Creo que muchas veces en la vida nos fijamos en cosas que no son tan importantes. La tendencia del ser humano es una inclinación a ser visto, a que se fijen en él. Nos fijamos en el vestido de las personas, sus posesiones, donde viven y sacamos conclusiones, muchas veces erradas. ¿Qué le hace a usted que se fije en una persona? ¿Qué cosas le llaman la atención?
A Jesús también le llamaban la atención muchas cosas. De hecho muchas veces las situaciones que le llamaban la atención pasan desapercibidas de la gente importante. Mientras la sociedad de Jesús ponía su atención en los importantes, Jesús hacia todo lo contrario. El punto de atención de la inmensa mayoría es en cosas secundarias y triviales.
En Lucas 5:27-32 encontramos una historia sobre un hombre al cuál Jesús fijó su atención. Es el caso de Mateo el recaudador de impuestos. Una persona no muy grata en la sociedad de la cuál era miembro. En este pasaje podemos ver como Jesús se mueve. Hay tres movimientos de parte de Jesús. El primer movimiento es un movimiento de ubicación. (5:27-28). El segundo movimiento es un movimiento de inclinación (5:29-30) y el tercer movimiento es un movimiento de comprensión. El primer movimiento tiene que ver con la elección, el segundo movimiento tiene que ver con la decisión y el tercer movimiento tiene que ver con la aceptación.
En primer lugar veamos un acto de conocimiento. (5:27-28)
Si usted es sincero, podrá decir que hay momentos en que percibimos como que Dios no sabe lo que está haciendo, que parece que no conoce nuestras situaciones desesperantes. Sin embargo si hay una cosa que he entendido es que Dios está más pendiente de nosotros de lo que nos imaginamos. Dios tiene conocimiento de todo lo que ocurre alrededor de nosotros. Si vemos este pasaje Jesús conocía mucho mejor a Mateo que cualquier otro. Observemos las áreas del conocimiento de Dios en la vida de Mateo.
La primera área que vemos es que Dios sabe cómo estás. Mateo se identificó a sí mismo como «Mateo» (Mt 9.9; vea Marcos 3.18); Lucas 5.27 le llama «Levi», un
«publicano» (KJV). El uso de dos nombres era tan común entonces que casi esperaríamos que todos en los Relatos del Evangelio tengan dos nombres. «Mateo» es el nombre alternativo para «Leví». En Mateo 10.3, se le designa como «el recaudador de impuestos» en la NASB. Jesús tomó decisiones sorprendentes cuando llamó a Sus discípulos. Mateo era un paria de la sociedad judía. Los publicanos (recaudadores de impuestos) eran conocidos por inflar sus comisiones y cooperar con Roma. Se les consideraba extorsionistas o incluso traidores por parte de la gente ordinaria. Los judíos generalmente despreciaban a los recaudadores de impuestos; Mateo solo habría tenido amigos entre los de su clase. Sin embargo, en la voluntad del Padre, el hecho se convirtió en un vivo ejemplo de cómo Jesús atrajo a toda clase de personas hacia Él. La cruz sería el catalizador que calentó los corazones de muchos y se convirtió en el poder de atracción (vea Juan 12.32)
En Mateo se encuentran las luchas que todo ser humano tiene. Vivimos de roles y apariencias. Mateo tiene tres rostros. Primero el que debe presentar como “Leví”. Según el diccionario bíblico define el término como “el que une” O “el unido” otros lo traducen con el que “une a sus hermanos”. Y en realidad, su nombre no estaba de acuerdo a lo que realmente estaba haciendo con sus hermanos judíos sino que era contrario a su nombre. El segundo rostro es el de “recaudador de impuestos” En realidad ser publicano implicaba ya una vida de maldad y de robo y trinquete. Leví era una persona no grata en su sociedad por sus condiciones éticas. El tercer rostro es el que Dios le da. Es el rostro que refleja su nombre “Mateo”. La traducción de Mateo es “don de Dios”. Mateo es el rostro que Dios impone sobre los otros rostros. Dios quiere que vivamos de acuerdo a como el nos llama y no como nos llamamos y nos llaman. ¿Cómo crees que Dios te ve? ¿Leví, recaudador o Mateo?
Vivimos en un mundo de etiquetas, una vez que alguien te ha puesto una es difícil de quitártela. Pero Dios tiene la capacidad de transformar lo que somos en lo que el desea que seamos.
La segunda área es que Dios sabe dónde estás. Observe que el texto ubica el lugar donde Mateo está. Dios no se refiere a él en un lugar sagrado sino por el contrario en un lugar secular y lleno de corrupción. Es un lugar del gobierno, lleno de situaciones controversiales y cuestionadas. Es como si alguien dijera que Dios se está moviendo en la Asamblea Legislativa, con sus políticos. Nadie espera que Dios haga su movimiento en lugares donde nosotros creemos que Dios no tiene interés ni acceso. Mientras Jesús caminaba, se encontró con Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos (telonion); el cual era una «caseta de cobro». Según un autor la oficina de impuestos en Capernaum se encargaba de los peajes de las mercancías que cruzaban la frontera de la tetrarquía de Antipas, sea a través del lago desde Decápolis o a través del Jordán desde la tetrarquía de Felipe. Las casetas de cobro se habrían localizado en rutas muy transitadas para que funcionarios, como Mateo, tuvieran fácil acceso a la mercancía de los viajeros. Dado que Mateo era uno de los funcionarios de aduana, podía obligar a los comerciantes a detener sus viajes y abrir todos los paquetes.
En tercer lugar Dios sabe dónde podrías estar. Jesús utiliza una sola palabra para el cambio en la vida de Mateo. La expresión que Jesús usa es “sígueme”. El llamado a Levi fue simplemente Sígueme; así que dejó su trabajo de inmediato. Lucas 5.28 dice que Mateo «lo dejó todo» (ASV) al dejar su negocio para seguir a Jesús. Tuvo que haber conocido a Cristo y tenía una fe creciente; de lo contrario, no lo habría seguido tan fácilmente.
Esta expresión le da a Mateo una nueva visión de su vida. Ahora su enfoque sería una persona. Lo llevaría a una nueva dirección. Sería ir a donde Jesús iba y no otro lugar. Una nueva pasión. Era un llamado personal y una orden directa de parte de Jesús.
En segundo lugar tiene que ver con un acto de instrumento. (5:29)
Hay tres elementos básicos que Jesús quiere en nuestras vidas si vamos a ser sus instrumentos. El primero tiene que ver con radicalidad. Jesús simplemente le dijo a Mateo: «Sígueme». Sin duda había oído hablar de Jesús por algún tiempo, y tal vez había presenciado Sus milagros y enseñanzas. Al igual que habían hecho Pedro, Andrés, Santiago y Juan antes que él (4.18–22), Mateo se levantó y le siguió. Lucas dijo que «dejándolo todo, se levantó y le siguió» (Lucas 5.28). En lugar de los tesoros terrenales que perecen (6.19–21), Jesús le ofreció tesoros en el cielo. Era una oferta que no podía rechazar, y no lo hizo. Mateo dejó su posición de poder, influencia y riqueza, y de acuerdo a las Escrituras, nunca miró atrás. Y es que los pescadores podrían volver a su pesca, pero el recaudador de impuestos no podía volver a recaudar los derechos de aduana. De todos modos, su lucrativo puesto no tardaría en ocuparse. Y si trataba de conseguir otro trabajo, ¿quién querría contratar a un ex recaudador de impuestos? El segundo tiene que ver con totalidad. Observe la expresión “todo”. Para Mateo no hay compartimentos en su vida que quedan fuera del control de Jesús. Hay tantos creyentes que tienen su vida dividida en compartimientos. No le damos todo a Jesús. El tercero tiene que ver con movilidad. El pasaje tiene dos verbos dinámicos. El primero tiene que ver con “se levantó”. Es una acción dinámica de movimiento. Es dejar de estar más atado a un realidad de la que Dios ya nos sacó. Y la otra tiene que ver con “le siguió”. Esta acción dinámica implica un nuevo caminar, de acompañamiento a Jesús y a su misión. El cuarto tiene que ver con responsabilidad. Lo que resulta maravilloso en cuanto a Leví es que la rendición de todo lo convirtió en el
“hombre más feliz del mundo”. ¡Estaba tan lleno de un profundo deleite interior que
inmediatamente ordenó una fiesta en honor de Aquel a quien consideraba su Benefactor! La fiesta se realizó en la propia casa de Leví. Reclinados a la mesa con Jesús, sus discípulos y Leví, había una buena cantidad de cobradores de impuestos y “otros”, personas tenidas en baja estima por los “mejores” ciudadanos, por tales notables (¿?) como, por ejemplo, los
fariseos y los escribas que pertenecían a la secta de ellos. No es difícil imaginar a Leví y a todos sus invitados reclinados sobre divanes, camillas, o reclinatorios en torno a mesas bajas; cada persona se recostaba sobre su brazo izquierdo, como era costumbre por lo menos durante las fiestas como la de este ocasión ( Juan. 13:23), y todos disfrutando la comida y la amistad. Podemos entender que Leví invitara con gusto a Jesús. No es extraño que no se dejara a un lado a los discípulos del Maestro, ¿pero por qué también recibió a aquellos “oscuros” personajes, los cobradores de impuestos y pecadores” (cf. v. 29 con v. 30; y véase además, Marcos 2:15)? ¿Baste decir que naturalmente invitaría a los cobradores de impuestos porque hasta este momento estas personas habían sido sus asociados, puesto que él también era un cobrador de impuestos? ¿Pero no podría ser la razón verdadera que Leví tenía un concepto tan elevado de Jesús, que había llegado a ser su Señor y Salvador, que quería que todos incluyendo, por supuesto a aquellos con quienes hasta este momento había estado en estrecha relación, conocieran, amaran y confiaran en este maravilloso Amigo que había descubierto, o más bien, que lo había descubierto a él?
En tercer lugar tiene que ver con un acto de entendimiento. (5:30-32)
Debemos entender que la vida de seguimiento de Jesús no siempre es de experiencias emotivas y positivas. Mateo en sus primeros pasos comprendería que el seguir a Jesús conlleva pagar una cuota de sufrimiento y dificultad. Observe la primera área que Mateo debió enfrentar. Fue el área de oposición. Compartir la comunión de mesa con estas personas era ofensivo para los escribas y los fariseos, y cuestionaron a los discípulos de Jesús acerca de la compañía de la que se hacía rodear. Les dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?
En su estricta interpretación de la ley mosaica, habían desarrollado varias salvaguardas o barreras para evitar que los judíos quebrantaran la ley. Las mismas se habían convertido en tradiciones que los fariseos hicieron iguales a la Ley misma. En algunos casos, se les consideraba como superiores a la Ley. Formaban conversos para observar estas tradiciones. Con respecto a tales prácticas, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros» (Mateo 23.15).26 Por ejemplo, Jesús encontró obvia la hipocresía de ellos en su compromiso con el diezmo (Mateo 23.23) y limpieza ritual (Marcos 7.1–5). Con sus acciones, anulaban el sentido de la Ley. La crítica de esta naturaleza fue dirigida contra los discípulos de Jesús (según Lucas) y aun contra Jesús mismo a través de los discípulos (según Mateo y Marcos). Esto no es una contradicción. Es fácil entender que tanto Jesús como sus discípulos eran objeto del disgusto de los fariseos. Véanse Mateo. 10:25; Lucas 6:40; 10:16.
La segunda área tiene que ver con la ilustración. Los escribas y fariseos veían a Mateo y a sus amigos como pecadores condenados, pero Jesús los veía como pacientes espiritualmente enfermos, que necesitaban la atención de un médico. Es más, había ilustrado esto cuando limpió al leproso y sanó al paralítico. El pecado es como una enfermedad: empieza de una manera pequeña y oculta, crece en secreto, nos quita nuestra fuerza, y si no se cura, mata. Es trágico cuando la enfermedad mata el cuerpo, pero es aún más trágico cuando el pecado condena a un alma al infierno. Los escribas y fariseos eran prestos para diagnosticar las necesidades de otros, pero eran ciegos a las suyas
propias, porque eran pecadores como cualquier otro. Parecían justos por fuera pero eran corruptos por dentro (Mateo 23:25-28). Tal vez no hayan sido hijos pródigos culpables de pecados de la carne, pero eran con certeza hermanos mayores, culpables de pecados del espíritu (Lucas 15:1l-32; 2 Corintios 7:1) Jesús usó una ilustración común de la vida cotidiana para enseñar la lección espiritual requerida. Las personas sanas no buscan médicos; los enfermos sí lo hacen. Jesús es el Gran Médico del alma. Los que se consideraban a sí mismos
espiritualmente sanos, como Sus críticos fariseos lo hacían en esta ocasión, no buscarían un médico que los curara de su enfermedad espiritual. Estaban ciegos a su propia pecaminosidad.
Dios está interesado en todas las dimensiones de mi vida, y está pendientes más que cualquier otro. Simplemente a veces no lo entendemos o no lo percibimos. Sin embargo debemos confiar que estamos en las manos del gran Médico que trae sanidad a nuestras almas.