Y arrojó Saúl la lanza, diciendo: Enclavaré a David a la pared. Pero David lo evadió dos veces” (18:11). Los líderes carnales siempre buscan eliminar al escogido de Dios. Dos veces planificó Saúl darle muerte a David; lo pensó y lo manifestó. Pero David lo supo evadir. Aunque adoraba a Dios, no se descuidó de la astucia y de las mañas de Saúl. El usado por Dios aunque espiritual, sabía cómo moverse más ligero que la lanza de Saúl. Se hizo un experto en evadir el ataque del enemigo. Los siervos de Dios tienen que aprender cómo evadir lanzas. No pueden dejarse enclavar a alguna pared de vituperio y de crítica. Las paredes del palacio eran buenas para poner adornos, pero no con el ungido. Una lanza que a menudo le arrojan al siervo de Dios es la indiferencia. Pero aunque lo traten con indiferencia, no se deja enclavar a la pared. La indiferencia lo podrá atacar, pero no lo paralizará. Otra lanza que le tiran a los ungidos es la crítica. Por bien que haga las cosas, siempre alguien le encontrará algo malo. La lengua de muchos serán lanzas que tendrá que esquivar con mucho estilo y protocolo. Notemos que David no reaccionó respondiendo agresión con agresión. El que sirve a Dios verdaderamente no se puede rebajar al nivel del líder carnal. No puede permitir que las acciones del carnal lo vayan a descontrolar y lleguen a determinar su manera de actuar.
Mis pensamientos al descubierto en 1 de Samuel
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