Jeroboam: el peligro del líder capaz pero corrupto 3 parte


La historia da testimonio de que a menudo un solo hombre determina el curso de los asuntos de la humanidad, para bien o para mal, para familias, para ciudades y para naciones. «Es injusto», dirá usted, «no se le debería dar tanta influencia a una sola persona. A todo ser humano debería dársele la libertad de determinar su propio destino, sin interferencia de los demás». Usted tiene razón; así fue como Dios nos creó. No obstante, los hombres y las naciones ceden pasiva e inconscientemente a las tendencias, estilos de vida y decisiones que les imponen otros en el poder, sin escudriñar diligentemente la Palabra de Dios y sin tomar sus propias decisiones. En consecuencia, a menudo se convierten en títeres manejados por las cuerdas de sus líderes, por su pasividad. El sendero de la menor resistencia da como resultado ríos torcidos y pueblos desobedientes. Nos entregamos voluntariamente a la esclavitud de los deseos de otros al no hacer uso legítimo del libre albedrío que Dios nos dio. El pueblo de Israel debió de felicitarse al elegir a Jeroboam como rey de ellos. Después de todo, poseía todas las cualidades que un hombre necesitaba para ser un buen rey: talento, carisma, confianza y habilidades naturales de liderazgo. ¡No se podía haber escogido a alguien mejor para el nuevo reino! Con el joven Jeroboam, el futuro de ellos era luminoso y prometedor. Por lo menos, esto es lo que creían. No se daban cuenta que Jeroboam, el elegido de quien se enorgullecían, los haría andar por un sendero del cual el reino jamás se recuperaría. Jeroboam reinaría durante veintidós años (931 al 910 a. C.) pero fueron años fatales para Israel. En lugar del brillante éxito que todo mundo anticipaba que él sería, Jeroboam fue un fracaso hecho y derecho. Lo único por lo que se le recuerda es que condujo a su nación al pecado. En este sentido, fue el héroe del diablo. Fue una contradicción, un oxímoron. Fue un pecador religioso. Por lo general, si alguien es religioso, no se le considera pecador; y si es pecador, no se le considera religioso. Jeroboam, no obstante, era ambas cosas, y esto era lo que hacía su vida tan detestable delante de Dios. Como dije anteriormente son veinticinco veces que se dice de Jeroboam que él pecó e hizo pecar a Israel. ¡Es un epitafio horrible con el cual describir la vida de alguien! Para ser más precisos, ¿En qué consistió su pecado? ¿Qué fue exactamente lo que hizo Jeroboam? ¿Por qué fue él un fracaso tan completo?

En primer lugar empecemos por DEFINIR EL PECADO Antes de responder a la pregunta, tal vez sea útil para nosotros dividir el pecado en dos categorías mayores: pecados morales y pecados religiosos. La Biblia no hace tal distinción en pasaje alguno. Solo estamos tratando de hacerla aquí para definir con claridad el pecado del cual fue culpable Jeroboam. Los pecados morales son aquellos que se consideran malos porque hacen daño a otros o nos hacen daño a nosotros. No son dañinos porque sean prohibidos; son prohibidos porque son dañinos. Dios como Padre amoroso que Él es, ha procurado lo que mejor nos conviene al prohibirnos actitudes y acciones que dañan y estropean la mente y la conciencia, el cuerpo y la personalidad. Basta con hacer uso de nuestra limitada razón, para llegar a la conclusión de que todo lo que daña o corrompe a un ser humano, debe considerarse pecado. Los pecados religiosos son aquellos pecados que se consideran malos porque infringen claros mandamientos de Dios. Son dañinos porque son prohibidos; no son prohibidos porque sean dañinos. Dios es soberano, y Él nos dice que Él ha de ser adorado, servido y representado. Puede que no siempre dé las razones fundamentales para Sus mandamientos, pero requiere que los obedezcamos. Por ejemplo, en Levítico 10 dijo a Nadab y Abiú qué clase de fuego debían usar para la adoración en el tabernáculo. Ellos conocían Su ley, pero no la tomaron en cuenta, la menospreciaron y la desecharon. No acatar Sus instrucciones les produjo resultados desastrosos. Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová (Levítico 10.1–2). Nadab y Abiú no eran culpables de homicidio, ni de robo, ni de chisme, pecados que corrientemente se consideran pecados morales. Sencillamente hicieron caso omiso de Sus mandamientos. No tomaron en cuenta Sus directrices. Rechazaron Sus requerimientos. Cometieron pecado religioso, no pecado moral. «¿Qué tenía de malo usar un fuego diferente del que mandó Dios?», podría decir alguien. «Después de todo, no hizo daño a nadie. Fue una iniciativa inocente, un cambio de ritmo, un nuevo estilo». Las acciones de ellos fueron más allá de las cuestiones de opinión. Cometieron el pecado de rechazar la voluntad de Dios. Fueron desobedientes. Tomaron el lugar de Dios. Con sus acciones dijeron: «Nosotros tomaremos las decisiones sobre cómo adorar a Dios». La diferencia, entonces, entre un pecado religioso y un pecado moral, es evidente. La razón fundamental de no hacer daño a otros ni a nosotros, es lo que está detrás de la prohibición del pecado moral, mientras que la razón fundamental que está detrás de evitar el pecado religioso es que a Dios debe respetársele y obedecérsele. El grave error de Jeroboam fue religioso, no moral. Él no mató personas inocentes como hizo Manases (2o Reyes 21.16); no cometió el adulterio de David (2o Samuel 11.1–5); y no incumplió promesas del modo que Saúl hizo (1º Samuel 15.17– 22). No obstante, rechazó la ley de Moisés; escribió sus propias leyes religiosas e indujo al pueblo a obedecerlas.

Publicado por

enrique60

Actualmente trabajo en la Escuela Panamericana, soy salvadoreño 61 años y soy pastor de la iglesia Comunidad Bíblica

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