Es «salve María» y no «Ave María» II parte


II.    La segunda cosa que se menciona es la  RELACIÓN ESPIRITUAL de María

 La Experiencia que María tenía de Dios: no es frecuente el caso de que todo un  sistema de religión esté basado en una palabra; pero, en este caso, la palabra es «María».  María era judía, había adorado al distante Jehová en un templo; pero en este conocimiento  ella no encontró consuelo, y en sus días de meditación no conoció a un Dios cercano ni  amigable. Lucas relata la historia más completa de cómo María llegó a estar en posesión de  Jesús. Lucas, con delicadeza y gracia, relata la historia de la entrevista del ángel Gabriel  con María. Ella sabía, como lo sabían todas las doncellas judías, que un día el Mesías de la  promesa alegraría el corazón de la madre escogida para esta elevada misión. Pero ella no se  había apropiado este honor. La salutación del ángel fue tan extraña que María se quedó  perpleja. El ángel la llamó «muy favorecida». Entonces el ángel, dándose cuenta de que  María estaba perpleja, levantó el velo de ansiedad, diciéndole: « ¡No temas, María, porque  has hallado favor con Dios! Y he aquí concebirás en tu seno, y darás a luz un hijo, y le  pondrás por nombre Jesús. El será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor

Dios le dará el trono de su padre David: Y reinará sobre la casa de Jacob eternamente; y de  su Reino no habrá fin» (Lucas 1:30–33). Cuando el ángel la llamo por su propio nombre, «María», desde ese momento, ¿podría alguien hacerla creer que Dios era menos real, que  estaba menos interesado en ella que un padre humano? Ella comprendió que Dios no es un gran creador interesado únicamente en el cumplimiento de las leyes inexorables; tampoco  es una cosa vaga, como una envoltura de aire que cubre al mundo, como una substancia  impersonal que impregna el espacio. María comprendió que Dios es un Dios personal, y  que personalmente está interesado en los individuos a quien él ha creado. Ella, entonces y  allí supo que Dios, llamándola «María», es un Dios que busca a los individuos y «los llama  por nombre».

III.                  La tercera cosa que se menciona la designación MISIONAL DE MARÍA.

 ¡Ay! La adoración a María es una invención humana y su  ímpetu está en el anhelo humano por la maternidad. Reconocemos que si hay un mensaje,  por sobre todos los demás, que la fiesta de la Anunciación tiene para la generación  presente, es la distinción preeminente y la inefable santidad de la maternidad. Reconocemos  que si Dios, el Creador y Sustentador de este vasto universo, despojándose de las  circunstancias externas de su majestad, mediante la concepción de una mujer entró en  nuestra raza para salvarnos y voluntariamente fue «contado entre los malhechores»,  entonces la importancia y las consecuencias de la maternidad son incalculables, son  divinas. Cómo la adoración a la virgen—como la «madre de Dios», la cual es ahora el  principal objeto de la devoción católica romana—ha venido a ocupar tan completamente a  los feligreses de esa antigua iglesia es una ilustración de la sutil e insidiosa penetración de  la tentación y de lo profundo del error en que caen los hombres que se aventuran a dejarse  guiar por su propia voluntad y no se cuidan de entregarse por completo a la dirección de la  voluntad de Dios. El Catolicismo sostiene que hay dos fuentes de revelación, las Sagradas  Escrituras y la voz de la Iglesia, la cual es un consenso de opinión unificada y confirmada  por el vocero autorizado de la iglesia, el Papa reinante. Pero, sabemos que estas dos  fuentes  de revelación son la expresión de la misma mente, y que nunca pueden tener variación; y en  lo concerniente al canon de la Escritura, está cerrado, concluido, y todos los cristianos  declaran que la Biblia es la verdadera expresión de la voluntad de Dios; por lo tanto,  cuando los hombres enseñan lo que no puede ser probado por la Sagrada Escritura, la inferencia natural es que tal enseñanza es errónea. La doctrina de la Biblia es fija e  inalterable; por lo que es muy concebible que la opinión de la mayoría, aun de los cristianos  vivientes, pueda estar tan equivocada y bajo la influencia de ideas humanas como para  alejarse de la verdad. Que esto ha ocurrido en realidad en la tan difundida adoración a la  bendita virgen es algo que se puede observar.  Se puede observar que desde el segundo siglo se presenta a Eva convertida en un tipo  de la virgen; que el pecado vino por quien no hizo caso de la palabra de Dios, y la  bendición vino por quien sí hizo caso de ella, Descubrimos también los síntomas de la  «mariolatría» en el texto de la narración de la caída. La Vulgata Latina, es la única versión  autorizada y recibida por la Iglesia Católica Romana. En dicha versión la promesa de Dios,  de que nuestro Redentor aplastaría bajo su pie a nuestro adversario el diablo, y nos libraría  de la esclavitud del pecado, está traducida como si se refiriera a la bendita virgen. Aunque  el verbo hebreo es masculino y los traductores de la Versión de los Setenta así tradujeron al  idioma griego la promesa, sin embargo la deliberadamente alterada traducción ha recibido  la sanción del papa, y en las ediciones que existen de las Biblias católicas, el versículo dice: «Pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu simiente y la simiente suya, ella herirá  (aplastará) tu cabeza y tú herirás (estarás acechando) su talón»; lo que ellos declaran es una  profecía de la exaltación de la virgen.  Por un proceso muy quisquilloso, que es característico de los teólogos romanos, se  definen tres clases de adoración: «dulía, hiperdulía, y latría». —Dulía es la adoración rendida a los santos y a los ángeles. —«Hiperdulía», una palabra acuñada por Tomás de Aquino, es ofrecida a la virgen. —Mientras que «latría», que significa adoración a Dios, servicio divino, está reservada  para Dios mismo. Ahora, aunque las diferencias de estas tres fases de la adoración estén claras  posiblemente para los teólogos eruditos, en la mente popular no hay tal discriminación. Y  lo que es notable es que allí no hay ningún intento de advertir a la gente del peligro de  cometer el pecado de idolatría. Esto no es parte de la confesión, a ningún penitente se le  pregunta jamás sobre este punto, y a nadie jamás se le ha impuesto penitencia por ofrecer  divinos honores a una criatura o a objetos creados. Es algo lamentable ver a los millones de  seguidores de esa antigua iglesia, que sin ninguna restricción ni advertencia de sus  directores espirituales como los atenienses de antaño están «completamente dados a la  idolatría». La misma palabra mariolatría expresa lo que sucede en la práctica, pero esta es  la costumbre católica, derivada de María y «latría», así la adoración rendida a Dios es  también la adoración rendida a María. Así que el aspecto misional de María de convertirse en una madre humana para que Jesús se convirtiera y aprendiera a ser humano, la cambiaron para que ella pasara de humana a diosa. La verdad que  lejos esté de mí  ridiculizar a los miembros de una gran  comunidad religiosa citando las monstruosas leyendas, increíbles visiones tenidas por la  virgen María, aserciones extraordinarias atribuidas literalmente a veintenas de santos, las  cuales abundan en la literatura católica romana, y ciertamente de las cuales está compuesta. Quizás ya se ha dicho lo suficiente—y no he dicho nada de las visiones de la virgen,  del «ángelus», de los escapularios, de las iglesias, de los altares del mes de mayo, de las  peregrinaciones, de las cofradías, de los inacabables atavíos de la mariolatría—para  demostrar que el ritual de la Iglesia Católica Romana da el mismo honor y la misma  adoración, y aún más a la virgen que el que se rinde al Salvador. Ciertamente en el sistema  romano a María se le ha dado el lugar del Espíritu Santo, cuya bendita presencia ha sido  completamente eclipsada por la exaltación humana de la madre de nuestro Señor.  Seguramente el Espíritu Santo sabía que Satán extraviaría tanto a los hombres, que él  mismo hizo que los santos hombres escribieran las Sagradas Escrituras de tal manera que  apenas si mencionan a la virgen María.  Solamente una vez se alude a María en los Hechos de los Apóstoles, y después nunca  más se vuelve a encontrar su nombre en el Nuevo Testamento. Pablo nunca la menciona, parece que nunca la vio. El Señor no sólo se abstuvo de asignarle a ella cualquier  participación en la obra de él, sino que cuando ella se aventuró a sugerirle que no había  vino. En las bodas, la respuesta de él ciertamente tiene una pequeña parte de reprensión: « ¿Qué tengo yo contigo, mujer? Mi hora no es venida». Y más tarde en su ministerio,  cuando las multitudes se apeñuscaban para escucharlo y verlo, sabiendo que su madre y sus  hermanos estaban ansiosos de llegar a él, él evidentemente no los atendió, sino que declaró  que aquellos que escuchan la palabra de Dios eran para él como sus parientes más cercanos. Los sacerdotes católicos romanos y sus adherentes dicen que no rinden adoración  divina a María, sin embargo le atribuyen omnipresencia y omnisciencia, porque esperan que oiga y atienda los millares de peticiones que se elevan hacia ella de todas partes al mismo tiempo, cuando no tenemos evidencia ni siquiera una sugestión de que ella, o los  santos puedan escuchar cualquier voz de nosotros.  Aunque debemos protestar con todo nuestro poder contra esta adoración anticristiana  de María, no es necesario rebajarla de ninguna manera del elevado y santo lugar que ella  siempre debe tener en el afecto y en el respeto de los creyentes de todos los siglos. María  siempre será para nosotros la más dulce entre las mujeres, la más santa entre las madres el  tipo más perfecto de la maternidad y de la feminidad, y un ejemplo de fe humilde y  obediente, y de dulce humildad y gracia. Es verdad María fue altamente favorecida, pero  ese favor también comprendió gran aflicción y sufrimiento, porque una espada atravesaría  su corazón. Sin embargo, Dios no llama al sufrimiento y a la responsabilidad sin otorgar  bendiciones compensadoras. Ella era la más humilde entre las mujeres, y por razón de su  alto destino llegó a ser la más grande entre todas ellas. «Todas las generaciones», dijo ella  en su canto «me llamarán bienaventurada». Ahora el Catolicismo ha cambiado esto para  hacer aparecer como que Dios, en aquel momento y en aquel lugar la deificó sobre todas  las  mujeres; cuando más bien esto fue una sencilla declaración de que entre las mujeres  ninguna había sido considerada digna de tener un honor tan elevado. Débora dijo con  respecto a Jael: «Sobre las mujeres bendita sea en la tienda» (Jueces 5:24). María es bendita  entre todas ellas, escogida y altamente favorecida; pero no elevada por sobre ellas como un  objeto de adoración. Su bienaventuranza consistió en que se le permitiera concebir en su  cuerpo al Dios hecho carne, y por causa de él, y en la santificación que vino a ella por  medio de este favor, poner delante de nosotros en su propia persona y en su carácter el  primero, el más elevado y dulce ejemplo de feminidad y maternidad: un tipo de santidad  que ha honrado a todas las mujeres en todos los tiempos.

Si la iglesia Católica  da tanta importancia a María y le da también  un lugar exaltado, los protestantes que le dan un lugar demasiado bajo, la han descuidado.  Los protestantes han tenido temor de elogiar y estimar a María en todo lo que ella vale, por  temor de ser acusados de inclinarse demasiado en simpatía con los católicos. De aquí que  ha resultado que la más noble de todas las madres es todavía la más mal entendida de todas  las madres y de todas las mujeres. Por una parte, ella es objeto de todo descuido, y por la  otra es objeto de una adoración inmerecida que honra su memoria en frías estatuas. En estos  tiempos cuando incontables millones adoran a María como si fuese Dios, que los  protestantes se opongan a la mariolatría y prediquen de manera enérgica, como nunca antes,  la realidad evangélica de que el Hijo que María concibió es el verdadero Hijo de Dios, el  único Salvador del género humano.

Publicado por

enrique60

Actualmente trabajo en la Escuela Panamericana, soy salvadoreño 61 años y soy pastor de la iglesia Comunidad Bíblica

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