II. En segundo lugar la espiritualidad combativa se fomenta con la adoración antes que la actuación. (20:3-4).
Ahora el salmista introduce conceptos de adoración en medio del combate. Es importante entender que para el autor del salmo debe haber una adoración en la intimidad antes de actuar. Es decir la mejor forma de saber si uno le va ir bien es saber si está en una correcta relación con Dios. Y que mejor forma para saber si Dios nos acepta que a través de la ofrenda en la adoración. Y aquí pasamos de la oración combativa a la adoración combativa. ¿Cómo es una adoración combativa?
A. La adoración combativa es HABITUAL
La obediencia fiel del rey al traer ofrendas y holocaustos es presentada como una razón especial por la que el Señor debe recordarle favorablemente. Note que la expresión demuestra que David no está adorando solo porque en este momento tiene un conflicto o está en necesidad. El hecho de que le diga a Dios que haga memoria implica que tiene un gran registro de todas las ofrendas que ha hecho en su vida.
B. La adoración combativa es VIVENCIAL
La expresión acepte habla de consumir el sacrificio totalmente. La palabra se puede usar para consumir hasta las cenizas y de una manera total. David entiende que Dios aceptará todo lo que le ofrezca en adoración. [1] Si la vida de David no fuera agradable no sería aceptada o “consumida” totalmente su ofrenda.
C. La adoración combativa es VITAL
Te dé conforme a tu corazón se puede orar si el líder tiene “corazón conforme al corazón de Dios”, como se dice de David. David entiende que sólo Dios le puede dar satisfacción y realización. La satisfacción viene del deseo de su corazón y la realización procede que va a cumplir todo lo que le ha pedido. Así que si queremos que nuestra adoración sea combativa debe ser habitual, vivencial y vital.
III. En tercer lugar la espiritualidad combativa se forja con proclamación antes que la pretensión. (20:5-6)
¿Al final de una batalla y en la victoria de esa batalla quien se lleva los logros? ¿Quién es el protagonista? ¿Quién es el que vence? Es obvio que uno puede llegar a caer en la tentación de que somos nosotros los que logramos la victoria cuando nosotros solo somos instrumentos. El verdadero protagonista es Dios. Eso es lo que David hace aquí. Le da toda la gloria a Dios.
A. La proclamación combativa es GOZOSA
Note que dice “nos alegraremos”. No hay mejor manera que proclamar a Dios con gozo.
El rey deseaba que el Señor diera éxito a sus planes y propósitos. Aquí su pueblo amante ora pidiendo que en verdad sea así el resultado de la batalla. Ya está pensando en una gran celebración victoriosa, con alegría sublime y excitación.
B. La proclamación combativa es JUBILOSA
Con los pendones alzados ruidosamente en el viento, haciendo tributo al nombre de su Dios, el pueblo escucha mientras que es anunciada la victoria. Hay una cuestión acerca de si las palabras: «conceda JEHOVÁ todas tus peticiones», son palabras dichas por el pueblo, el sacerdote o el rey. Sea cual sea la respuesta, es una oración admirable. Animado por el interés y la oración de su pueblo, el rey se regocija en el conocimiento de que JEHOVÁ en verdad enviará desde sus santos cielos toda la ayuda necesaria, e intervendrá con muestras de Su maravillosa potencia salvadora.[2]
C. La proclamación debe ser VICTORIOSA
Cuando hablamos de Dios debe ser gozoso porque hablamos del tema superior y grandioso. Es decir nos gozamos por la presencia de Dios. Pero también debe ser jubilosa, es decir declaramos al mundo que Dios es superior, esto exalta el poder de Dios. Y tercero debe ser una proclamación victoriosa porque demuestra que nuestro destino es de vencer. Note que David dice: “ahora reconozco”. Algunos proponen que hubo un oráculo de Dios al sacerdote o a un profeta asegurando que Dios iba a dar la victoria. Sin embargo, no es necesario postular algo ritual, pues cuando la congregación ora unida en su adoración al Señor, Dios, de varias maneras, da seguridad de haber oído y da la seguridad de la respuesta. Además, en el mismo proceso de adoración e intercesión Dios hace crecer la fe de los que oran. La intercesión conforme a la voluntad de Dios y la fe manifiesta en su pueblo que le adora da a Dios la libertad de responder con la fuerza liberadora… o, lit., “con hechos poderosos de salvación”. La Biblia indica que, en su plan, Dios a menudo espera la intercesión de su pueblo, antes de actuar con poder.[3]
IV. En cuarto lugar la espiritualidad combativa se forma con dependencia antes que suficiencia. (20:7-10).
A. La dependencia combativa en Dios
El v. 7 indica un contraste entre confiar en la fuerza humana y el confiar en el poder de Dios. No impide la actividad humana, pero es cuestión del objeto final de la confianza de uno. Los vecinos de Israel tenían caballos y carros que les dieron pánico a los israelitas. Pero vez tras vez Dios les dio victorias contra fuerzas y tecnologías militares mucho mayores. El que depende de la fuerza humana recibe todo que los hombres pueden lograr; el que depende de Dios recibe todo lo que Dios puede hacer. El v. 8 habla del resultado. Tal confianza es contagiosa.
B. La dependencia combativa en el Hombre
El pueblo devoto, inspirado por la certidumbre de su rey, ya no está impresionado por la fuerza militar de su enemigo. ¡Que se jacte de sus carros invulnerables y sus veteranos caballos de batalla; Israel confiará en el nombre de JEHOVÁ! Es mejor confiar en Él que en arsenales y montones de armas. La mirada del Señor hará caer en tierra a los ejércitos más fuertes. Pero cuando termine la batalla y desaparezca su humo, los que están al lado del Señor estarán todavía en pie.
Todo el Salmo se resume en esta oración final. Aquí el Rey es Dios. Cuando clamamos a Dios pidiendo ayuda, podemos esperar que nos oiga y nos conteste porque le hemos reconocido a él como nuestro Rey y no hemos confiado en la fuerza humana.[4]
Conclusión:
La aplicación histórica del presente Salmo puede hallarse en la derrota de los amonitas y los sirios por David (2 S. 10:14–19). Pero el Salmo también puede ser aplicado al Señor Jesucristo como una oración por Su resurrección. Su pueblo creyente pide que Dios le resucite de entre los muertos, y que así indique Su completa satisfacción con el sacrificio de Cristo en el Calvario. Cuando el Mesías se involucra en conflicto contra Satanás y sus ejércitos, está confiado en la victoria final. El Salmo 20 anticipa el júbilo de aquella primera mañana de la resurrección. El Salmo también puede aplicarse a los misioneros que avanzan en el territorio de Satanás, o a cualquier cristiano que esté luchando para ganar más terreno para el Señor.
Tenemos la victoria en Dios, la espiritualidad combativa es necesaria porque al igual que Winston Churchill podemos decir: ““Debemos recordar que estamos en las fases preliminares de una de las grandes batallas de la historia del cristiano… Yo diría a la iglesia, como dije a todos los que se han incorporado a este mover de Dios: «No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». Tenemos ante nosotros una prueba de la más penosa naturaleza. Tenemos ante nosotros muchos, muchos, largos meses de combate y sufrimiento. Me preguntáis: ¿Cuál es nuestro reto? Os lo diré: Hacer la guerra, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar; hacer la guerra contra una tiranía monstruosa…Me preguntáis; ¿Cuál es nuestra aspiración? Puedo responder con una palabra: Victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia… En este tiempo me siento autorizado para reclamar la ayuda de todas las personas y decir: «Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas y en el nombre de Jehová desbarataremos ejércitos…
[1] Se usa la palabra presentes—o dones, ofrendas vegetales. reduzca a ceniza—en señal de aceptación (cf. 1 Reyes 18:38). Jamieson, Fausset, Brown. Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia: Tomo I: El Antiguo Testamento. Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas. 2003. Pág. 522
[2] Carro, Daniel. Comentario Bíblico Mundo Hispano. Ibíd. Pág. 112
[3] Macdonald, Wiliam. Comentario del Antiguo Testamento,, pág. 108
[4] Ibíd. Pág. 109