Di-lema de Jeremías: Templos sin biblia 2 parte

Continuo dando respuesta a la pregunta que deje planteada en el artículo anterior, ¿como que se asemeja hoy este tiempo de Israel al nuestro? bueno me temo que en muchas cosas, lamentablemente. Empecemos por Hilcías, el sumo sacerdote, cuyo trabajo espiritual se había reducido a a contar dinero, si así es sólo estaba contando dinero. Había reducido a los asuntos materiales la función sacerdotal ordenada por Dios de rendir servicio espiritual presentándose delante de Dios por el pueblo (no hacía más que «cuidar de las ofrendas»; vea Números 18.6–8). Esto tiene serias implicaciones debido a que se suponía que su objetivo principal era instruir en la ley. ¿Uno se pregunta que enseñarían por aquellos días a los que asistían al templo? Bueno de todo, menos la palabra de Dios. Josías estaba empeñado en hacer una reforma, y el dice la Escritura que “era recto y bueno”, pero como se puede ser recto y bueno, sin el conocimiento de la ley? Note que el había seguido el buen ejemplo de David, es decir había seguido de cerca la vida del Rey cuyo corazón era como el de Dios, y esto le puede dar cierta ventaja moral. Por otro lado había comenzado una reforma en su nación basado en las tradiciones del monoteísmo judío. Es decir el que haya sacado las imágenes del templo y limpiado se hace sólo porque entiende que los judíos, su religión no tolera el politeísmo. Pero no lo hace basado en una instrucción escritural, pues la desconoce. Hoy por hoy, se hace cosas rectas y buenas en nuestras iglesias evangélicas latinoamericanas, pero se hacen porque se siguen modelos humanos y tradiciones de la religión evangélica. Pero no porque estamos en obediencia de la palabra de Dios. Se hacen templos, se levantan ministerios y se enseñan bastantes cosas (como lo estaba haciendo Hilcías) pero solo a nivel monetario. Nuestros énfasis eclesiales actuales tiene que ver con reparar “las grietas de la casa de Jehová” de una manera física, llevar gente idónea para que arregle material y físicamente nuestros templos. Es decir estamos centrados en lo externo de la casa de Dios Pero por otro lado no cabe duda que habían obreros honrados dedicando su tiempo al trabajo en la casa de Jehová («estaban atentos a las necesidades del edificio de la iglesia»). En lugar de ser un lugar de adoración, el templo era simplemente un lugar de trabajo. Y mire que similitud con nuestra realidad nacional. Escucho a un predicador muy famoso de El Salvador, referirse a que las dos claves del éxito son servir en culto, llegar al culto y le ha metido tanto a la gente la asistencia al culto. Por supuesto que a él le conviene que lleguen todos los días a la iglesia, ya que cada día les saca la ofrenda, para vivir su estilo de vida lujosa, con carros, motos, etc. Y no podemos decir que no habrá gente honrada, metida en un activismo eclesial, no, sin duda habrá mucha gente especial con valores extraordinarios, pero ¿es eso realmente el cristianismo? He visto mucho de esta gente servicial, honrada y valiosa carecer del conocimiento básico de la Escritura, es más ignorar totalmente sus principios. Así que podrá haber un extraordinario servicio en la vida de un pueblo pero eso no significa que esté siendo aprobado por Dios Por otro lado Hilcías había encontrado por casualidad un ejemplar de la ley en la casa de Jehová, y se lo dio a Safán sin ni siquiera leerlo. Se `pueden imaginar a un pastor, encontrando la Biblia y no tener ni siquiera la más mínima curiosidad de leerla? No se puso a escudriñarla ¿y porque? Porque ya se había acostumbrado a su mensaje bueno, bonito y barato. Que tremenda amonestación para los predicadores de hoy día. Muchos estarán ejerciendo su ministerio, predicando tonteras, y aunque tienen la Palabra Escrita, no se interesan en escudriñarla, sino simplemente la ignorar. También Safán, un escriba que debía haber sido experto en el conocimiento y el uso de la ley de Dios, lo leyó, (vrs. 22:9). La expresión se puede traducir como “recitó” ¡pero no le produjo ninguna inquietud espiritual ni lo movió a enseñarla! Y luego cuando le da el reporte a Josías se refirió a ella como «un libro», tratándola con el respeto que uno podría tenerle a una revista, periódico o noticia televisiva. ¡No hubo seguimiento, ni inquietud, ni autoexamen, ni acción, ni cambio! Y escúcheme es el líder espiritual ¡ Se le paga para enseñar la Palabra, pero no lo hace! Hoy me he estado preguntando cuantas cosas hacemos los evangélicos actualmente que no están en El Libro, pero que son parte de nuestro folklore religioso! Por eso estamos como estamos, porque no le damos la importancia debida al libro y los tratamos “como un libro nada más”.¿Cuántas personas que tienen Biblia, van a su actividad eclesial sin ella, yo trabajo en un organización que se autodenomina cristiana, pero cada vez que nos juntamos para hacer “lo cristiano” brilla por su ausencia la Palabra de Dios en sus manos! O habrá gente que tal vez ni siquiera dedican quince minutos a la lectura de ella ¿Cuántos hay que jamás consideran preguntarse qué habrá en ese estudio que se aplique a su vida? ¿Cuántos hay que jamás se preguntan qué pensará Dios de sus hábitos de estudio bíblico [o de su preocupación por el pueblo de Dios, por la Palabra y las amonestaciones de Este]? ¿Cuántos oyen un sermón, pero olvidan el mensaje para la siguiente reunión, o no aplican personalmente el sermón de modo que dé como resultado un estudio más a fondo, crecimiento espiritual o transformación de la vida? Volviendo a la narración me parece interesante que no hay nada que indique que los obreros tuvieran contacto alguno con la ley de Dios. Eran hermanos dedicados, honrados que jamás ponían interés en estudiar lo que « [les] fue escrito» por Dios. No cabe duda que tenemos gente con valores, pero ignorante de la Palabra Una cosa más no es lo mismo servir a Dios que servir a la Iglesia. La iglesia no es la meta de nuestro servicio, es donde ejercitamos nuestro servicio Dios. ¿Por qué están llenas las iglesias hoy? ¿Qué nos hace reunirnos? Domingo a domingo nuestras iglesias se llenan. La tristeza es que muchos van solo porque es Domingo. Hay muchas teorías con respecto a la reunión “cristiana” de día domingo. Yo creo firmemente que, al igual que muchas otras cosas que los evangélicos practican, se debe a prácticas tomadas del catolicismo romano con el fin de que quienes se convertían, no sintieran demasiado el “cambio”. Muchos llegan a hacer cosas en público que nunca hacen en privado. «Que vean que levanto mis manos, que vean que me quebranto, que aplaudo y grito: Gloria a Dios».Luego la semana empieza y se olvidan de Dios. Es que si tú ingresas a un templo y ves dos personas; una con sus manos levantadas y rostro de éxtasis y la otra rascándose la nuca y con rostro de no saber que hacer, no vacilarás en suponer que el más espiritual es el primero. Sin embargo, Dios conoce y ve algo que ni tú ni yo podemos ver: su corazón. Y así puede saber, por ejemplo, que el de las manos levantadas está pensando en los negocios que hará cuando finalice el culto, mientras que el otro ha quedado en silencio de arrepentimiento y quebranto. El diablo se preocupa por los que están comprometidos. Se preocupa de aquellos que cada día viven para Dios. No de los que cada ocho días viven para su iglesia. Se preocupa de los que cada día escuchan a Dios, no de los que solo escuchan a su pastor cada Domingo. Se preocupa de los que a diario caminan las calles predicando el evangelio, no de los que cada domingo solo se sientan a escuchar el evangelio. No se preocupa por los cristianos que domingo a domingo van a la iglesia esperando ser «llenados», como si la iglesia fuera una gran estación de gasolina. Lo peor del caso, es que a todo esto ellos le llaman “congregarse”. ¡Y ay de ti si no lo estás haciendo! Esta clase de cristianos no representa amenaza para Satanás, porque solo los domingos entran en una comunión con Dios, y muchas veces fingida. Satanás ha logrado mantener ocupada a la iglesia, en discusiones vanas. Mientras que los que no danzan critican a los que si lo hacen y mientras los que levantan las manos critican a los que no lo hacen, el diablo se lleva nuestra juventud. «Desecha las fábulas profanas y de viejas» (1 Timoteo 4:7). Deja que los demás discutan como viejas, y tú vive día a día con Dios, por Dios y para Dios. Que lo que llegues a hacer en público, en la iglesia, sólo sea un resultado de lo que a diario haces en privado. Muchos están cómodos en sus iglesias. Aman su iglesia como organización y a su pastor como líder. Eso no es malo. El problema es que no aman a Jesús. Si lo amaran lo obedecerían. Muchas iglesias cantan «Firmes y adelante» como si estuvieran yendo a alguna parte. Sin embargo, siguen en el mismo lugar de siempre. Jesús no nos mandó a sentarnos cómodamente en las suaves bancas de nuestra iglesia a contemplar la belleza de nuestro templo. No nos mandó a caminar los pasillos de nuestros santuarios teniendo conversaciones sin sentido con aquellos que llamamos hermanos. Si nos llama a la comunión. Si nos llama al estudio de su palabra y a participar en la unidad del cuerpo. Desafortunadamente muchos se excusan en esto para no vivir y trabajar día para el Señor. Comunión es “común unión”, es decir: una unión que se produce por causa de tener cuestiones espirituales en común. Y eso no puede ocurrir de ninguna manera, por ejemplo, entre alguien que adora a un Dios vivo y activo, con otro que lo llora colgado de una cruz como si ya no pudiera regresar de allí. No es discriminación, es discernimiento ¿Cuánto estudia usted la Palabra de Dios? Volviendo a Jeremías si el rey no hubiera oído la ley, parece que no hubiera habido inquietud, ni respuesta, ni restauración. Lo que me hace traer a la mente un dicho japonés: “Cuando algo anda mal en una empresa, se debe empezar por la cabeza, porque el pescado empieza a podrirse por la cabeza. No puede haber verdadera transformación sino se empieza por el liderazgo. Piense por un momento ¡Todos los demás dirigentes se habían alejado de la ley de Dios para caer en moldes tradicionales! Puede que el pueblo de Judá haya sido religioso, pero no era justo; eran tradicionales, ¡pero no eran fieles a la ley de Dios! ¿Y usted? ¿Tiene usted un verdadero interés y está siendo transformado a raíz de lo «[le] fue escrito» en la ley de Dios? ¿Está usted haciendo alguna investigación acerca de la Palabra de Dios y las amonestaciones de Este para nosotros? ¿Está usted ayudando a llevar a cabo alguna reforma o restauración en nuestros días? ¡Qué sutil puede ser Satanás cuando arrulla a los discípulos de Dios con el canto de la indiferencia! El diablo puede usar casi cualquier cosa para extender su mano y atrapar a algunos del pueblo de Dios que estén a punto de perecer porque les falta conocimiento (Oseas 4.6). En esta condición se encontraba el pueblo de Judá cuando Jeremías entró en escena y les dio el libro inspirado. ¿Qué papel jugó Jeremías en esta triste situación? Jeremías era profeta. Esta [afirmación], aunque podría parecer trillada e innecesaria, es fundamental para entender tanto al hombre como su libro. Muchos superlativos se podrían usar, y se han usado, para describir a Jeremías. Su elocuencia y sus excepcionales dones poéticos han sido alabados; su profundo discernimiento, la valentía que lo impulsaba, su inalterable compromiso y ferviente proclamación de la Palabra de Dios, hacen de él uno de los héroes de la historia bíblica que verdaderamente se destacan. Era sincero —lo suficiente para revelar sus dudas, temores y frustraciones a todas las generaciones que le sucedieron. Era un caballero lleno de compasión por sus compatriotas. Era un estadista, el más destacado estadista de Judá en aquellos tiempos de desesperante agonía de la nación. Sin embargo, aunque estos superlativos son todos acertados, es poco lo que añaden al entendimiento que podamos tener de Jeremías. Este fue ante todo profeta de Dios. Creía en lo más profundo de su corazón que era vocero del Dios viviente. Cómo llegó a ser profeta y la manera como respondió al desafío nos será presentado a nosotros a medida que avancemos en el estudio capítulo por capítulo que haremos del libro. Nos vemos raza!!!!….

Di-lema de Jeremías: Templos sin Biblia

Al seguir la historia de Jeremías, pude encontrar algunas cosas interesantes, concernientes a la época en que el profeta fue llamado a proclamar a Dios. Para empaparnos de la situación histórica, debemos enfocarnos en 2 Reyes 22. A Jeremías le correspondió profetizar en un tiempo cuando todo Judá se precipitaba hacia su dolorosa y final catástrofe; cuando la agitación política se encontraba en su punto más álgido; cuando las pasiones más bajas arrastraban a los diferentes partidos, y cuando imperaba la más letal asesoría. Le correspondió pararse en el camino por el cual su nación se desplazaba de cabeza hacia la destrucción; para hacer un heroico esfuerzo por detenerla, y hacer que se devolviera; y para fracasar, y verse obligado a apartarse y observar a su propio pueblo, al que amaba con la ternura de una mujer, arrojarse al precipicio sobre la ancha y envolvente ruina. Jeremías fue producto de su propia era tumultuosa y tenía un mensaje urgente para sus contemporáneos. Sus escritos son históricamente significativos, al representar de una manera muy cándida la descomposición interna de Judá. Sin embargo, al igual que los demás profetas, él pudo trascender su propio ambiente y proclamar principios perennes que son válidos para todas las eras, y vitales para la nuestra. ¿Pero que pasaba en el pueblo de Dios en víspera de la aparición de Jeremías? Una sutil lección que se debe aprender, en cuanto a la caída de Judá, se da a conocer en 2o Reyes 22. Al estudiar Jeremías, veremos vívidamente el estado degenerado de los profetas, los sacerdotes y el pueblo de Judá. La sorprendente escena de 2o Reyes presenta actitudes y una forma de ver las cosas que encuentran en la cristiandad un paralelo más estrecho del que podemos suponer. En medio de adoradores de ídolos, falsos profetas y reyes rebeldes, había un grupo del pueblo de Dios, grupo ingenuo, ignorante y satisfecho consigo mismo, que se deslizaba hacia la muerte espiritual. Note la atmósfera espiritual imperante en Jerusalén cuando Josías comenzó su reforma religiosa a los dieciocho años de su reinado (cerca del 622 a. C.). El rey Josías envió al escriba Safán al sumo sacerdote Hilcías para que « [contara] el dinero que [habían] traído a la casa de Jehová», dinero que los guardianes de la puerta habían recogido del pueblo (2o Reyes 22.3–4). Este dinero había de ser puesto en mano de los obreros que estaban a cargo de la construcción de la casa de Jehová (verso 5). Estos obreros eran diestros carpinteros, constructores y albañiles que sabían cómo comprar madera y cantería para reparaciones (verso 6). Eran hombres honrados, en quienes se podía confiar el «manejo» del dinero (verso 7), al punto que no era necesario tomarles cuenta de lo que se les daba. Fue en esta situación propiciada por esta renovación, que un descubrimiento se hizo. Hilcías encontró el libro de la ley en la casa de Jehová (verso 8). Hilcías dio aquel libro al escriba Safán, quien lo leyó. Aunque el libro fue hallado y leído, Safán prosiguió como si nada, llevando el dinero a los obreros y dando el informe al rey. Pareciera que fue de una forma casual que le informó al rey de que Hilcías había hallado el libro de la ley (se refirió a este como «un libro»; verso 10), y Safán lo leyó en presencia del rey. Cuando el rey oyó las palabras de aquel libro, rasgó sus vestidos (señal de seria preocupación, tristeza, temor o penitencia; vea Génesis 37.29, 34; 44.13; Números 14.6; Josué 7.6; 2o Samuel 3.31). De inmediato, dio orden a funcionarios importantes que fueran y preguntaran a Jehová por él, por el pueblo, y por todo Judá (verso 13). Les dijo: «… grande es la ira de Jehová que se ha encendido contra nosotros» (verso 13). ¡Reconoció que su pueblo y los padres no habían escuchado las palabras de ese libro! Además, les mostró preocupación inmediata, refiriéndose a tales palabras como «todo lo que nos fue escrito» (verso 13). Envió a sus funcionarios más importantes «a la profetisa Hulda» (verso 14). El rey se dio cuenta de que era justificado reaccionar de forma tan visiblemente alterada, cuando el mensaje de Hulda, de parte de Dios, le fue respondido. El libro declaraba que la ira de Dios se había encendido contra el pueblo, y el mensaje de Dios por medio de la profetisa, era que esa ira no se apagaría (verso 17). ¿Ha observado usted diferentes influencias y respuestas entre personas que por lo general se consideran «buenas», en cuanto a la ley de Dios y el mensaje que esa ley tiene para ellos? Note usted la actitud de satisfacción consigo mismos que caracterizaba al pueblo de Dios al mostrarse tan tranquilos como si nada estuviera pasando, mientras se acercaban al momento de desastre nacional que culminaría con el cautiverio en Babilonia. Ahora, en que se asemeja hoy este tiempo de Israel? Lo veremos en nuestro siguiente capitulo.

Di-lema de Jeremias: Conviertanse ellos a ti y tu no te conviertas a ellos III parte

¡Qué doloroso debió de haber sido para Pasur ver morir al pueblo que le rodeaba, por haber escuchado sus falsas afirmaciones! ¡Cuántos irán a sufrir tormento eterno junto con los mismos espíritus que están allí por sus mentiras, sus falsas enseñanzas y su maligna influencia! Verdaderamente, los maestros —los falsos maestros— recibirán mayor condenación (Santiago 3.1). Jeremías manifestó gran valentía delante de Pasur cuando sufrió aquellas atribulantes condiciones. Este momento de  Valentía le ayudó a poner su vida en perspectiva y escribir el fabuloso descubrimiento que se recoge en 20.7–10.)Varios comentaristas han presentado 20.7–10 como otro de los lamentos de Jeremías. Más bien, el contexto indica que esta porción fue un momento en que su ánimo se exaltó al máximo (vea versos 9– 13), momento en el cual Jeremías por fin  Se centró en las promesas que Dios le hizo en 1.17–19. De hecho, esta escena podría  Llamarse el «huerto de Getsemaní» de Jeremías. No hay duda de que Jesús estaba perplejo y adolorido aquella noche en Getsemaní, cuando oró tres veces, diciendo: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú»  Mateo 26.36– 46). No obstante, después de esta petición, Jesús no volvió a titubear ni a vacilar cuando sufrió todas las inicuas acciones que le llevaron a Su muerte en la cruz. Estaba preparado para toda acción cruel en contra de Él. El descubrimiento de Jeremías en el capítulo 20, guarda paralelo con la conducta de Cristo. A partir de ese momento, él también hizo frente a momentos más difíciles —¡pero después de este capítulo no volvió a titubear, ni a vacilar, ni a quejarse! En 20.7–10, Jeremías hizo una reseña de los momentos difíciles que había sufrido (capítulos 1 al 20.6). Pensó en olvidarse de Dios y no hablar más en Su nombre, ¡pero Jeremías siguió hablando! Este contexto fue, por lo tanto, el amanecer del día cuando Jeremías comprendió lo que Dios le había prometido en 1.7: «Porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande». Jeremías estaba consciente de la tentación de dejar de hablar. Pareciéndose en parte al profeta Jonás, fue tentado a huir de la presencia de Dios (vea Jonás 1.1–3) —¡pero no huyó! En 20.11–13, Jeremías se regocijó en su declaración de que Dios verdaderamente estaba con él, y que sería su suficiencia. Jeremías había pasado por un tempestuoso período de emociones encontradas. Amaba a su pueblo, oraba por ellos, y les rogaba que se arrepintieran, antes de que Dios los entregara a la desolación. A pesar de sus esfuerzos, ¡lo señalaron como traidor los que fueron traidores delante de Dios! Jeremías trató y lloró. Predicó y profetizó, tan solo para ser ridiculizado todos los días como digno de muerte. Durante meses, estas frustrantes experiencias agobiaron su alma. Hemos visto luchas en sus lamentos desde el capítulo 12 hasta el 20. No obstante, en el capítulo 20, algo cambió. A pesar de todo, se mantiene inalterablemente firme en su lucha contra todas las potestades de maldad, como «columna de hierro, y como muro de bronce contra toda [la] tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus  Sacerdotes, y el pueblo de la tierra», de modo que todos los que pelearan contra él, no podían hacer nada, porque el Señor, según su promesa [1.18–19], estaba con él, se mantenía a su lado como

«poderoso gigante» [20.11], y demostraba Su poder en la debilidad del profeta.¡Qué momento más precioso es cuando uno descubre la verdadera fuente de su suficiencia! Dios promete estar con nosotros. En algunos casos, incluso identifica lo que enfrentaremos o sufriremos, como hizo con Jeremías (1.17–19; vea Mateo 24.1–39; 1era Timoteo 4.1–5; 2a Pedro 2.1–9). Pacientemente, Dios trabaja con nosotros, nos protege y nos bendice. Al final,  Alcanzaremos Sus promesas si no tropezamos al andar por el camino. (Lea  detenidamente 1era Corintios 10.12– 13 y Hebreos 6.1–6.)  Cuando Dios no nos revela los problemas que nos esperan, Él no olvida proveer contra estos. Toma la carga sobre sí mismo, de modo que cuando los problemas se revelan, la gracia para sufrirlos también se revela. Además, en general, la bendición del servicio de Dios supera enormemente los dolores de este. Si el sobresalto de estos últimos nos aparta del servicio, el resultado será que nos perderemos nosotros mismos. Por lo tanto, es misericordioso de parte de Dios, tratar con condescendencia nuestras debilidades, y así llevarnos adelante por visiones parciales de la verdad, hasta que seamos lo suficientemente fuertes para captar la totalidad. Aún así, cuando se nos revela una perspectiva de problemas, estos deben enfrentarse. Algo de esto debemos considerar, porque de lo contrario podemos hacer un oprobioso fracaso. A Jeremías se le advirtió que habría oposición. Cristo no aprobó el entusiasmo precipitado, despreocupado [Lucas 9.57–58], y mandó a los hombres contar el costo de su servicio […] Jeremías se quejó de que no solo fue seducido, sino que también vencido a la fuerza por Dios. «Más fuerte fuiste que yo». No es que Dios obre en contra de la voluntad del hombre, jamás lo hace, pero Él todavía rodea al hombre y usa tales  influencias sobre este que muchas de las experiencias de su vida pueden atribuirse al supremo poder de Dios, antes que a la actuación espontánea del hombre. Podemos beneficiarnos de las ideas  prácticas que sugieren las confesiones de Jeremías. Se puede observar claramente su humanidad, pero esta es eclipsada por la suficiencia de Dios. ¡Cuán imperativo era que Jeremías acudiera a Dios con sus debilidades! Esto dejó la puerta abierta para que Dios cumpliera Sus promesas y pusiera a Jeremías a la altura de todo desafío.¿Haremos usted y yo como Jeremías hasta que sirvamos fielmente en todo lugar que Él desea que estemos? ¿Cuánto se necesitaría para enviarlo a usted a una depresión y lejos de la suficiencia de Dios? He aquí algunas aplicaciones para nosotros, basadas en la firmeza de Jeremías bajo condiciones desfavorables: 1. Haremos frente al temor en alguna forma. Podemos elegir entre dejar que nos venza o, por la gracia de Dios, vencerlo nosotros (1era Juan 4.17–19; 2a Timoteo 1.7). 2. Algunas personas o circunstancias pueden intimidarnos. Podemos perder eficacia o podemos ser eficaces por la gracia de Dios (Romanos 8.33–39; 2a Corintios 9.8). 3. Habrá momentos en los que enfrentaremos temor a lo desconocido. Podemos huir de ello o podemos confiar en que Dios andará con nosotros en medio de ello (Romanos 8.26–28; 1era Pedro 5.5– 7).4. Nos vamos a considerar incompetentes para algunos de los encargos de Dios. ¿Deberemos convencernos de esto y seguir indiferentes, o maduraremos y creceremos para llegar a ser lo que Él sabe que podemos ser (2a   Corintios 3.4–6; Hebreos 5.11–14; Efesios 4.11–16)? 5. Enfrentaremos presión de la poca fe. ¿Nos rendiremos, o creceremos en la fe y avanzaremos? (Vea Marcos 9.14–24; Hechos 14.21–23; 16.5; Filipenses 1.27–30; 2a Tesalonicenses 1.3; 1era Timoteo 6.12–14; Santiago 2.22; 1era Juan 5.4; Judas 20–21.) Cuán agradecidos deberíamos estar de que Dios consideró apropiado conservar este relato de la vida de Jeremías para nosotros! Su dolor, titubeo y temor —así como su crecimiento y dinamismo— han dejado lecciones dignas de ser aprendidas. Sus huellas nos han desafiado a continuar nuestra lucha por la fe, sea que la gente que está alrededor nuestro responda o se aleje. Su ejemplo es un poderoso recordatorio de que hay gloria en andar con Dios, aun si los hombres murmuran y siguen en pos de otros dioses. La vida de Jeremías fue una demostración de la creencia de Pablo acerca de la gracia de Dios: «porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2a Corintios 12.7–10). Josías y sus descendientes (excepto Johanán) fueron los reyes durante el tiempo en que vivió Jeremías

Di-lema de Jeremías: Conviertanse ellos a ti no tu a ellos

 En tercer lugar trate con Dios, Hay dos cosas que debemos reconocerle a Jeremías: La primera es que acudió a Dios con sus sentimientos, en lugar de buscar la manera de que le pagaran «ojo por ojo y diente por diente» (vea Éxodo 21.23–24; Mateo 5.38). Toda explosión emocional del profeta fue desahogada ante la presencia de Dios, no en la contienda de las críticas. Lo segundo que se le debe reconocer a Jeremías, es que cualquiera que fuera la retribución que él creyera justa, la presentaba delante de Dios y contaba con Este para que se encargara de dar el castigo. Dios ha decretado una ley fundamental, tanto en el antiguo como en el nuevo pacto: «La venganza es mía, yo pagaré» (Romanos 12.19; vea Deuteronomio 32.35). El sentido común nos confirma la necesidad de que aprendamos y respetemos esta ley: (1) Dios es más sabio que nosotros. (2) Dios sabe todas las cosas que están adentro, y las que están afuera, y jamás actúa guiado por una porción de la realidad. (3) Dios tiene mayor amor, gracia y misericordia que nosotros. (4) Dios conoce el futuro, lo cual significa que sabe si una persona o nación cambiarán algún día. (Esta fue una importante percepción que la oración de Cristo dio a conocer en Lucas 23.34; vea Hechos 2.36–47; 6.7.) (5) Dios es más poderoso que nosotros, lo que le capacita para castigar mejor de lo que nosotros podríamos, cuando el castigo fuere necesario. El hecho de que la reacción de Jeremías estuviera dirigida a un motivo egoísta («[han] cavado hoyo a mi alma»; 18.20) revela que sufría el mismo estrés emocional que cualquier otra persona podría sufrir. 4. Trate con su llamamiento. Son pocos los predicadores o maestros que han hecho frente a tantas burlas, amenazas e inicuas maquinaciones, como las que Jeremías enfrentó —sin embargo, Jeremías jamás dejó de predicar el mensaje de Dios. ¿Cómo lo logró Jeremías? Si usted estudia atentamente, notará que se manifiesta una secuencia. Primero estaba consciente de sus limitaciones. Jeremías afirmaba debilidades personales en sus confesiones y lamentos, pero a pesar de esto mantenía dominio de sí mismo y evitaba hacer el mal. El mismo Jesús tuvo momentos de enojo (Marcos 3.5), pero sin pecado (1era Pedro 2.22). Segundo, Jeremías acudía a su Hacedor cuando la duda, el temor, el prejuicio o un espíritu de crítica se formaban dentro de él. Tercero, confiaba en Dios que Este decretaría castigo sobre sus enemigos. Cuarto, aprendió a aceptar la realidad, fuera buena o mala, dándose cuenta cada vez más de que Dios era poderoso y vencería. Este último punto no estaba completamente afirmado en el corazón de Jeremías a la altura del capítulo 18, porque todavía trataba de darle instrucciones a Dios. Una  Persistente duda acerca de los métodos y el trabajo de Dios se manifiesta en las preguntas que Jeremías hizo en sus confesiones y lamentos: 12.1: ¿Por qué es prosperado el camino de los impíos? 15.18: ¿Por qué fue perpetuo mi dolor, y mi herida desahuciada no admitió  Curación? 15.18: ¿Serás para mí como cosa ilusoria, como aguas que no son estables? 18.20: ¿Se da mal por bien? Estas preguntas fueron esfuerzos manifiestos con los que pretendía ayudar a Dios, o hacer que Este actuara. ¿Se ha acercado a Dios usted alguna vez con tales actitudes? las respuestas a muchas preguntas parecen entrar en el campo de visión de Jeremías, cuando los eventos del capítulo 20 se dan a conocer. Al comienzo del capítulo, Pasur el sacerdote, fue más allá de la agresión verbal. ¡Debió de haber sido un largo día y una larga noche para Jeremías, cuando fue azotado, puesto en el cepo y encarcelado!  Vea versos 1–2.) Este incidente me hizo pensar sobre el hecho que camino a la entrada del templo había un cepo. ¿Cómo es posible tener un cepo en la casa de Dios?. Otra cosa es que Jeremías no dice nada al maltrato de Pasur, solo hablará cuando haya palabra de Yaweh. No obstante, al día siguiente, cuando Jeremías fue liberado, respondió con una severa reprensión de parte del Señor. Pasur vería a sus seguidores morir delante de sus ojos, y todo Judá iría al exilio en Babilonia. Pasur también iría a Babilonia con todos los de su casa, y moriría allí —

Di-lema: Conviertanse ellos a ti y tu no te conviertas a ellos

En estos días, el libro de Jeremías ha sido como una fuente de inspiración. Dios me ha llevado a estudiarlo porque ando en busca de mayores respuestas para esta etapa de mi vida, mi esposa y mi familia. Cada vez me estoy preguntando como poder predicar con fidelidad la Palabra de Dios en un contexto donde hacerlo lo ven como contrario o como un traidor a la mentalidad institucional. Debido al ambiente en el que estoy trabajando, a veces me he encontrado con el dilema, de seguir con mi llamamiento o dejarme llevar por la corriente del medio en el que ministro.  Últimamente hasta me ha dado vergüenza el poder hablar “bíblicamente” porque el medio está tan secularizado o lleno de una teología humanista. Pero lo peor no es la teología humanista, sino que una teología contradictoria de lo que somos y hacemos. He podido escuchar personas en puestos de jefatura, el decir que necesitan poner el testimonio cristiano en sus documentos y sus departamentos, y escuchar a este mismo individuo decir que es necesario darle de patadas a sus subalternos al usar una instrumento de evaluación para que no se crean la gran cosa. Una de las situaciones  que mas me ha estado preocupando últimamente, es que la mucha oposición de parte de gente que tiene poder judicial o institucional, pueda  callar nuestra proclama profética. En cierto sentido es bastante desgastante porque puede ocasionar en uno, crisis y agotamiento. Es allí donde Jeremías ha entrado a mi vida como un bisturí para extirpar alguna infección que me esté creciendo en el mundo ecuménico en que me muevo. Quizás usted pueda estar en la misma situación, sé que tiene una pasión como la de Jeremías pero eso le ha ocasionado más problemas que bendiciones. Lo ven como extraño y como “no alineado con el discurso de la institución religiosa a la que pertenece”, bueno no se preocupe, las cosas todavía pueden empeorar, de hecho le prometo que empeoraran. En medio de esta confusión Dios le da un palabra a Jeremías, que me gustaría quizás tomarlo como mi tema de este próximo año: “Conviértanse ellos a ti y tu no te conviertas a ellos”  Como podría lograr este objetivo que cosas debía tomar en cuenta para poder cumplir este deseo de Dios. Bueno eso es lo que veremos a continuación. Comience  considerando en esta sección de reflexión que las  tribulaciones de Jeremías apenas estaban comenzando; su situación iba a empeorar. Ciertamente su titubeo y preocupación habrían de seguir. En pocas palabras, todavía no conocía verdaderamente a Dios, ni la fidelidad de Este (Juan 17.3). Primero debía tratar con su familia. En 12.6, Dios advirtió a Jeremías de que los problemas provendrían de sus propios familiares, dando como  resultado que tuviera que abandonarlos del mismo modo que Él estaba abandonando a Judá. Estos eran pasos cargados de mucha angustia que debía dar Jeremías.  Parece que Jeremías abandonó a su familia y salió de Anatot para esta época, e hizo un viaje por instrucción de Dios, al río Éufrates (capítulo 13). Al volver, el énfasis del libro parece trasladarse a Jerusalén, donde Jeremías vivió hasta que la ciudad cayó (vea 14.2, 16; 15.4–5; 17.9). El hecho de que Jeremías saliera no significa que no tuvo más contacto con su familia. Jeremías 15.4–10 contiene una de las más  conmovedoras escenas de la literatura. Dios hizo que Jeremías diera un mensaje acerca de cuántas esposas llegarían a estar viudas, y cuántas madres habrían de perder a sus hijos. El versículo 8 dice: «… traje contra ellos destruidor a mediodía sobre la madre y sobre los hijos; hice que de repente cayesen terrores sobre la ciudad». Aunque era una profecía general de castigo que caería sobre la tierra, había un toque personal en la frase «sobre la madre y sobre los hijos». Jeremías agregó a este mensaje un ay: «¡Ay de mí, madre mía, que me engendraste hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra! […] todos me maldicen» (verso 10). Jeremías parecía estar diciendo: «Madre,  lamento que tú fueras la que habrías de sobrellevar el peso nacional de ser mi madre, la madre del hombre que Anatot desea matar —un hombre que es causa de contienda y discordia para la tierra. Todos me han maldecido. ¡OH madre! ¿Qué te han hecho mi mensaje y mi vida?». Muchos han leído estas palabras poniendo el sentido de que  Jeremías estaba deseando no haber nacido. El contexto muestra que en realidad estaba buscando alguna explicación acerca de cuán lejos iba a llevar Dios esta tarea asignada. Jeremías estaba sufriendo en lo más profundo, pensando no solamente en sí mismo,¡sino también en lo que su obra le estaba haciendo a su madre! De hecho, esta preocupación era parte de lo que le hacía sufrir. Imagínese usted esto. Si tal clase de rechazo y repudio de toda la nación se amontonara sobre su madre, ¿no le preocuparía a usted también? A medida que Jeremías hacía frente a su dilema, él estaba también aceptando el horror de los tiempos en que vivía.

Estabilidad espiritual en un mundo de debilidad: La reacción al rechazo

Hemos visto que el mensaje de Jeremías fue rechazado, y que el profeta mismo fue

objeto de rechazo y de maltrato. ¿Cómo le afectaron estas reacciones? La respuesta nos lleva otra vez a través del libro para examinar lo que hemos llamado «las confesiones de Jeremías».1 En estas reflexiones, el siervo de Dios hallará una de las lecciones que más invitan a reflexionar y de mayor valor práctico, de todas las que el siervo de Dios alguna vez estudiará. Jeremías fija un nuevo nivel para todos los que han sido maltratados por sus hermanos y por sus propias familias. Si alguna vez le han agobiado tales condiciones, ¡entonces usted necesita leer la porción que sigue! Aunque fue tentado a renunciar, ¡Jeremías jamás lo hizo! Aquellos de ustedes que se hayan visto enfrentados a la injusticia a tal grado que sintieron que ya no lo soportaban más —¡lean esta porción! Si usted ha tenido que estar mirando lo desagradable, lo injusto y lo indeseable a tal grado que sintió que ya no lo soportaba más —¡lea esta porción! Si usted ha sido atacado, y se sintió tan solo que tuvo deseos de alejarse —¡lea esta porción! Si usted ha luchado con los problemas hasta que las lágrimas mancharon su almohada —¡lea esta porción! Si usted ha luchado contra la falsedad por tanto tiempo que estuvo a punto de dejar de declarar la verdad —¡lea esta porción! Si el rechazo le ha causado dolor que no tiene alivio —¡lea esta porción! Jeremías anduvo por los anteriores caminos, y es probable que hiciera frente a más tribulaciones que las que nosotros alguna vez enfrentaremos, pero él nunca desaprovechó una oportunidad para declarar: «Así dice Jehová». Recuerde los diferentes campos en que él predicó y a todos a quienes predicó. No olvide cuánto lo rechazaron. Recuerde que él sirvió a las mismas almas por más de cuarenta años y básicamente fue rechazado por todas las naciones. Jeremías no era un autómata sin sentimientos; para todos los que vivían en Judá él era un hermano bondadoso que se preocupaba. Le dolía cuando procuraba ayudar. Predicó heroicamente la voluntad de Dios, sabiendo que la respuesta solo le produciría dolor. Luchó valientemente en una batalla por la nación, a pesar de que ya sabía por revelación de Dios, que su pueblo estaba destinado para la derrota. SU REPUESTA A LA CAÍDA DE JUDÁ ¿Cómo afectó todo esto a Jeremías? ¿Titubeó alguna vez? ¡Claro que sí! En las porciones autobiográficas de su libro hay expresiones manifiestas de su dolor y depresión. necesitamos considerar con atención este aspecto intensamente humano de su relato, porque contiene enseñanzas especiales sobre cómo andar por los valles de la vida sin fracasar, cómo lidiar con nuestras debilidades sin abandonar el puesto del deber, y cómo ver más allá de la carne para servir a Dios. La lección más importante para nosotros es que Jeremías experimentó debilidad y depresión, ¡pero aun así llevó a cabo la tarea que su Creador le encomendó! Tan seguro como que Pablo aprendió a vivir humildemente y a tener abundancia, a estar saciado y a tener hambre (Filipenses 4.11–12), Jeremías soportó todo la gama de las emociones humanas. ¡En el proceso, aprendió acerca de la verdadera fidelidad y dedicación! ¿Le gustaría usted ser así? ¡Entonces siga leyendo, aprendiendo la lección que él aprendió! SUS CONFESIONES

Si nosotros pudiéramos hablarle a Jeremías acerca de su vida como gran profeta antiguo testamentario, él podría respondernos como leí una vez a un poeta cristiano: Deseara que no piense usted que soy tan santo. Parece usted imaginarse que no tengo mis altibajos, sino que ando por un terreno elevado y nivelado de logros espirituales, de gozo y ecuanimidad continuos. De ninguna manera es así. A menudo me siento completamente desdichado y todo me parece tenebroso. A menudo siento como si mi vida religiosa apenas ha comenzado, y que me encuentro en la etapa del jardín de la infancia ¡Jeremías tuvo sus luchas, pero por la gracia de Dios siguió siendo Su siervo fiel! La historia de las luchas de Jeremías ha hecho que su libro se convierta en un recurso de singular valor para los que han servido en medio de la murmuración y la resistencia. A medida que la personalidad de Jeremías se manifiesta para que nosotros la estudiemos, podemos aprender algunas de las lecciones más prácticas de la vida y que más invitan a reflexionar. Jeremías imprime su sello a una época de la historia de la profecía. Isaías y los demás profetas de su generación están totalmente absorbidos en su mensaje, y no dan cabida a la demostración de sentimientos personales. En Jeremías, en cambio, el elemento del sentimiento humano está constantemente teniendo dominio sobre lo profético […] la trasparencia de Jeremías no es propiciada únicamente por los problemas personales, sino por los del pueblo de Dios. Las palabras de Jesús, cuando dijo: «¡… y no quisiste!» y «Mas ahora está encubierto de tus ojos», bien podrían, ser dados como lemas al libro de Jeremías. Jeremías nos dejó esta constancia inspirada de su agitación interior. Al ser enfrentados nosotros con frustraciones parecidas, sus palabras pueden ayudarnos a mantenernos firmes y a hacer lo correcto. El tormento de su alma puede abrir nuestros ojos a lo obvio, facultándonos no solo para evitar algunos errores, sino también para obtener su victoria. SU DESEO DE RENUNCIAR Los problemas llegaron, y Jeremías escribió: «¡OH, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!» (9.1). Cuando usted dice: «Lloré hasta que ya no pude más», ha alcanzado uno de los más dolorosos niveles de la experiencia humana. Jeremías lo alcanzó. Su dolor se intensificó por la fuente de su preocupación, que él identificó como su pueblo. Es preocupante ver la pecaminosidad de cualquier persona, pero el dolor es más profundo cuando la maldad la hace el propio pueblo de uno. Mientras Jeremías observaba sus caminos malos y deseaba redimirlos, otra parte de sí mismo clamaba por alejarse de ellos: ¡Oh, quién me diese en el desierto un albergue de caminantes, para que dejase a mi pueblo, y de ellos me apartase! Porque todos ellos son adúlteros, congregación de prevaricadores. Hicieron que su lengua lanzara mentiras como un arco, y no se fortalecieron para la verdad en la tierra; porque de mal en mal procedieron… (9.2–3). Hay varias expresiones que declaran el deseo del hombre de alejarse de la escena: «Haga que el mundo se aleje»; «¡Diga que no es así!»; «¡No! ¡No! No lo voy a creer». Ninguna de estas describe mejor el profundo dolor y depresión que el deseo de Jeremías de contar con un albergue junto al camino donde pudiera estar lejos de la enfermedad de su propio pueblo. Medite por un momento. ¿Ha experimentado algún lector una escena tan sórdida, que todos eran adúlteros y mentirosos, y procedían de mal en mal? Solo uno o dos casos en una familia o congregación constituyen suficiente devastación. ¿Cómo maneja uno tal desilusión y disgusto? El llanto de Jeremías y su deseo de alejarse son emociones naturales, pero ¿serán correctas? En el momento de su aflicción se imagina que le gustaría romper con el pueblo que no merece nada de él. ¡Qué placentero es ser aliviado de toda responsabilidad e irritación! Literalmente le causaba náuseas el observar que habían sustituido la religión por un rito vacío, impío y formal. Todos los días oraba, amaba, predicaba y advertía, tan solo para recibir la clase de indiferencia que le quemaba el alma. Este pueblo estaba condenado de todos modos. ¿Por qué seguir adelante a un ritmo que lo podía matar? Es bueno saber que cuando Jeremías tuvo el privilegio de abandonar a estos mismos vecinos traidores, él eligió quedarse con ellos y darles el resto de los días de su vida haciendo lo mejor que podía con ellos. El hecho de que Jeremías se quedara nos produce admiración por su constancia, fortaleza y valentía. Que Dios nos conceda la sabiduría para saber cuándo quedarnos y cuándo irnos. Si usted alguna vez lucha con este dilema, recuerde a Jeremías. También, busque la sabiduría de Dios y pregunte: «¿Qué desearía Dios que hiciera?». Durante seis mil años Dios ha seguido al lado del hombre, derramando Su gracia y misericordia, haciendo «salir su sol sobre malos y buenos, y [haciendo] llover sobre justos e injustos» (Mateo 5.45). ¿Adónde puede ir Dios? ¿A algún remoto rincón del universo a crear un nuevo mundo, mientras este se acabe de arruinar? ¡Por supuesto que no! Tampoco puede un hombre dedicado darse el lujo de alejarse. Muchos hombres abandonan una situación difícil tan solo para volver la espalda a la grandeza. El momento para que un ministro se aleje, si es que está dentro de su potestad, es cuando ha tenido éxito, no cuando ha fracasado. Recalcamos, por supuesto, si es que está dentro de su potestad. Si uno está en una situación en la cual no solo es obvio que ha fracasado, sino que continuará fracasando, mientras que hay otro que puede hacer mejor la obra, la mejor decisión será reconocer la derrota y seguir adelante a una situación donde pueda sacar provecho de los errores del pasado Cuando uno ha pecado contra otro, o tiene algo contra otro, estas almas necesitan reunirse (Mateo 5.23–24; 18.15). No obstante, cuando Pablo y Bernabé tuvieron diferencias, uno fue en una dirección, y el otro sirvió en otros lugares (Hechos 15.36–41). No hay nada que indique que las acciones de ellos causaran daño a la iglesia. Con el tiempo, Marcos llegó a ser un hermano, con quien Pablo pudo trabajar (Colosenses 4.10; 2a Timoteo 4.11). Aunque no hay un método fijo para resolver toda situación, este estudio acerca de cómo Jeremías se mantuvo con el pueblo de Judá debe ser considerado seriamente. Antes de salir de una forma apresurada, dejando atrás un desastre de hermanos heridos y de problemas no resueltos, piense en cuánto soportó Jeremías. ¡Él se quedó porque Dios lo quería allí! Maquinaciones personales contra Jeremías (11.18–25) Nos causa profundo dolor cuando vemos a los demás en pecado, pero cuando los que son corruptos maquinan y conspiran en contra de uno, ¡el impacto de su pecado es mayor! Pareciera que el primer conflicto de Jeremías con el pueblo de Judá provino de su propio pueblo en Anatot. En vista de que los esfuerzos de reforma del rey Josías comenzaron a los doce años de sureinado (2o Crónicas 34.1–5), y en vista de que Jeremías comenzó su obra profética en el año decimotercero del reinado de Josías (Jeremías 1.2), no hay duda de que el profeta formó parte del diligente esfuerzo por purificar a Judá y a Jerusalén de su idolatría. En Jeremías 11, Dios le informó a Jeremías de la intensa reacción a sus profecías encontra de los que quebrantaban el pacto. Jeremías describió su impactante descubrimiento con las siguientes palabras: Y yo era como cordero inocente que llevan a degollar, pues no entendía que maquinaban designios contra mí, diciendo: Destruyamos el árbol con su fruto, y cortémoslo de la tierra de los vivientes, para que no haya más memoria de su nombre (11.19). La actividad de Jeremías a favor de las reformas de Josías, atrajo sobre su cabeza la ira de sus vecinos. La prohibición de todoslos sacrificios fuera de Jerusalén puso fin al santuario de Anatot, afectando seriamente el prestigio de la ciudad y violando las tradiciones por largo tiempo atesoradas de ella. ¡Y la reforma fue apoyada por uno de sus ciudadanos e hijo de un sacerdote! ¡Cuán frecuentemente los hombres con intereses locales y sentimientos personales pesan más que los principios eternos ¿Cómo reaccionó? (12.1–4) Jeremías respondió de tres maneras a las acciones del pueblo de Anatot. En primer lugar, felicitó a Dios y buscó la ayuda de Dios (12.1). Este habría de ser el comportamiento de Jeremías en los meses y años venideros a medida que sus problemas se intensificaban. En segundo lugar, Jeremías le preguntó a Dios: «¿Por qué es prosperado el camino de los impíos, y tienen bien todos los que se portan deslealmente?» (12.1b). Estas preguntas también habrían de repetirse. En tercer lugar, Jeremías mostró algo de autocompasión. En 12.2 Jeremías trató de «educar» a Dios, describiendo cómo era el pueblo en realidad. En los versículos 3 y 4, Jeremías le recordó a Dios de su buena actitud para con el pueblo, dijo que Dios debería castigarlos, y ¡recalcó la necesidad de que lo hiciera rápidamente! La motivación detrás de estos ruegos para que Dios actuara, no debería pasarse por alto: «… porque los hombres han dicho: “él [Jeremías] no verá nuestro fin”» (12.4; NASB). cuando Jeremías declaró la condenación de ellos si no se arrepentían, el pueblo respondió con una réplica egotista en el sentido de que ellos todavía iban a estar vivos después de que la vida de Jeremías acabase. Jeremías le recordó a Dios esto (como si Dios no lo supiera), ¡e instó a Dios que hiciera algo al respecto de inmediato! Cuando la presión se nos viene encima, nos alteramos y nos apresuramos. Cuando las cosas se echan a perder, una de las reacciones más seguras es la autocompasión. El autor recuerda la letra de una canción de su juventud que a menudo expresaba sus más tristes pensamientos: Nadie me ama, todo mundo me odia Iré al jardín y comeré gusanos. La adversidad por lo general hace que sintamos autocompasión como si fuéramos las personas más desdichadas de toda la tierra.7 Aunque Jeremías cayó momentáneamente en la autocompasión y el miedo y se desesperó urgiendo a Dios a actuar, él no faltó a un solo compromiso de predicación. ¿Cómo reaccionó Dios? (12.6; 13.1–27) Jeremías presentó sus cargas delante de Dios, y Dios preparó a Su profeta para lo que venía (1era Pedro 5.5–7). Dios planteó dos preguntas a Jeremías. En lugar de alimentar la autocompasión de Jeremías, animó a Su profeta a prepararse para las dificultades que se aproximaban. «Si corriste con los de a pie, y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de paz no estabas seguro, ¿cómo harás en la espesura del Jordán?» (12.5). Tal vez usted haya oído el cliché que dice: «¡Anímese! ¡Las cosas podrían ser peores!», con la sarcástica respuesta: «¡Así que me animé, y de veras las cosas empeoraron!». Pero aun así, «¡Anímese!» fue el mensaje básico de Dios para Jeremías, aunque de hecho su situación empeoraría. Ya Dios había proclamado por medio de Jeremías que el poder del norte vendría con caballos «más ligeros […] que las águilas» a atacar a Judá y a Jerusalén (4.11–13). Estos ataques ni siquiera habían comenzado. Si Jeremías se había cansado haciendo el bien a estas alturas de los conflictos, ¿qué iba a hacer cuando el creciente ejército y la matanza lo rodearan? Dios estaba en efecto diciéndole a Su profeta: «Jeremías, en lugar de hundirte en la autocompasión, levántate y prepárate para tiempos más angustiantes». ¡Qué mensaje más tremendo es el que da esto en relación con la percepción que tiene Dios de lo que podemos resistir! Dios le había dicho anteriormente a Jeremías: «… porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande» (1.7). Jeremías creía que estos primeros conflictos ameritaban que Dios respondiera de inmediato —pero Dios sabía que con el tiempo crecería la fe de Jeremías, no su temor. ¿Cuán a menudo huimos llenos de temor cuando Dios está a punto de ayudarnos a permanecer firmes y a crecer en la fe? La mayoría de nosotros usamos solo una parte de nuestra capacidad mental, rara vez conocemos nuestra fuerza física, y cedemos a los temores que podíamos haber superado. ¡Muy a menudo, comenzamos a titubear antes que la verdadera guerra haya comenzado! En lugar de rendirnos, deberíamos escuchar a Pablo cuando dice: «Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos» (1era Corintios 16.13). La lección aquí es tan real y tan básica como el descubrimiento que hace Pablo en 2a Corintios 12.7–10, donde declara: «Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo […] porque cuando soy débil, entonces soy fuerte». Es en el valle de nuestras debilidades que podemos aprender la lección por la cual ganamos las victorias más grandes de la vida: «Ceda usted el lugar a Dios».

Estabilidad espiritual en medio de la debilidad: El modelo de Jeremías

El profeta Jeremías
El profeta Jeremías

Este día ha sido bastante malo., en términos laborales y otras hierbas. No escribiré lo que pasó, pues este blog no es sección de quejas. Además estoy cambiando los nombres para proteger a los inocentes (en este caso yo). Pero Dios me ha vuelto otra vez hacia el libro de Jeremías y debido a que Jeremías profetizó durante por lo menos cuarenta años, y predicó en muchos lugares, es de esperar que muchas diferentes personas fueran influenciadas por sus mensajes. Sin embargo, una sola palabra describe la respuesta: ¡Rechazo! Así que me pregunté ¿como es posible ministrar con frescura en un ambiente que rechaza el mensaje de Dios? Veamos algunas ideas de este rechazo de Jeremías

En primer lugar LOS QUE LE RODEABAN RECHAZARON SU MENSAJE

Sus vecinos

Jeremías era oriundo de Anatot; sin embargo, en 11.21 se nos informa de que los habitantes de ese lugar procuraban matarle. Esto es lo que leemos: «No profetices en nombre de Jehová, para que no mueras a nuestras manos». ¡Qué respuesta de parte

de los vecinos! ¿Ha hecho frente usted alguna vez a esta clase de amenazas y rechazo de parte de sus vecinos?

Sus amigos

El ser rechazado por los vecinos, fue solamente el comienzo para Jeremías. Aunque tengamos muchos conocidos casuales en un vecindario, solo algunos llegan a ser nuestros «amigos».1 En 20.10, Jeremías se refirió satíricamente a estos hombres como «amigos de confianza» (NASB). James E. Smith se refirió en forma más amplia a esta relación:[Jeremías] sabe que sus enemigos están conspirando contra él. Hasta parece oírlos instándose unos a otros a lanzarle falsas acusaciones. Aun sus amigos (literalmente, todos los hombres de mi paz) —los que le saludaban con los conocidos saludos de amistad— están vigilando cada uno de sus movimientos. Esperan que dé un paso en falso, para aprovecharse. Tal vez, piensan ellos, el profeta pueda ser atraído y seducido a cometer errores, o a decir algo, sobre lo cual se le pueda acusar de traición. Estos enemigos no se detendrán ante nada. Están sedientos de venganza contra el profeta entrometido que osó contradecir la política Pro-Egipto de ellos, y declarar la caída de la nación (vers 10).2 ¿Le recuerda esto lo que Jesús enfrentó (Mateo 22.15–46)? Es más doloroso aun cuando aquellos que están cerca de uno, son los que lo vigilan, con la esperanza de detectar algún error en uno.

Su familia

Los peligros de Jeremías trascendían a sus vecinos y amigos. Dios le informó a Jeremías de que sus hermanos y la casa de su padre «se levantaron» contra él (12.6). Dios le advirtió además que aun si hablaban bien de él, no les creyera. ¡Qué trágico es que sus enemigos eran los mismos de su propia casa! (Vea Mateo 10.34–36; Lucas 12.51–53.) No tenemos detalle más allá del que Dios reveló a Jeremías; pero cuando no nos atrevamos a creer ni siquiera lo que nos digan los miembros de la familia, son días difíciles los que nos esperan. Muchos hombres han dejado de predicar, y muchas mujeres con el corazón quebrantado han abandonado los lazos con el pueblo de Dios debido a desastres domésticos. ¿Ha experimentado usted esto? 12

En segundo lugar LOS QUE ESTABAN EN LAS ALTAS ESFERAS RECHAZARON SU MENSAJE

Los reyes

La lista de los que rechazaron a Jeremías crecía cada vez más conforme él seguía predicando. Después de Josías, los cuatro reyes que siguieron, no solamente no dieron aliento al profeta de Dios, sino que hicieron lo malo ante los ojos de Dios (2o Reyes 23.31–32, 36–37; 24.8–9, 18–20). Los breves reinados de Joacaz y de Joaquín se describen con las mismas palabras: «Hizo lo malo ante los ojos de Jehová» (2o Reyes 23.32; 24.9). Lo que sea que tal expresión haya incluido, lo cierto es que se oponía al constante clamor de Jeremías: «Así ha dicho Jehová de los ejércitos […] Mejorad vuestros caminos, y vuestras obras, y os haré morar en este lugar» (Jeremías 7.3; vea 26.13; 35.15). Los problemas que Jeremías enfrentó con Joacim y Sedequías podrían haber quebrantado el espíritu del profeta.3 Después de Josías, Joacim fue el único rey que en realidad se comportó como un líder. Lamentablemente, su liderazgo se equivocó de dirección, pues se dejó llevar por la terquedad y el egoísmo. Aunque Judá estaba bajo el control de Babilonia, se rebeló contra el rey Nabucodonosor (2o Reyes 24.1). Abusó lamentablemente del pueblo de Judá en beneficio de sus propias ambiciones egoístas (Jeremías 22.13–18). Quemó los escritos de las profecías de Jeremías y procuró hacer que lo mataran (36.20–26). Las Escrituras identifican a Joacim como la persona que rehusó pagarle al pueblo, oprimió a sus ciudadanos, extorsionó dinero y derramó sangre inocente. La conducta mala fue el modelo constante en su vida. Cuando murió, nadie hizo lamentación ni fue honrado como usualmente se honra a los reyes. Jeremías dijo que fue enterrado «en sepultura de asno [siendo arrastrado y echado] fuera de las puertas de Jerusalén» (22.18–19). Debido a que Jeremías amaba a su país y a su pueblo, debió de haber sido doloroso darle a este rey malo tan oprobioso epitafio. ¡Recuerde que Jeremías trabajó bajo la influencia de ese rey durante once años! Después del breve reinado de tres meses de Joaquín, Jeremías tuvo que soportar otro reinado de once años, esta vez bajo Sedequías. ¡Jeremías pasó por veintidós años de rechazo y remordimiento por causa del liderazgo en su tierra natal! No es muy acertado referirse al reinado de Sedequías como un reinado de liderazgo. No fue un líder. Fue alguien a quien muy bien le vendría una frase con que mi padre solía describir a tal clase de personas: «Era el perro de cualquiera que saliera a cazar con él». La naturaleza de Sedequías era decir «sí» a quienquiera que estuviera más cerca. Cuando los funcionarios dijeron que a Jeremías se le debía dar muerte, la respuesta de Sedequías fue: «He aquí que él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros» (38.5). Esta acción dio como resultado que a Jeremías se le echara en una cisterna y se hundiera en el cieno. Cuando Ebed-melec (esclavo etíope, un «don nadie» en Judá), le dijo a Sedequías que tal trato era malo y podía hacer que Jeremías muriera, el rey en esencia dijo: «¡Es cierto! Libéralo tú» (vea 38.9–13). Cuando Jeremías, hablando de parte de Dios, le advirtió a Sedequías lo que Babilonia le haría al rey, Sedequías estaba más preocupado por lo que los judíos dirían y harían. Estaban más cerca de él (38.17–19). Sedequías, un rey que no tomaba el liderazgo, debió de haber sido una constante frustración para Jeremías, un profeta que ponía los preceptos de Dios en primer lugar. Jeremías respondió una vez a la solicitud de información que le hizo Sedequías, con estas palabras: «Si te lo declarare, ¿no es verdad que me matarás? y si te diere consejo, no me escucharás» (38.15). ¡Tal fue el indignante legado de un líder que no lideró! Esta escena es muy conocida para usted si ha vivido en un lugar con líderes impíos. Aunque los líderes debieron haberle apoyado a usted y su mensaje, puede que ellos constantemente le hayan rechazado y se hayan rebelado delante de usted. Tal vez sus llamados a los que ocupan puestos de autoridad hayan sido objeto de burla; puede que incluso haya hecho frente usted al encarcelamiento. Si así ha sido, entonces usted entiende la atmósfera en que profetizó Jeremías año tras año. Si usted ha enfrentado tales tratos y no le quebrantaron, entonces debería apreciar en forma especial a Jeremías, ¡que predicó bajo soberanos inicuos por más de dos décadas! Que aguante, trabajar 22 años para jefes torpes e inicuos. Se necesita un calibre espiritual para aguantar este “ministerio”

Los profetas y los sacerdotes

Cuando pensamos en relaciones, ninguna debería de ser más estrecha que la de comunión espiritual. La afinidad espiritual del pueblo de Dios ha sido asemejada a menudo con la de una familia (Isaías 43.3–7; Jeremías 31.1; Ezequiel 37.27; 2a Corintios 6.17–18). De hecho, muchos han declarado que estaban más cerca de sus hermanos y hermanas en Cristo que de sus propias familias biológicas. Esta cercanía es propósito de Dios (Ezequiel 11.14–20; Mateo 12.49–50; Gálatas 6.10; Efesios 5.1–2). Por causa del propósito de Dios para Su pueblo, Jeremías debió de haber hallado su más rica comunión entre los profetas y sacerdotes. No hay ruptura más dolorosa en relaciones que la de aquellos que deberían ofrecer la armonía más celestial. Dios es nuestro Padre, y nosotros deberíamos poder servirle junto con nuestros hermanos. Lamentablemente, Jeremías halló más dolor que afinidad entre los profetas y sacerdotes de su tiempo. Como predicador que es usted, imagínese cómo agobiaría su corazón decir estas palabras acerca de sus predicadores colegas: «… desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores» (Jeremías 6.13). El profeta no solo habló de ellos, sino que también habló a ellos: «¿Cómo decís: Nosotros somos sabios, y la ley de Jehová está con nosotros? Ciertamente la ha cambiado en mentira la pluma mentirosa de los escribas» (8.8). Esta no era simplemente la opinión de un profeta. Dios había informado a Jeremías, diciéndole: «Porque tanto el profeta como el sacerdote son impíos; aun en mi casa hallé su maldad» (23.11). Por medio de Jeremías, Dios desenmascaró la¡ hipocresía de ellos, añadiendo: «… desde el profeta hasta el sacerdote todos hacen engaño»; «¿Se han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado en lo más mínimo, ni supieron avergonzarse…» (8.10, 12). Jeremías no solo tuvo que hablar franca y directamente acerca de ellos, sino que también sintió la respuesta reaccionaria de ellos. En 20.1–2, se relata que Pasur el sacerdote hizo que lo azotaran y lo pusieran en el cepo. En 26.11 se relata que los profetas y los sacerdotes unieron sus fuerzas para pedir que se diera muerte a Jeremías. La mayor parte de los capítulos 27 al 29 están dedicados a la denuncia que hace Jeremías de los falsos profetas. Ya es malo cuando uno tiene que clamar contra la corrupción en su propio país, pero debe de ser especialmente desalentador que uno, al igual que Jeremías, tenga que denunciar a voceros colegas del Señor. Los profetas y los sacerdotes debieron haberlo defendido y haber estado a su lado; pero en lugar de esto, lo que hicieron fue hablar en contra de él. ¡Cuánto debió de haber dolido! Es especialmente doloroso cuando colaboradores corruptos influencian y distraen a otros que podrían haber sido alcanzados y redimidos.

En tercer lugar, AL FINAL TODOS RECHAZARON SU MENSAJE

Para Jeremías, el principio del reinado de Joacim fue el epítome del rechazo. En el atrio de la casa de Jehová, donde el aliento y la espiritualidad debían haberse compartido, Jeremías habló a representantes de todas las ciudades de Judá. El tema central del mensaje era que Judá oyera la ley del Señor y anduviera en ella. El pueblo no había oído. Dios dijo que pondría Su casa como Silo si esa conducta continuaba. Dios exhortó a Jeremías diciéndole: «¡No retengas una sola palabra!» (26.2; NASB). Silo era un símbolo de oprobio para Judá, era el lugar donde la corrupción en los tiempos de Elí había dado como resultado que Judá huyera de delante de los filisteos. Esa derrota había llevado a la muerte de 30.000 hebreos, a la captura del arca de Dios, y a la muerte de los hijos de Elí (1o Samuel 4.1–11). ¿Qué sucedió cuando Jeremías presentó el ruego con respecto a la ley de Dios y les habló de la promesa de Dios de castigarlos con oprobio como el de Silo? ¡Un grupo se unió en Judá contra el vocero de Dios! Los profetas, los sacerdotes, y todo el pueblo, prendieron a Jeremías, diciendo: «De cierto morirás» (26.8). Jeremías no murió ese día, ¡pero vio a una multitud de su propio pueblo pedir su muerte! ¿Ha enfrentado usted una situación así? Por favor considere lo triste que es esta porción de las Escrituras. Si usted habla de parte de Dios en modo alguno —en casa, a los amigos, a funcionarios de gobierno, a colaboradores en el reino, a la población en general de su país— ¿cómo respondería usted si todos lo rechazaran a usted? ¿Se levantaría temprano al día siguiente para servir y hablar entre ellos? ¿Lo haría día tras día por un año? ¿Se mantendría usted haciéndolo por una década? ¡Jeremías lo hizo por más tiempo que este! ¿Apagaría su espíritu tal rechazo, heriría su corazón, ataría sus pies, acallaría su discurso, haría desvanecer su preocupación por el pueblo? Si usted de alguna forma ha hecho frente a una parte de lo que Jeremías enfrentó, esforzándose por ser entusiasta cuando prepara su próxima lección, ¿hace esto que aprecie más la experiencia de Jeremías? Este aprecio debe crecer a medida que hagamos un análisis más detallado para ver cómo todas estas almas confusas rechazaron al profeta de Dios. Ah! Como me ha ayudado esta reflexión, sobre todo en este día de activismo laboral. Gracias Jeremías!

La oración fructífera 2 pare

Se nos dice en el verso 7: Y así hacía cada año: cuando subía á la casa de Jehová, enojaba así á la otra; por lo cual ella lloraba, y no comía. Y Elcana su marido le dijo: Anna, ¿por qué lloras? ¿y por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos? (1 Sam 1:7-8) Esto sucedió en el tiempo de la ofrenda de los diezmos anuales en Israel. Era la costumbre de los hombres de vender sus ganados y ovejas y traer el dinero al tabernáculo. Allí ellos comprarían un animal para ofrecer como sacrificio, pagar el diezmo al sacerdote, y después cuando el animal era sacrificado, se reunían alrededor como familia y comían el animal en presencia de el Señor como sus invitados en su propia mesa–muy parecido a la cena de el Señor que hacemos hoy día. Era la costumbre de darle a cada mujer y sus niños una cierta porción de carne, pero de hecho, Penina y sus hijos recibían la porción mayor de el sacrificio. Anna recibe una porción solamente porque ella no tenía hijos. Así que ya llegaba el tiempo cuando su infertilidad le afectaba mas profundo que en el pasado. Su rival acostumbraba a provocarla mas severamente en esas ocasiones que en cualquier otra ocasión, mofándose y burlándose de ella por su condición. El recuento continua en el verso 9: Y levantóse Anna después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Eli estaba sentado en una silla junto á un pilar del templo de Jehová, Ella con amargura de alma oró á Jehová, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, mas dieres á tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré á Jehová todos los días de su vida, y no subirá navaja sobre su cabeza. Y fué que como ella orase largamente delante de Jehová, Eli estaba observando la boca de ella. Mas Anna hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y túvola Eli por borracha. Entonces le dijo Eli: ¿Hasta cuándo estarás borracha?; digiere tu vino. Y Anna le respondió, diciendo: No, señor mío: mas yo soy una mujer trabajada de espíritu: no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas á tu sierva por una mujer impía: porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. (1 Sam 1:9-16) De primer instancia aparenta ser que esta oración es un tipo de negocio que ella está ofreciendo dar la vida de su hijo para atrás al Señor solamente si el Señor se lo dá a ella primero para que ella pueda disfrutarlo. Es posible leer este recuento de esta forma, pero si miramos de cerca, podemos ver que es lo que realmente está pasando aquí, porque estoy seguro de que esta no es la primera vez que Anna ha orado en Silo por un hijo. Todo el tiempo ella ha soñado con tener un hijo propio, un niñito para amarle y acariciarle, para enseñarle a caminar, para leerle historias, para verle crecer a ser hombre y llegar a ser fuerte, limpio, joven de calibre, el orgullo de su vida. Ella le quería para ella, y oró a menudo por eso, pero su contestación no fué contestada. En esta ocasión, sin embargo su oración fué diferente. Habiendo pasado por años de infertilidad y habiendo pensado profundamente acerca de los problemas, ella realizó algo por primera vez que nunca supo antes. Ella realizó que los niños no son solamente para padres y madres–ellos son para el Señor. Son dado a sus padres prestados por un tiempo, pero la razón de que son dados es para ser usados por el Señor. Hay un verso en la carta de Pablo a los Corintios, Capítulo 6, en el cuál, hablando en un contexto diferente, él dice, «Mas el cuerpo no es para fornicación sino para el Señor,» (1 Cor 6:13). Eso es para lo que nuestros cuerpos son, para que podamos ser usados por Dios. Ciertamente este recuento indica el hecho que este niño quién finalmente nació, Samuel, fué el hombre de Dios que proveería la necesidad de una nación. Sin dudas Dios le enseño a Anna de una manera profunda a través de estas horas de lucha sobre su infertilidad, así que en gran angustia y con seriedad intensa ella ora para que Dios tuviera lo que él quería, un hombre para su gloria y sus propósitos, y que él le dejara ser a ella el instrumento de esa bendición. Ahora inmediatamente leemos un cambio muy notable en el corazón de Anna, el recuento dice, verso 17: Y Eli respondió, y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. Y ella dijo: Halle tu  sierva gracia delante de tus ojos. Y fuése la mujer su camino, y comió, y no estuvo más triste. (1 Sam 1:17-18) De inmediato, «La paz que sobrepasa todo entendimiento» ( Fil 4:7), ha comenzado a cuidar de su corazón y espíritu. Ahora, el nacimiento de el bebé no ocurrió hasta unos meses después, pero cuando el bebé nació ella lo llamó Samuel, que quiere decir, «Pedido de Dios.» Dios le concedió su petición, pero allí hubo paz en el corazón de Anna desde el mismo momento de su oración. Esto es un comentario hermoso en ese hermoso pasaje en Filipenses 4 donde el apóstol Pablo nos dice: Por nada estéis afanosos; sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acciones de gracias. (Fil 4:6) Uno esperaría que leyera, «y tus oraciones serán contestadas, «pero lo que dice es lo siguiente, Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús. (Fil 4:7) Eso es lo que Anna ha experimentado aquí..» Bueno, hay otro golpe al final de este recuento, se encuentra en el capítulo 2, donde leemos de la alabanza de que Anna expresó. No voy a poner el resto de el capítulo 1, pero el recuento nos dice de que cuando el tiempo llegó, Anna dio a luz un niño que ella llamó por nombre Samuel. Por varios años ella no fue al templo a adorar al tiempo de la ofrenda. Ella esperó hasta que el niño dejara de requerir de ella el alimento, que en la economía judía era cuando tenían alrededor de cinco o seis años. Entonces ella regresó al templo con su esposo, y el último verso de el capitulo 1 dice: Y adoró allí a Jehová. (1 Sam 1:28b) Y el capitulo 2 comienza con estas palabras, Y Ann oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, Mi cuerno es ensalzado en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salud. No hay santo como Jehová: Porque no hay ninguno fuera de ti; Y no hay refugio como el Dios nuestro. No multipliquéis hablando grandezas, altanerías; Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca; Porque el Dios de todo saber es Jehová, Y á él toca el pesar las acciones. Los arcos de los fuertes fueron quebrados, Y los flacos se ciñeron de fortaleza. Los hartos se alquilaron por pan: Y cesaron los hambrientos: Hasta parir siete la estéril, Y la que tenía muchos hijos enfermó. Jehová mata, y él da vida: El hace descender al sepulcro, y hace subir. Jehová empobrece, y él enriquece: Abate, y ensalza. (1 Sam 2:1-7) Noten como ella reconoce la mano de Dios en todo–no tan solo en las liberaciones, pero en los problemas también. Ella reconoce que Dios cerró su vientre para que él la trajera a una contestación completa que de otra manera no lo hubiese sabido. Ella continúa: El levanta del polvo al pobre, Y al menesteroso ensalza del estiércol, Para asentarlo con los príncipes; Y hace que tengan por heredad asiento de honra: Porque de Jehová son las columnas de la tierra, Y él asentó sobre ellas el mundo. El guarda los pies de sus santos, Mas los impíos perecen en tinieblas; Porque nadie será fuerte por su fuerza. Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos: Jehová juzgará los términos de la tierra, Y dará fortaleza á su Rey, Y ensalzará el cuerno de su Mesías. Y Elcana se volvió á su casa en Ramatha; y el niño ministraba á Jehová delante del sacerdote Eli. (1 Sam 2:8-11) Muchos siglos después, el angel Gabriel fué enviado a María de Nazaret para decirle que ella iba a tener un bebé, aunque nunca se había casado con un hombre. Cuando ella sintió los movimientos dentro de ella, María fué a visitar a su hermana Elizabeth (quién también fué grande con su niño, el cuál iba a ser Juan el Bautista), y ella comenzó a cantar en aquella ocasión. Todo los estudiosos de la Biblia están de acuerdo que si uno compara esa canción cuidadosamente con esta canción de Anna, encontrarán que María cogió prestado el tema, y aún ciertas frases, directamente de Anna. Ahora es adecuado de que esto sucedería, porque Samuel era la contestación de parte de Dios para las necesidades de la nación en un momento de decadencia de fe, cuando al final de el tiempo de los Jueces, la nación estaba al borde de división y disolución. De la misma manera cuando Jesús vino, la nación había caído en lugar de infertilidad y desespero. De hecho todo el mundo había caído en una condición de tinieblas. Por cuatrocientos años de silencio, Israel, la cuna del mundo, no había tenido un hombre de Dios para hablarles a las naciones en sanidad, y en fortaleza y vida. Las mofas jactanciosas de filosofías paganas se burlaban de las reclamaciones de Israel de ser una nación que traería la redención a un mundo que estaba muriendo. Pero a la hora mas negra, el ángel Gabriel fué enviado a María para decirle que cuando se cumpliera el tiempo de llegada, Dios enviaría a su Hijo, nacido de mujer, bajo la ley, para liberarnos aquellos que estábamos bajo la ley. Cuando esa ocasión llegó, como recordamos muy bien en estos días de navidad, los ángeles comenzaron a cantar en los llanos de Belén, a gran voz, «En tí es nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador que es Cristo Jesús,» (Luc 2:11). No creo que halla nada mas hermoso en toda la Biblia que este recordatorio que . Nuestros problemas son dados por el Señor; Nuestras circunstancias vienes de su mano; Nuestras dificultades son de su hechura. Él nos lo dá, no para que nos dé coraje, resentimientos, estemos amargados o desesperados, pero para que podamos traerlos otra vez a él como Anna hizo, ponerlo en sus manos y dejar que él nos guíe a una solución mayor que él ha tenido en mente todo el camino, para que también nos unamos en una gran canción de adoración, magnífica, » Mi alma magnifica a él Señor» (Luc 1:46b), porque él ha tenido misericordia con nosotros en tiempo de nuestra desesperación. Algunos de ustedes podrían estar luchando con problemas grandes hoy. Estamos luchando con muchos de ellos en nuestras propias familias, pero quiero decirles que esta historia de Anna ha sido de gran bendición a mi propio corazón. Yo espero sea también para ustedes, al aprender de ella de traer nuestros problemas a él Señor en oración. Que la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento nos sostenga hasta la hora de la solución, y creará en nuestras vidas el programa y el plan de Dios y, la contestación de Dios.

La oración fructífera

Hemos estado mirando lo que hombres y mujeres del Antiguo Testamento nos han enseñado acerca de la oración. Comenzamos con la historia de Adán y Eva en el Jardín del Edén. Allí aprendimos que en el principio la oración era una simple conversación con Dios, una íntima, honesta, forma informal de serle sinceros a él. Pero el secreto de la oración es que comienza con Dios; él la comienza. Adán y Eva simplemente la llevaron en una manera abierta e informal. Después aprendimos de la vida de Abraham que la oración proviene legítimamente del carácter y promesas de Dios. La oración no es magia; no es una simple forma de usar a Dios para obtener lo que uno quiere. Oración si es basada en lo que Dios ha dicho y lo que él ha prometido; y oración es clamando a esa promesa. Eso es lo que Abraham nos enseñó en su gran oración por Sodoma y Gomorra. En la vida de Jacob aprendimos que la oración requiere que tengamos conciencia de nuestras limitaciones humanas. Dios llevó a Jacob a lo más profundo hasta que no pudo hacer nada sino agarrarse de él: entonces él contestó su oración. Por lo tanto la oración depende de el suplemento de Dios en la actividad, o en muchos casos, ponerlo todo aparte y hacerlo todo él mismo. Después aprendimos de Moisés que la oración es la confianza en los recursos de Dios y no en nosotros. Aprendimos que aún en tiempos cuando estamos bajo presión y acosados por las demandas que nos imponen, y se las traemos a Dios, él convierte a debiluchos en guerrilleros, los miedosos en hombres y mujeres de fe. Nuestro último estudio de Jabes non enseñó que la oración es para los problemas ordinarios diarios de nuestra vida. Ofrece esperanza al desesperado y una vía de escape para aquellos que han sido engañados, privados de sus necesidades básicas y cargados por sus circunstancias. Ahora, meditaremos en primera de Samuel y examinaremos a una mujer la cuál su oración fué usada por Dios para traer al primer–y en cierta forma a el profeta más grande de Israel, un hombre que se convertiría en el guía espiritual y mentor de los primeros dos gran reyes de Israel. Desde luego me refiero a la oración de Anna, la madre de Samuel, encontrado en primera de Samuel 1 y 2. Se nos dice que la historia es presentada a nosotros en cuatro movimientos simples por la cuál está centralizada: primero, el dolor de Anna, después su oración, después su paz, y finalmente su exaltación. Veamos primero al problema de Anna y el dolor que le causó. Leyendo en el primer capítulo de Samuel: Hubo un varón de Ramathaim de Sophim, del monte de Ephraim, que se llamaba Elcana, hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Thohu, hijo de Suph, Ephrateo. Y tenía él dos mujeres; el nombre de la una era Anna, y el nombre de la otra Peninna. Y Peninna tenía hijos, mas Anna no los tenía. Y subía aquel varón todos los años de su ciudad, a adorar y sacrificar á Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Eli, Ophni y Phinees, sacerdotes de Jehová. Y cuando venía el día, Elcana sacrificaba, y daba a Peninna su mujer, y a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. Mas a Anna daba una parte escogida; porque amaba a Anna, aunque Jehová había cerrado su matriz. (1 Sam 1:1-5) Ahí estaba el problema de Anna: ella era una mujer estéril que deseaba tener un bebé. Todas las mujeres de esta congregación en esta mañana entienden lo que ella sintió. Aún las jóvenes solteras sienten en ellas el atractivo de el misterio de la capacidad de ser madre. He visto este deseo aumentar muy fuerte en mujeres que han alcanzado al punto de que han deseado un bebé más que cualquier otra cosa en la tierra. Ahora Anna era casada, y naturalmente esperaba que pronto sintiera las señales de embarazo, pero pasaron los meses y los años y su vientre permaneció estéril. Ella sintió el dolor en sus brazos y en su corazón al desear tener un hijo. Para ser peor, naturalmente era que la otra esposa, Penina parecía tener un bebé cada vez que se daba vuelta. Al tanto llegaban la época así venía un hijo nuevo a la familia, para que el hogar fuese llenado de niños, pero ninguno era de Anna. El dolor de su corazón se hacía mas profundo según pasaba el tiempo. La llave final de su agonía era de hecho que Penina no se podía quedar callada en relación a su fertilidad. Ella encontraba mil y una maneras de recordarle a Anna de su infertilidad. Ella se mofaba de ella y se burlaba de ella por eso, y cada palabra hería profundamente a el espíritu de Anna. Ella se dolía de su vida de infertilidad y de la mofa que le decía su rival. Como punto aparte, quisiera señalar que esta agonía, la mofa y la burla es parte del precio pagado porque es un desvío de la intención original de Dios de el matrimonio de un hombre y una mujer.¡Alguien ha dicho bien que la consecuencia de la bigamia es la de dos suegras! La presencia de dos mujeres en la casa, con certeza va a traer conflicto; esto es siempre un hecho probado cuando la intención original de Dios es ignorada. Aunque la Biblia registra el polígamo de algunos patriarcas, no obstante, es nunca endosado. Aquí hay una ocasión, por lo tanto que se ve el precio que algunas veces tiene que ser pagado porque el hombre inconscientemente se deja llevar por las costumbres de la gente a su alrededor. Este hombre Elkana, tomó dos esposas en vez de una, según Dios había ordenado. Pero lo más dificultoso que Anna enfrentó es esta palabra registrada dos veces en este recuento para nosotros, y es, porque Dios cerró su vientre. Dos veces se nos dice que su problema viene de Dios. Ahora esto es un reconocimiento claro de una de las lecciones más fuertes que tenemos que aprender en la vida–la lección de que incapacidades al nacer, cualquiera que fuere, y aún las limitaciones corrientes de nuestra vida, dificultosa como fueren y no importa lo mucho que luchemos en su contra, son dadas a nosotros por el Señor mismo. Es Dios quién está detrás de las circunstancias de nuestras vidas. No nos gusta creer eso. Preferimos creer que todo viene de él enemigo, pero el libro de Job nos recuerda que el enemigo no nos puede hacer nada a menos que el Señor se lo permita hacerlo. Fue Dios quién escogió a esta mujer para ser estéril. Ahora fué Dios quién la creó mujer. El le dio la capacidad para hacer las funciones de madre. El puso dentro de ella el deseo de tener un bebé, el deseo de año tras año de poder tener la capacidad como mujer de ser madre, pero como este recuento nos dice claramente, fué Dios también quién previno que ella tuviera un bebé. Ahora eso puede ser extraño para nosotros y difícil de reconciliar, pero hay otros recuentos en las Escrituras que lo confirman. Pienso en la historia de el capítulo nueve de Juan, donde Jesús y los discípulos vinieron a un hombre que nació ciego–viniendo de su madre como un bebé pequeñito, sus ojos estaban ya cerrados. Cuando Jesús y los discípulos lo encontraron el era un hombre desarrollado ya, sentado al lado del camino, mendingando. Los discípulos le preguntaron a Jesús, «¿Quién pecó, este hombre o sus padres, porque nació ciego?» (Juan 9:2). La pregunta, de hecho, refleja un malentendido común en la vida que mucha gente comparte aun hoy día, de que todos los problemas en la vida son causados por nuestros pecados, y que si algo no marcha bien es porque estamos siendo castigados. Pero este recuento de Anna, y muchos otros en las Escrituras indican que ese no es el caso. Ciertamente no era el caso de el hombre ciego, ya que Jesús le contestó a los discípulos, «Ni este hombre pecó, ni sus padres,» sino, como es expuesto en la Nueva Versión Internacional, «esto sucedió para que la obra de Dios se manifestará en su vida,» (Juan 9:3). Habiendo dicho esas palabras, nuestro Señor lo tocó y abrió sus ojos. Lo que Jesús quiso decir fue que Dios había creado una condición para que cuando el la librara, nuevos entendimientos surgirían por causa de su nombre; la gente entendería más de la misericordia, la gracia y el poder de Dios de lo que ellos pudieran haber captado de otra manera. En este recuento se nos dá una clave de el porque este tipo de incidentes ocurren en nuestras vidas. Dios no nos dá estas circunstancias para atormentarnos, o para llevarnos a la amargura o resentimiento. A menudo lo convertimos en eso, pero esa no es la razón por el cuál son dadas. Nuestro Dios no es esa clase de Dios. Él nos los dá para que se lo traigamos a él y nos guíe a la solución que nunca hubiésemos encontrado, una contestación mayor de la que podríamos haber soñado.. Eso es lo que la historia de Anna nos está diciendo. Dios le dio un problema para que ella pudiera traérselo a él para encontrar la solución que él tenía ya en mente. Vemos que este recuento nos lleva a la oración de Anna, de la cual hablare en el otro artículo.

La oración práctica 2 parte

Retomando la idea anterior, la respuesta a la oración de Jabes, es que «Dios se lo concedió» Eso es todo lo que hay registrado. Dios lo hizo. No creo que Jabes experimentó ninguna clase especial de aparición angelical para darle certeza. No hay recuento de ninguna voz del cielo o de algún calor interno para darle la promesa de que Dios había escuchado y le iba a contestar. Lo que creo que sin duda ocurrió fué que, al Jabes continuar, el encontró puertas abriéndose de pronto, sin esperarlo. La oportunidad se le fué dada a él para comprar un poco de tierra, quizás, para cultivar una cosecha. Más dinero le fué dado, quizás, y él pudo por fin restaurar su patrimonio, para ganar de nuevo la herencia de la familia. Gradualmente, como él hizo, estableció una reputación de honestidad y prácticas honestas con otros. Aunque sus hermanos tenían un mal nombre en la comunidad, Jabes ganó gradualmente un nombre de respeto y honor hasta que un día, mirando hacia atrás en su vida, de pronto se percató de que Dios contestó sus peticiones. Él estuvo con él, le llevó a través, le liberó, abrió la puerta y le hizo libre. No se si esto le ocurre a usted o no, pero a menudo encuentro que las contestaciones a mis oraciones vienen en una quietud y forma natural que al principio yo ni me doy cuenta de que mis oraciones han sido contestadas hasta que miro atrás y veo como la mano de Dios ha guiado y cumplido, para que calladamente todo ha comenzado a ocurrir. Hay otro verso acerca de Jabes en las Escrituras que nos ayudan a entender esto. Es el único verso que le menciona otra vez en la Escritura. Se encuentra dos capítulos anteriores, donde en el verso 55, dice: Y las familias de los escribas, que moraban en Jabes, fueron los Thiratheos, Simatheos, Sucatheos; los cuales son los Cineos que vinieron de Hamath, padre de la casa de Rechâb. (1 Cro 2:55) El recuento continua haciendo la lista de quienes eran. Aquí Jabes es un lugar, indicativo de el hecho que cuando este joven ganó de nuevo su propiedad y su herencia, se convirtió en un lugar donde los escribas comenzaron a estudiar. ¿No esto un gran indicio de algo en Jabes? No tan solo él fue un hombre de oración, pero es sugerido aquí que fué un hombre de la Palabra. Él entendió las Escrituras: Fué a través de ella de que él aprendió a orar; Fué allí donde el aprendió de el Dios de Israel; Fué allí donde él aprendió lo que el podía esperar de su Dios, y que promesas le fueron dada. Todo esto tomó una importancia en su vida en una forma admirable, por la cual no se nos dice pero sin embargo es reflejado en este recuento oficial del registro del templo. Jabes estableció una escuela de entrenamiento en la palabra de Dios para hombres y mujeres jóvenes. Aquí en Jabes era la escuela de los escribas que llegaron a ser los profetas que salían y enseñaban las Escrituras en las villas vecinas y lugares de la tierra de Israel. Esto es un retrato hermoso de como Dios contestó la oración adecuadamente de este joven. ¡Que práctica por lo tanto, se hace la oración! No sé cuantos de ustedes se sienten cerca de Jabes. Creo que si le preguntara en persona, dos terceras partes de los lectores de este blog, indicarían de que esto está hablando de ustedes. ¡Que ánimo nos da que la oración está diseñada para suplirnos tal donde nos encontramos! Podemos traer nuestras peticiones y hacerlas saber a Dios, y al hacerlo, realizamos que él nos ama y cuida de nosotros y está individualmente envuelto con cada uno de nosotros al nivel más completo, él nos guiará a través de todas las dificultades presentes de nuestra vida, atribuladas como estén e imposible como se vea, y traernos en gloria. Dios guía sus hijos queridos a lo largo, algunos por las aguas, algunos por las inundaciones, algunos por el fuego, pero todos por la sangre. Dios nos guiará también, como guió a Jabes a lo largo, a un lugar donde, mirando atrás, vemos de pronto que todas nuestras oraciones han sido contestadas. Hay un himno que siempre me encantó y que expone esto bellamente. Es la forma de arraigarse a la grandeza, la gloria, la sabiduría y conocimiento de Dios, no en intervenciones dramáticas, pero en formas silenciosas por la cuál Dios obra a través de las circunstancias normales de nuestras vidas para guiarnos a la plenitud de nuestros deseos mas profundos. Hay unas palabras de el salmista que dice: «Tu me has guiado a un lugar amplio.» Eso es lo que le ocurrió a Jabes. Yo confío que le pasará a usted. Jabes es un símbolo de una oración práctica.