¡Ay…!

De la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 1,1-8. Miércoles 6 de  Septiembre de 2017. – Evangeliza Fuerte

¿Qué hace usted cuando alguien tiene éxito a costa suya? El que así haga puede estar motivado por el interés egoísta de «tomar la delantera», sin importarle lo que haga a los que estén en su camino.

¿Cómo se siente cuando usted ha hecho todo el trabajo, pero otro, que no hizo nada, recibe todo el reconocimiento?

¿Qué piensa usted cuando un socio es injusto con usted, y lo hace con el fin de avanzar en posición?

Cada una de estas situaciones tiene un común denominador: la causa es el orgullo egoísta. El orgullo es un pecado que muchos no pueden reconocer, sino hasta que es demasiado tarde.

Esopo ilustró el orgullo letal en la siguiente fábula. Una tortuga que estaba insatisfecha con su vida humilde miró hacia arriba y admiró a las aves que volaban entre las nubes. Pensó que sin tan solo pudiera elevarse en el aire, podría deslizarse por los aires con las mejores de ellas. Un día llamó a una águila y le ofreció todos los tesoros del océano si ella le enseñaba a volar. El águila rehusó, diciendo que la tortuga no podía flotar en el cielo como las aves. La orgullosa tortuga insistió, y al final el águila aceptó. Llevó la tortuga hasta una gran altura y la soltó. «¡Este es el momento!», gritó el águila. «¡Vuela!» Antes que la tortuga pudiera hablar, cayó sobre una roca y se hizo añicos. En las Escrituras, al orgullo siempre se le  considera como indicación de insensatez. «Escarnecedor es el nombre del soberbio y presuntuoso que obra en la insolencia de su presunción» (Proverbios 21.24).

El orgullo ha sido el que históricamente ha llevado a la ruina a los poderes reinantes de este mundo. Al reconocer las letales consecuencias del orgullo, Thomas Jefferson comentó: «Yo temo por mi país, cuando reflexiono que Dios es justo, que Su justicia no puede dormir para siempre».

¡El orgullo es la tentación universal de Satanás, que invade tanto al hombre y a la nación y produce catastróficas consecuencias! Los cristianos debemos tener cuidado con esta poderosa tentación.

Habacuc 2.6–20 presenta una franca exposición del orgullo. El análisis en realidad comienza en 2.4 donde se contrastan actitudes: «He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; más el justo por su fe vivirá».

Lo vimos en el mensaje anterior tiene que ver con los que viven por «fe» dan muestras de humildad y se someten a Dios; los que son «orgullosos» no hallarán «vida» porque se han apartado de Dios.

Es curioso que en la revelación de Juan se usa a Babilonia como símbolo de los orgullosos. La caída de Babilonia la Grande muestra cuánto desdeña Dios a los orgullosos y presenta el destino que espera a los que eligen el orgullo como su estándar.

Era la nación de Babilonia la que Dios estaba levantando para castigar a la extraviada Judá (1.6).

Ahora bien a  Habacuc le costó entender cómo podía Dios utilizar a tan inicua nación. Esto es lo que leemos en 1.13: «Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y ¿No han de levantar todos éstos refrán sobre él, y sarcasmos contra él? Dirán: ¡Ay del que multiplicó lo que no era suyo! ¿Hasta cuándo había de acumular sobre sí prenda tras prenda? […] Por cuanto tú has despojado a muchas naciones, todos los otros pueblos te despojarán… (2.6–20), callas cuando destruye el impío al más justo que él?».

En 2.2–20, Dios explicó que Babilonia no escaparía de Su ira. En realidad, la nación se convirtió en su propia perdición; ¡su arrogante orgullo le produciría su propia destrucción! Un escritor del AT dijo: Habacuc había clamado pidiendo que se vengara públicamente el nombre de Dios y la justicia […] la vergüenza de los babilonios por su maldad debía ser igual en intensidad a la injusticia sufrida por hombres y mujeres buenos en manos de los babilonios […] La riqueza de los babilonios que se había acumulado por medios injustos debía ser cedida.

La verdad es que un alto precio se paga por el orgullo. Muchos son sutilmente tentados a ceder al orgullo sin considerar su inevitable fin.

Proverbios 22.3 insta con estas palabras: «El avisado ve el mal y se esconde; más los simples pasan y reciben el daño». ¡No menosprecie usted el «fin» que espera a todos los que siguen el obstinado aguijoneo del orgullo!

Quisiera que viéramos todo el panorama del orgullo que estos versículos muestran.

En primer lugar me gustaría mostrar el daño del orgullo.(2.6a)

El primer daño del orgullo es carencia.

Aunque Babilonia parecía invencible, la nación sería objeto de ridículo. Todos los que habían sido oprimidos por su maldad, se unirían para condenar los actos de ella. Las víctimas del orgullo, de hoy, también testifican contra su maldad. Los que han sido maltratados por los orgullosos pueden no entender por qué Dios no impidió que la maldad golpeara sus vidas. Puede que se sienten a preguntarse cómo se preguntó el desconcertado profeta, en el capítulo 1: «¿Dónde está Dios? ¿Por qué permite que sucedan estas cosas?». Aunque las víctimas del orgullo no entiendan los «porqués» de las situaciones de maldad, pueden saber que la maldad será juzgada por Dios. Nada escapa a Sus ojos. Dios dice: «Así, pues, haré yo; mi ojo no perdonará, ni tendré misericordia; haré recaer el camino de ellos sobre sus propias cabezas» (Ezequiel 9.10).

El segundo daño del orgullo es prepotencia.

Aprendamos dos lecciones de esta verdad. En primer lugar, cuando el orgullo egoísta controla la vida de una persona, esta hará y dirá cosas que maltratan a otros. Con el tiempo, los que han sido lastimados hablarán acerca de la maldad del orgulloso, ¡y Dios dará retribución! Jeremías pronunció la sentencia divina contra la orgullosa Babilonia, diciendo: «… porque Jehová, Dios de retribuciones, dará la paga» (Jeremías 51.56b). En segundo lugar, los que son maltratados por el orgullo de otro deben dejar la retribución a Dios. Es tentador devolver el golpe a los que se portan injustamente con nosotros, pero la venganza es igual de mala a la maldad que se nos haya hecho a nosotros. ¿Por qué? Porque cuando nos vengamos, ¡dejamos que el orgullo se convierta en nuestro señor! Puede que los que han sido maltratados por los orgullosos no sean capaces de explicar por qué tal maldad ha sucedido, pero deben «andar por fe», sabiendo que la retribución divina será administrada a los orgullosos (cf. Mateo 18.6–7; 1era Corintios 8.1, 12).

En segundo lugar me gustaría mostrar el engaño del orgullo. (2.6b–19) Babilonia manifestó acciones que caracterizan el orgullo. Estos rasgos que fueron visibles en Babilonia están presentes hoy. Cada rasgo aumenta la depravación del orgulloso. Lo que descubrimos es la corrupción y la inevitable condenación a la cual conduce el orgullo.

Primero te engaña con tu ambición (2.6b–8)

En 2.6–20, Dios pronunció una serie de «ayes» sobre los orgullosos. El primer «ay» revela las consecuencias de la ambición egoísta: el celo por «adelantarse» y alcanzar el éxito a cualquier precio. A Babilonia le motivaba la codicia. Era una nación controlada por un trágico narcisismo y una consumidora pasión por obtener placeres, comodidades y ventajas. Nunca podía saciarse (2.5b). En un intento por satisfacer su codicia, Babilonia arrebataba a otras. La metáfora de 2.6b–7 se tomó de la práctica financiera de tomar un préstamo, luego otro préstamo, y otro, hasta que no había posibilidad de pagar alguna vez lo que se tomó prestado. Los versículos 6b y 7 dicen: «¡Ay del que multiplicó lo que no era suyo! ¿Hasta cuándo había de acumular sobre sí prenda tras prenda? ¿No se levantarán de repente tus deudores, y se despertarán los que te harán temblar, y serás despojo para ellos?». Babilonia había aumentado sus riquezas a un precio que no habían reconocido. Había seguido tomando prestado insensatamente (arrebatando), y un día el Cobrador pediría el pago, y la nación no estaría en condiciones de pagar (2.7). Parecía que Babilonia estaba quedando impune de todos sus actos. ¡Pero en realidad no estaba quedando impune de nada! Cada vez que pecamos y robamos a alguien, estamos aumentando para nosotros una deuda que va a ser pagada con interés compuesto. ¡Debemos entender que la codicia no tiene obligación, relacionada con «la verdad sobre los préstamos», de revelar su verdadero costo al consumidor! Ofrece un panorama de grandes ganancias, pero solo paga con gran aflicción. Así, se nos advierte: «El que oprime al pobre para aumentar sus ganancias, o que da al rico, ciertamente se empobrecerá» (Proverbios 22.16). Los santos deben tener la actitud de confiar en Dios, que Él proveerá suficiente para la vida, y no deben apoyarse en la estimulación de la codicia (Proverbios 30.8–9).

En segundo lugar te engaña con tu situación. (2.9–11).

La codicia condujo a Babilonia a mayor corrupción. Una vez que una persona es controlada por la codicia, ella emprende acciones para tomar los objetos codiciados. Las palabras de Habacuc describen cómo Babilonia hizo esto. Comenzaron a creer que estaban seguros de sus ventajas materiales y que eran superiores a todo el mundo. La supuesta seguridad de ellos se describe con la expresión «[ponen] en alto su nido» (2.9) como las águilas. Esta metáfora se refiere al nido que construyen ciertas aves sobre un risco. Es inaccesible. Esta era la actitud que reflejaba Babilonia.

Ella había oprimido a otros, buscando mayor protección por medio de las conquistas; no obstante, Dios dijo que solo eran ilusiones.

Es trágico que esta misma actitud se refleje hoy. Muchos creen que pueden hallar seguridad duradera en las riquezas, las posesiones o el prestigio. Conciben planes y astutamente realizan maniobras que les producirán ascensos en el trabajo. Al seguir sus planes, tratan a otros de modo insensible («asolaste muchos pueblos», 2.10). Estas personas «exitosas» no escaparán de la condenación. Habacuc dijo que hasta «el muro, y la tabla del enmaderado» testificarán contra sus malos designios (2.11). La verdad de esta aseveración se observa cuando los que han usado métodos inmorales para avanzar, oyen que se susurra detrás de ellos: «Sí, llegó a la cima rápidamente, pero déjenme explicarles cómo sucedió en realidad…». ¡Todos los que confían en su propia astucia para llegar a ser exitosos, deben prestar atención! Babilonia creía que al destruir a otros, ella podía ganar mayor seguridad, ¡pero no tomó en cuenta a Dios! Daniel había dicho: «El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes» (Daniel 2.21). Al final, los orgullosos despertarán para descubrir lo que Babilonia descubrió hace mucho tiempo: El «éxito» lo es solo en apariencia; las ventajas terrenales no proveen verdadera seguridad (Lucas 12.15). Cuando nos encontramos con personas codiciosas que alcanzan el éxito por medio de la astucia maligna que destruye a otros, es fácil preguntar: «¿Dónde está Dios? ¿No ve Él lo que está sucediendo? ¿Por qué no hace algo?». Las palabras de Habacuc nos dicen que Dios sabe lo que ha sucedido. El orgullo siempre produce víctimas, pero se da un mensaje de consuelo a los que quedan tras el atropellado recorrido de astutos «escaladores» de posiciones. Nada escapa al ojo de nuestro Santo Dios. ¡Podemos estar seguros de que la justicia triunfará y de que todo hacedor de maldad será castigado! Podemos recibir consuelo de estas palabras: «No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel» (Salmos 121.3–4).

En tercer lugar te engaña con tu posición.(2.12–14)

Dominada por la codicia, Babilonia mataba sin compasión, explotaba sin concesiones y destruía sin vacilación. Se elevó hasta el estatus de potencia mundial; sin embargo, todo su éxito desaparecería. El pueblo dijo que «[trabajó] para el fuego» (2.13b). La violencia de que adolece la sociedad revela cómo el orgullo puede dominar el comportamiento humano. El orgullo lleva a la gente a maltratar a otros que encuentren en el camino hacia sus objetivos egoístas. El orgullo los lleva a poner sus deseos por encima del bienestar de los demás y a tomar lo que no es de ellos. ¡El orgullo ha desensibilizado las conciencias y ha masacrado los valores de Dios sobre el altar del ego! Son pocas las restricciones que se impone la gente, porque el orgullo domina sus vidas. Muchos persiguen sus deseos egoístas sin pensar en la ética o la moralidad. Cuando parece que la violencia impera y que la anarquía es la norma de gobierno para el comportamiento, puede que preguntemos al igual que Habacuc: «¿Dónde está Dios? ¿Por qué permite Él que la violencia se extienda desenfrenadamente? ¿Por qué los inicuos parecen victoriosos al perseguir la felicidad a costa de otros?». Estos eran los sentimientos que se reflejaban en el desconcierto de Habacuc. Dios respondió a las interrogantes de Habacuc. La violencia puede parecer triunfante, pero en realidad, es un completo fracaso. Dios dijo a Habacuc que vendría un día cuando se constataría universalmente esta verdad, pues «la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová» (2.14). Cuando venga este conocimiento, desaparecerá todo lo que los orgullosos hayan ganado por métodos violentos. (Vea 2a Pedro 3.10; Apocalipsis 20.11–15.) Al final, los orgullosos serán conmocionados y humillados, cuando se den cuenta de que sus esfuerzos no sirvieron para nada.

Imagínese usted la consternación de ellos cuando descubran que todo su duro trabajo, toda su explotación, y todas sus labores, de nada valieron. Al final, el nido que se construyó tan alto no proporcionó seguridad alguna. ¡Todo fue en vano!

En cuarto lugar te engaña con tu reputación. (2.15–17)

Una vez que alguien cede al dominio de la codicia, y comienza a planear estrategias malas y violentas para alcanzar sus metas, ¡está dispuesto a hacer lo que sea para satisfacer su insaciable apetito! Este es el paso que se trata en 2.15–17. El severo «ay» se refiere a la aprobación que daba Babilonia a la ingestión de bebidas alcohólicas. Babilonia era famosa por los excesos en el alcohol. Su derrota final se produjo después de una desenfrenada fiesta (Daniel 5.1ss). La metáfora de invitar a otro a saborear una bebida puede referirse a las estratagemas malignas de la codicia, al ofrecer promesas, beneficios y honores a los débiles. Babilonia hacía estas ofertas con el pretexto de ayudar a otros; en realidad, el propósito era la ventaja egoísta.

Esta era una estratagema manipulativa para persuadir a otros a ceder. «El “veneno” que había en la placentera “bebida” ofrecida por la rapaz Babilonia se refiere a la trampa por la cual los estados deseados eran engañados y entregados en las manos de Babilonia». La interpretación literal de 2.15–17, ¡constituye una maldición sobre todos los que defienden la idea de que se puede ser bebedor social!

Por toda la Biblia se encuentra esta censura de una práctica que rara vez se censura en nuestros tiempos (cf. Proverbios 20.1; 23.29–35; Isaías 56.12). Los que ingieren bebidas alcohólicas son presentados como personas que permiten que su comportamiento sea dictado por el orgullo. En la declaración de este «ay» vemos cómo el orgullo atrae y seduce a otros al placer egoísta. Una vez que han sido usados, son desechados con descuido; su utilidad ha terminado. Esta forma de violencia es común hoy. ¡Qué triste es que el orgullo domine a nuestro mundo al grado de que las vidas humanas se consideren «desechables»! Los cristianos debemos acatar la amonestación en el sentido de evitar este mal del orgullo. Pablo dijo: «Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne» (Gálatas 5.16). Esta es la única manera como podemos vencer el orgullo. No podemos justificar el participar de la inmoralidad para satisfacer los deseos del ego (Lucas 9.23).

En quinto lugar te engaña con tu convicción.(2.18–19). Lo que finalmente sucedió a Babilonia revela el inevitable fin del orgullo: el orgullo llega al tiempo a elevar el «ego» al nivel de «Dios». Babilonia se había vuelto tan dominante que olvidó la soberanía de Jehová. El orgullo controlaba a tal grado la vida de ella que Dios dejó de ser importante. ¡Los cristianos no deben permitir que el orgullo los lleve a hacer de Dios una conveniencia más que una convicción! Debemos tener cuidado de no permitir que la idolatría nos atrape. Este es un peligro que pocos cristianos toman con seriedad. Muchos creen que la «idolatría» es postrarse en adoración de una cruda imagen tallada de madera, grabada en piedra o moldeada de metal. No obstante, «idolatría» es quitar a Dios de la posición preeminente en la vida de uno y reemplazarlo por un interés mayor. Si un cristiano no tiene tiempo para la oración y el estudio de la Biblia, pero sí lo tiene para la televisión o los dispositivos mediáticos, ¿no es esto idolatría? Si un cristiano halla tiempo para el ejercicio, los aeróbicos y los deportes, pero no lo halla para el estudio de la Biblia, ¿no es esto idolatría? Por favor recuerde que la idolatría es quitar a Dios del primer lugar en nuestras vidas y reemplazarlo por algo más. Se nos insta a buscar primeramente Su reino (Mateo 6.33).

En tercer lugar el desengaño del orgullo.(2.6b–19).

El destino de Babilonia revela que Dios no permitirá que los orgullosos escapen (vea Ezequiel 9.10). Por todo este himno de mofa, Habacuc ha consignado la tragedia que aguarda a todos los que siguen el aguijoneo del orgullo. Analice ahora tres estrategias específicas que aguardan a todos los que siguen el orgullo y desechan a Dios.

Primero Dios va a despojar.(2.7) Aunque Babilonia parecía ser exitosa, ¡ella lo perdería todo! ¡Los orgullosos recibirían lo que habían dado a otros! Esta amarga verdad es enseñada a menudo en las Escrituras. Se nos dice que lo que «sembramos» (acciones, palabras y obras) es lo que «segamos» (Gálatas 6.7–8). Se nos asegura que nuestros pecados nos alcanzarán (Números 32.23). ¡El pecado es el mejor detective del mundo, él mismo se encarga, con el tiempo, de llegar a descubrir al pecador!

Segundo Dios va a avergonzar. (2.10) Aunque Babilonia parecía próspera, la realidad de su prosperidad sería anunciada. El pecado siempre produce vergüenza. Los orgullosos creen que están por encima de la ley y que pueden actuar como les dé la gana. Están equivocados. «¿Me provocarán ellos a ira? dice Jehová. ¿No obran más bien ellos mismos su propia confusión?» (Jeremías 7.19). En lugar de gloria y honra duraderos, los orgullosos hallan vergüenza y desdicha eternas: «Te has llenado de deshonra más que de honra […] y vómito de afrenta sobre tu gloria» (2.16). Este «fin» es rara vez tomado en cuenta por los que siguen la corrupta senda del orgullo. Por más grande que fuera Babilonia, ¡nada quedaría de su éxito! Este es el epitafio que al tiempo se escribe sobre el sepulcro del orgullo. Todos aquellos cuyas energías sean invertidas en el orgullo descubrirán el completo desperdicio de sus vidas. Al final descubrirán que la totalidad de su existencia se ha desperdiciado; ¡no tienen verdadera ganancia! Esto es lo que leemos en 2.18: «¿De qué sirve la escultura que esculpió el que la hizo? ¿la estatua de fundición que enseña mentira, para que haciendo imágenes mudas confíe el hacedor en su obra?». Dios va a triunfar. (2.20) En 2.20, la profecía de Habacuc alcanza su crescendo de fe. En dramático contraste con los dioses sin vida de Babilonia, en quienes «no hay espíritu» (2.19b), ¡se yergue el Dios viviente! Aun cuando los orgullosos están despojando y produciendo ruina, ¡Dios está vivo y está al mando! Aun cuando aquellos que están cegados por el orgullo persiguen solo la codicia, ¡Dios reina y lo ve todo! La vista de Habacuc se elevó de la ruina del orgullo sobre la tierra y se centró en el templo celestial. Habacuc entendió que Dios está sobre Su trono en los cielos, cuidando de sus santos. A Habacuc se le dio seguridad de que esta Deidad reinante producirá justicia. Esta seguridad produjo gran consuelo a Habacuc, como lo debe producir a todos los que tienen dificultad para entender el aparente triunfo del mal sobre la tierra. Debió de haberle producido gran tranquilidad a Habacuc darse cuenta de que Dios estaba en Su santo templo. Los Babilonios podían invadir y destruir el templo que estaba sobre la tierra, pero el templo que estaba en el cielo se mantendría puro y santo. Nadie podía invadir ese templo. Esto es lo que leemos: «Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra» (2.20). No debemos estar desanimados. Dios es el Soberano universal: «el Señor». No es como los ídolos mudos y sin vida. Como Soberano que es, Él tiene el dominio. Dios es justo, «en su santo templo». Su justicia no le permitirá abandonar la verdad. La justicia será administrada. Dios es Señor, «toda la tierra» ha de acatar Sus mandamientos. Como «Señor» que es, Dios derrotará a todos los que desobedecen Su voluntad. Todo el mundo al final dará cuenta a Él, pues solamente Él es Soberano. La Palabra de Dios es la última, por esta razón hay que «callar». Puede que no entendamos con facilidad los caminos de Dios, pero son los caminos correctos. En vista de que Sus caminos provienen de una bondad absoluta, nadie debe ponerlo en duda; todos deben someterse (cf. Salmos 46.10; Zacarías 2.13). Aun cuando el mal se propague desenfrenadamente, y los corazones de los santos desmayen, ¡este maravilloso texto sigue siendo verdadero! Habacuc 2.20 dará vigor al que tenga una firmeza decreciente. Llama al «silencio» de la sumisión confiada a la santa voluntad de Dios. A la luz de esto, ¿cuál, entonces, es nuestra conclusión final? Dios prohíbe que confiemos en cualquier poder, o nos dediquemos a cualquier poder que no sea Él mismo, a cualesquiera ídolos que se puedan levantar… No debe haber interrogante alguna, ni duda alguna, ni incertidumbre alguna, acerca de la bondad y la santidad y el poder de Dios. … Admire a Dios. Considere lo último y absoluto. Luego pongamos la mano en nuestra boca que está presta a hablar neciamente. Entendamos que Él está allí en el templo del universo, Dios sobre todo. Humillémonos silenciosamente y postrémonos delante de Él y adorémoslo.

Habacuc recibió una respuesta completa a sus anteriores preguntas. Este «cántico de burla» presenta un aspecto de Dios que a menudo desestimamos en nuestras prédicas: Su divina furia y justo juicio. Habacuc entendió que aunque parezca que el mal escapa al castigo, al final hará frente a la ira de Dios. Dios obligará a todos los que siguen el orgullo a beber una «doble porción» de la furia divina (cf. Apocalipsis 14.8; 17.1–2; 18.3–6).

¡Podemos llegar a tener la seguridad, como la llegó a tener Habacuc, de que ningún mal quedará impune! Ante las desalentadoras tribulaciones, a Habacuc se le dijo que había esperanza para el futuro. Todas las tribulaciones de la vida están actuando para realizar los consejos de la voluntad de Dios. Aunque no podemos entenderlos en el presente, debemos andar por fe y hallar vida (2.4b). El principio que está detrás de 2.20 es para los seguidores de Dios a través de las eras. Dios está sobre todas las cosas. Los que están dedicados a seguir el mundo y a desechar a Dios, podrán hacer una fortuna por medio de aventuras financieras corruptas, pero se les olvida que el «fin» ciertamente vendrá. Se declara un «ay» sobre todos los que se oponen a Dios y viven por orgullo. ¡No tienen otro destino que la condenación! Lo desconcertante de la vida recibirá respuesta cuando el «conocimiento» de Dios llene la tierra y explique lo inexplicable. No importa cuán fuerte pueda parecer el mal; no es más fuerte que Dios. ¡Unámonos a Habacuc y disfrutemos una fe que triunfa sobre el mal y permite que la justicia impere!

«…CONFIANDO EN DIOS…»

Habacuc  2: 4-5 nos muestra que uno de los grandes gozos de la vida es resultado de descubrir la solución de un problema difícil. El científico, por ejemplo, lucha en la realización de repetidos experimentos tan solo para encontrar repetidos fracasos. Al final, cuando se prueba con éxito la fórmula correcta, ¡el gozo es grande! Este mismo gozo también acompaña la solución de las tribulaciones de la vida: una solución que se buscó por largo tiempo produce deleite.

Así pasó con Habacuc. El profeta había estado luchando para resolver el desconcertante problema de las injusticias de la vida y de la justicia de Dios. Había reconocido que era incapaz de entender cómo Dios podía tolerar el mal e incluso usarlo para alcanzar Sus objetivos. El profeta había tratado de uno y otro modo de hallar sentido en esta aparente contradicción entre el carácter y las acciones de Dios, pero no descubrió una sola explicación satisfactoria. Al final decidió esperar en Dios y dejar que Este revelara la respuesta.

Esa respuesta que por largo tiempo esperó, se revela en 2.1–20. El gozo del profeta que fue motivado por el descubrimiento se encuentra en el capítulo 3.

Ahora bien Habacuc 2.4–5 es un texto esencial de la solución del profeta a este desconcertante problema. Dios dijo: «He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; más el justo por su fe vivirá. Y también, el que es dado al vino es traicionero, hombre soberbio, que no permanecerá; ensanchó como el Seol su alma, y es como la muerte, que no se saciará; antes reunió para sí todas las gentes, y juntó para sí todos los pueblos».

Este texto produjo un extraordinario impacto en las Escrituras, pues se cita tres veces en el Nuevo Testamento: Romanos 1.17, Gálatas 3.11 y Hebreos 10.38. Al hacer un llamado a la confianza absoluta en Dios, proporciona la solución inspirada a los dilemas que plantean las injusticias de la vida.

Con una breve aseveración, se explican los dos aspectos generales de la interrogante del profeta: se explican el orgullo y la injusticia del invasor, y al justo se le da garantía de que vivirá, esto es, será guardado del mal y será salvo, con la condición, eso sí, de que se apoye firmemente en el principio de la Verdad.

Una vez que Habacuc entendió las palabras de Dios, descubrió la respuesta que por largo tiempo buscó. Es importante que nosotros tengamos presente que Dios sí respondió sus preguntas. Dios no desestimó a Habacuc cuando este luchaba con asuntos de fe; le tranquilizó diciéndole que el «justo» (esto es, el que es salvo) puede estar seguro de que la justicia final de Dios vendrá a todos. Este es un llamado a los cristianos para que mantengan una fe centrada en Dios, para que posean una radiante esperanza de un futuro positivo y confíen en la venganza divina. Esta respuesta señala concretamente a los inicuos opresores que pisoteaban a otros con su codicia egoísta. Estos se darán cuenta demasiado tarde de que Dios los usó como Sus instrumentos para castigar el pecado. Al final, ¡se darán cuenta de que ellos también serán castigados! La clave a esta respuesta es la frase «su fe». Esta frase se refiere a una firme fidelidad, a una constante entrega y a una integridad de propósito. Así, la reconciliación de las injusticias de la vida con la justicia de Dios se decide dentro de cada persona. Los que tienen fe en Dios pueden ver más allá de las injusticias momentáneas de la vida terrenal y entender que habrá un juicio final; luego el justo vivirá, y el soberbio será hallado culpable. Perseverar en medio de la injusticia es posible si uno tiene fe en Dios y ve a Este como el Juez justo. Cómo vemos a Dios, es lo que reconciliará los asuntos relacionados con las injusticias de la vida. Los que no tienen fe sucumbirán a los desánimos causados por Satanás y vacilarán; ¡las preguntas de ellos seguirán sin ser respondidas porque no confían en el Dios viviente!

Hay varias verdades que Habacuc aprendió al enfrentar la crisis en su vida.

La primera cosa que aprendió es que en una situación difícil tienes dos opciones.

El texto bajo estudio proporciona un extraordinario contraste entre las dos opciones que podemos utilizar para reconciliar ante las situaciones complejas de la vida. Presente una cosmovisión en miniatura.

En primer lugar, está la opción del soberbio. La opción de la independencia. Estas personas no pueden ser rectas; rehúsan confiar en Dios, rehúsan someterse a Dios y reconocer que el potencial humano es insuficiente para resolver los problemas más graves del hombre. En el pasaje aparecen dos palabras importantes. Primera es la expresión “enorgullece” (vrs. 4) y la palabra “soberbio” (vrs. 5). Estas dos palabras definen dentro de la teología de Habacuc que es la autosuficiencia. La primera palabra nos habla de una persona que está satisfecha con lo que es. Es un sentido de superioridad. La autosuficiencia se manifiesta en la superioridad del individuo. Que se siente incluso superior a Dios. Es arrogancia en esencia. La  soberbia  de por sí  mala, la  espiritual es peor, porque ambas  están sustentadas sobre una exagerada auto evaluación, que en todos los casos corresponde a  apreciaciones  personales  no fundadas en la realidad. Ser presumido y tener esa actitud de «yo soy mejor que tú», huele a intimidación y destruye nuestras relaciones con los demás. La arrogancia es el sentimiento de superioridad que desarrolla un individuo en relación con los otros, basado en la falsa creencia de que merece mayores privilegios o concesiones que el resto. La palabra, como tal, proviene del latín arrogantia.  La arrogancia es un defecto del carácter que consiste en ser altaneros, presuntuosos, prepotentes o soberbios. Para la psicología, la arrogancia surge como consecuencia de la necesidad de alimentar o proteger un ego frágil. De este modo, funciona como un mecanismo de compensación en el cual la persona arrogante disfraza sus carencias de autoestima de superioridad

La segunda palabra que describe la opción de la autosuficiencia es la expresión “hombre soberbio”. Que define a una persona que no necesita ayuda. Esto nos habla de necesidad. Así que la primera muestra de la autosuficiencia es la superioridad y la segunda muestra tiene que ver con la necesidad. Cuando Dios deja de ser un recurso para administrar nuestra vida y suplir nuestras necesidades, es totalmente evidente que nos hemos alejado de él.

¿Cómo resuelve usted las crisis, pruebas en la vida? ¿Cómo explica usted la flagrante injusticia que se propaga desenfrenadamente hoy? A Habacuc se le dijo de parte de Dios que solo hay dos opciones posibles, ¡y son las únicas opciones que tenemos hoy! La primera manera de explicar los dilemas de la vida consiste en recurrir a una «engreída sabiduría del mundo». Esta opción consiste en confiar en una autosuficiencia que utiliza la fortaleza del hombre mortal y que excluye a Dios o que reduce marcadamente el énfasis en Este. Esta sabiduría se caracteriza por el conocimiento humano que «envanece» (literalmente, «hincha la cabeza»; cf. 1era Corintios 8.1–2). Los que tratan de explicar las injusticias de la vida con sabiduría del mundo, jamás encuentran una solución satisfactoria. De hecho, solo encuentran injusticias más grandes y más dilemas. Cuando tratan de corregir una injusticia, a menudo crean otras, ¡dando muestras de gran necedad! La necedad de esta opción revela por qué Dios condena a los que la eligen: «No seas sabio en tu propia opinión» (Proverbios 3.7a); «Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte» (Proverbios 16.25).

En segundo lugar la opción del justo. La opción de la dependencia. Esta  «opción justa», esto es, la fe en Dios.  Este método da muestras de humildad, sumisión y dependencia de los mandamientos revelados de Dios. Los que eligen esta opción reconocen que la sabiduría del hombre mortal es insuficiente para explicar la vida y confían en la Palabra de Dios para explicar los dilemas de la vida. Es obvio que los días de la revelación milagrosa han pasado (cf. 1era Corintios 13.8ss), pero podemos aumentar en sabiduría por medio del estudio diligente. Los justos confían en la promesa de Jehová, cuando dice: «Te haré entender […] el camino en que debes andar» (Salmos 32.8). Los que eligen esta respuesta a los dilemas de la vida, rechazan la tentación a «explicar» los asuntos terrenales con la sabiduría del mundo y así se evitan problemas más grandes (cf. 1era Corintios 3.18). Cuando usted se vea confrontado con los dilemas de la vida, recuerde que tiene estas dos respuestas, entre las cuales elegir para resolverlos. No confíe en la sabiduría del hombre mortal. ¡Confíe en la sabiduría de Dios, aun si la solución no es inmediatamente aparente! Esta dependencia es demostrada por tres situaciones. Primero la individualidad de la dependencia. Observe que se usa la expresión “el justo”. Por un lado es singular. Es  una decisión personal y no colectiva, esta basado en una decisión personal con Dios. Esta individualidad está marcada por una condición que denomina a la persona “justo”. Esta individualidad no sólo es personal sino también posicional. Ser justo es estar en la posición correcta, es decir del lado de Dios. Segundo la responsabilidad de la dependencia. El texto dice que “su fe”. La conducta de los hombres y mujeres es una consecuencia directa de aquello en lo que se afirma para vivir. Este pasaje demuestra que la dependencia se sustenta en lo que confiamos. La fe es confianza en lo que Dios es y lo que Dios hace. Y eso era algo que Habacuc estaba aprendiendo en este momento de crisis. La tercera cosa es la calidad de la dependencia. La expresión que se utiliza para “vivirá” es el verbo que se puede traducir como seguridad, reanimarse, reservado, sanidad y finalmente conservación. Implica que tenemos una vida con muchas perspectivas de sanidad de parte de Dios. Nos da la idea de una vida satisfecha y llena de esperanza.

Bueno, henos hablado de las opciones en las dificultades de la vida.

Y es para que considere las metodologías disponibles cuando estamos ante la necesidad de «darle sentido a lo que no tiene sentido» en nuestro mundo de hoy, descubriremos que todos los métodos se clasifican en dos categorías: el método de la sabiduría del mundo o el método de la fe en Dios. Los que dependen de la sabiduría del mundo usarán únicamente recursos que recalcan la sabiduría y el poder del hombre mortal. Pondrán la mirada en remedios intelectuales, creerán que la sabiduría del hombre puede dar respuesta a todos los problemas, y sanar todos los males, y con el tiempo llegan a deificar lo mortal abogando por la superioridad del «potencial humano». Esta metodología es altamente pregonada, pero con el tiempo da muestras de ser lastimosamente insuficiente. La sabiduría del mundo sencillamente no puede proporcionar una respuesta apropiada. Esta conclusión se expresa repetidamente en las Escrituras: «¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!» (Isaías 5.21); «… porque perecerá la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos» (Isaías 29.14b); «No se alabe el sabio en su sabiduría […] Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme» (Jeremías 9.23–24; cf. 1era Timoteo 6.20). En cambio, los que se someten a Dios usarán el método de la «fe» para resolver las injusticias de la vida. Seguirán el consejo de Proverbios 28.5: «Los hombres malos no entienden el juicio; más los que buscan a Jehová entienden todas las cosas». Si bien la fe en Dios no proporciona una explicación inmediata de todo dilema, ella sí manifiesta seguridad de que Dios al final corregirá las injusticias.

Cuando esté enfrentado a dilemas que muestran cuán injusta es en realidad la vida, usted puede usar el único método seguro para hallar verdadera paz. Este es el método por el cual una fe que confía en el poder de Dios espera que Este equilibrará todas las injusticias. Es un reconocimiento de que Dios es el único que tiene la fuerza y el poder para resolver los dilemas de la vida. ¡El hombre es impotente para hacer esto!

Ahora, en segundo lugar Habacuc no sólo descubrió las opciones ante las dificultades de la vida, sino que entendió las repercusiones ante las dificultades de la vida.

Considere los posibles resultados de su elección ¿Qué resultado tendrá usted cuando elige entre la sabiduría del mundo y la sabiduría de Dios? ¿Tiene realmente que ver algo, cuál elija uno? Todos los que verdaderamente buscan dar respuesta a lo desconcertante de la vida, desearán saber en qué dirección les llevarán sus elecciones. Los que eligen la soberbia sabiduría del mundo para explicar los dilemas de la vida, pronto descubren que sus almas no están bien y que lo desconcertante persiste (2.5). ¡Hacen frente a preguntas que jamás acaban! Jamás hallan satisfacción debida a su elección. No obstante, los que eligen depender del entendimiento de Dios hallan vida. El resultado, según describe Pablo conduce a «la paz […] que sobrepasa todo entendimiento» (Filipenses 4.4–7).

A Habacuc se le instó elegir la «fe» como respuesta a los dilemas de la vida. ¿Por qué debemos seguir siendo sinceros cuando los demás son hipócritas? ¿Por qué debemos tratar a los demás con justicia, cuando ellos «nos apuñalean por la espalda» para ganarse contratos de trabajo? ¿Por qué debemos ser bondadosos cuando los demás están llenos de odio? ¿Por qué ser «cristianos» cuando los demás son «mundanos»? Estas preguntas tienen una respuesta. Debemos vivir de modo diferente de los demás ¡porque el justo por su fe vivirá! No existe otra opción para los que temen a Dios. Si creemos en Dios, no tenemos más opción que reconocer que debemos hacer bien aun cuando los que nos rodean estén haciendo mal. Esta es la forma de vivir por fe. El consejo que dio Dios a Habacuc le instó a utilizar la fe para resolver los dilemas de la vida. Note cómo este enfoque puede beneficiarnos de igual modo como cristianos que somos.

La primera repercusión tiene que ver con aceptación. Habacuc pone en contraste que el impío “no permanecerá”. Por la fe podemos aceptar las tribulaciones de la vida. Cuando las personas tratan de explicar los dilemas de la vida sin Dios, ello les conduce a una mayor incertidumbre, frustración y desesperanza. Como cristianos que somos, puede que no podamos explicarlas, pero podemos aceptarlas, sabiendo que el propósito de Dios trascenderá cualquier impedimento terrenal. Esta aceptación se produce porque confiamos en la voluntad de Dios. Es como el salmista dijo: «Se alegrará el justo en Jehová, y confiará en él; y se gloriarán todos los rectos de corazón» (Salmos 64.10). Esta actitud de aceptación fue maravillosamente ejemplificada por Pablo en 2ª Corintios 4.8–9, 13, 16–18, cuando confesó confianza en el cuidado de Dios aun cuando estaba acosado por las dificultades.

La segunda repercusión tiene que ver con manifestación. Agrega que el hombre impío “ensanchará”. Es decir estará abierto a una manifestación de la muerte en su vida. Pero por fe podemos vivir justamente. Esta es la manifestación práctica de la verdadera fe. «Vivir justamente» es incorporar la voluntad de Dios a toda faceta de la vida. Los arrogantes jamás podrán hacer esto, porque el orgullo impide a la gente confiar en nadie más que en sí mismos. Contrastando con estos están los que son humildes. Estos saben que no pueden ser autosuficientes. Saben que necesitan la ayuda de Dios en la vida. Analizan este mundo lleno de pecado y se dan cuenta de cuánta aflicción existe, y de cómo el hombre no puede corregirla. El humilde reconoce su inhabilidad para sobrevivir con su propia fuerza.

La tercera repercusión tiene que ver con superación. El hombre impío dice que es como “la muerte”  Y Habacuc dice que por fe podemos superar obstáculos. Dios dijo a Habacuc que solo los que hacen frente a los dilemas de la vida con «fe» podrán «vivir». «Vivir» significa más que existir. Es un término que se refiere a estar vivo con vigor, seguridad y honor. Todos los que hacen frente a lo desconcertante de la vida con fe, creen que los propósitos de Dios no pueden impedirse. En consecuencia, viven con vigoroso optimismo. No se quedan sencillamente esperando y soportando pruebas y tribulaciones, sino que le harán frente a la vida con una actitud de alegría, sabiendo que Dios tiene el dominio. Esta fe optimista se refleja en Romanos 8.28, Filipenses 4.19 y otros textos, que celebran el triunfo de la fe en Dios. Esta fe no evita las tribulaciones. Los que poseen esta seguridad en Dios seguirán viéndoselas con la enfermedad corporal, con las aflicciones emocionales y la consternación que produce el egoísmo en las vidas de los demás. No obstante, ¡la fe de ellos evitará que sean vencidos por la adversidad! La fe de ellos es reflejada por el salmista: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío» (Salmos 42.5). Pablo dio muestras de esta triunfante fe cuando dijo: «… por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres» (1era Timoteo 4.10; cf. 2ª Timoteo 1.12). Los justos hallan que la vida es estimulante ¡porque han cultivado una fe triunfante que supera los dilemas de la vida! En cuarto lugar, por fe podemos anticipar un galardón. Aunque a Habacuc se le dijo que el mal «se tardará», también se le dijo que su fe le capacitaría para perseverar. Este fue el mismo consejo dado a los cristianos que luchaban y que recibieron la revelación de Juan: «No temas en nada lo que vas a padecer […]. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida» (Apocalipsis 2.10). Cuando no parece razonable creer en un Dios bueno, cuando la justicia y la misericordia de Dios no son evidentes para todos, cuando los justos no reciben galardón por su bondad; es precisamente entonces, y no en otro momento, cuando ellos prueban su justicia por medio de seguir siendo fieles. Dios anima a Sus seguidores a mantenerse firmes. Dios jamás nos abandonará. Al saber que la justicia lleva a galardones eternos, debemos perseverar. Sigamos el ejemplo de Habacuc y «porque por fe andamos, no por vista» (2ª Corintios 5.7). Satanás nos tienta a mantenernos centrados en los eventos de esta tierra y no en los del mundo venidero. Miremos con fe hasta el fin. Esta es una respuesta sumamente práctica. No niega el dolor que causa el mal, pero reconoce que Dios es Soberano Señor sobre todo, y que los que lo siguen no enfrentarán derrota (Apocalipsis 17.14).

La cuarta repercusión es satisfacción. Habla que es dado al vino. Es decir busca una satisfacción temporal y frágil. Por fe podemos descubrir una maravillosa satisfacción. Los que tienen fe en Dios descubrirán un maravilloso contentamiento, a pesar de las injusticias de la vida. Descubriremos que, al igual que Pablo, podemos encontrar las fuerzas para hacer frente a todo obstáculo de la vida (2ª Corintios 4.8–9; cf. Filipenses 4.11–13). Es únicamente por la fe que podemos hallar verdadera satisfacción. Puede que esta sea la razón por la que muchos hoy no logran encontrar contentamiento.

Tal vez el mejor comentario de la frase «el justo por su fe vivirá» (2.4) sea el triunfante pasaje de Romanos 8. Allí encontramos la descripción que hace Pablo de la vida que se vive cuando somos justificados por la sangre de Cristo. El capítulo pasa luego a comentar cómo esta justicia conduce a la victoria en la vida de todos los días. Debido a que hemos sido justificados y estamos viviendo justamente, no habrá ninguna tribulación que impida nuestra victoriosa marcha. En Romanos 8.31–39, Pablo afirmó con seguridad que no hay «nada» en la vida que nos pueda separar del amor de Cristo. ¿Por qué? Porque todos los que permanecen en Cristo permanecen en una posición que lleva a la victoria sobre los dilemas de la vida. Estar «en Cristo» significa que continuamos viviendo justamente porque la fe en Dios dirige nuestras acciones. Esto nos lleva a la fidelidad que se manda en 2.4–5. Cuando la vida parece injusta, debemos entender que Dios no nos deja sin consuelo. Dios nos provee una opción que lleva a una vida estimulante. Nos ha prometido que estará con nosotros siempre, aun en las más terribles situaciones. Esto es lo que leemos: «No temas, porque yo estoy contigo […] te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia» (Isaías 41.10; cf. Jueces 6.16). Dios nos tranquiliza con la idea de que podemos tener esperanza aun cuando el mundo parece fuera de control y nuestros «porqués» parezcan quedar desatendidos y sin responder. El consejo de Dios es que debemos vivir por una firme fe en que Su poder y Su propósito al final triunfarán. ¡Debemos vivir por fe y no por vista! Isaías 40.27–31 es un pasaje sumamente alentador. Describe el «andar por fe» que los seguidores de Dios deben exhibir según el mandamiento de Él. Es crucial que nosotros entendamos que el cristianismo no elimina todos los problemas. Los cristianos siguen teniendo dolor, siguen sufriendo, siguen cansándose. No obstante cuentan con un recurso que puede dar nuevo ímpetu a la vida, de modo que hasta el más fatigado puede hallar gran fortaleza. Esta fuente de poder es resumida por Habacuc en la frase: «el justo por su fe vivirá». Toda dificultad es una prueba, una prueba para ver si usted va a creer en Dios o no. Una prueba para llevarlo a Sus brazos y a Sus promesas, donde usted hallará que Él es completamente suficiente. De esto es que trata el libro de Habacuc. En Habacuc vemos la dificultad de dónde está Dios cuando sucede lo malo, y luego el deleite de descubrir que Él está allí, reinando sobre todo.

«…no te aferres…»

Novena a Santa María Magdalena | Desde la Fe

Al principio de cada año, hemos venido identificado las tendencias y cambios  principales que hemos visto están formando los contornos de la vida congregacional. El año 2021 llegó en un tiempo cuando la crisis del Covid-19, en tal solo unos meses, produjo más cambios en las iglesias que cualquier otro cambio que hayamos visto en nuestras vidas, y la gente siente que las cosas jamás volverán a ser como antes. Pasamos por un período muy liminal cuando sólo vemos parcialmente. Necesitamos hacer observaciones más exactas y con cuidado pero también con esperanza, sabiendo que el cambio traumático produce grandes riesgos, pero también genera creatividad y respuestas flexibles y resistentes.

Aunque los eventos de 2020 no tienen precedentes, muchos de cambios introducidos no son del todo nuevos. Las crisis tienen una manera de desnudar realidades que antes no habíamos visto con claridad en tiempos “normales”. Varias de las tendencias que habíamos visto por algún tiempo y que podrían haber estado lejos en el horizonte de la iglesia común, están ahora al frente y centro de la vida como consecuencia del Covid-19.

El año pasado, identificamos “la mudanza hacia internet” como la tendencia principal del año. Pero jamás podríamos haber imaginado cuán rápido las congregaciones adoptaron el servicio de adoración por internet, espacios para reuniones digitales, la ofrenda electrónica y las conexiones por medios sociales, y todo esto debido a la pandemia. Muchas congregaciones informan que, durante este período, se ha producido un crecimiento en la asistencia al culto y la participación en reuniones y grupos. También ha crecido la habilidad de conectarse con gente fuera del área inmediata de influencia. Algunas iglesias consideran que esta aventura dentro de los espacios digitales es una solución temporal, y esperan volver al modelo normal de ministerio tan pronto como sea posible. Pero iglesias futuristas capitalizan la oportunidad para pulir su habilidad digital a fin de desarrollar una presencia permanente en el internet, no solo para alcanzar a gente nueva sino para retener a los miembros existentes que encuentran que es más conveniente involucrarse a través del internet.

Por mucho tiempo, las iglesias con una membresía numerosa han tenido una gran influencia en la vida de las iglesias de América. Sin embargo, muchas congregaciones pequeñas son sólidas y sanas, especialmente si no están sobrecargadas por los gastos de mantenimiento del edificio y costos de compensación. Vemos que se da el mismo patrón en respuesta a la pandemia. Las iglesias más grandes y con más recursos cruzaron con más facilidad hacia el ministerio por internet al principio mismo de la pandemia, y su ventaja tecnológica y de personal acrecienta su dominio a través del nuevo ministerio en línea. Pero la pandemia también demostró la tremenda fuerza de muchas iglesias pequeñas, que han podido mantener sus conexiones a causa de sus fornidas redes de relaciones.

Los eventos del 2020 también aceleraron el declive de la influencia y función de las denominaciones que ya habíamos visto por varias décadas. Debido a la declinación continua de la membresía y el impacto económico de la pandemia, muchas iglesias históricas luchan para sostener sus programas y estructuras administrativas a nivel denominacional. Ya ha habido despidos, y más despidos vendrán en el futuro. Un número cada vez más reducido de personas se siente atraída por el nombre denominacional de una iglesia. Les atrae más bien el impacto que la congregación tiene a nivel local, sin importar su afiliación. En el futuro, esperamos que disminuya más la función que las denominaciones cumplen en el escenario religioso.

Otro tema que vemos es que al enfrentar la pandemia las iglesias ministran volviendo a lo básico. Aunque esto surgió por necesidad, el enfoque de volver a lo básico podría revitalizar la formación en la fe en un tiempo en que los antiguos modelos como la Escuela Dominical pierden terreno.

Con tantas actividades y eventos rutinarios, las congregaciones están evaluando sus programas y se preguntan qué puede continuar, qué debería eliminarse y qué se debe hacer de una manera distinta. Sea por diseño o defecto, la mayoría de las iglesias están pasando por una tormenta de la que surgirán con un número más reducido de ministerios que dependerán de estilos híbridos que combinan el involucramiento en persona y por internet.

El cierre de grandes partes de la sociedad y el mandato de trabajar desde la casa ha hecho resaltar la importancia de los vínculos relacionales dentro de las comunidades de fe. Con tantas actividades que han sido canceladas, muchos miembros de la iglesia han descubierto el valor fundacional de los grupos pequeños y la oración, aunque ocurra por Zoom o por teléfono. Los pastores y líderes tienen el desafío de ser creativos e intencionales en la forma que abordan el cuidado pastoral básico.

El año 2020 convirtió a los hogares en santuarios, y los padres tuvieron que adoptar la función de maestros de Escuela Dominical. La renovada atención a la práctica de la fe en el hogar reveló que muchos cristianos han perdido la práctica de este tipo de espiritualidad, especialmente las iglesias históricas protestantes. Para las congregaciones que buscan métodos más efectivos para el desarrollo de la fe, particularmente para niños y jóvenes, el año 2020 encontró una de las piezas que faltaban en el rompecabezas, esto es, la necesidad de equipar a la gente para que lleve a cabo devocionales personales significativos y para que sepan cómo educar en la fe a la familia en sus hogares.

Sin embargo a pesar de estas tensiones y transiciones, un buen número de iglesias esperan aferrarse a sus antiguas costumbres y prácticas. Sólo esperan que esto pase para volver a sus antiguos sistemas que vienen perpetuándose desde hace siglos.

Nuestras iglesias y comunidades suspiran por volver a la normalidad. Pero es poco probable que la montaña rusa del 2020 y 2021 complete su círculo para dejarnos allí mismo donde empezamos. Nos hemos dado cuenta de que hay nuevas posibilidades, nuevos modelos de compañerismo y nuevas formas de estar juntos. Muchos de estos cambios son esperanzadores. Pero al examinar la experiencia de otros sectores que han emigrado al internet (como las noticias, por ejemplo), uno ve que surgirán nuevos modelos de involucramiento y nuevos enfoques a la sustentabilidad a medida que la iglesia se aventura al mundo digital. La tendencia más importante que vemos al ingresar al año 2021 es que el cambio producirá más cambio.

Por otro lado la espiritualidad personal no ha sufrido modificaciones, siempre se ha estado esperando que la fe personal crezca de lo que recibe de otros y no de una búsqueda personal y disciplinada. Es que en realidad cuesta aceptar que algo bueno haya terminado y que hay que emigrar a algo diferente.

A veces recibiremos el mensaje de Jesús dado a María Magdalena en Juan 20:17 en donde le dice “no te aferres” o como otra traducción lo pone “suéltame”.

María Magdalena estaba sorprendida, emocionada y agradecida con Dios al tener su encuentro con Jesús. Fue algo indescriptible. María no podía ni contener ni reprimir su gozo. Así como que no podía permitir que se le fuera de sus manos. Ella no lo abandonaría por ningún motivo humano. Se sujeta a él con toda su fuerza y no le permite continuar con sus planes. Jesús debe decirle que no lo detenga y que por favor lo suelte; y que vaya y transmita a su madre, hermanos, hermanas y discípulos que estaba vivo y que se habían cumplido las profecías acerca de su resurrección. Y, que no debían preocuparse por él, que le volverían a ver muy pronto antes que ascendiese al Padre.

Quisiera discutir a lo menos cuatro principios que encuentro en este pasaje que nos invita a no aferrarnos y anhelar las cosas antiguas que fueron buenas pero que ya pasaron.

La primera gran verdad que descubro en este pasaje es que Podemos estar emocionalmente necesitados pero teológicamente errados.

Observe que el pasaje en cuatro ocasiones vemos la condición de llanto de María (vrs.11,13,15). Ella está simplemente desconsolada. ¿Las razones? El aprecio que tiene por su maestro, los recuerdos de su guía. Ella recuerda todo lo que ha experimentado, lo que ha sufrido y lo que le ha hecho sentirse de esa forma. Ella está emocionalmente necesitada, pero su necesidad precisamente es la que la hace perder de vista el momento desde una perspectiva teológica. Ella cree en un Jesús que puede ser quitado y robado, y no en un Jesús que está vivo y que está actuando nuevamente en su realidad. Su teología está equivocada, aunque puede ser sincera en su emoción hacia Dios. Creo que ese mismo error lo hemos cometido y lo continuamos cometiendo. Nos sentimos identificados y necesitados de Cristo, pero un Cristo que se adapte a nuestras percepciones limitadas y paradigmas religiosos. No lo vemos superando nuestros esquemas sino que lo queremos introducir en ellos nuevamente. Pero Dios simplemente no es como lo percibimos emocionalmente sino teológicamente. La teología correcta no contamina con nuestras percepciones la verdad de Dios. Y es que muchos de nuestros esquemas, doctrinas son necesarias y las sentimos emocionalmente correctas pero está equivocadas porque no se ajustan al pensamiento escritural. Cuantos de estos esquemas se han venido abajo con la pandemia, y simplemente los seguimos llorando como algo que se nos murió pero que debemos traerlo a la vida con nuestra visión eclesial.

¿Qué necesitamos en este tiempo? ¿Qué nos hace llorar? ¿Qué rompe nuestro corazón? ¿Una nostalgia por el pasado, por lo que ya no podemos tener?

La segunda gran verdad que descubro en este pasaje es que Podemos estar históricamente realizados pero erróneamente desactualizados. María tiene una historia con Jesús. Una que había terminado con el martirio y muerte de Jesús. Es decir un Jesús que termina en la cruz. Esa historia le daba sentido a su vida y búsqueda. Una de las preguntas que Jesús mismo le hace es ¿a quién buscas? (vrs. 15). Observe que no le dice que buscas? Sino a ¿quién buscas? Dando entender que la búsqueda se centraliza en una persona, en una relación y una vida dinámica con otra persona. Ella no debe realizarse buscando datos, historias y sucesos pasados. No son doctrinas ni esquemas lo que se debe buscar. No es la sana doctrina, sino la sana persona. Nuestras iglesias tienen historia, pueda ser que sean buenas historias, pero esas historias ya pasaron, no son relevantes para los retos del presente. En el texto encontramos que la nueva historia, la nueva comunidad que Jesús actualiza es que Iglesia y Palabra están en una relación esencial. Para Jesús al hablar con María y sacarla de su historia  le muestra que comunidad  acontece en donde se anuncia y acepta la Palabra de Dios. Más que institución y denominación  la Iglesia es Palabra escuchada, aceptada, vivida y anunciada. De esta forma la Iglesia es ante todo un acontecimiento espiritual. En este contexto la misión de la Iglesia es ser Palabra de Dios. Es mundo. Su responsabilidad no está en la aceptación de la Palabra de Dios por parte de los hombres, sino en su anuncio. Es que la fe se transmite normalmente por la predicación, que a cada momento ilumina a los hombres, llamándolos a la conversión, a la unión con Dios y con los demás. El poder divino de salvar y juzgar actúa ya en la proclamación de la llegada del reino de Cristo.

El cristianismo no es una cultura, una raza, un modo de vivir con los esquemas de una época. Por el contrario, puede y debe asumir toda cultura, pero siempre en actitud crítica. Es que la fe trasciende las culturas y las cuestiona a fondo.

Por consiguiente, defender una cultura no es defender el Evangelio, y menos todavía a Cristo. Ser cristiano no es adoptar teóricamente ideas, sino identificarse con Cristo, el Dios hecho hombre (cf. Juan 1:14), es decir, asumir totalmente su dinamismo personal: encamación, vida, mensaje, Muerte y Resurrección. Las formulaciones teológicas no alcanzan a cubrir todo el sentido de la vida de Dios manifestada y comunicada a los hombres. Las teologías necesitan revisar permanentemente su instrumental, sus expresiones, a fin de ir traduciendo siempre con mejor penetración y expresión lo que Dios está realizando continuamente en la vida de las personas. Como el encuentro con el Señor y los hermanos se realiza en la vida, la teología tiene que estar a la escucha del mismo .Señor en ella, en la expresión del amor, en la autenticidad de la fe. Por eso Jesús le muestra María que su historia necesita ser replanteada en la frescura de un nuevo Jesús y mensaje.

La tercera gran verdad que descubro en este pasaje es que podemos estar espiritualmente estancados pero radicalmente desafiados. Si analizamos la oración griega: “mé mou äptou” [No me toques]. Vemos Claramente, que está en: Presente de Imperativo en voz media en prohibición con el caso genitivo “deja de aferrarte a mí” En palabras más sencillas: “mé mou äptou” es una oración griega,  que está en presente imperativo voz media y ¿Qué es eso? El presente Imperativo describe, una acción continuada. Es decir: María ya estaba asida al señor de forma continuada. O sea en la oración, el sujeto tácito [Jesús] prohíbe una acción que se está efectuando, y que continúa dándose.

El verbo, principalmente, significa sujetar a. Por lo tanto, implica aquí, no un simple toque momentáneo, sino un aferramiento y por ende un estancamiento. Mary pensó que las viejas relaciones entre su Señor y ella debían renovarse; que la vieja relación, por medio de la vista, el sonido y el tacto, continuaría como antes. Cristo dice: «el tiempo para este tipo de relaciones ha terminado. De ahora en adelante, tu comunión conmigo será por fe por medio del Espíritu. Esta comunión será posible a través de mi ascenso al Padre».

Actualmente podemos encontrar un sin número de cristianos, estancados en la duda, el temor, la soledad. Para algunas personas es muy difícil reconocer su propia condición espiritual, siempre es la culpa de alguien más, “si no fuera por mi esposa, si no fuera por mi esposo, si no fuera por mi jefe, por mis empleados, si no tuviera este trabajo, si esto no me tomara tanto tiempo, me gustaría aprender más de Dios, pero lastimosamente tengo todo esto encima”; siempre es la culpa de alguien más.

Se para un miembro y opina: «No estamos creciendo, pero estamos consolidados». Otro dice: «Yo creo que más que consolidados estamos estancados» ¿Cómo saberlo? No podemos pensar en Iglesias estancadas o consolidadas sin ir al fondo del problema, nosotros mismos. Las iglesias estancadas o consolidadas se forman por personas estancadas o consolidadas. Seguir creyendo que el crecimiento, fortalecimiento y expansión de la iglesia es un tema de programas, métodos, reuniones, comisiones, eventos y otras yerbas no hace más que alejarnos del problema real que tenemos que enfrentar. La iglesia está formada por personas y es la vida de ellas lo que refleja la realidad de nuestras iglesias, no sus reuniones, no sus presupuestos, no sus eventos, ni siquiera sus líderes. El desafío es animarnos a mirar nuestras vidas y proveernos de un espejo donde mirarnos. Recién ahí comenzaremos a descubrir si somos cristianos consolidados o estancados, si somos una iglesia firme o una iglesia dormida.

Dios tiene que decirle a María que no debe aferrarse (¿estancarse?) y la rechaza. Quizás hay momentos en que Dios nos tendrá que parar nuestra sinceridad para que veamos nuestra realidad y podamos hacer los cambios necesarios de perspectiva. ¿Cómo la saca Dios del estancamiento?

Primero a través de la negación. Observe que dice “no”. Las circunstancias de la vida a veces nos ponen de rodillas, y le pedimos a Dios que haga lo que no podemos. La mayoría de las veces oramos por cosas buenas: sanación para un ser querido, libertad de patrones de pecado, un trabajo, un cónyuge, un hijo, salvación. Sin embargo, a veces, nuestros buenos deseos siguen sin cumplirse. Hace años observé cómo el cáncer tomaba la vida de una amiga querida, a pesar de que ayunábamos, orábamos, y le rogábamos a Dios por su vida. He orado por salvación que nunca llegó, vientres que nunca se abrieron, y esposos que nunca aparecieron. He orado para que regresen hijos pródigos, pero aún permanecen lejos de casa.  A veces, la respuesta de Dios a nuestros gritos desesperados es no. Es posible que nunca entendamos de este lado de la eternidad las razones por las que Dios responde no cuando anhelamos desesperadamente un sí. A veces no puedo comprender cómo sus promesas se alinean con las circunstancias que mis seres queridos y yo enfrentamos. He venido a aprender que el problema es mi entendimiento limitado, no la verdad de las promesas de Dios. He visto cómo el Señor me ha enseñado estas mismas lecciones al no darme las cosas que tanto deseaba. Y sin embargo, cuando se da un nuevo “no”, tropiezo en la oscuridad de mi entendimiento, preguntándome de nuevo qué está haciendo el Señor y por qué retiene el sí que creo que necesito tan desesperadamente. Es tentador creer la mentira de que un sí de Dios confirma su bendición, mientras que un no es una forma de castigo o desaprobación celestial. O tal vez nos preguntamos: ¿Oye Dios nuestros gritos desesperados? El “no” de Dios a nuestras oraciones es siempre un “sí” a sus propósitos providenciales. Podemos aferrarnos a Él, sabiendo que Él nos escucha, que se preocupa por nosotros y que siempre está trabajando. Él no nos olvida ni nos falla simplemente porque nos dice no. Una segunda cosa que usa Dios para sacar del estancamiento a María es superación. Jesús le dice que debe revisar su perspectiva, ya no habrá una vinculación como antes, el tendrá que irse y subir de nivel. La fe de María tendrá que subir con el subir de Dios. Es decir con el surgimiento de un nuevo nivel de percepción de Jesús y de su relación con su Padre. Deberá superar sus antiguas perspectivas y poner la vista en el mover de Jesús y su vinculación con el Padre. Ahora vendría un nuevo nivel ya no con la presencia de Jesús sino con la presencia del Espíritu Santo en todos de una manera invisible. Pasaría de lo visible a lo invisible. De lo natural a lo espiritual. Una tercera cosa que sacaría a María del estancamiento sería una revisión. María ahora se convierte en un nuevo paradigma. Una mujer anunciando a los hombres. Por eso le dice “ve”. Es ella la primera comisionada a algo extraordinario. Es lo que se dice en la teoría del Caos un “sospechoso inusual”. El espacio en blanco ha generado que Dios use a gente que nunca se hubiera imaginado usar. Una revisión de paradigma. Por otro lado una revisión de un nuevo kerigma. Jesús le dice “y diles”. Jesús le da nuevas ideas de la relación que ahora existe en su vida. Ahora hay una identificación con Jesús en la misma dimensión . Dios es también nuestro Dios y nuestro padre. Es una de las primeras veces en que ese usa este concepto. Jesús llama ahora a sus discípulos con un nombre nuevo: “hermanos”. (Cf. Sal. 22:23; 122:8; He. 2:11). Una relación nueva, comunión en el Espíritu, a punto de ser derramado exige un nombre nuevo, un nombre todavía más íntimo que el hermoso nombre de “amigos”. Los hermanos son de una misma familia. Tienen mucho en común. Comparten la misma herencia. Así pues, todo verdadero creyente es coheredero con Cristo (Ro. 8:17). Así pues, también, en el sentido espiritual, Dios no es el Padre de todos los hombres sino sólo de quienes, habiendo sido escogidos desde la eternidad, han aceptado al Hijo con fe viva. Estos, todos éstos y sólo éstos, son hermanos de Cristo. Cuando pensamos en el hecho de que apenas unos días antes todos estos hombres “lo

abandonaron y huyeron”, nos sorprende aún más que Jesús, con tierna misericordia, quiera llamarlos sus hermanos. Lo que María debe transmitirles como un mensaje de Cristo para ellos es esto, “Subo a mi Padre (está a punto de ocurrir; ocurrirá con seguridad; de ahí el tiempo presente) y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”. Jesús distingue, y al mismo tiempo subraya la intimidad de la comunión entre él mismo, su Padre, y los discípulos. La distinción resulta muy clara por el hecho de que no dice, “Subo a nuestro Padre”. Su filiación difiere de la de ellos; por ello dice, “a mi Padre y a vuestro Padre”. Véase sobre 1:14 en cuanto a esta distinción. De ahí también, “a mi Dios y a vuestro Dios”. Sin embargo, también se subraya la intimidad de la comunión; el mismo Dios que es Padre de Jesús es también Padre de los discípulos. Jesús va a subir a este Dios y Padre. Este es el mensaje que debe comunicarse a los discípulos. Es también la lección que María necesita aprender.

La cuarta gran verdad que descubro en este pasaje es que podemos estar evangélicamente involucrado pero no misionalmente comprometido. No se ha registrado dónde fue el Señor después de aparecerse a María. Además, incluso resulta dudoso que, de haberse registrado, habríamos podido comprenderlo, porque debe tenerse presente que el período de su asociación diaria visible con los discípulos ya ha concluido. Simplemente aparece, ahora a éste, luego a aquél; y no debemos preguntar, “¿Dónde estaba entre las apariciones?” Sabemos muy poco acerca de la naturaleza del cuerpo resucitado y acerca de sus idas y venidas. El caso de María es diferente. Se nos dice que hizo lo que se le ordenó que hiciera. María debe haber sido una persona muy emotiva. En cierto sentido, nos recuerda a Pedro. En cierto momento la vemos llorar mucho. Se deshace en lágrimas, tanto, que incluso apenas advierte la presencia de los ángeles. Un momento después, el momento de reconocimiento gozoso, cuando el Señor resucitado pronuncia su nombre, todo cambia. “Raboni”, exclama; y, llegada a donde están los discípulos, apenas si puede contenerse en decirles, “He visto al Señor”. (En cuanto a Señor véase sobre 20:2, 13). Ahora ya no pensaba en un cadáver. No, se trataba del Señor vivo, gloriosamente resucitado del sepulcro. María comunicó el mensaje, palabra por palabra, exactamente como el Señor le había dicho que hiciera. Y estas palabras deben haber sido muy preciosas para los discípulos. ¿Cómo nos involucramos en la misión que Dios tiene para nosotros hoy? Tres elementos visibles en el vrs. 18. La primera expresión es “ir”. La misión es hacia afuera. Eso significa que no se trata de venir a la iglesia sino de llevar la iglesia al mundo. Es allí. Es un perspectiva hacia fuera y no una introspectiva hacia adentro. La segunda expresión es “dar”. La misión es dar. Observe que la misión no se trata de recibir, no soy yo el que espero recibir siempre, sino se trata de dar. Dar de nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestros recursos. La tercera expresión es ver. La misión es lo que hemos experimentado como testigos y no como reporteros. En cierta ocasión escuche a una persona que nos habló sobre la confianza en Dios. Y una de las cosas que más me impacto fue el hecho de que nos hizo saber que nosotros como cristianos debemos tener claro en nuestra vida cuál es nuestro rol como cristianos. Necesitamos hacer un análisis que nos permita decidir si somos Testigos de Jesús o si somos reporteros que mencionan hechos y que no ha sido testigos de una transformación total en nuestras vidas. Para poder entender esto es importante definir lo que es un Testigo. Un testigo se define como: «Persona que ha presenciado un hecho determinado, sabe alguna cosa y está dispuesta a declarar en un juicio.

Un reportero se define como «persona que elabora reportajes e informa una noticia» Cuando analizamos estas definiciones podríamos concluir que un testigo, vio, vivió y presenció un hecho de tal manera que no lo ha olvido y está dispuesto a presenciar en un juicio declarando lo que experimento. Sin embargo un reportero es alguien que preguntó, indagó e informa lo sucedido.  En muy pocas ocasiones un reportero se convierte en un testigo fiel de lo que va a informar, para esto debe exponer su vida para poder declarar lo que ha presenciado. Cuando analizamos la vida de Jesucristo y lo que Él ha hecho por la humanidad, me preocupa el hecho de que muchos cristianos estamos más en el lado del periodista que en el lado de un testigo.

Hemos visto entonces cuatro grandes verdades que se desprenden de la historia de María y la negativa de Jesús a que no se aferrara a él. Vimos que:

Que podemos estar emocionalmente necesitados pero teológicamente errados. Que podemos estar históricamente realizados pero erróneamente desactualizados. Que podemos estar espiritualmente estancados pero radicalmente desafiados. Que podemos estar evangélicamente involucrado pero no misionalmente comprometido.

Por no soltar algo que tenemos seguro y que ya consideramos nuestro podemos convertirnos en “presas”. Es lo que les sucede a los monos cuando introducen la mano por la estrecha abertura y agarraran su golosina, que ya no pueden sacar el puño, ahora lleno, por la estrecha abertura de la vasija, a menos que suelten lo que han conseguido. Para sacar la mano y huir tienen que renunciar a lo que ya tienen. Y eso es justamente lo que no van a hacer por nada del mundo. Entonces el cazador de monos puede acercarse con total tranquilidad y atraparles. Siempre encuentran al mono chillando salvajemente pero incapaz de renunciar a una parte para salvar el todo. Hoy creo que tenemos el reto de soltar mucho de lo que éramos antes de la pandemia o de lo contrario seremos presa de lo que no queremos soltar porque estamos aferrados a algo bueno que ya pasó su tiempo.