¿Que dirìa Jesùs de tu Iglesia?


Hace unos años un famoso arquitecto de la catedral de San Pablo en  Londres, llegó al lugar de la edificación y preguntó a tres diferentes obreros: “¿Qué está usted haciendo?” El primero contestó “me estoy mal ganando la vida para mantener mi familia”. El segundo dijo que sencillamente  estaba construyendo un edificio. El tercero tenía una perspectiva más grandiosa: “Formo parte de un proyecto para edificar la catedral más hermosa del mundo para la gloria de Dios”. Y he pensado que a no ser que tengamos la perspectiva de este tercer obrero, más tarde o más  temprano perderemos nuestro celo por el primer amor de Cristo: la iglesia. Y por tal negligencia, caerá luego en deterioro. Aún peor, hay otro tropiezo contemporáneo que aparece más peligroso: es posible tener un celo por la iglesia que sea trágicamente desviado  por los caminos del mundo  en lugar de dirigido por las Escrituras. Es el peligro de encontrar más atractiva la modernidad que la Palabra de Dios en la búsqueda de soluciones  a los problemas en que se encuentra la iglesia en la actualidad. La iglesia edificada de esta manera   será más a delante condenada por Cristo y no elogiada por El.

Cuando contemplamos la iglesia evangélica del siglo XXI como un todo, desdichadamente las técnicas han tomado el lugar de la verdad, el estilo ha suplantado la sustancia, la comodidad se adelanta a la consagración, y los modernos principios de crecimiento eclesial reciben más a tención que la verdad bíblica del crecimiento de la iglesia. Hablando desde una perspectiva bíblica, éste no es el estado  de cosas que Cristo quería para su encantadora novia: la iglesia. Esta perspectiva  de la iglesia centrada en el hombre evoca un negro futuro para lo que debería ser tan resplandeciente como la gloria de Cristo.  Pero, ¿qué puede hacerse para remediar el triste estado de las cosas? Me uno a Isaías en el grito de: “¡a la ley y al testimonio!” (Isaías 8:20). Los evangélicos necesitan de forma desesperada arrepentirse de su enfoque mundano de la iglesia y volver a las Escrituras.  La iglesia necesita una renovada contemplación de su majestuoso Señor, Jesucristo. Y necesita volver a familiarizarse  con su plan y propósito revelados para la iglesia tal como se delinean  en la Biblia. Necesita que se le recuerde que Cristo edificará su iglesia a su manera. ¿Puede imaginarse a Cristo escribiendo una carta directamente a su iglesia como lo hizo a las siete iglesias de Asia? (Apocalipsis 2-3). ¿Qué diría  Cristo de las iglesias del siglo XXI a la luz de lo que sabemos que escribió  acerca de las iglesias  del siglo primero? La manera de pensar de Cristo no ha cambiado respecto a lo que fue originalmente registrado en las Escrituras. Por lo tanto si la iglesia ha de recuperar su primera gloria, ha de ser mediante una transformación radical  que devuelva a la iglesia los fundamentos  que se delinean en las Escrituras. Entonces tenemos que subirnos  las mangas  de nuestras camisas para emprender la dura tarea de restaurar la iglesia a su hermosura original de acuerdo al plan bíblico. ¿Qué diría Cristo de su iglesia? Es la pregunta que plantea esta serie de reflexiones. ¿Por dónde empezamos? Empecemos con Jesús.

“Y yo también  te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). “Encrucijada.” “Transición.” “Crisis”. “Incertidumbre”. “Agitación”. Estas perturbadoras palabras expresan la percepción de muchos evangélicos tocante a la situación inmediata de la iglesia. Pocos mostrarían  desacuerdo en que la iglesia evangélica, a la deriva, precisa de un llamamiento a corregir el rumbo, al estar ya en el siglo XXI. Sin embargo, no existe un consenso acerca de qué dirección debería tomar la iglesia para volver al rumbo debido.  Así que para poder apreciar la confusión existente, consideremos una encuesta hecha recientemente a 25 destacados dirigentes evangélicos. Estos dirigentes expresaron  sus posturas acerca del estado general del evangelicalismo en el siglo XXI. De sus respuestas, poco optimistas, surgieron ocho temas dominantes.

  1. Identidad incierta: una extendida confusión de que es lo que define a un evangélico
  2. Desencanto institucional: percepción de ineficacia e irrelevancia ministerial
  3. Carencia de dirección: un lamento por la pobreza de la dirección espiritual de la iglesia
  4. Pesimismo acerca del futuro: una creencia de que el futuro del evangelicalismo está en el fiel de la balanza
  5. Crecimiento, arriba, impacto abajo: Una paradoja turbadora sin explicaciones claras e inmediatas.
  6. Aislamiento cultura: una llegada absoluta de la era pos cristiana.
  7. Repuesta pragmática a los problemas: una deriva hacia perspectivas  extra bíblicas del ministerio.
  8. Cambio de un ministerio orientado hacia la verdad a un ministerio regido por la respuesta al mercado: Cambio de rumbo, abandonando lo eterno por lo temporal a fin de ser considerado relevante.

Lo cierto es quelas decisiones que se tomen durante esta década conformarán a la iglesia evangélica durante mucho del siglo XXI. Por tanto la dirección futura de la iglesia contemporánea debe recibir atención primordial. Sin duda alguna, la iglesia del siglo XXI está haciendo frente a un momento definitorio. El verdadero contraste entre los modelos ministeriales  en competencia no debería  ser  “lo tradicional” frente a lo “contemporáneo”, como comúnmente se presenta, sino que debería ser lo bíblico en contraste con lo no bíblico. “Rediseñando la iglesia “era el título  de una destacada conferencia  pastoral allá por 1994 acerca de cómo preparar la iglesia para el siglo XXI. Al leer el folleto que anunciaba la conferencia, podría ser: ¿Para qué rediseñar la iglesia cuando Dios la diseñó perfecta al principio? ¿No mejor deberíamos inspeccionar la iglesia primero  y reemplazar sólo las partes defectuosas? ¿No sería mejor  reedificar partes demolidas siguiendo el plan original del Edificador? ¿Quién puede mejorar  el diseño de Dios? A la conclusión que se debe llegar  es que la solución no reside  en el rediseño, sino en la restauración siguiendo las especificaciones perfectas, originales, del Diseñador Divino. La meta de cualquier cambio  debería ser el regreso  a las raíces bíblicas  de la iglesia. Una inspección de la iglesia existente buscando aquellas áreas que necesitan restauración debería incluir  preguntadas orientadas bíblicamente como:

¿Hemos consultado  al Dueño? (1 Corintios 3:9)

¿Tenemos permiso del socio Inversionista? (Hechos 20:28)

¿Estamos tratando con el edificador original? (Mateo 16:18)

¿Descansa todavía la iglesia sobre el primer fundamento? (1 Corintios 3:11; Efesios 2:20)

¿Sigue en su lugar la Principal piedra del ángulo? (Efesios 2:20; 1 Pedro 2:4-8)

¿Estamos usando los materiales  de construcción homologados (1 Pedro 2:5)?

¿Estamos empleando los obreros adecuados? (1 Corintios 3:9)

¿Hemos empleado los supervisores apropiados? (Efesios 4:11-13)

¿Seguimos trabajando según los planos originales? (2 Timoteo 3:16-17)

Antes de emprender atolondradamente la tarea de restaurar la iglesia, haremos bien en dirigir primero la mirada 21 siglos atrás, al comienzo, sobre la mayor promesa jamás dada a favor de la iglesia. El Autor  y Consumador de nuestra fe (Hechos 12:2), conocido también como el Pastor y Guardián de nuestras almas (1 Pedro 2:25), dijo directamente: “Yo edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Se nos podría persuadir de que una organización con dos mil años de antigüedad como la iglesia, debería estar establecida ya en su identidad y propósito en el día de hoy. Pero esto es una suposición carente de fundamento. A no ser que cada sucesiva generación vuelva a la promesa de Cristo en Mateo 16 y a las instrucciones del NT tocantes a la edificación, la iglesia se desviará de seguro del plan original de Dios, como ha quedado claramente demostrado a los largo de 20 siglos de historia de la iglesia. Si se reflexiona  en serio acerca de la promesa de Cristo, surgirán varias preguntas significativas:

¿A quién debemos mirar cuando la iglesia está desmantelada: a Cristo o al hombre?

¿Quién sabe más acerca de las actuales necesidades de la iglesia: Cristo o el hombre?

¿Quién puede proveer mejor para la iglesia: Cristo o el hombre?

¿De quien vino la idea original de la iglesia: Cristo o el hombre?

¿Quién ha edificado la iglesia hasta el día de hoy: Cristo o el hombre?

¿En quién confiamos para la dirección futura: en Cristo o en el hombre?

¿Quién es la cabeza de la iglesia: Cristo o el hombre?

Debido a que “Cristo” es la respuesta correcta a cada una de estas preguntas, nos volvemos a Mateo 16:18, donde Jesús da al menos siete principios distintivos para la edificación de la Iglesia. Nadie debería emprender la planificación de una nueva iglesia ni la revitalización de una iglesia hasta que las verdades definitorias de este pasaje bíblico hayan llegado a poseer su corazón y mente.  Pero de eso hablaré en la siguiente entrega

 

Publicado por

enrique60

Actualmente trabajo en la Escuela Panamericana, soy salvadoreño 61 años y soy pastor de la iglesia Comunidad Bíblica

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