Dios, o la sintonía con Dios sino que también podemos ver la agonía del hombre.  La expresión fuerte es “lleno de lepra”. No solo es que tenga lepra sino que está “lleno” de ella. Una cosa es que tengas problemas y otro es que estés lleno de ellos. En los tiempos de Jesús la lepra era una enfermedad incurable y muy contagiosa. La persona que llegaba a tenerla quedaba terriblemente marcada. Con el desarrollo de la enfermedad, el leproso se convertía en un ser repulsivo para sí mismo y para los demás. La lepra discurría por diferentes etapas en las que poco a poco la persona iba perdiendo su aspecto humano. Los nervios eran afectados y perdían la sensibilidad, los músculos degeneraban, los tendones se contraían hasta el punto de dejar las manos como garras, se producían ulceraciones crónicas en los pies y en las manos seguidas de la progresiva pérdida de los dedos y finalmente de la mano o el pie enteros.

Debido a la posibilidad de contagio, el enfermo era separado de su familia y de toda vida social. Por esta razón, habitualmente eran compañeros de los muertos y de los endemoniados en las tumbas practicadas en las laderas de los montes.

Pero lo que aún era más doloroso, es que la lepra hacía a las personas ceremonialmente impuras. En algún momento, este hombre habría sido examinado por un sacerdote y diagnosticado como leproso. Desde entonces estaba obligado a vivir al margen del pueblo de Dios y excluido de la vida religiosa de Israel (Levítico 13:45-46). Unido a esto estaba la terrible duda que se generaba en el leproso de si tal vez Dios mismo lo rechazaba.

Y al tratarse de una enfermedad incurable en esos días y que conducía por etapas inaplazables a la muerte, se entendía que un leproso era un muerto en vida. El sumo sacerdote Aarón lo expresó con exactitud cuando intercedió por su hermana María: era «como un cadáver, cuya carne estaba medio destruida» (Nm 12:12).

Una última motivación tiene que ver con la cercanía. Así que motivado por su agonía, el leproso busca que Jesús lo limpie. Necesita cercanía con Jesús. Observe que los actos que el realiza los hace con la lepra todavía encima.  Su atrevido acercamiento al Señor, en contra de la Ley y a pesar de la segura oposición y repugnancia de las gentes, indica que había oído o visto bastante del poder del Salvador para despertar en él una fe viva.  Por otra parte, también es importante notar la actitud de Jesús. Contrariamente a lo que habría hecho cualquier rabino de su tiempo, Jesús no se alejó de él, sino que permitió este acercamiento, e incluso, cuando llegó el momento, también él se acercó al leproso al punto de tocarle para sanarle. La cercanía en momentos de angustia tiene que ver primero con tu visión. A veces la mejor forma de olvidar lo que nos molesta es cambiar de visión, y ese cambio tiene que ver con enfocarse en la persona de Jesús. En segundo lugar la cercanía tiene que ver con tu adoración. Observe que el pasaje dice: «Rogándole; e hincada la rodilla»: Se presentó ante el Señor con toda humildad, sabiendo que nada merecía. No tenía nada que ofrecer a cambio y por lo tanto se acogía a la gracia del Señor.

Una tercera cosa tiene que ver con tu petición. «Si quieres»: No hemos de entender una falta de fe, sino la evidencia de una actitud de humildad, de dependencia de su gracia. Tenía una visión maravillosa del poder del Señor, pero aún no conocía su amor y misericordia. «Puedes limpiarme»: «Limpiar» en lugar de «curar» o «sanar». Esto indica que

Hasta aquí hemos observado que los gestos de motivación para lograr el toque de Dios están vinculados con la soberanía, con la sintonía, la cercanía.

¿Qué cosas podrá estar diciéndonos el Espíritu de Dios con respecto a nuestras motivaciones espirituales?

 La primera cosa que viene a mi mente es la palabra “ruptura”. Esto es lo que quiere el Dios encarnado en Jesús: limpiar el mundo de exclusiones que van contra su compasión de Padre. No es Dios quien excluye, sino nuestras leyes e instituciones. No es Dios quien margina, sino nosotros. En adelante ha de quedar claro que a nadie se ha de excluir en nombre de Jesús. Seguirle a él significa no horrorizarnos ante ningún impuro. No retirar a ningún «excluido» nuestra acogida. Para Jesús, lo primero es la persona que sufre, y no la norma. Poner siempre por delante la norma es la mejor manera de ir perdiendo sensibilidad ante los despreciados y rechazados. La mejor manera de vivir sin compasión.

La segunda cosa que viene a mi mente es la palabra “cobertura”. En la sociedad judía, el leproso no era solo un enfermo. Era, antes que nada, un impuro. Un ser estigmatizado, sin sitio en la sociedad, sin acogida en ninguna parte, excluido de la vida. El viejo libro del Levítico lo decía en términos claros: «El leproso llevará las vestiduras rasgadas y la cabeza desgreñada… Irá avisando a gritos: “Impuro, impuro”. Vivirá aislado y habitará fuera del poblado». La actitud correcta, sancionada por las Escrituras, es clara: la sociedad ha de excluir a los leprosos de la convivencia. Es lo mejor para todos. Una postura firme de exclusión y rechazo. Siempre habrá en la sociedad personas que sobran.

Jesús se rebela ante esta situación. En cierta ocasión se le acerca un leproso avisando seguramente a todos de su impureza. Jesús está solo. Tal vez los discípulos han huido horrorizados. El leproso no pide «ser curado», sino «quedar limpio». Lo que busca es verse liberado de la impureza y del rechazo social. Jesús queda conmovido, extiende su mano, «toca» al leproso y le dice: «Quiero. Queda limpio». Jesús no acepta una sociedad que excluye a leprosos e impuros. No admite el rechazo social hacia los indeseables. Jesús toca al leproso para liberarlo de miedos, prejuicios y tabúes. Lo limpia para decir a todos que Dios no excluye ni castiga a nadie con la marginación. Es la sociedad la que, pensando solo en su seguridad, levanta barreras y excluye de su seno a los indignos.

La tercera palabra tiene que ver con apertura. Como siempre, lo importante es saber en qué Dios cree uno. Si Dios es un ser exigente y siempre insatisfecho, que lo controla todo con ojos de juez vigilante sin que nada se le escape, la fe en ese Dios podrá generar angustia e impotencia ante la perfección nunca lograda. Si Dios, por el contrario, es el Dios vivo de Jesucristo, el amigo de la vida y aliado de la felicidad humana, la fe en ese Dios engendrará un sentimiento de culpa sano y sanador, que impulsará a vivir de forma más digna y responsable. La oración del leproso a Jesús puede ser estímulo para una invocación confiada a Dios desde la experiencia de culpa: «Si quieres, puedes limpiarme». Esta oración es reconocimiento de la culpa, pero es  también confianza en la misericordia de Dios y deseo de transformar la vida.

En segundo lugar vemos la ministración del toque de Dios. (5:13-14)

La respuesta no tardó en venir, y con palabras de poder y autoridad, a la vez que de amor y compasión, sanó al leproso. Y aquí hay algo completamente nuevo en lo que nos tenemos que detener a meditar. Mientras que los sacerdotes del orden de Leví podían examinar al leproso y declararlo limpio en el caso de que hubiera sanado, sin embargo, de ninguna forma podían quitar su lepra. Por otro lado, el sacerdote sólo declaraba limpio al que había sido leproso una vez que había realizado el sacrificio correspondiente y derramado la sangre. Todo esto nos lleva a la conclusión inevitable de que cuando Jesús pronunció estas palabras estaba asumiendo su propio sacrificio en la Cruz a favor de los pecadores.

La ministración del leproso está rodeada de cinco gestos de Jesús, son gestos que nos sanan. El primer gesto está asociado con la frase “entonces extendió la mano”. La expresión es dinámica e inmediata. Este es el gesto que comunica aceptación. En los ojos y en los corazones de muchas personas del mundo actual hay indicios de duda, de miedo y desesperanza. Gran parte de la inseguridad del mundo se ha filtrado a nuestros hogares y a nuestras vidas personales. Sin importar la edad que tengamos o las circunstancias en las que estemos, todos tenemos la necesidad de saber que tenemos poder en el presente y esperanza en el futuro. Las manos son una de las partes simbólicamente expresivas del cuerpo. En hebreo, el término yad, que se utiliza con más frecuencia para decir “mano”, también tiene un significado metafórico de poder, fortaleza y vigor Por ende, las manos representan poder y fortaleza. El estar en las manos de Dios parece sugerir que no sólo estamos bajo Su constante cuidado, sino que también estamos bajo la guardia y protección de Su poder maravilloso. A lo largo de las Escrituras se hace referencia a la mano del Señor, y Su ayuda divina se manifiesta una y otra vez. Sus poderosas manos crearon mundos, pero aun así, fueron tan suaves como para bendecir a los pequeñitos. El segundo concepto aparece en la expresión “le tocó”. Este es el gesto que comunica inclusión. La expresión es muy ilustrativa y dinámica. El griego refleja aferrarse, adherirse incluso algunas veces se puede utilizar como agredir a alguien. Es un toque fuerte y dinámico. El leproso sintió fuertemente la mano de Jesús en su vida.  El tercer concepto aparece en la expresión “quiero se limpio” Este es el gesto que comunica dignificación. Me encanta la expresión “quiero”. Esta expresión se puede traducir como gustar de hacer una cosa. Me encanta el hecho de que Jesús dignifica a este hombre porque le emociona hacerlo, porque lo ama y lo acepta tal como es. Es importante notar que Jesús acepta la petición de este hombre y al final obtiene lo que pidió. La cuarta frase es “al instante la lepra se fue de él”. Este es el gesto que comunica solución. A veces solo se necesita un instante para que la cosas cambien. Debemos orar para que el instante de Dios venga a nuestra vida. Por otro lado me parece muy interesante que el texto diga “se fue de él”. El griego es alejarse, partir , irse lejos. Es decir lo que me afecta, lo que me ha cargado durante mucho tiempo Dios lo alejará para siempre y seremos libres. 

La quinta frase es “le mandó”. Este es el gesto que comunica instrucción. Jesús dio a este hombre varias instrucciones específicas con respecto al resultado de su sanidad. La primera le advirtió sobre la publicidad de su sanidad. una Después de sanar a un leproso, (Marcos 1:41-42) «Jesús entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, y le dijo: Mira, no digas a nadie nada…» (Marcos 1:43-44). En nuestra opinión, parecería que Jesús quería que todos supieran acerca del milagro, pero Jesús sabía que la difusión sobre estos milagros podrían obstaculizar su misión y desviar la atención pública de su mensaje. Marcos registró que esto fue exactamente lo que sucedió. En la emoción de este hombre sobre su milagrosa sanidad, Él desobedeció. Como resultado, Cristo tuvo que mover su ministerio fuera de la ciudad y hacia las regiones desérticas (Marcos 1:45) «de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a Él de todas partes». En segundo lugar le dio una advertencia de prioridad. Además, Cristo, aunque había limpiado al leproso, aun así, le exigió que fuera obediente a la ley de la tierra, ir inmediatamente al sacerdote, y que no se demorara y se detuviera a hablar acerca de su sanidad. También era posible que si él no iba pronto, hombres malpensados irían antes que él, persuadirían al sacerdote y evitarían que su declaración de la sanidad fuera verdad, por haber sido hecha por Jesús. Era aún más conveniente que el sacerdote declarara que era una sanidad verdadera, y no que los judíos pudieran sospechar respecto a que fuera un verdadero milagro. Por último, Jesús no quiso que la gente se enfocara en los milagros que Él realizó, sino en el mensaje que proclamó y la muerte que iba a sufrir. Lo mismo ocurre hoy en día. Dios prefiere que nos centremos en el milagro sanador de la salvación a través de Jesucristo, en lugar de centrarnos en otras sanidades y/o milagros. Vé, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó para testimonio a ellos»

Cuando el leproso sanado fue al templo, los sacerdotes seguramente tuvieron que acudir a la ley para refrescar la memoria en cuanto a la clase de sacrificios que debían ofrecerse cuando un leproso era sanado, pues ya habían transcurrido varios siglos desde que algo así había ocurrido en Israel.

Pero con todo esto, el Señor quería enseñar algunas cosas esenciales.

Primeramente, dejó claro que él respetaba la Ley en todas sus partes hasta que fue cumplida por el Sacrificio que él mismo realizó en la Cruz.

Pero había otra finalidad más en este mandamiento. El Señor pretendía que la vida social y religiosa de aquel hombre en Israel fuera completamente restaurada, y los encargados de hacerlo eran los sacerdotes siguiendo las instrucciones que marcaba la ley.

Al mismo tiempo, el hecho de que el leproso sanado se presentará ante el sacerdote para ser examinado por él, serviría para verificar que la curación había sido verdadera (Lv 13). Y de esta forma el Señor estaba enviando un mensaje claro a los sacerdotes acerca de quién era él. Esta era una de las credenciales que Jesús refirió a Juan el Bautista como evidencia de que él era el Mesías: (Mt 11:3-5) «…¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados…». Con esta acción estaba manifestando que el Reino de Dios estaba llegando a ellos.

Pero incluso en el tipo de sacrificio que se debía ofrecer en esa ocasión había algo único que anunciaba la obra de Cristo. A diferencia de otros sacrificios, aquí se requerían dos animales (dos avecillas) en lugar de uno sólo. Una de las avecillas era muerta y su sangre se derramaba sobre la avecilla que quedaba viva. Después la avecilla viva era soltada y emprendía su vuelo al cielo. ¡Qué hermosa ilustración de nuestro Señor Jesucristo que una vez resucitado conservaba las marcas de su muerte, y ascendía glorioso al cielo! ¡Qué poderoso testimonio tuvo que ser para los sacerdotes cuando escucharan de su resurrección y ascensión al cielo!

En tercer lugar la manifestación del toque de Dios.  (5:15-16)

¿Cuáles fueron los resultados en la vida del leproso después de haber sido sanado?

Primero enfrentó su sanidad con una reacción. » Observe que Marcos incluye un colofón «Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho» ¿Por qué no obedeció al Señor después de ser sanado? ¿Llegó realmente a presentarse al sacerdote?

Suponemos que el hombre tenía el ardiente deseo en su corazón de contárselo a todo el mundo, y lo hizo. Seguro que mientras lo hacía alababa al Señor por lo que había hecho con él, pero sin embargo, la obediencia es la mejor de las alabanzas.. Segundo enfrentó su sanidad con una emoción. Nuestras buenas intenciones y deseos no justifican nuestras desobediencias. El celo no es sustituto de la obediencia. Esto es muy peligroso. No porque te sientas bien y alegre y Dios te haya ayudado olvides obedecer a Dios.

Tercero enfrentó su sanidad con una complicación. «Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad» ¡Qué irónico! Antes de ser sanado, Cristo podía andar por la ciudad, pero no el leproso. Ahora que fue sanado, el leproso podía andar por la ciudad, ¡pero no el Señor! Y el hecho aun adquiere mayor trascendencia cuando pensamos en el hecho de que para que el pecador pudiera ser aceptado por Dios, Jesús mismo tuvo que exclamar en la Cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mt 27:46).

Es interesante que muchas veces la bulla y los testimonios extraordinarios de hermanos en nuestras iglesias son de esta forma. Muy emotivos pero carentes de la gloria de Jesús.

El toque de Dios es una acción impresionante en nuestra vida. ¿Qué hace que Dios nos toque? Primero está la motivación con la que nos acercamos a Dios. Esa motivación tiene que ver con la soberanía de Dios, la sintonía con Dios, y la cercanía hacia Dios. En segundo lugar vimos que está la ministración del toque de Dios. Este toque está vinculado con los gestos de Dios. Hay un gesto de aceptación, un gesto de inclusión, un gesto de dignificación, un gesto de solución y finalmente un gesto de instrucción. Y la tercera cosa es la manifestación del toque de Dios. Hay una manifestación de reacción, de emoción y de complicación.

Que Dios nos ayude a ser obedientes cuando el ponga su mano sobre nuestras vidas.