Revitalizando una iglesia cansada: Una generacion de descuidados IV parte

Cabe entonces al ir cerrando esta porción una pregunta ¿Son los requisitos del Nuevo Testamento más exigentes que los del Antiguo Testamento? Tal idea se contrapone a nuestro pensamiento normal. Podríamos preguntar: « ¿Acaso no contiene el Nuevo Testamento más gracia que el Antiguo Testamento?»; « ¿No fue Dios más estricto bajo el Antiguo Testamento de lo que es bajo el Nuevo Testamento?». Estas preguntas parecen reflejar la actitud general de los lectores casuales de la Biblia. La enseñanza del versículo 1 es contraria a esa idea popular y anti bíblica. A los predicadores a menudo se les amonesta, tanto desde adentro como desde afuera de la iglesia, por no ocuparse más de la gracia; sin embargo, el peligro aparente es que las personas que enfatizan la gracia se están distanciando de la atención a la justicia de Dios. Si nuestro énfasis en la gracia parece minimizar la justicia de Dios y el castigo del infierno, ¿no somos como los atalayas que no advierten contra la destrucción inminente (Ezequiel 33.1–9)? El predicador que entretiene a sus oyentes de semana a semana hace de la vida algo que no es, esto es, placer y jocosidad. ¿Es el cristianismo verdadero aquél que ve con mayor rigurosidad el Nuevo Testamento? Ciertamente lo es, y la sabiduría sugiere que con más privilegios y bendiciones viene un mayor castigo por la desobediencia. Pedro declaró que cuando los cristianos regresan a sus pecados, «habiéndose ellos  escapado de las contaminaciones del mundo», el postrer estado es mucho peor que el que habría sido sin la conversión anterior (2ª Pedro 2.20–22). Esas «contaminaciones» tienen que ser pecados. Habiendo «escapado» de los pecados insinúa que uno ha sido salvo de sus efectos eternos. ¡La respuesta de que tal persona «nunca fue realmente convertida» es refutada aquí! Hebreos incluso menciona la imposibilidad de que algunos apóstatas sean alguna vez restaurados (6.4–6). La condición mísera del apóstata endurecido puede colocar a tal persona en una situación irreconciliable ante Dios. Este hecho tiene que ser encarado aun por el que cree que sus pecados son solo casuales. ¿Cómo reaccionará Dios ante mi pecado y juzgará mi corazón? En efecto, « ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!» (10.31). El propósito de la Ley necesita ser visto con relación al nuevo pacto. Cuando Jesús comentó acerca de ello en Mateo 5.38, 39, con relación a la enseñanza del «ojo por ojo», no estaba ni refutando ni revocando la Ley, sino mostrando que el espíritu de Sus discípulos no debía conducirlos a buscar venganza personal. No se pretendía que todo el sistema civil de justicia fuera revocado, como ya lo había demostrado en Mateo 5.17, 18. El espíritu del nuevo pacto no era, como se interpretaba que era el antiguo, una mera ejecución de obediencia externa sin una verdadera participación del corazón. Esa era la clase de ejecución que, de forma inapropiada, habían interpretado los fariseos que el Antiguo Testamento enseñaba. Cuando Jesús comenzó a sacar conclusiones para este principio, dijo que hicieran con los demás lo que se quería que ellos hicieran con uno, diciendo: «porque esto es la ley y los profetas» (Mateo 7.12). No estaba argumentando que Sus enseñanzas fueran nuevas. Simplemente, estaba dando la correcta interpretación de lo que pretendía la Ley.  El peligro de deslizarse puede venir por varias razones. Algunos no se dan cuenta realmente de la importancia de la verdad aprendida. Cuando se abre la puerta al aprendizaje de la verdad que le puede salvar el alma, muchos la hacen a un lado como algo sin importancia para su vivir diario. Este constituye un camino muy peligroso a seguir. Pablo advirtió a Félix del serio problema que este enfrentaba razonando con él acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero (Hechos 24.25). Félix deseaba un momento más oportuno para dedicarse a esos asuntos. Un tiempo oportuno, u «oportunidad », nunca llega. La necesidad de arrepentirse del pecado nunca es fácil ni casual. Debemos aprovechar cada oportunidad para recordarles del juicio venidero a los extraños que pecan. Pablo utilizó el juicio venidero como base para instar a las personas a obedecer. Sabía que el día del juicio viene y que es una razón para temerle al Señor (2ª Corintios 5.10, 11). Una causa para el deslizamiento la constituye el pensar que podemos ser perdonados de más pecados al estar bajo el nuevo pacto. Leemos del diezmo que era requerido bajo el viejo pacto y pensamos: «Por dicha no tengo que vivir bajo ese sistema estricto y tener que dar tanto». En realidad, nuestras responsabilidades son mayores estando bajo el Nuevo Testamento; la predicación del evangelio al mundo requiere de más generosidad que para mantener un sistema judío. Hay quienes tratan de tener éxito y crecer en santidad mientras hacen lo mínimo. Jesús enseñó el gozo de recorrer «dos millas» (vea Mateo 5.41). También enseñó que cuando hacemos todo lo que se nos manda, seguimos siendo «Siervos inútiles» (Lucas 17.10). Somos fácilmente atraídos a los placeres de esta vida, lo que podría ser la mayor causa de nuestro deslizamiento. Nuestros corazones pueden ser fácilmente «ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto» (Lucas 8.14). Vemos a muchos jóvenes que comienzan con un celo espiritual, pero que nunca profundizan en su fe. Se deslizan sin darse cuenta, a menudo en detrimento eterno de sus almas. Cuando el placer nos aleja de Dios, nos perdemos sin esperanza ante lo importante. Comenzamos a pensar: «No tengo tiempo», e inventamos excusas para justificar el placer que ahora ocupa nuestra atención. El evangelio sigue teniendo poder para salvar (Romanos 1.16). Del modo que el jabón tiene que ser aplicado a la piel para limpiar a un niño, el evangelio tiene que ser aplicado para lavar el pecado. La verdad abundante de la Biblia puede salvar al mundo; sin embargo, del modo que la medicina no sanará a menos que sea ingerida, el evangelio no puede salvar a menos que sea escuchado y obedecido. En el Antiguo Testamento se da un ejemplo de muerte por codicia (Acán; Josué 7), y una pareja sufrió el mismo fin en el Nuevo Testamento (Ananías y Safira; Hechos 5). El pecado es el quebrantamiento de la voluntad específica de Dios. Si no hacemos una buena obra que podemos y tenemos la oportunidad de hacer, esto también se clasifica como pecado (Santiago 4.17; 1ª Juan 5.17). En 1ª Juan 3.4, la palabra «infracción» significa ir en contra de la ley, o «transgredirla». La palabra es anomia, que literalmente quiere decir «contra la ley». Muchos cristianos que se desvían no serán condenados por transgresiones morales flagrantes, sino por obviar lo que debían haber hecho. Para estar seguros de la salvación eterna, uno tiene que agregar las «virtudes cristianas» que se enumeran en 2ª Pedro 1.5–11. Cuando uno hace eso, dice: «no caeréis jamás» (verso 10). Por lo tanto, es posible que nunca se caiga de la gracia si son seguidas las condiciones que expuso Pedro. Se puede experimentar un crecimiento progresivo en la dirección correcta al agregarle «virtud» (verso 5) a la fe de uno y así progresivamente, a lo largo de la lista. La palabra que se tradujo como «virtud» puede significar el valor de dar la cara por la fe de uno. ¿Qué mejor virtud que esa podría haber? Leí la anécdota del pastor Warren W. Wiersbe en donde se refirió a un predicador que presentó una serie de sermones acerca de «Los pecados de los santos». Después de presentarlos fue fuertemente amonestado por uno de los miembros de la iglesia. «Después de todo», dijo el miembro, «el pecado en la vida del cristiano es diferente al pecado en las vidas de los demás». «Sí», contestó el ministro, «es peor». Así  que la pregunta de 2:3 es retórica y quiere decir que la respuesta se insinúa, a saber: ¡No hay escape si descuidamos una salvación tan grande! La respuesta se da claramente en 2ª Tesalonicenses 1.7–9. El corazón de algunas personas se endurece tanto que están más allá de poder ser redimidos. Nos daremos cuenta que esto es cierto en el estudio que haremos de Hebreos 6.4–6 y 10.26–29. Pablo, en 1ª Timoteo 4.1–3, indicó que algunos tendrían «cauterizada la conciencia» y mentirían en lugar de hablar verdad. Así como se cauteriza una herida quemándola y dejando un área insensible, la conciencia puede quedar cauterizada hasta el punto de que la verdad no tiene efecto en ella. Un poeta escribió de la siguiente manera: Hay un momento, del que no sabemos el cuándo, un instante del que no sabemos el dónde, que señala el destino del hombre, para gloria o desesperación. Hay una línea, cual no vemos, que cruza todo camino, el límite invisible entre la paciencia de Dios y Su ira. Hebreos 6.4–6 sugiere que esta línea puede ser cruzada por un apóstata. Hebreos 10.25–29 insinúa que podría comenzar con el descuido de la adoración y continuar con «[pecar] voluntariamente », hasta desarrollar un espíritu que ha «[pisoteado] al Hijo de Dios». «¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!» (10.31). Pasajes como el presente nos ayudan a entender por qué Pablo dijo: «Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres» (2ª Corintios 5.10, 11). No podemos valernos de la gracia de Dios para que nos proteja si no somos fieles. Tenemos que estar conscientes del peligro de la deserción, que da como resultado no solo la desesperanza en esta vida, sino también la posibilidad de estar condenados por la eternidad. Creo que esta es una exhortación muy pertinente para todo evangélico de El Salvador y de América Latina. Hoy que hablamos de 36% de “cristianos” en este país de Centroamérica sería bueno plantear la pregunta cuantos están cuidando la salvación seriamente y no se han deslizado.

Revitalizando una iglesia cansada: Una generacion de descuidados III parte

En cuarto lugar necesitamos prestar seriamente atención a nuestra salvación  PORQUE HAY CONSECUENCIAS.  Note como lo pone el autor de los Hebreos: «¿cómo escaparemos nosotros…?»; Es decir el autor  formula una pregunta aguda  (2.3) «… ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?». Esta pregunta provoca hacer otra, a saber: ¿De qué escaparemos? De la muerte eterna tiene que ser la interpretación correcta; decir algo más es debilitar la fuerza de este pasaje. Pedro amonestó al cristiano diciéndole: «procurad hacer firme vuestra vocación» (2ª Pedro 1.10). ¿Por qué se le pediría al cristiano hacer firme la vocación que Cristo le ha dado si Su vocación era completamente segura? Creo que esta es la razón por la que tenemos que prestarle la mayor atención al mensaje que hemos escuchado, evitar que nos vayamos a soltar de él. La frase «la palabra dicha por medio de los ángeles» inicia una sección que no constituye una desviación del tema, sino que sirve más bien como el clímax y la conclusión necesaria a lo dicho  anteriormente. Esta amonestación trata de la esencia de la carta, la cual es prevenir a los lectores de caer de la fe. Para los días del autor, en general se creía que los ángeles habían ayudado a dar la Ley. Esta idea era aprobada por el comentario inspirado (Hechos 7.38, 53; Gálatas 3.19). Si no se hubiera entendido que los ángeles habían ayudado en el dar la Ley, los lectores u oyentes habrían considerado superfluo el argumento del autor en cuanto a que Jesús era superior a los ángeles. Se dice que «la palabra dicha por medio de los ángeles» fue «firme» (bebaios), «inalterable» (NASB), que es «categórica» (NKJV), «válida» (RSV), o «vinculante» (NIV). Esta descripción sugiere que todo en cuanto a la Ley había de ser cumplido al pie de la letra; la desobediencia trajo castigos específicos. La Ley probó ser válida por medio de los castigos impuestos al desobediente. La mayor parte de la historia antiguo testamentaria detalla este hecho. Un ejemplo de ello lo constituye el hecho de que los reyes malos, casi de forma invariable, tuvieron reinados mucho más cortos que los reyes justos. Números 15.30 establece  castigos para pecados de altanería, o pecados de «soberbia». Esta clase de pecado era tal vez equivalente a pecar «voluntariamente» (Hebreos 10.26). Los pecados de rebeldía que se cometían con plena certeza de que se estaba pecando contra Dios parecen haber dejado poca o ninguna esperanza de perdón. En todo mandamiento, Dios incluyó castigo por la desobediencia. No se puede leer Deuteronomio sin quedar sorprendido por el gran énfasis que se le da a la importancia de cumplir totalmente con los santos mandamientos de Dios (vea Deuteronomio 4.2; 28.1, 9, 14–46). El contenido básico del pacto antiguo testamentario fue presentado de forma gráfica cuando habló de bendiciones para el obediente y de maldiciones para el desobediente (Deuteronomio 28.15–46). La Ley no promovió la tolerancia, sino la justicia. Por ejemplo, se especificó el «ojo por ojo», en contraste al «dos ojos por un ojo» que requerían algunos códigos de civilizaciones contemporáneas (vea Levítico 24.19, 20). En el versículo 2 se especifican dos clases de pecado. La «transgresión», o «ir más allá», ocurría cuando se hacía caso omiso a un acto que la ley de Dios había prohibido específicamente. Por ejemplo, la Ley decía: «No matarás» (Éxodo 20.13); si alguien desobedecía esta regla era considerado un transgresor. La palabra para «desobediencia» quiere decir literalmente «no escuchar», o escuchar de una forma descuidada o negligente. Implica no hacer algo específico que fue ordenado. Por lo tanto, cuando alguien no acataba el « [acordarse] del día de reposo» (Éxodo 20.8), entonces, «desobedecía». Entonces el descuidar la salvación tiene que ver con dos dimensiones de pecado. Es decir, podríamos referirnos a los pecados de omisión y de comisión.  Los creyentes no solo cometen pecados sino que dejan de hacer cosas buenas que los convierte en desobedientes. Pese a que estos términos no se usan específicamente en la Biblia, la idea está presente. Orar para que ambas clases de pecados sean perdonados es correcto y apropiado. Muchos de los perdidos no serán condenados por transgredir abiertamente, sino por no aprovechar las oportunidades de hacer el bien; puesto que eso también es pecado (Santiago 4.17). El « [recibir] justa retribución» constituye un principio ampliamente ilustrado en el Antiguo Testamento. Un testigo falso había de ser castigado de la manera que su testimonio habría castigado a otro (Deuteronomio 19.16–20). Esa forma de castigo es ciertamente «justa». El codicioso Acán fue apedreado por desobediente (Josué 7.24, 25). Una ramera había de ser apedreada (Deuteronomio 22.21). Para ayudarnos a no pensar que el castigo bajo el Nuevo Testamento es menos estricto, podemos considerar el caso de Ananías y Safira (Hechos 5.1–11). Hay un ejemplo antiguo testamentario de un hombre siendo muerto por codicioso (Josué 7), y hay un ejemplo neo testamentario de personas que murieron por la misma razón (Hechos 5). Nuestro Dios es un Dios de justicia que pagará a todos los hombres «conforme a sus hechos» (2ª Timoteo 4.14; vea Apocalipsis 20.13). Ciertamente, «no hace acepción de personas» (Hechos 10.34). La Ley Mosaica era inferior a la ley de Cristo, sin embargo, si alguien desobedecía la Ley era castigado de forma estricta y certera. La comparación muestra que bajo el nuevo pacto no puede haber menos castigo. La presente constituía una forma común de razonamiento entre los rabinos de los días en que fue escrito Hebreos; se le llama a minori ad maius en latín. En hebreo es qal wachomer (que quiere decir «liviano y pesado»). Este  razonamiento,  que va de «lo menor a lo mayor», también podría ser llamado el principio de «cuánto más». En el siglo primero d. C., Rabino Hillel catalogó este razonamiento como una de las siete reglas de la interpretación de la Ley. Alguien que piense que sus pecados bajo el nuevo pacto recibirá un castigo menor se engaña a sí mismo. Es erróneo creer que Dios, en Su abundante gracia, pasará por alto pecados sin exigir castigo. Su gracia es en efecto abundante, mucho más abundante de lo que podamos describir, sin embargo, no podemos suponer que se pueda pecar sin impunidad debido a la gracia de Dios, ni que las transgresiones de las que no nos hemos arrepentido serán desestimadas. La obediencia sigue siendo exigida. Hebreos sirve, por lo tanto, para disuadir el pensamiento liberal que dice que nuestro Dios misericordioso pasará por alto nuestros pecados y faltas, sea que nos arrepintamos completamente o no. La importancia de obedecerle a la Palabra de Dios es resaltada en más de una ocasión en Hebreos (vea 10.26–29; 12.25). En ninguna parte se nos dice que Dios pasará  por alto el error sectario debido a que Dios perdona nuestras faltas insensatas. Todos necesitamos tener corazones arrepentidos. Para que podamos tener una limpieza continua de nuestras almas por la sangre de Jesús (1ª Juan 1.7–10), tenemos que estar ansiosos por obedecer la voluntad de Dios cuando la entendemos. Si creemos que la «maravillosa gracia de Jesús» hace menos repugnantes nuestros pecados y que no merezcamos condenación, la habremos convertido en «gracia barata» y nos convertiremos en pecadores soberbios. El pecado «en el campamento» constituye el obstáculo más grande para la obra de Dios que se hace por medio de la iglesia. «… ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?». Esta es una pregunta retórica, pues la respuesta es evidente en el contexto y se da  claramente en otras partes. ¡No hay escape! Segunda de Tesalonicenses 1.8–10ª nos informa de lo que les sucederá a los que desobedecen el evangelio. Cuando el Señor regrese, vendrá «para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos…». ¿Por qué no habrá escape? Porque el pecador habrá pospuesto la obediencia hasta que sea demasiado tarde o hasta que su corazón se haya endurecido de manera que no pueda arrepentirse. Cualquiera de las condiciones podría tener como resultado que no haya más esperanza para el pecador. Ciertamente, hay un momento en el que el Señor cerrará la puerta y les niegue la entrada a los que están fuera suplicando que se les deje entrar (Lucas 13.24–28). Si no hubo manera de escapar al castigo para el pecado de soberbia bajo el Antiguo Testamento, el cual constituía una regla inferior, ¿cómo puede haber manera de escapar para los que pequen al desobedecer el nuevo pacto? No hay otra forma de salvación que no sea por medio de Cristo; si le rechazamos, no tendremos esperanza de redención (vea 10.26; Juan 14.6). Las personas pueden perderse sin que manifiestamente rechacen o desprecien a Cristo. Si «descuidamos» las enseñanzas de Cristo, nuestra sentencia será la condenación. La palabra «descuidar» (ameleo) quiere decir sencillamente «ser descuidado en». No hay propósito terrenal que prospere cuando somos descuidados en ello. ¿Por qué hemos de esperar que nuestra lucha espiritual sea diferente? Cuando se ha evitado ser un homicida, adúltero o alcohólico, no hay base sobre la cual ser justificado. Esto es tan irracional como el decir: «Como yo no soy ladrón, mi negocio prosperará y seré millonario en poco tiempo». De nosotros se debe esperar más, puesto que se nos ha prometido una mayor salvación y reposo eterno del que hubieran podido soñar los que vivieron bajo el antiguo pacto. El que vaya a entrar por la puerta angosta tiene que poner diligencia a ello (Lucas 13.23, 24). Nuestra «gran salvación» vale más que el mundo entero. Es grande porque nos salva de los pecados y de los grandes peligros y provee grandes recompensas. «Es tan grandiosa que ningún idioma sirve para describirla». Existe el peligro real del infierno si rechazamos el plan de salvación de Dios.

Revitalizando una iglesia cansada: Una generacion de descuidados II parte

En segundo lugar necesitamos prestar atención seriamente a nuestra salvación PORQUE ES DILIGENTE. Note lo que dice el texto: «con atención»;  es decir se da una  amonestación (2.1b) La frase «… que con más diligencia atendamos» se usa en el sentido de «poner la mayor atención», o como lo consigna la traducción de Phillips: «Es necesario que por lo tanto le prestemos la mayor atención». El comparativo «más» (perissoteros), en la forma adverbial, se encuentra solamente en otros pasajes de las cartas paulinas, donde se usa diez veces. Puesto que hemos de prestar atención «… con más diligencia», existe al menos el indicio de que nos perderemos si no lo hacemos. ¡Los que no le prestan diligente atención a esta amonestación les despreocupa la eternidad! Se le debe prestar una atención especial y cuidadosa a «las cosas que hemos oído». ¿Qué hemos oído? Aquí se entiende todo lo incluido en las  buenas nuevas (el evangelio). El evangelio podría ser definido como algo que contiene cuatro elementos. Primero, tiene hechos en los que creemos, porque el tal es la esencia del mensaje del evangelio (1ª Corintios 15.1–4). Segundo, tiene promesas en las que tenemos esperanzas (Romanos 8.24; Tito 1.2), incluyendo la esperanza en el cielo, en la vida eterna, en la redención del cuerpo durante la resurrección y en la providencia de Dios en esta vida. Tercero, tiene mandamientos que han de obedecerse y a los que tenemos que someternos (Mateo 28.19, 20; Marcos 16.15, 16; 2ª Timoteo 2.2). Cuarto, implica castigo para los que no lo obedecen, lo que nos da razón para temer (2ª Tesalonicenses 1.7–9; Mateo 25.31, 46; compare con Hebreos 10.26–29 y 12.28, 29). El termino diligente habla de una decisión consciente y perseverante.  Significa que cada uno debemos cuidar nuestra salvación, no para ser salvo sino para cultivar las virtudes que la vida eterna tiene y que nos podemos perder.

En tercer lugar necesitamos prestar atención  seriamente a nuestra salvación porque CORREMOS RIESGOS. Note lo que dice el pasaje: «no […] nos deslicemos»;  es decir el autor de los Hebreos suena una alarma (2.1c) Tenemos que prestarle mucha atención al evangelio que hemos escuchado «no sea que nos deslicemos». Esta frase ha sido traducida de varias formas: «no sea que los dejemos soltarse» (KJV); «no sea que vayamos a la deriva» (NKJV) y «para que no quedar a la deriva» (NIV). El significado exacto de esta declaración ha sido debatido. ¿Nos alejaremos nosotros del evangelio, o se alejará de nosotros el evangelio? El autor se incluyó a sí mismo cuando les  encomendó a sus lectores diciendo: « ¡Cuidado!». La palabra griega que se tradujo como «deslicemos » quiere decir literalmente «fluir a través» y es el único lugar en el Nuevo Testamento donde se encuentra. (En Proverbios 3.21 se usa una palabra hebrea similar.) Es el subjuntivo aoristo pasivo de (parareo). Para este «deslizarse» se han usado varias ilustraciones, a saber: un barco que se suelta de sus amarras y queda a la deriva de su destrucción; un valioso anillo que se suelta del dedo de un nadador descuidado; o un corredor de larga distancia que equivoca su camino en el trayecto. Por lo tanto, la idea de esta palabra consiste en que tenemos que anclar con fuerza nuestras vidas a aquello que se nos ha enseñado y jamás dejar que el barco de la vida se aleje del puerto y sea destruido. Es decir cualquiera que sea la fuerza metafórica exacta del verbo en este pasaje, el autor está advirtiéndoles a los lectores cristianos, que han escuchado y obedecido al evangelio, que si ceden a la tentación de abandonar su profesión, su situación no tiene esperanza. ¿Aquí se plantea la pregunta si el deslizarse es perder la salvación? Pienso que la expresión tiene que ver con las retribuciones que uno puede recibir aun siendo creyente de parte de Dios y su disciplina.  No tiene que ver con seguridad eterna o salvación eterna. Lo que si debemos entender que nosotros hemos sido destinados a vivir mejor en esta tierra en espera de la nueva tierra. Sin embargo es muy posible según el autor de Hebreos que vivamos una vida llena de miseria y pecado y disciplina de Dios si nosotros no ponemos atención seriamente a nuestra responsabilidad como hombres y mujeres salvos

Revitalizando una iglesia cansada: Una generacion de descuidados

Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo  escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?

Una de las grandes debilidades de los cristianos hoy es que han confundido el mensaje de la gracia con el poder hacer lo que quieran.  La inmensa mayoría de cristianos no tienen ni la capacidad ni la necesidad de cuidar esa salvación tan grande que Dios nos ha entregado. ¿Cómo hacemos para que la gente entienda la seriedad de su responsabilidad en la vida cristiana. Creo que la siguiente porción era una forma que el autor de Hebreos tenía para responder la pregunta anterior. Así que la presente porción de Escritura la constituye una de las primeras amonestaciones del libro de Hebreos que advierten contra pecados que abarcan desde el distanciarse completamente, hasta desafiar la Palabra de Dios (12.14–29). El autor se dispone a dar una «palabra de exhortación» (13.22), y mantuvo ese objetivo. En este breve pasaje hay resumidos cuatro importantes retos espirituales para poder prestar seriamente la atención a nuestra salvación. . A medida que el autor presentaba una exhortación con respecto a lo que ya había escrito, la misma trataba acerca de los siguientes cuatro puntos.

 

 

 

En primer lugar necesitamos prestar atención seriamente a nuestra salvación   porque es PRÁCTICO.  Note como empieza el pasaje:  «por tanto…»;  es decir se llega a una conclusión (2.1a) Los versículos 1 al 4 a menudo son vistos como un paréntesis; sin embargo, como lo indica la frase «por tanto», realmente forman una especie de conclusión al razonamiento presentado en el capítulo 1. Es decir una vez que la teoría ha sido dada o mejor dicho la doctrina ha sido dada, el autor de los hebreos ve pertinente hacer una conclusión pero también una aplicación concreta, para que los oyentes de la carta pudieran poner en práctica lo dicho en el capítulo 1. Así que el autor concluyó su detallado argumento (pese a que tendría más que decir acerca de ello) al afirmar que el pacto dado por medio de los ángeles no se compara con el que dio Cristo (verso 2). No hay posibilidad de escapar si ignoramos la salvación que provee el nuevo pacto (verso 3). Comenzando con el versículo 5, este tratado-carta dirige su atención a la insignificante posición de la humanidad y a la forma en que Cristo se nos unió al entrar en la condición humana. El autor exhortó diciendo que se espera más de nosotros, puesto que hemos recibido mayores bendiciones por medio de un Legislador altamente superior a los CRISTO,EL HIJO (1.1—4.13) ángeles, y que fue el mismo que medió la antigua ley. El principio es el mismo que enseñó Jesús; esto es, a quien se le da mucho, se le demanda mucho (Lucas 12.47, 48; Mateo 11.20–24). Tenemos mayores  revelaciones y bendiciones en Cristo; por lo tanto, nuestra responsabilidad de obedecer y permanecer fiel a Él es también mayor. Siempre se debe hacer una aplicación de la teología, y el autor de Hebreos tuvo cuidado de incluirla aquí. Pasó de teología a aplicación continuamente a lo largo del libro. El reconocimiento de la grandeza de Cristo sin que se aplique la importancia de ese hecho a la vida, haría que esa gran verdad no tenga casi nada de valor para el lector. En vista de la infinita gracia de Dios que fue manifestada al enviar a Su Hijo al mundo a redimir a la humanidad pecadora, estamos bajo obligación moral de prestarle la más seria atención a la proclamación del evangelio. Y por sobre todo de practicarlo